sábado, 22 de agosto de 2009

Para terminar con el juicio de dios


Entiendo que esta es la última vez que Quintín va a ser mencionado en este blog, básicamente porque a través de sus intervenciones ha demostrado que no le interesa lo que aquí se pretendió debatir.

A partir de ahora la discusión, en caso de proseguir, se va a centrar exclusivamente en los abusos del periodismo a la hora de juzgar las traducciones y en la manera de evitar en el futuro situaciones como la que planteó la columna que motivó todos estos posteos. Sin embargo, dadas las circunstancias, se omitirá deliberadamente a la persona de Quintín. Por lo tanto, ya no se publicará ningún otro comentario que se refiera a él.

Antes de terminar y en mi carácter de administrador de este blog, quiero dejar sentado que en ningún momento le escribí a Quintín ni a su blog ni le mandé correo personal alguno. De hecho, creo que hace un par de años, cuando me tocó coordinar algún número especial en Ñ, me vi en la obligación de pedirle algún artículo sobre cine, pero eso es todo. Hasta ahí se limitan los contactos que tuve con él. Dicho lo cual, o Quintín alertado por alguien decidió aparecer en el blog del Club de Traductores (y en ningún momento se le negó esa oportunidad), o confundió el mensaje de alguna otra persona con una invitación "retorcida" de mi parte. No acostumbro proceder de esa manera, por lo que o Quintín cometió un error cuando alguien le hizo creer lo que no era o lisa y llanamente miente. Francamente una u otra alternativa para mí ya no tienen la menor importancia.

Como se podrá leer a lo largo de los distintos posteos, sólo en uno de ellos dije que la suya era una estrategia para ganar notoriedad. Admito mi error. Considero que ya la tiene y habrá algún ámbito donde eso importe. A mí, a título personal, me da exactamente lo mismo.

Quintín se queja de los posteos anónimos donde lo insultan. Tengo entendido que en su blog esa práctica es muy frecuente. De hecho, el seudónimo con que muchos de sus usuarios firman los comentarios usualmente descalificadores que él publica es también una forma de anonimato.

He pretendido hasta aquí dar lugar a un debate que, en varias ocasiones, excedió los límites en que me habría gustado mantenerlo. Supuse que a lo largo de los posteos se iba a encauzar y que la anécdota que lo había motivado iba a pasar a un segundo plano para entonces permitir otro tipo de intercambio. No fue realmente así, aunque entiendo que algunas cosas quedaron en claro y, llegado el caso, podrán ser motivo de nuevas discusiones.

Pero insisto: para este blog, Quintín se acabó y no volverán a subirse comentarios ni a su favor ni en su contra.

Por lo demás, quedan todos invitados a seguir discutiendo aquí las cuestiones que son estrictamente pertinentes para los intereses de este foro.


Jorge Fondebrider

9 comentarios:

  1. Pregunta: ¿hacia dónde querías que se dirigiera el debate? Desde mi punto de vista, se ha avanzado bastante en la discusión.

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  2. Las posibilidades son muchas.

    Por ejemplo, sería interesante que se comprendiera que lo que algunos interpretaron
    como reacción corporativa ante la crítica se vincula más bien con un cierto cansancio ante la modalidad que ésta suele asumir tanto en los comentarios bibliográficos como en las columnas de opinión. Por lo tanto, no estaría mal pensar cómo se puede lograr que el juicio sobre las traducciones en el periodismo escrito se establezca sobre una base más seria.

    Luego, considerando que el proceso que lleva desde la traducción a la publicación de un texto traducido comporta una serie de alternativas en las que intervienen numerosas personas generalmente anónimas ante la opinión pública, tal vez valdría la pena pensar qué puede hacerse al respecto para que haya más justicia a la hora de comentar los méritos o los defectos de una traducción.

