martes, 31 de agosto de 2010

Para el bolsillo de Ferran Folch de Cardona como para el de Alejandro, Homero

José María Micó escribió para El Trujamán del 20 de agosto pasado el siguiente artículo sobre el poeta valenciano Ausiàs March (Beniarjó, 1397 - Valencia, 1459), que reproducimos a continuación.

Las primeras traducciones de Ausiàs March

A Ausiàs March no le han faltado, de Jorge Montemayor a Pere Gimferrer, grandes traductores a la más vecina de las lenguas peninsulares. Ya muy apreciado por sus contemporáneos, como el Marqués de Santillana, mereció muy pronto la condición de clásico y fue, después de Petrarca, el autor vulgar más imitado por los poetas españoles del Renacimiento, como Garcilaso, Boscán o Diego Hurtado de Mendoza, y el más favorecido por la devoción de próceres como el almirante de Nápoles Ferran Folch de Cardona, quien tenía el libro de sus obras —según contó precisamente Boscán— «por tan familiar como dicen que tenía Alejandro el de Homero».

La historia de las primeras traducciones castellanas de Ausiàs March es conocida. En realidad son poco útiles para un lector de hoy y presentan bastantes errores de compresión debidos a veces a los problemas de transmisión de los textos, que, erratas aparte, afectan a cuestiones tan importantes como la ordenación del cancionero o la ausencia de tornades. Pero a pesar de esos defectos y a pesar también de la dificultad de establecer en la época los límites entre traducción, adaptación e imitación (de hecho, a menudo es en imitadores ocasionales donde topamos con las mejores traducciones de algunos pasajes antológicos), las experiencias de traducción de Ausiàs March durante el llamado Siglo de Oro nos han legado problemas y soluciones fructificantes y constituyen la mejor muestra del modo en que la traducción se fue acomodando a los avatares de la historia literaria.

El primer traductor, Baltasar de Romaní, declaró haberse propuesto traducir los «metros» de March «en lengua castellana por su mismo estilo». La princeps aparece en 1539, cuando los endecasílabos con cesura marcada (tras la cuarta sílaba, al modo de March), algunas rimas conservadas contra natura y los demasiados oxítonos la alejan de la musicalidad del endecasílabo italiano que acabaría imponiéndose en la poesía española. La traducción de Jorge de Montemayor, aparecida en 1560 y compuesta cuando la poesía italianizante ya está plenamente naturalizada, es literariamente la mejor de las antiguas, pero el escritor portugués no pudo evitar idealizar la temática, petrarquizar las imágenes y rebajar o preterir la conflictiva religiosidad del original. En definitiva, estas dos traducciones reflejan perfectamente el estado de la poesía española antes y después del triunfo de Garcilaso. La traducción de Montemayor fue reeditada en un par de ocasiones (en Zaragoza, 1562, y en Madrid, 1579) y resultó muy importante para la lectura que hicieron de March las generaciones siguientes, que también pagaron su tributo de admiración al poeta valenciano con traducciones ocasionales: destacan las que hizo el Brocense hacia 1580 y «al pie de la letra» del «Canto primero» (esto es, el poema XXXIX), y las atribuidas demasiado alegremente a Quevedo, entre ellas la del Cant espiritual, que presentan la particularidad de la recuperación del octosílabo en la línea de la poesía religiosa barroca. El impresionante inicio de este poema («Puys que sens tu algú a tu no basta, / dóna·m la mà o pels cabells me lleva; / si no estench la mia ’nvers la tua, / quasi forçat a tu mateix me tira») sonó así en el castellano del siglo xvii:

Pues sin Ti cualquier que prueba
a Ti llegarse es en vano,
dame tu divina mano
o por los cabellos lleva.
Y si temiendo tu ira
no estiendo la mía a la tuya,
tú, forzado antes que huya,
para Ti mesmo me tira.

lunes, 30 de agosto de 2010

"Una capacidad infinita para estar triste"


La noticia proviene de La Jornada, de México, y lleva la firma del escritor y periodista argentino José Steinsleger. Fue publicada el 17 de marzo de este año y en ella se lee una suerte de presentación del grupo Tlaxcala, fundado para difundir "opiniones políticas que se enfrentan a pensamiento único, al neoliberalismo, y al imperialismo lingüístico del inglés".

La página correspondiente puede consultarse en http://www.tlaxcala.es/manifiesto.asp?section=2&lg=es

Tlaxcala: traductores para la liberación

El oficio de traductor es uno de los más ingratos y menos reconocidos del mundillo literario. Se requiere de cierta mística y de rigor profesional para que el otro autor, a través del lenguaje, trascienda eso que George Steiner llama limitaciones dadas en nuestra condición fisiológica y material” (Después de Babel: aspectos del lenguaje y la traducción, FCE, 1981).

Apunté “otro autor”, porque estoy persuadido de que un traductor lo es. Toma y daca: aun cuando con displicencia un autor crea que el traductor es un simple técnico de su obra, le consta que, sin traducción, la irradiación creativa se restringe. Por eso los autores consienten en asumir el riesgo de que una traducción trastoque el sentido de sus palabras, pues hay traductores que no dominan su lengua, ni la ajena.

Y junto con el traductor, el que coteja lo traducido. Tarea aún más tediosa a la que Gabriel García Márquez (GGM) le puso color. Cuenta que su traductor al portugués explicó a pie de página que la palabra astromelia era una flor imaginaria de su invención. “Lo peor –apunta GGM– es que después leí no sé dónde que las astromelias existen en el Caribe, y su nombre es portugués.”

Traducir es una tarea oscura y anónima, que sitúa al “otro autor” en una dimensión perturbadora. El escritor y sicoanalista francés J.B. Pontalis dice que el traductor debe estar dotado de una capacidad infinita para estar triste: no tiene derecho a generar sus propias palabras, no tiene el poder de restituir las palabras del otro. Cosa que a Jorge Luis Borges le tenía sin cuidado al reconocer que sus traducciones oscilaban “entre la interpretación personal y el rigor resignado”.

Acerca de la traducción literaria se ha escrito mucho y dispar. ¿Y de la traducción periodística? En este punto, los riesgos son mayores. El traductor debe comprender, aprehender y vaciar la sustancia, y combinar lentitud con rapidez y el conocimiento más o menos certero del contexto político, cultural, económico y social de lo que traduce… ¡y de la jerga, que cambia de un día para el otro!

Tarea a la que el grupo Tlaxcala sacudió del sopor y el tedio. Tlaxcala: red de traductores por la diversidad lingüística, que nació en diciembre de 2005 de un pequeño grupo de ciberactivistas que se conocían a través de Internet, y descubrieron que tenían intereses comunes. En la actualidad, Tlaxcala agrupa más de un centenar de traductores.

