viernes, 7 de mayo de 2010

Más de lo mismo, pero con autofelicitaciones

En un artículo publicado ayer, Silvina Friera, del diario Página 12, comenta que Magdalena Faillace, presidente (y no "presidenta") de la COFRA, presentó exultante los logros del Programa Sur de apoyo a las traducciones. Allí, entre el autobombo, la crónica de la alegría de los autores traducidos al tailandés y la infidencia del agradecimiento personal del último Premio Cervantes argentino, se lee que "grandes agentes literarios como Guillermo Schavelzon y Carmen Balcells ponderaron el efecto multiplicador del programa y han informado que vendieron más de 200 títulos de autores argentinos para ser publicados en distintos países desde que Argentina fue designada país invitado de honor en Frankfurt". Qué bueno para sus cuentas bancarias, ¿no?

Literatura argentina de exportación

El Programa Sur de apoyo a las traducciones (Prosur) es una política del Estado argentino. En la sala Julio Cortázar muchos escritores celebraron la noticia de esta excepcional inyección de literatura argentina en el mundo, que se extenderá más allá de la Feria del Libro de Frankfurt. “El Estado sirve mucho cuando se lo usa bien; sirve a la ciudadanía y a todos los escritores”, dijo la exultante Magdalena Faillace, presidenta del Cofra, el comité que organiza las actividades para la participación argentina como país invitado de honor en la gran feria de la industria editorial, acompañada por los escritores Claudia Piñeiro, Noé Jitrik y María Rosa Lojo. A un año y dos meses del lanzamiento de este programa destinado a promover en el mundo el pensamiento y la literatura argentina mediante subsidios a la traducción, las cifras alegran. Y asombran a autores, editores y agentes literarios. Ya se otorgaron 253 subsidios por un total de 720 mil dólares. Pero como en algunos casos se asignaron montos menores al máximo posible por libro (3200 dólares), se llegará a un número mayor a las 260 obras traducidas. Como el Prosur tiene larga vida y largo aliento, se espera que en los próximos días lleguen más solicitudes.

La proyección de las tapas de los libros ya traducidos –hay que ver la mezcla de emoción y orgullo que genera ver Rayuela en hebreo y El pasado, de Alan Pauls, en ruso– fue muy aplaudida por los escritores presentes: Guillermo Martínez, Mario Goloboff, Mariana Enriquez, Feliz Bruzzone, Tununa Mercado, Damian Tabarovsky, Pablo De Santis y Vlady Kociancich, entre otros. Las 253 obras aprobadas hasta el momento se publicarán en 33 países. Lógicamente, encabeza Alemania, con 57 títulos; seguida muy de cerca por Italia, con 28, y Francia, con 22. Hay clásicos de la literatura argentina como El Matadero, de Esteban Echeverría; el Facundo, de Sarmiento; Los gauchos judíos, de Alberto Gerchunoff; Los siete locos, de Roberto Arlt, y Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, además de obras de Borges, Adolfo Bioy Casares, Leopoldo Lugones, Juan José Saer, Ernesto Sabato, Antonio Di Benedetto, Macedonio Fernández, Rodolfo Walsh y, afortunadamente, también de poetas como Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik. Pero también una celebrada diversidad de obras traducidas de la literatura contemporánea con autores como Lojo, Piñeiro, Pauls, Ariel Magnus, Liliana Bodoc, Luisa Valenzuela, Aurora Venturini, Sergio Bizzio, Pablo De Santis, Mariana Enriquez, Ana María Shua, Andrés Neuman y Ricardo Piglia. Según comentó la presidenta del Cofra, Piglia le dijo en una charla telefónica que “nunca habíamos pensado que en la Argentina íbamos a tener algo así”.