    Por otra parte, la Argentina es uno de los países de lengua castellana con mayor tradición en el campo de la traducción y cuenta con muy buenos traductores que trabajan para editoriales de ambos lados del Atlántico. Acaso por desconocimiento, no parece ser ésa la impresión que se desprende de los dichos de muchos de los participantes de este debate. Cuáles podrían ser las estrategias para hacer conocer mejor el estado actual de la traducción en nuestro país es otra de las posibles cuestiones a discutir.

    Supongo que habrá muchas otras cosas sobre las que podemos reflexionar conjuntamente sin necesidad de agraviarnos.

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  3. Gracias, Lila. Tomé debida nota, como podrás comprobarlo.

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  4. sos una rata, fondebrider, si quintín estaba re-sosegado, contestando a pura amabilidad. sos un infeliz.

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  5. Estimado Jorge: acabo de ingresar al blog y de leer las últimas entradas y comentarios. Te confieso mi preocupación: el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, como me lo señalaste oportunamente y luego he leído en diversas referencias al mismo en los diarios, se ha creado con espíritu abierto y democrático. De hecho, tu invitación a que yo dé una charla en su ciclo lo demuestra, dado que tenemos perspectivas estéticas bastante alejadas e incluso afirmaciones mías, específicamente sobre la problemática de la traducción de poesía, han sido discutidas por vos y por otros participantes de los encuentros y del blog. También mi aceptación a dar esa charla responde al mismo espíritu de discusión democrática y de confrontación de ideas, que me parece siempre enriquecedora. Ahora bien, tu decisión de excluir a una persona (Quintín) de toda intervención en este espacio, así como de negar cualquier ulterior referencia a sus ideas o a la cuestión por él planteada en relación con la traducción de Laura Wittner, creo que sienta un precedente peligroso, absolutamente contrario a la apertura democrática postulada en la creación del Club. No entro en el debate sobre la mayor o menor fortuna de las opiniones de Quintín, sino en la manera en que se ha desarrollado tal controversia: entiendo que no ha habido insultos ni agresiones personales de su parte (la observación de que sus críticas pudieran dejar sin trabajo a la traductora es tan absurda como suponer que la avalancha de reacciones contrarias a quien las formuló pudieran hacerle perder su columna en Perfil); en todo caso, es evidente que la mayor carga de ensañamiento personalizado ha corrido por cuenta de varios de los que han intervenido para rebatirlo. Por otra parte, sus juicios (equivocados o acertados, insisto, no me interesa aquí abogar a favor o en contra) han dado lugar a una discusión por momentos aleccionadora, a la exposición de puntos de vista sobre distintos aspectos de la traducción, lo cual me parece que siempre arroja un saldo positivo y debe ser valorado por quienes nos ocupamos de esta tarea, tanto en la práctica como en la reflexión sobre ella. La traducción, justamente, enseña que las problemáticas de diversa índole que plantea no permiten cerrar un debate, sino que siempre ofrecen la posibilidad de abrir nuevos interrogantes sobre los criterios que rigen una u otra versión del mismo texto. Como en la vida, al fin, y como en toda sociedad que se quiera democrática. Creo, pues, que deberías revisar tu decisión, explicable quizás como un rapto de irritación pasajero, pero que no ayuda a ese espíritu de debate igualitario que viene propiciando el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Un cordial saludo, Pablo Anadón.

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  6. Estimado Pablo:
    Puse punto final a las defensas y los denuestros de Quintín, justamente porque no es él el tema de debate, sino, una vez más, lo que pasa cuando en la prensa se juzga la tarea de los traductores sin lo que muchos de los participantes en este blog entendemos por el debido respeto. Y a eso quise limitar el debate.

    Si volvés a leer esta entrada, verás que digo:

    1) que a Quintín no le interesa lo que se pretendió debatir, y eso lo podrás comprobar notando que en ningún momento respondió al descargo de Laura Wittner ni a otras observaciones que se le hicieron sobre sus críticas. De hecho, repitió el mismo argumento –que puede criticarse una traducción sin el original– sin ampliarlo ni explicarse;

    2) que se "omitirá deliberadamente a la persona de Quintín" por lo que "ya no se publicará ningún comentario referido a él", y más adelante: "en este blog Quintín se acabó y no volverán a subirse comentarios ni a su favor ni en su contra". Imagino que entonces estarás de acuerdo conmigo en que no es su persona el tema que debe discutirse. Por eso escribí que "el debate excedió los límites en que me habría gustado mantenerlo".