¿Por qué “Tlaxcala” si la red surgió de España? Manuel Talens y Fausto Giudice (subcoordinadores), explican: “México y el cataclismo de la Conquista por parte de Hernán Cortés fueron en gran medida el argumento catalizador. El propósito (difícil pero no imposible) consiste en servir de eco entre las diferentes lenguas sin establecer jerarquía alguna”.

Lo “normal” –añaden– es que a los periodistas y autores de los países hegemónicos los traduzcan por imperativo categórico kantiano. Y ni siquiera se les había ocurrido que ya iba siendo hora de que ellos empezaran a traducir a los demás. Entre otras razones porque los demás también tenemos una opinión sobre el mundo y ellos, que en el caso del mercado informativo de la lengua inglesa se desenvuelve de un modo paupérrimo.

“Es importante –dicen Talens y Giudice– que los alemanes, por ejemplo, sepan qué opinan los palestinos (y viceversa), o que en Italia tengan acceso a lo que pueda escribir en su pueblito sobre la revolución bolivariana un militante de Bolivia. Para eso servimos.”

Recordé entonces el comentario del profesor y escritor Ángel Batistessa, mi profesor de literatura en la escuela secundaria: “Traducir es un acto de servicio. El traductor trabaja para todos aunque muy pocos le agradezcan su labor…y están los semicultos: a éstos les gusta darse por entendidos y están con las garras enhiestas para abalanzarse sobre los más mínimos errores”.

Los traductores de Tlaxcala publicaron su “Manifiesto” en fecha no escogida al azar: 21 de febrero, día que en el siglo pasado fue una jornada anticolonialista y antimperialista mundial: asesinato de Augusto César Sandino (Managua, 1934); fusilamiento por los nazis de Missak Manouchian, superviviente del genocidio armenio (París, 1944), asesinato del líder estadunidense Malcolm X (1965).

En 2000, la agenda de la UNESCO marcó el 21 de febrero como Día Internacional de la Lengua, fecha que también recuerda la brutal represión de miles de intelectuales y estudiantes de Dacca (que en 1952 era capital de Pakistán oriental, y hoy lo es de Bangladesh), cuando protestaban contra la imposición del urdu a los bengalíes como única lengua nacional de Pakistán.

Tlaxcala se propone trasvasar horizontalmente entre culturas las opiniones políticas que se enfrentan a pensamiento único, al neoliberalismo, y al imperialismo lingüístico del inglés. Los traductores de Tlaxcala piensan que el inglés constituye hoy un arma tan peligrosa para las demás lenguas como lo fue el español en su momento para las lenguas originarias de América latina.

domingo, 29 de agosto de 2010

Recuerdo de un traductor (XIII)

Como en el caso de muchos otros traductores cuya labor trasciende su visibilidad como personajes, la obra de León Mirlas (1907-1990) es secreta y monumental . Además de haber escrito sus propios libros de ficción –Cuentos de rancho bravo, Carlota inventa un mundo, Timba. Cuentos de la picaresca porteña, entre otros–, de haber escrito para el teatro – La comedia del hombre honrado– y de haber dedicado muchas de sus energías al ensayo teatral – Panorama del teatro moderno, O’Neil y el teatro contemporáneo, Artaud, y el teatro moderno–, fue también guionista cinematográfico –Papá tiene novia (1941), Tela de araña (1947) y Dringue, Castrito y la lámpara de Aladino (1954)– y sobre todo traductor.

A él se debe la traducción del teatro completo de Eugene O’Neill (autor con quien mantuvo una frecuente correspondencia, proseguida a la muerte de éste con su viuda), de buena parte de la obra de Tennessee Williams (Un tranvía llamado deseo, Lo que no se dice, Subitamente el último verano, El zoo de cristal, Período de ajustes), del teatro completo de Nikolai Gogol (al que debe sumarse la traducción de El retrato y otros cuentos y Cuentos ucranios) y de Matrimonio desigual, de Bernard Shaw, y Escenas de la calle, de Elmer Rice.

Por si fuera poco, Mirlas tradujo a Mark Twain (Un reportaje sensacional y otros cuentos, El hombre que corrompió a una ciudad, Fragmentos del diario de Adán, Nuevos cuentos, Un reportaje sensacional y otros cuentos), a Francis Bret Hart (Cuentos del Oeste), a Oscar Wilde (El fantasma de Canterville, El crimen de Lord Arturo Savile, Una mujer sin importancia, El crítico como artista), a O. Henry (Pasajeros en Arcadia y otros cuentos), a D.H. Lawrence (Amores. Amor, Sexo, Hombres y mujeres, Crepúsculo en Italia, Fénix. Naturaleza, pueblos, países y razasApocalipsis), a John Galsworthy (El mono blanco, El propietario seguida de El verano otoñal de un Forsyte, Se alquila (Saga de los Forsyte), a Pearl S. Buck (La estirpe del dragón), a Richard Wright (De la inocencia a la pesadilla), a Vicki Baum (El bosque que llora, El ángel sin cabeza), a J.B. Priestley (Los buenos camaradas), a Louis Aragon (El siglo era joven), a Archibald Joseph Cronin (Las fuerzas del mal, Una canción de seis peniques), a Lin Yu Tang (La familia del Barrio Chino, La emperatriz Wu), a Arthur Miller (Tiempo de angustia), a Ferenc Molnar (Liliom. La fábula del lobo. Mima), a Sloan Wilson (Viaje a alguna parte), a Howard Fast (Berenice, la hija de Agripa, El ciudadano Tom Paine), a Jerzy Kosinski (La memoria y el olvido: Pasos).

Asimismo, le quedó tiempo para la traducción de estudios literarios (Esquilo: el creador de la tragedia, de Gilbert Murray, La gran aventura de Jack London, de Irvin Stone, John Steinbeck, de Warren French, Henry Miller, Kingsley Widmer), de ensayos políticos (Rusia y Occidente bajo Lenin y Stalin, de George Kennan, Lincoln, el desconocido, de Dale Carnagie, El comunismo y la conciencia occidental, de Fulton J. Sheen), históricos (El hombre prehistórico, un gran aventurero, de Charles R. Knight, Breve Historia de China, Owen y Eleanor Lattimore, Historia sucinta de los Estados Unidos, de Stephen Vincent Benet, Seis mil años de pan, de H. E. Jacob, Breve historia de Holanda, de A. J. Barnouw, Mi pueblo, de Abba Eban, Gandhi, de Louis Fischer) y filosóficos (La Filosofía del Siglo Veinte. Escuelas vivientes del pensamiento, de Dagobert D. Runes).