“El programa sigue después de Frankfurt como una política del Estado argentino”, subrayó Faillace. La presidenta del Cofra comentó que recibió una carta de Juan Gelman (con libros traducidos gracias al programa) en la que le “agradecía” y “la felicitaba” por el Prosur. Y recordó también que grandes agentes literarios como Guillermo Schavelzon y Carmen Balcells ponderaron el efecto multiplicador del programa y han informado que vendieron más de 200 títulos de autores argentinos para ser publicados en distintos países desde que Argentina fue designada país invitado de honor en Frankfurt. “Esta es una inyección de nuestros grandes clásicos de la literatura argentina con los contemporáneos que se están vendiendo en este mismo momento en las librerías”, continuó Faillace.

Lojo habló sobre la traducción de su novela Finisterre al tailandés y subrayó el “efecto contagio” de cómo la editorial también eligió traducir un libro de Manuel Puig. “Un libro va llamando a otro libro”, dijo la escritora y crítica. Piñeiro, por su parte, destacó que “más allá de los enunciados, lo importante es la realidad. Hay 253 libros traducidos y esto es lo que vale”. Jitrik repasó el valor de la traducción en la cultura argentina y definió al Programa Sur como “un hito histórico”.

4 comentarios:

  1. ¡Qué bueno! ¿Tradujeron a la Piñeiro? Capaz que conseguimos que se mude a otro país. Vale lo mismo para casi todos los demás (menos para Gelman y Neuman que ya viven en otro país).

    Bueno, lo anterior debe leerse como una boutade medio tonta. Ahora en serio, es lógico que los agentes literarios sean los grandes beneficiados por la movida: la feria de Frankfort es un negocio exclusivamente de ellos. Y también es razonable que sean justamente Balcells y Schavelzon. Ella porque tiene a las vacas sagradas y él porque tiene la rareza de un catálogo exclusivamente argento pero instalado en una oficina en Barcelona, además de ser (y esto es muy raro) el único agente literario de Argentina. Al margen de esa cuestión el problema que yo veo sobre la intervención del estado en este asunto, es que le pifió de modelo: copió la intervención catalana de hace un par de años, con subvenciones a las traducciones incluidas. y luego le agregó un pretendido impacto iconográfico con el tango, el che, Maradona, etc. La combinación es pésima y el resultado no puede ser mejor. El problema de la literatura catalana es, básicamente, que es mala (me refiero a la actual, a la que se produce y publica hoy). Las razones de esto son tan numerosas y complejas que la resumo en sólo una: los escritores catalanes que pueden elaborar una literatura que importa en algo, al ser obligados a optar (por cuestiones que tienen que ver con las políticas lingüísticas) no les queda más remedio que refugiarse en el español. Yo en su lugar haría lo mismo. El catalán es un idioma hermoso pero literariamente el paño de la literatua hispana es infinitamente más interesante. Ahora bien, subvencionar las traducciones del catalán tenía sentido: una literatura de poco valor escrita en una lengua de muy pocos hablantes, daba como resultado que las editoras extranjeras no tuvieran traductores de catalán. Ahora, ¿alguien me puede explicar qué sentido tiene subvencionar las traducciones del español nuestro que no deja de ser una lengua de muchos millones desparramados en gran parte del mundo de la que ninguna editora podría prescindir aun en el caso que así lo quisiera? No tiene sentido, es uno de esos gestos inútiles que solo demuestran desconocimiento. El logro del que hablan es mentiroso: aún sin subvenciones se hubieran traducido muchos títulos por el simple influjo de la feria. Como siempre, el estado argentino ha decidido gastar un montón de dinero en el único sitio en el que no servía.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el envío de un comentario. Para mantenerlo, falta el nombre y apellido de quien lo hizo. Como se dice a la derecha, este blog no publica comentarios anónimos. Esperamos entonces la corrección. De antemano, gracias.

    ResponderEliminar
  3. Aquí tienes la firma del anterior comentario, amentablemente leí la advertencia luego de enviarlo. Mis disculpas.

    ResponderEliminar
  4. Disculpas aceptadas. Y muchas gracias por la buena voluntad.

    ResponderEliminar