domingo, 31 de enero de 2010

Una más (y no jodemos más)

Los lectores de este blog sabrán disculpar al Administrador, pero además de las consecuencias inmediatas del calentamiento global, del posible choque contra la Tierra de Apophis –el asteroide de 250 m de diámetro que podría golpear a nuestro planeta en el 2029, con una potencia equivalente a 200 bombas atómicas–, del integrismo en general, de los nacionalismos en particular, de lo que piensa el papa de Harry Potter y de muchas otras cuestiones igualmente importantes que provocan todo tipo de zozobras y angustias a muchos mortales, los problemas vinculados con la traducción –y sobre todo con la traducción de títulos–, ocupan un espacio importante en el cerebro de los traductores. Por eso va una tercera entrada sobre la famosa novela de J. D. Salinger. En este caso, corresponde al posteo publicado el 28 de enero pasado por el periodista argentino Ezequiel Martínez, en su blog En minúscula, en el seno de Ñ digital.

http://weblogs.clarin.com/revistaenie-enminuscula/archives/2010/01/salinger_el_guardian_oculto.html,

Salinger, el guardián de los títulos que se bifurcan

Así como muchos pueden decir que han leído las obras completas de Juan Rulfo, los libros de J.D. Salinger son dignos de la misma proeza. Claro: entre los dos, publicaron apenas media docena de títulos.

Yo soy uno de esos lectores. Como casi todo adolescente, atravesé las páginas de El cazador oculto metido en las entrañas de su protagonista, Holden Caulfield. Cada vez que algún joven me pide que le sugiera un libro, lo mando a comprar el Salinger más famoso. Luego (o antes, ya no recuerdo), me zambullí en sus Nueve cuentos, en Franny and Zooey y finalmente en la última novela corta que publicó en 1963, Levantad carpinteros la viga del tejado, que tiene unas escenas completamente bizarras dentro de un taxi. Después de eso, Salinger permaneció en silencio de imprenta.

Todos sus libros fueron reeditados en los últimos años por Edhasa. Y aquí llega la historia que quiero contar. Un colega, al conocer la noticia de la muerte de Salinger, me acaba de enviar este indignado correo electrónico:

"Hay una traducción muy conocida de The Catcher in the Rye, que es El cazador oculto; la gallegada El guardián entre el centeno es posterior. El cazador oculto lo editó Sudamericana, creo que a fines de los 60. Para toda una generación, la novela de Salinger se titulaba El cazador oculto. Aclaren esto pero no pongan sin más El guardián entre el centeno".

¿Cómo es que la obra que le concedió una justa fama universal a Salinger avanzó por el español con estos dos títulos que se bifurcan? La versión oficial es más o menos así: cuando el escritor norteamericano no se había vuelto todavía tan mañoso con los resortes de su obra, Sudamericana publicó una edición con una traducción menos "gallega" (como dice mi colega, sin ánimos de ofender) y con un título ciertamente más atractivo. Es cierto que El cazador oculto no era literal y que se trató de una licencia, pero vamos tío, cuánta más fuerza tiene que el original.

Cuando alguien le comentó (¿le mintió?) al escurridizo Salinger que la traducción española, cuyo título se ceñía al original letra por letra (esto es, El guardián entre el centeno) estaba bastante bien, él se lo creyó. Entonces desautorizó cualquier otra traducción al castellano, con lo que la de Sudamericana cayó en la volteada y nunca más pudo usarse. Desde entonces, el cazador quedó oculto y el guadián asomó desde el centeno.

4 comentarios:

  1. a holden se le ha perdido una gorra y me parece que el administrador la tiene...
    un saludo

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  2. No es "administrador", Sibila, sino "Administrador".
    Será dado.

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  3. ay, Administrador... las mayúsculas

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  4. A las versiones hasta ahora apuntadas, sumo otra, de último momento. La publicó hoy Maximiliano Tomas en su columna del suplemento cultural del diario Perfil, dedicada a Salinger quien, según el periodista, "estaba tan obsesionado con el cuidado de su exigua obra publicada que era capaz de prohibir muy buenas traducciones (como la que en su momento realizó la editorial Sudamericana) o de obligar a volver al título El guardián entre el centeno (en lugar del mucho más fiel y bello El cazador oculto) porque alguien se había tomado el atrevimiento de diseñar una tapa sin consulta, o agregar sus datos biográficos (Salinger los evitaba, al igual que a las fotografías, en las ediciones de sus libros) en una solapa".

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