Tuvo también tiempo para el ensayo sobre arte y músicos (Genios contemporáneos , de George H. Waltz, “Utrillo” (Genio y locura de Montmartre y el último de los pintores malditos, Stephen y Ethel Longstreet, Claro de luna. Vida y obra de Claude Debussy, de Pierre La Mure), para la pedagogía (Cómo enseñar a pensar, de Raths, Louis E.. Wassermann, Selma, Jonas, Arthur; Rothstein, Arnold M., El problema de la infancia y la maestra, de Charlotte Buhler, Faith Smitter, Sybil Richardson y Franklyn Bradshaw ), los best sellers de su tiempo (Paisaje lunar, Mika Waltari, Una leona de dos mundos, de Joy Adamson, Sayonara, de James Michener) y para todos esos libros incalificables que bordean la psicología o la administración de empresas (El autoanálisis, de Karen Horney, Tú, mi hijo, de Jean M. Bothorel, Los hijos frente al divorcio, de Linda Bird Francke, Cómo privatizar; el verdadero cambio que esperan los argentinos, de Bertrand Jacquillat, Introducción a la dirección de empresas, de Walter W. Perlick).

Esta lista, incompleta, suma Martín, el Gaucho, de Herbert Childs, Los diabólicos, de Mary Stewart, Las locuras del rey y La reina vino de Provenza, de Jean Plaidy, La fiesta, de Margaret Kennedy, El Nilo Azul, de Alan Morread, Una llamarada en la roca, Tan Yun, La carreta, Emerson Hough, La novena ola, de Eugene Burcick, El confidente, de Audrey Erskine Lindop, Los cautivos del bosque, del Capitán Frederick Marryat , La escalera mágica, de Nelson Bond, Hijo del Destino, de Thomas B. Costain, Viaje a través de los mitos irlandeses y Cuentos populares y leyendas de Irlanda, de autores anónimos, Algodón de a dólar, de John Faulkner, El último sheriff, Floyd Miller, Hotel Splendid, de Ludwig Bemelmans, Mi lucha en los tribunales, de Louis Nizer, Safaris inolvidables: La historia de mi vida, de Armand Denis, y Luther Burbank, el mago de las plantas, de Idella Purnell de Stone.

Es probable que tanto León Mirlas como Floreal Mazía nunca tengan una calle que lleve su nombre. La merecen.

sábado, 28 de agosto de 2010

Rage, rage against the dying of the light




El siguiente texto, escrito por Andrés Ehrenhaus, recuerda a Mario Merlino exactamente a un año de su fallecimiento.




Nao entres tao depressa nessa noite escura

Hoy hace justo un año, en pleno verano europeo, Mario Merlino murió en Madrid. Decirlo, no sólo pensarlo, es todavía para muchos de los que lo conocimos una sorpresa inverosímil. Hay personas cuya vitalidad parece negar en sí misma la posibilidad de la muerte. Marito era de ésas. Por eso, quizás, hablar de él como si no estuviera, como si no pudiéramos volver a encontrarnos con él en cualquier momento, provoca un extraño pudor. Por eso preferimos, seguramente, creer que hay un error, una errata azarosa en la formulación de esa noticia que el tiempo, en lugar de convencernos de su certeza, debería ir ocupándose en corregir. De este lado del mostrador, la vida de un amigo es tanto y su muerte, tan poco... Si hasta lo decía el propio Chéspir en uno de sus tangos isabelinos:

Si a la sesión de dulces pensamientos
acuden remembranzas del pasado,
suspiro por los sueños que se fueron
e insisto en presentar viejos agravios.
Mis ojos secos lloran, afligidos
por los amigos que me hurtó la parca
y peno por amores que han prescrito
y por lo que gasté en quimeras vanas.
Y puedo lamentar las aflicciones
zanjadas, y sumar cada congoja
al triste saldo de los sinsabores
que, aunque pagué, vuelvo a pagar ahora.
Mas si entretanto pienso en ti, mi amigo,
recobro mi entereza y lo perdido.

Hoy, por ejemplo, tomando mate y con la entereza recobrada, me acordé de pronto de que cuando empecé a ir a Madrid hace siete u ocho años por asuntos asociativos, Marito me hacía a veces un hueco en ese piso caótico y luminoso de Belén 7, en pleno barrio de Chueca, en el que recibió estoico y nada marcial la noticia de que le habían concedido el Premio Nacional por traducir como nadie a Lobo Antunes. En la segunda o tercera visita yo había comprado por ahí por Conde Duque dos mates rusos de una edición promocional que hizo Amanda, maravillosos, como mamuschkas preñadas, y le regalé uno a Mario, junto con un termo, una bombilla y un paquete de yerba. Él tenía todo eso pero inutilizado e inutilizable, sobre todo la yerba, que era de tiempos de Casiodoro de la Reina o de antes, del Aretino y esos sonetos más que eróticos que Mario también había traducido como nadie. Después, por circunstancias de la vida, dejé de alojarme ahí y de cebar esos mates que Marito, pese a ser de Pringles, tomaba distraidamente, de la manera menos gaucha posible, y ya no supe del mate ruso nunca más.

Él, a su vez, me pasó entonces un manuscrito de poemas por si los publicábamos con Américo en Paradiso. Eran extraordinarios pero yo, lo juro, no lo sabía. ¿Lo sabía él? ¿Cómo va a saber uno cómo es lo que uno mismo escribe? Bastante tiene uno con escribirlo. El libro, Arte Cisoria, apareció poco después en España. Hay ahí un poema, el que lleva el Cinco, que es casi un himno, al menos para mí. ¿Para eso ha servido que Marito se fuera, para que yo aprendiera a leer el Cinco? Jodido consuelo. Sin embargo, en eso corpóreo que tiene la poesía, en eso carnal que tiene el lenguaje, en esa cualidad inasible, prensil, inmarcesible y corrompible a la vez que tienen las palabras, percibo la voluntad de Mario de quedarse en nosotros, de no dejarse ir del todo.

Hoy, revisando notas, tropecé (se dice así) con una entrevista que le había hecho en marzo de 2007 la revista del Eroski, ¡una cooperativa de supermercados!, y en la que Mario responde a una serie de preguntas muy básicas y otras no tanto sobre la traducción, la poesía, los talleres literarios, las lenguas. En un momento de esa entrevista, que está colgada en la red(http://revista.consumer.es/web/es/20070301/entrevista/71304.php), el entrevistador quiere saber por qué hay tantos sudamericanos (sic) que se dedican a la traducción. Marito, que era hijo de una maestra de primaria, contesta así de fácil: “En Argentina sentíamos un rechazo bastante fuerte a la imposición al español peninsular enfrentado al argentino pero, al mismo tiempo, en la escuela aprendimos el culto por el buen uso de la lengua. Había un énfasis por escribir y hablar correctamente, académicamente incluso. Esto en cierta manera nos hacía bilingües en nuestro propio idioma. Debíamos aprender las conjugaciones de los verbos que no eran nuestras, la segunda persona, el tú y vosotros, que para nosotros no existen. Luego aparte, en Secundaria, el inglés y el francés eran obligatorios. La lengua es un modo de entrar en la vida de la gente. Y eso, a un argentino, le gusta mucho.”

