martes, 29 de septiembre de 2009

Máxima fidelidad de la traducción a las constantes estilísticas del autor


El peruano Juan José del Solar es traductor de autores de lengua alemana, entre los que destacan Franz Kafka, Ingeborg Bachmann, Hermann Hesse y, fundamentalmente, Elias Canetti (quien lo nombró su traductor oficial al castellano). Por el conjunto de su obra, en 2004 recibió el Premio Nacional de Traducción, concedido por el Ministerio de Cultura de España, galardón que compartió con el argentino Mario Merlino, por su traducción Auto de los condenados, de Antonio Lobo Antunes. La siguiente entrevista, con Julio Zavala Vega (en la foto con el autor, sostiendo un libro), tuvo lugar este año.

Una charla en Miraflores

En una conversación que siempre regresa a los gratos recuerdos de una vida llena de viajes a Europa, Juan José del Solar, considerado por muchos como uno de los mejores traductores en lengua alemana al castellano, nos recibe en su modesta casa de Miraflores. A pesar de su hemiplejía, producto de un ataque cerebral que sufriera hace algunos años, el diligente traductor nos recibe con gran entusiasmo y sencillez.

–Háblanos de los inicios de tu interés por la traducción, al parecer vinculado al mundo de la música.
–Pues sí, curiosamente, el primer texto que tuve ganas y curiosidad de traducir fue un libreto de ópera, La flauta mágica de Mozart. Cuando mi madre me regaló los discos quedé tan fascinado por la música que me entraron muchas ganas de comprender el libreto, pero entonces mis conocimientos del alemán eran casi inexistentes. Debido a esto tuve que contentarme con la traducción aproximada de algunas arias que me hizo una amiga muy querida, ya fallecida, cuya lengua materna era el alemán. Sin embargo, de alguna manera, la musicalidad de la lengua ha seguido siendo siempre una preocupación central en mis traducciones, y tal vez por eso he recibido tantos elogios y comentarios favorables.

–A propósito de la metamorfosis como categoría canettiana, tal como lo señalas en tu prólogo a Masa y Poder, ¿no crees que el traductor también se metamorfosea en el autor de la obra traducida? ¿Consideras que el traductor debe pasar inadvertido o debe aparecer?
–Mucho se ha escrito y discutido sobre este tema de la invisibilidad del traductor. Sin llegar al extremo de definir, como Goethe, a los traductores como “solícitos proxenetas que nos elogian a una verdad semivelada afirmando que es de todo punto entrañable, despertando así una irresistible atracción por el original”, me atrevería a postular, dentro de lo posible, la máxima fidelidad de la traducción a las constantes estilísticas del autor en el original. De lo contrario, se perdería gran parte del interés y la especificidad de la escritura de novelistas como, por ejemplo, Proust o Thomas Mann, con sus “frases-río”, o, por citar casos opuestos, el valor de la elipsis y la economía verbal en grandes escritores como Canetti y Kafka. Yo mismo me asombro y me pregunto cómo he conseguido acercarme tanto al lenguaje tan sumamente elíptico de los relatos de Kafka como en “Un médico rural”, por citar un ejemplo concreto, ya que el castellano carece de las posibilidades que el alemán ofrece a sus usuarios de lujo, los escritores, para crear y aglutinar nuevas palabras a partir de la composición verbal. Pero “mi” Kafka en español está ahí como prueba de que a veces es posible hacerlo. El mismo Elias Canetti, cuya lengua madre era el ladino, el español hablado por sus antepasados, los judíos sefardíes expulsados de España en 1492, me agradeció y felicitó varias veces en sus cartas, que conservo como un auténtico tesoro, por mi fidelidad a su práctica de la elipsis, particularmente en sus colecciones de Apuntes. Siempre me decía que en la traducción se tiene que “explicar” el pensamiento aforístico, pues esto supondría aniquilarlo. Lo que es críptico para un lector alemán debería serlo también para un lector en lengua española.

–¿Cómo defines el equilibrio entre una vida llena de viajes y experiencias, como la tuya, y el método de trabajo de un traductor?
–La traducción literaria ha adolecido siempre, en el ámbito hispanohablante, de una falta de remuneración económica digna, que se condiga con las enormes dificultades del trabajo, incluyendo las tareas de investigación paralela que el texto original exige muchas veces. Aparte de esto, el traductor sólo tiene que cumplir con entregar su trabajo en un plazo previamente acordado con el editor, pero es dueño del resto de su tiempo, y puede emplearlo como mejor le parezca. En mi caso, y como amante infatigable de los viajes, trataba de recorrer al máximo la geografía europea dentro de lo que me permitían mis magros recursos, y no me arrepiento de haberlo hecho. Fruto de esas correrías, por ejemplo, fue el aprendizaje del italiano y del griego moderno, por mi propia cuenta, y movido por el cariño y el interés que me inspiraban ambos países, su cultura y sus gentes. Y menos mal que lo hice cuando aún podía hacerlo, pues, mírame ahora, en mi condición de discapacitado físico desde hace ya diez años. Solo puedo “viajar” al parque de al lado de mi casa, que es muy bonito, por cierto.

–En el mundo de habla hispánica tus trabajos se conocen mucho; además, has merecido muchos premios de renombre. ¿Consideras que el Perú te debe algo por acercar una cultura tan importante como la escrita en lengua alemana a nuestro idioma?
–En efecto, he recibido el premio Nacional de Traducción del Ministerio de Cultura de España en sus dos modalidades: el otorgado a la mejor obra traducida durante un año, en 1995, por mi traducción del Libro popular del Doctor Fausto, de autor anónimo del siglo XVI, y, más tarde, en el 2004, el Premio Nacional a la obra de un traductor. Ese mismo año me concedieron en Alemania el premio de la Calwer Hermann Hesse Stiftung por mis traducciones de obras de Hermann Hesse al español, y al terminar el milenio anterior, el año 1999, el Ministerio de Cultura de Austria me concedió el Premio Nacional austriaco por mis traducciones de obras de autores austriacos al español como Franz Kafka (La metamorfosis, entre otros textos) y Elias Canetti (Masa y poder), entre otros importantes. El Perú, mi país de nacimiento, es el único que aún no me ha hecho llegar ningún reconocimiento por haber acercado a nuestro idioma más de ochenta obras escritas en lengua alemana, de escritores alemanes, austriacos y suizos, aunque dicen que más vale tarde que nunca. Ojalá alguna autoridad se acuerde de mí.

3 comentarios:

  1. Somos muchos, muchísimos, los que hemos aprendido a leer (y a traducir) con sus traducciones. Nuestra deuda es infinita, lo mismo que nuestra gratitud.

    Un saludo,

    Juan de Sola

    ResponderEliminar
  2. Estimado Juan:
    Me alegra que la circunstancia de este blog le permita a usted dar muestra de su agradecimiento hacia Juan José del Solar. Ésta es una de las razones por las que vale la pena el esfuerzo.
    Cordialmente

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar