martes, 13 de abril de 2010

Gabriela Adamo aporta un poco de sentido común

Vieja conocida de este blog, Gabriela Adamo (foto), responsable de la Semana TyPA de Editores en Buenos Aires (este año, por primera vez asociada con el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires; cfr. actividades, 19 de abril), fue consultada por el diario Perfil a propósito de temas de difusión y traducción de literatura argentina en el exterior. A continuación, su columna, que acompañaba el artículo sobre la traducción de autores argentinos en Alemania, ayer reproducido en este blog

Aprovechar las oportunidades

Hace ya más de diez años, el Fellowship Programme de la Feria de Frankfurt me permitió un primer acercamiento a la forma en que las editoriales europeas decidían qué libros traducir. Al ver a los editores hundidos detrás de escritorios atestados de catálogos del mundo entero, de manuscritos en todos los idiomas y de informes de scouts que rastrillaban ciudades en busca de nuevos talentos desconocidos, quedaba claro que el problema central era el de la visibilidad. ¿Cómo hacer para que un libro se destaque y llame la atención en medio de esa montaña de palabras?

Hay recursos que siempre sirven, como los subsidios a la traducción. En ese sentido, el proyecto piloto lanzado por la Fundación TyPA en el 2008 y el ambicioso Programa Sur de Cancillería demostraron ampliamente su utilidad, cada uno en su escala. Creo que todos los autores y editores argentinos estamos esperando, con los dedos cruzados, que Cancillería decida dar continuidad al Programa Sur después del 2010.

Pero más allá de los subsidios, la palabra clave para la compra y venta de derechos es networking. Como en cualquier especialidad, en el mundo editorial también existen las redes de contacto: son editores que se conocen desde hace tiempo, que comparten gustos y que se alertan entre sí cuando leen un libro que les parece excepcional o, por el contrario, un verdadero fiasco. Es así cómo se va generando el entusiasmo de un editor, cómo un texto y un autor logran llamar la atención y, por fin, empiezan las lentas gestiones para adquirir los derechos y traducir el libro.

¿Qué chances tienen los autores argentinos en este proceso? Las preguntas retóricas no necesitan respuesta, pero pueden servir para plantear un panorama y empezar a pensar soluciones. Si la Argentina está geográficamente alejada de los centros de decisión editorial, si casi no hay agentes literarios en el país, si a las editoriales les resulta muy costoso enviar catálogos al exterior (aunque hoy en día podrían hacerlo en pdf) y son pocos los editores locales que han armado su propia red de colegas extranjeros, ¿qué se puede hacer?

Por lo pronto, aprovechar las oportunidades y sacarle al próximo Frankfurt todo el jugo posible. Ocuparse de que no sólo viajen autores y artistas, sino también editores, y asegurarse de que lo hagan de forma profesional, estableciendo relaciones con colegas que puedan durar muchos años y enriquecer en todo sentido a las partes involucradas. La Semana TyPA de Editores en Buenos Aires es un ejemplo de cómo, con paciencia y recursos limitados, a lo largo de los años se puede formar una red de más de 70 editores que han pasado por el país. En conjunto, estos profesionales llegados de países tan diversos como China, Turquía, Suiza, Noruega, Italia o Brasil –por mencionar solo algunos-, tradujeron decenas de libros, que van desde consagrados como Borges y Alejandra Pizarnik hasta jóvenes como Félix Bruzzone y Samantha Schweblin.

En este sentido, la Feria de Frankfurt es una oportunidad única que debería servir de puntapié inicial para una mayor inserción de los editores argentinos en el panorama internacional y no como un fin en sí mismo que termina en octubre, cuando le pasemos el bastón de mando a Islandia.

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