Es lo que le gustaba a Marito. Y nosotros lo extrañamos mucho.

viernes, 27 de agosto de 2010

¿Qué tiene que ver esto con la literatura?

Con firma de Andrea Aguilar, un artículo sobre mercaderes publicado por El País el pasado 28 de agosto. En él se da cuenta de que el agente literario Andrew Wylie –más conocido como El Chacal– renuncia a publicar libros de la editorial Random House en formato electrónico negociando directamente con  Amazon sin pasar por RH. Para mayores datos, Wylie detenta en la actualidad los derechos de Jorge Luis Borges y Roberto Bolaño.

El Chacal y Random House firman la paz 

La tormenta que ha agitado el mundo editorial el pasado mes, tras la ruptura de conversaciones entre la poderosa agencia literaria de Andrew Wylie y el gigante Random House, ha escampado. El martes por la tarde, en un comunicado conjunto, anunciaron que el grupo editorial publicará en exclusiva 13 de los 20 títulos que el agente pretendía poner a la venta en su propio sello electrónico, Odyssey Editions. Los términos del acuerdo no se han hecho públicos y el futuro de la nueva editorial electrónica del agente sigue en el aire, a pesar de que ya ha sacado su primer título, Lolita, de Nabokov.

Andre Wylie anunció que lanzaría su sello en acuerdo con Amazon

En el centro de la polémica estaban los derechos de autor: ¿qué porcentaje deben cobrar los escritores por la edición electrónica de sus obras? El 25% que las editoriales ofrecen por la edición digital de títulos que ya forman parte de sus catálogos no convence ni a los agentes, ni al Author's Guild (sindicato de escritores). Desde mediados de los años noventa los contratos editoriales en Estados Unidos contemplan la edición electrónica, pero esto deja fuera muchos libros aún descatalogados.

Tras nueve meses, las conversaciones entre Random House y Andrew Wylie quedaron rotas el pasado julio.

El poderoso agente anunció que lanzaría su propio sello electrónico, a través de un acuerdo exclusivo con el gigante Amazon.com: su editorial debutaría con 20 títulos clásicos de autores como John Updike, Saul Bellow u Oliver Sacks. Trece de estos libros forman parte del catálogo de Random House, como por ejemplo Lolita. La editorial replicó entonces que se acabaron los negocios con Wylie: Random dejaría de pujar y publicar cualquier nuevo libro de autores representados por el agente, conocido en su medio como Chacal. "Si no llegamos a un acuerdo, Odyssey crecerá. No publicaremos 20 títulos, sino 2.000, tendremos inversores externos y colaboraremos con otras agencias", declaró Wylie al Financial Times a finales de julio.

El órdago de Wylie planteaba algunas contrapartidas. Si un grupo como Random House dejaba de pujar en las subastas de nuevos títulos el precio de estos libros es más que probable que cayera. Aunque, según el Author's Guild, el acuerdo de Wylie con Amazon.com ofrecía a los autores entre un 60% y un 63% en concepto de derechos de autor, también limitaba los canales de distribución: los libros solo podrían ser comprados en la página de Amazon y solo podrían ser leídos en una única plataforma, el Kindle.

Es decir, quedaba fuera el iPad de Apple -cuya llegada a las tiendas en abril ha supuesto un significativo ascenso en las ventas de libros electrónicos, que ahora alcanzan un 8% del mercado en EE UU- y otras librerías electrónicas que van ganando presencia en el mercado, como BN.com o iBookstore.

Según Publisher's Weekly, el acuerdo alcanzado entre Random House y Wylie prevé un aumento gradual de los derechos de autor de títulos del catálogo en función de las ventas. El porcentaje, según parece, puede alcanzar el 40% en poco tiempo. Se espera que Wylie alcance acuerdos similares con el resto de editoriales afectadas por Odyssey Editions, grupos como Penguin o Simon & Schuster, que tienen los derechos de títulos que el agente pensaba publicar por su cuenta en formato electrónico.

jueves, 26 de agosto de 2010

Habla un traductor de Louis-Ferdinand Céline

Íkala, revista de lenguaje y cultura Vol. 14, N.º 21 (ene.-abr., de 2009), que edita la Universidad de Antioquia, en Colombia, publicó un largo artículo de Wilson Orozco titulado "Manipulación ideológica y formal en la traducción literaria de Pablo Montoya Campuzano". Se trata de una reflexión montada alrededor de una entrevista realizada a Montoya Campusano (foto; 1963), traductor y autor de novelas, ensayos, cuentos y poesía. De ese extenso texto se reproduce el fragmento referido a la traducción de una obra de Louis-Ferdinand Céline, según la experiencia del traductor colombiano.

Experiencia en torno a la traducción de Mea culpa,
de Louis-Ferdinand Céline

Fue una traducción muy particular y es la que más problemas me ha causado. Traducir un texto como ése, sin tener un contacto con el lenguaje familiar francés, es bastante difícil. Céline es un escritor que tiene unas ciertas características: no se puede leerlo cuando se está aprendiendo el francés; hay que leerlo cuando uno
ha tenido una práctica de lectura más o menos fuerte en francés, porque él es un desbaratador del idioma. Y al mismo tiempo que lo dinamita y desbarata, genera una nueva escritura en francés.

En Francia conocí a Jean-Henri Madeleine, a quien está dedicada la traducción. Él me enseñó a Céline, en el buen sentido de la palabra. Él muy generosamente me regaló el primer tomo de La Pleiade, donde está Voyage au bout de la nuit (Viaje al fondo de la noche). Lo traduje así, pero la mayoría de traductores lo traducen Viaje al fin de la noche y la expresión bout de la nuit significa, en efecto, ‘fin de la noche’, pero también ‘extremo de la noche’ y ‘fondo de la noche’. Entonces, cuando uno lee la novela, se da cuenta de que no hay un viaje al amanecer (porque el fin o el extremo de la noche es el amanecer). Hay un viaje al fondo de la noche, hay un viaje a la mierda, a la gran putrefacción que hay en la humanidad. Yo leí la novela y quedé verdaderamente fascinado con esa capacidad de demolición de Céline, con esa riqueza lingüística. Los franceses dicen que después de Proust viene Céline. Con la otra gran vertiente francesa que es la recuperación del lenguaje popular. Y para eso hay que pensar en Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, donde hay una fascinación por la mierda, por el culo, por el ano, por todo lo que es deglutir, porque inclusive en Viaje al fondo de la noche la guerra se representa como una gran bestia que traga a otras y las caga. Hay otros grandes satíricos, otros grandes críticos de la literatura francesa de los siglos XVI, XVII y XVIII; Céline llega en el XX y es como la gran madurez de esa tradición. Para traducir a Céline se necesita tener una familiaridad con el lenguaje popular y la sátira francesa.