    3) Como vos mismo decís, la discusión, pese a la forma que asumió, no fue en vano. Y eso lo reconocí también, al escribir que "algunas cosas habían quedado en claro y, llegado el caso, podrán ser motivo de nuevas discusiones". Cuando alguien, en otra entrada, preguntó cuáles, enuncié algunas, a la espera de que otros sumaran otros puntos de vista.

    4) Por último, verás también que hay un duro comentario de Quintin, dirigido a mí (y que no censuré de ningún modo), donde desliza que fue invitado por mí (cosa que no sucedió) a un debate como excusa de su linchamiento virtual. Entiendo que los participantes del blog necesitaban que aclarase ese punto antes de continuar. Tal vez la confusión se deba a que lo aclaré en el mismo lugar donde di por terminados los insultos de uno y otro bando.

    Espero de este modo, haberme explicado mejor. Para tu tranquilidad (y espero la de todos) tanto el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires como este blog se han creado "con espíritu abierto y democrático". Lo que sí, ni uno ni otro deberían desviarse de lo que les es específico porque eso sí le restaría seriedad. Y eso, reitero, es lo que me pareció estaba sucediendo.

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  7. "nos vamos a centrar exclusivamente en los abusos del periodismo al juzgar las correcciones?" Si eso no es reaccion corporativa de la peor especie, qué es? A la postre nada tienen que envidiarles a médicos o policías cuando de defensas corporativas se trata. De ser posible para Uds el camino sería prohibir las criticas a las traducciones? Por favor, más tolerancia (incluso si el ahora innombrable hubiera abusado en su columnita) y más espiritu democrático.

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  8. Estimado Gearoid:
    Todos los traductores, sin excepción, cometen errores, del mismo modo que en todos los textos se deslizan errores ortográficos y en todos los libros, erratas. Nada de eso está bien, pero no hay más remedio que admitir que es inevitable. Por eso, al juzgar los errores (o lo que se interpreta como errores) habría considerar, en primer lugar, la importancia que tienen en el conjunto. Hacer toda una serie de consideraciones sobre elecciones que no compartimos o sobre errores menores en una reseña, que la mayor parte de las veces se limita a muy pocas líneas es, en cierta forma, abusivo. Deseo que quede claro que nadie pide que se oculten los errores, la cuestión es prestarles la debida atención en el ámbito apropiado, que, lamentablemente, no suele ser ni la reseña dominical ni la columna de opinión.
    Lo que usted interpreta como reacción corporativa se refiere no tanto a la crítica en sí (cada cual tiene derecho a ejercerla), sino al modo en que se planteó. Es una cuestión de forma a la cual en un debate muchos somos sensibles.
    Si le presta atención a los comentarios adversos (e incluso a varios netamente insultantes) que fueron reproducidos en este blog, verá que ha habido tolerancia y democracia. Le ruego que relea el conjunto y verá que no exagero.
    Cordialmente

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  9. cristian de napoli27 de agosto de 2009, 10:48

    Anadón:
    modestamente creo que usted se confunde cuando dice más o menos lo siguiente: creer que una crítica dura puede dejar sin trabajo a la traductora es tan absurdo como suponer que la avalancha de reacciones contrarias al crítico puedan hacerle perder su columna en Perfil.

    por empezar, la traductora/el traductor literario nunca tiene empleo fijo. el columnista sí. o sea: no es lo mismo dejar de dar trabajo que despedir.
    segundo, como dice fogwill hace poco en una entrevista: lo que reina en nuestro entorno es el miedo al error.
    tercero, el más importante: por lo menos a mí me consta de editores que desistieron de otorgar un libro a tal traductor porque los impresionó ua mala crítica.

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