Antes de traducir Mea culpa, encontré un libro de Céline que se llama Carnet du Cuirassier Destouches. Ésta es una especie de novela corta que cuenta la historia de un soldado francés enrolado antes de que estalle la Primera Guerra Mundial. Él llega al batallón adonde va a pasar su servicio y cuenta la primera noche en ese batallón. Inmediatamente llega, lo ponen a hacer una ronda nocturna con un pequeño batallón de guardias. Es un texto que demuele completamente la institución militar, usando un argot militar de comienzos del siglo XX. Cuando empecé a leer ese texto, no entendía absolutamente nada, no entendía los juegos, la riqueza, el humor. Entendía la historia un poco, pero no sabía en realidad qué significaban tales palabras. Es un ejercicio de comprensión verdaderamente arduo. Mi amigo francés me dijo que tenía que leer ese texto con un diccionario militar. Y ya con el diccionario militar se me aligeró completamente la comprensión.

Eso pasó más a menos con Mea culpa. Yo conversé muchas veces con Jean Marie, que es un franco-español, que habla un español completamente castizo, pero lleno de groserías. Es un hombre que sabe la riqueza del lenguaje popular. Él no conocía el español colombiano. Y fue ahí cuando empezamos a tratar de resolver algunas expresiones, como fermer la gueule (cerrar el pico); para balpeau creímos que era conveniente decir ‘¡nada, nada!’, como lo que hacemos los colombianos cuando estamos bravos, y haricots, que es una verdura, pero en ese contexto significaba ‘ni mierda’; popu (pueblito), prolo (proleto). Céline utiliza muchos sinónimos de “pene”, que es una palabra casi inofensiva, pero él la emplea a veces como un término muy fuerte. Entonces, había que buscar en el léxico latinoamericano muchos de los diferentes sinónimos. García Márquez habla de más de cincuenta expresiones para designarlo; putricule lo traduje como ‘gonorrea’, que es más de Antioquia; vacherie como ‘cabronadas’; también quería poner ‘mierda’, pero como había tanta “mierda” en el panfleto, dije que había que reducir un poco, porque eso iba terminar siendo una cloaca… Son secretos del lenguaje popular que jamás hubiera accedido a ellos si no hubiera encontrado a este amigo franco-español, con el que leí y releí muchas veces la traducción; fue una traducción muy cuidada en ese sentido.

Ahora bien, a la hora de definir hacia quién iba dirigida la traducción, pensé en los jóvenes lectores de la Universidad de Antioquia y de Medellín. Aunque me parecía peligroso publicar en la Universidad de Antioquia un texto anticomunista, por obvias razones. Por eso, hago la nota crítica diciendo que no comparto esas ideas, esa visión de Céline; algunas sí las comparto, otras me parecen verdaderamente excesivas. Digo que no se necesita estar de acuerdo con Céline para entender la grandeza de ese panfleto, literariamente hablando. Pero jamás tuve problemas por traducir esa obra.

Me parecía importante que se conociera esa mirada de Céline sobre el comunismo. Esto es muy importante para la historia de la comprensión del intelectual frente al comunismo. Evidentemente, a Céline nunca lo van a querer por ese panfleto. También lo traduje porque me interesaban, a mí particularmente que he seguido un poco esos procesos, esas relaciones del escritor con la política. Me interesaba mostrarle ese texto a una generación de estudiantes que lo ignoraba. Me parecía interesante jugármela por ese lado. Céline es un escritor difícil, sin duda alguna, pero es un clásico.

miércoles, 25 de agosto de 2010

La gente dirá 'no, no, no'. A todos nos gustan nuestras librerías tradicionales


Marcelo Córdova firma el siguiente artículo, publicado el 21 de agosto pasado en La Tercera, de Chile, a propósito de lo que piensa Nicholas Negroponte (foto) sobre la inminencia de los libros electrónicos. 

La "muerte" del libro de papel llegará en cinco años

"Está ocurriendo. No pasará en 10 años, sino en cinco". Así de tajante se mostró Nicholas Negroponte -ex director del Laboratorio de Medios del Instituto de Tecnología de Massachusetts, cofundador de la revista Wired y uno de los mayores gurús de la tecnología- al definir en una reciente conferencia la expectativa de vida que les queda a los libros tradicionales.

En el evento Techonomy, Negroponte -cerebro tras el proyecto "Un laptop por niño"- se hizo eco de varios análisis provenientes de la industria editorial y las tiendas de ebooks, que hablan de la rápida penetración del libro digital. De hecho, al señalar que las páginas de papel "morirán" en 2015 no se refiere a una extinción total del libro físico, sino que a un nuevo dominio del mercado literario por parte del formato digital creado para equipos como el Kindle.

Las cifras y el potencial de los libros digitales parecen darle la razón a Negroponte. Gracias a la rápida popularización del lector Kindle, comercializado por Amazon y del cual ya se han vendido lleva 3,3 millones de unidades, las ventas de libros electrónicos en la tienda fundada por Jeff Bezos ya superan a las ediciones de tapa dura: hoy se venden 143 ebooks por cada 100 obras en papel. El mismo fundador de la tienda estima que, a más tardar en un año, los libros digitales generarán más ventas en Amazon que los libros de bolsillo.

"La gente dirá 'no, no, no'. Por supuesto que a todos nos gustan nuestras librerías tradicionales", dijo Negroponte en la conferencia, agregando que pese a ello basta pensar en lo ocurrido en la industria musical y cinematográfica. Según el experto, en los años 80 las señales eran claras e indicaban que la tradicional física fotográfica iba a desaparecer. Esto pese a que compañías como Kodak eligieron negar la realidad de las cámaras digitales que se les venía encima. De hecho, según un estudio de la U. de Maryland (EE.UU.) sobre el caso de esta empresa, desaprovechar la revolución en la fotografía digital le significó a Kodak reducir su fuerza de trabajo en 80%.

Potencial educativo
Incluso, dijo Negroponte, los ebooks tienen claras ventajas en el área educativa: uno de los equipos básicos promovidos por su fundación "Un laptop por un niño" puede albergar miles de libros digitales para entregárselos a los menores, algo impensable si se trata de libros, enciclopedias o textos de estudios de papel.

Así, el desarrollo de los libros digitales se vuelve cada vez más auspicioso. Mientras un análisis de la consultora RR Bowker indica que Amazon y Barnes & Noble controlan este sector -con 61% y 20% de las ventas, respectivamente- el lanzamiento en abril del iPad de Apple está potenciando la experiencia de lectura digital de forma importante.

Una encuesta de la empresa Cooper Murphy indica que dos de cada cinco dueños de iPad usan el aparato como su plataforma favorita para leer libros. Además, 31% señaló que prefería este aparato para leer periódicos. Las mismas editoriales han notado una rápida expansión del formato digital. Es el caso de Penguin, que hace poco informó que las ventas de ebooks en EE.UU. ahora representan el 6% de las ventas a consumidores. Y la oferta crece día a día: Amazon ya ofrece más de 630.000 ebooks tradicionales y 1,8 millón de libros gratuitos y libres de derechos de autor.

John Makinson, director ejecutivo de Penguin, dijo al diario inglés The Guardian que es un converso de esta tecnología. Por eso su iPad suele estar cargado de obras clásicas y manuscritos de autores como John le Carré. Según el ejecutivo, esta tecnología ofrece la comodidad de evitar el equivalente a kilos y kilos de libros en el equipaje.

Para Makinson, la industria debe integrar necesariamente la innovación: "Apoyo la idea de que cada libro que ofrecemos para el iPad tenga una entrevista con video al autor. No sé si esto sea bueno o no, pero debe haber cultura de experimentación, algo que no es natural en las editoriales. Por ejemplo, nosotros editamos a muchos historiadores y a ellos les encanta la idea de usar tomas de documentales para ilustrar sus obras".

Ante este escenario, explica Makinson, el concepto mismo de libro está siendo redefinido. Un ejemplo es la edición para iPad del best seller "Los pilares de la Tierra", del escritor Ken Follett. El ebook no sólo incorpora la obra en sí, sino escenas de la adaptación para TV incluidas en el texto y material extra con la banda sonora de la serie y un diario en formato de video que sigue a Follett durante la filmación.

Por ahora la piratería de los libros digitales no se convierte en un problema de marca mayor y la industria ha sacado lecciones de experimentos, como la idea de lanzar un libro primero en formato físico y, tras varios meses, lanzar la edición digital. "Siempre creí que esa era muy mala idea. Si el consumidor quiere comprar un libro en formato digital ahora, debes permitir que lo tenga de inmediato", dice Makinson a The Guardian.

Un ejemplo claro de la fuerza que están adquiriendo los ebooks es la editorial estadounidense Dorchester. Tras una caída del 25% en la venta de libros en formato papel en el último año, se adoptó una solución radical: ofrecer su catálogo de novelas de fantasía y romance sólo en formato digital, mientras que las ediciones en papel se elaborarán a pedido

martes, 24 de agosto de 2010

Una velada memorable con Rafael Spregelburd


En la segunda reunión del mes, el invitado fue el dramaturgo Rafael Spregelburd (fotos: Guido Bonfiglio), quien habló sobre la experiencia de ser objeto de una traducción. Su inteligencia y su calidez hicieron de la tarde-noche del 23 de agosto una velada absolutamente memorable, de ésas que se recuerdan mucho tiempo después de haber tenido lugar, razón por la cual visualizar la grabación es altamente recomendable.

Quienes deseen verla pueden hacerlo siguiendo el enlace http://www.ustream.tv/recorded/9113004

Rafael Spregelburd (Buenos Aires, 1970) es dramaturgo, director y actor de cine y teatro. Es, además, traductor teatral del inglés y –ocasionalmente- del alemán. Fue docente en varias universidades y escuelas (IUNA, UNAM de México, Universidad de Antioquia, Sala Beckett de Barcelona, CAT de Sevilla, etc.) y columnista en varios medios (diario Perfil, revista Humboldt de Alemania, revista Pausa de Cataluña, revista Otra Parte de Buenos Aires, etc.). Ha traducido y editado obras de Harold Pinter, Steven Berkoff, Wallace Shawn, Sara Kane, Gregory Burke, David Harrower, Marius von Mayenburg, Reto Finger, etc. Cuenta con más de 40 piezas escritas. Muchas de ellas han sido traducidas al alemán, inglés, francés, italiano, portugués, sueco, checo, catalán, ruso, eslovaco, croata y neerlandés. Sus trabajos más recientes son La estupidez, Bizarra, La terquedad, El pánico, Lúcido, Acassuso, La paranoia y Todo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Habla la traductora de Henning Mankell


La semana pasada Héctor Pavón entrevisto para Ñ Digital a la filóloga española Carmen Montes, quien tradujo al castellano casi todos los libros de la serie Wallander, del escritor sueco Henning Mankell. Allí, entre otras cosas, ella dijo: ""El mundo de la traducción literaria es muy escabroso y cuesta mucho entrar bien".

"Mankell sugiere las preguntas adecuadas
para acercarse al conocimiento"

Las obras de Henning Mankell han merecido una traducción a la altura de sus significativos relatos, tanto los policiales como los llamados humanistas. Muchos de sus libros, en el momento de ser trasladados al español cayeron en las manos inteligentes de la traductora Carmen Montes.

En esta entrevista Montes nos cuenta detalles de su formación y de la forma en que afrontó cada texto de Mankell. Ha traducido casi todos los libros de la serie Wallander (incluyendo El hombre inquieto), algunas de las serie africana y también otras novelas que el escritor sueco ha publicado en editorial Tusquets. Filóloga y traductora, también explica en esta entrevista las peculiaridades de traducir del sueco al español.

–¿Cómo aprendió sueco, cómo se vinculó con la cultura escandinava?
–Lo aprendí en Suecia y lo aprendí traduciendo. Estuve viviendo en Estocolmo. Cuando llegué no conocía el idioma y no podía matricularme en ningún curso. Entré en una librería y vi una novela que se llamaba Ifigenia , y pensé que bueno, que Ifigenia sí sabía quien era, así que la llevé, me compré un diccionario y una gramática y empecé a traducir, y así aprendí sueco. Traduciendo.

–¿Y qué dificultades en particular le puede provocar llevar el sueco al español?
–Las dificultades casi nunca son de lengua. Es decir, la tarea del traductor y la pelea del traductor es siempre con la lengua, pero curiosamente todas las lenguas tienen formas de decirlo todo, de expresarlo todo. Sin embargo, cuando se trata de traducir cultura, de traducir referentes culturales, traducir una mentalidad, de manera que el lector hispanohablante la perciba, aunque le sea ajena, y la perciba además como ajena, esa sí era una gran dificultad. La sociedad sueca es una sociedad que se compone de silencios... Suecia es un país muy silencioso en todos los órdenes. Sin embargo aquí, en España, somos más ruidosos. ¿Qué ocurre?, que no prestamos atención a los sonidos con la misma intensidad con que lo hacen ellos. Y por ejemplo, ése es un campo semántico, el campo semántico de los sonidos, en todas sus manifestaciones, que es muy difícil de traducir, porque ellos tienen una precisión matemática, quirúrgica de la expresión de los sonidos. Otro ejemplo, los paisajes: la atmósfera de los paisajes en las distintas estaciones del año a las cuales ellos son más sensibles, están más atentos a los cambios estacionales. Esto ocurre sencillamente porque lo ven, lo viven mucho más, con mucha más intensidad, son más conscientes de la naturaleza que los que estamos aquí; y da igual que vivan en la ciudad, que sean urbanitas, ¿no? Viven muy unidos a la naturaleza. Y ése es otro ejemplo, otro campo semántico complejo de traducir; los términos de la naturaleza, de los animales, las plantas, los sonidos de los animales, los cantos de los pájaros, el sonido del agua cuando está medio congelada, o congelada entera en la superficie, pero fluye líquida por debajo. En fin, son unos matices tan precisos que cuesta trabajo reproducirlos.

–¿Cómo llegó al mundo de Henning Mankell?
–Pues fue la diosa Fortuna porque yo no había traducido nada más que un cuento de un gran autor sueco, clásico, de los años 40, Stig Dagerman, que se había publicado en la revista Quimera, y no contaba con una trayectoria de la que hablar ni la de que presumir como traductora literaria, pero una profesora de sueco de la universidad de Barcelona me recomendó a la editorial, y la editorial se puso en contacto conmigo, me pidieron una prueba, les gustó, y así empecé.

–¿Cuál fue el primer libro que tradujo de Mankell?
–El primer libro que traduje fue Comedia infantil . Un libro de la serie africana, un libro entrañable, tierno, muy triste pero también muy irónico, con esa mezcla de la que Mankell es maestro en realidad, de dosificar muy bien la ironía, el desespero, la desesperanza profunda y la risa y... a veces, a veces la felicidad, pero sólo a veces, es bastante pesimista pese a todo. Y ésa fue la primera; un libro de la serie africana.

–Y desde entonces, ¿cuál ha sido el libro que le ha causado mayores dificultades?
–Quizá el que más dificultades traductológicas me causó fue Profundidades, porque tenía una cantidad considerable de vocabulario técnico. Cuando se está traduciendo literatura y uno se topa con un submarino nuclear, la traducción deja de ser literaria para ser técnica. Y ahí me ocurrió esto. Los grados militares son problemáticos y esta novela versaba precisamente sobre la vida y las vicisitudes de un capitán de la marina sueca del siglo XlX. Es decir, no eran solamente rangos militares, que casi nunca son equivalentes, o que con mucha frecuencia no lo son, sino que encima eran históricos; con lo cual algunos habían desaparecido, y bueno, fue difícil encontrar las equivalencias.

–¿Qué ha representado para usted traducir otro tipo de libros como Profundidades o Zapatos italianos, más allá de estas dificultades técnicas que ha señalado?
–Bueno, es otra dimensión de Mankell, son como otras interpretaciones de la misma partitura. Mankell tiene en mente unos temas muy concretos, inquietudes y cuestiones que le interesan siempre. Pues casi como al ser humano en general, ¿no?, que llevamos 3.000, 4.000 ó 5.000 años dándole vuelta a las mismas cuestiones, que son tres o cuatro en definitiva. Eso mismo le ocurre a Mankell. Esas novelas son otra manera de aproximarse, de adentrarse en la naturaleza humana y en lo que la inquieta, lo que la amarga, y lo que la corroe, y lo que le procura felicidad también. Pero para mí fue muy interesante. Comedia infantil, que es una novela de la serie africana, también es exponente de su compromiso solidario y social tan conocido y encomiable.

Usted siempre menciona, en las primeras páginas de los libros traducidos, que el tuteo entre desconocidos es algo común en Suecia a diferencia de otros países, ¿verdad?
–En realidad no es una nota mía, es una nota de la editorial, porque cuando yo empecé a traducir a Mankell, me habían precedido otras colegas en esa tarea, y ellas advirtieron el hecho de que en Suecia lo que prima, lo que se utiliza entre desconocidos es el tuteo; y la editorial decidió mantener ese rasgo sociológico que lo es; pero no sólo es un rasgo sociológico, es también un rasgo lingüístico. Es decir, el sueco actual carece de una forma para el trato de cortesía como la del español. Hasta el siglo XIX coexistieron de modo residual dos formas, el trato en tercera persona, que expresaba distancia y respeto, y el trato con la segunda persona del plural, el equivalente a nuestro «vosotros» (erróneo, como señalaba ya en el siglo XIX la Real Academia Sueca de la Lengua), que indicaba distancia y superioridad social por parte de quien lo usaba. Es decir, es despectivo, y en una sociedad socialdemócrata como la sueca eso era insostenible y llegó un momento en que casi por decreto, no fue exactamente por decreto pero casi, fue una decisión política que se adoptó, se suprimió el uso del ni («vosotros») como trato supuestamente de cortesía. Esto sucedió en los años 50 y 60. Al mismo tiempo se eliminó el trato de cortesía en tercera persona porque complicaba terriblemente la comprensión. Es decir, cuando el interlocutor es un inspector y el hablante le pregunta «¿Cree el inspector que el inspector llegará a tiempo?» en una lengua en la que, además, hay que expresar el sujeto siempre, necesariamente, llega un momento en que se entorpece la comprensión. De modo que se eliminó, sencillamente, y, salvo a los reyes de Suecia, se tutea a todo el mundo.

–¿Cómo vivió usted los cambios de la serie Wallander, desde la aparición de Linda Wallender hasta la despedida del inspector?
–Pues en lo profesional fue un poco caótico, porque en España no se publicaron los libros por orden cronológico y a veces se remitía a sucesos, a personajes que habían fallecido incluso. Pero al final, cuando has traducido tanto a Mankell y en concreto a Wallander, a veces todas las novelas se funden en una, es un continuum de peripecias del personaje y la mente las ordena según una sucesión armónica. Pero en lo personal fue curioso, porque llega un momento en que te sientes amiga del personaje, te sientes cercana; sus reacciones a veces te irritan, te sorprendes reaccionando precisamente a sus salidas de tono, a su desidia, a su pereza, a su tozudez. Aunque en realidad no eres muy consciente de este hecho hasta que, de repente, te dicen que ya no hay más, que se acabó Wallander. ¿Cómo que se acabó Wallander? Y no te lo puedes creer, porque para ti es un ser tan vivo, tiene tanto peso específico, es tan humano, demasiado humano, es un personaje con el que el lector puede dialogar, un socialdemócrata recalcitrante, un policía que se asusta, que agarra temeroso la pistola, ¿no? Claro que sentí pena cuando me dieron la noticia: "Bueno, ya no hay más Wallander". Y después, cuando llegó El hombre inquieto , me sorprendí... pues casi dando un salto de alegría; dije "¡Hombre!, Wallander otra vez". Claro, me alegró reencontrarme con él. Y fue verdaderamente un reencuentro muy entrañable, como reencontrar a un amigo al que creía perdido. Y sinceramente, me entristeció mucho la despedida de Wallander. Pero Mankell es siempre fiel a sí mismo y es muy consecuente, y ahí también lo fue, claro.

–¿Qué ha significado para usted, y también en lo personal y en lo profesional, traducir a Mankell?
–Pues en lo profesional, yo casi diría que ha significado todo. El mundo de la traducción literaria es un tanto escabroso y proceloso y cuesta mucho entrar y cuesta mucho entrar bien. Mankell y Tusquets me abrieron la puerta al mundo de la traducción literaria, pero la puerta grande. Y en lo personal... Bueno, lo que siempre aporta el conocimiento de un autor, o el contacto, aunque no sea tan profundo como en mi caso con Mankell, pero el contacto con un autor que tiene tanto que decir o tanto que cuestionarse sobre la verdad. Cuando uno lee, o por lo menos yo, cuando leo, busco verdades, busco respuestas y también preguntas, me busco a mí misma –supongo que le ocurre a muchos lectores– en las similitudes y en las diferencias, y yo creo que Mankell lo consigue. Mankell consigue sugerir, siempre con la mayor humildad, las preguntas adecuadas para acercarse al conocimiento. De modo que en lo personal creo que he crecido mucho también con él y con Wallander.

domingo, 22 de agosto de 2010

Adiós a Fogwill: el último maldito de la literatura argentina


La noticia, publicada con el título con que se abre esta entrada en Ñ digital, a última hora del 21 de agosto, es la siguiente: "Esta tarde, alrededor de las 17 falleció Fogwill, uno de los mejores escritores argentinos de los últimos 40 años. Tenía 69 años y más de 20 libros publicados entre ensayos, poesía, cuentos y novelas". Fogwill –un fumador empedernido– tenía una afección pulmonar de larga data que lo había llevado a la internación en varias oportunidades. El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires lamenta profundamente su muerte y saluda en él a uno de los más importantes y singulares representantes de la cultura argentina de las últimas décadas.

Cuida los muebles de tu escuela como los de tu propia casa (los de 50 y pico saben por qué)


Publicado en Babelia, én el día de ayer, la siguiente columna del editor, crítico y comentarista cultural Manuel Rodríguez Rivero se ocupa de tres cuestiones distintas. La primera –acaso la más pertinente para este blog– tiene que ver con su descubrimiento, allá por la niñez y vía las historietas mexicanas, de que el castellano que se hablaba en España no era "un monumento definitivo"; la segunda, se vincula con la torpeza de los editores, lo cual, viniendo de un editor, resulta siempre interesante; la tercera y última, con las novedades que empiezan a poblar los distintos mercados editoriales con la rentrée, luego del verano septentrional. Nótese en esta última que, contrastando con la bulla y algarabía de los integrantes de la COFRA,  se habla de la Feria de Frankfurt 2010, pero nada se dice de los ingentes contingentes de argentinos que, sin duda, gracias a la verba inflamada de los gestores de tal designio, terminarán por subyugar a todo el planeta.

Sillón de orejas

La montaña de hielo
Qué calooooor! Desde hace muchos años tengo grabada en la memoria una aventura de Supermán en la que el héroe libraba a Villachica –el pueblecito en cuya vecindad vivían los granjeros Kent– de una tremenda ola de calor que mantenía a sus habitantes sumidos en la angustia. El superhéroe volaba a la Antártida, arrancaba con su superfuerza un bloque de hielo grande como un rascacielos y lo transportaba por los aires hasta plantarlo en la cumbre de una colina cercana al pueblo. Luego se ponía a soplar sobre el hielo, esparciendo una suave y vivífica brisa por la comarca. Desde entonces he reivindicado las cualidades pedagógicas de los cómics. Y no sólo por lo que enseñan, sino por cómo lo hacen. Aquellas historietas de Supermán llegaban a España en ediciones mexicanas que traducían los originales con modismos y giros lingüísticos propios: en ellos obtuve la primera intuición (mucho antes de frecuentar a Rulfo y Revueltas y de leer a los escritores del boom) de que mi lengua no era un monumento definitivo y listo para la posteridad, sino un organismo vivo, fecundado por la creatividad de quienes allá y aquí lo construyen a diario. Guiado por aquel recuerdo, cada verano, una vez que he superado respecto al agobiante calor los cuatro primeros estadios del duelo (negación, ira, pacto, depresión) que describe Elizabeth Kübler-Ross (Sobre el duelo y el dolor, Luciérnaga), y me instalo resignado en el quinto y último (aceptación), me acuerdo del invento y, en los peores momentos de la canícula, coloco una pequeña montaña de cubitos de hielo en un recipiente delante de un ventilador que dispongo frente a mí. Eso me ha permitido, por ejemplo, acabar sin extenuarme la apasionante novela de E. L. Doctorow (Miscelánea) Homer y Langley, una reconstrucción muy ficcionalizada de la peripecia de los célebres hermanos Collyer, aquejados del síndrome de Diógenes, a quienes la policía neoyorquina descubrió muertos (1947) en su casa de Nueva York, rodeados de más de 200 toneladas de objetos (entre ellos todos los diarios publicados en la ciudad en los 30 años anteriores). El pandemonio de enseres que encontraron era tan tremendo que tardaron 18 días en hallar el cuerpo de Langley, sepultado entre cajas y objetos a pocos metros de su hermano y parcialmente comido por las ratas. Comprenderán que para leer esta brillante y sórdida historia de autoexclusión y posesión compulsiva he necesitado bastante hielo (incluyendo el del gintonic).

'Pentimentos'
¿Tienen los editores derecho a equivocarse? Evidentemente, como usted y como yo. La historia de la edición española –y particularmente la de las últimas décadas– abunda en meteduras de pata. Han errado en programaciones, en tiradas, en "apuestas", en expectativas. Se equivocan cuando, por ejemplo, algunos rechazan el primer Harry Potter por parecerles "demasiado british" y otros dejan emigrar a catálogos de la competencia a autores como Henry Roth o Alice Munro. Mientras el problema es sólo suyo y afecta a su cuenta de resultados o a su prestigio, allá ellos. Lo malo es cuando sus errores repercuten en el lector, que –no lo olvidemos– es, en primer lugar, un consumidor que invierte su dinero en un libro. Eso ocurre, por ejemplo, cuando el editor "se arrepiente" de haber puesto a la venta la primera parte de un libro o serie de libros que no ha "funcionado" bien y decide interrumpir la publicación de los siguientes. Su "error" recae entonces en el consumidor-lector que se gastó su pasta comprando el primer volumen, lo leyó, y nunca pudo adquirir el siguiente. ¿Quieren algunos ejemplos sonrojantes? Ahí van: la (estupenda) biografía de Sade, de Jean-Jacques Pauvert, cuyo primer volumen publicó Tusquets en 1989; la tetralogía José y sus hermanos, de Thomas Mann (Ediciones B), a la que todavía le falta el último tomo; la Historia de la literatura española dirigida para Espasa por Víctor García de la Concha (al final saldaron los tomos publicados); el segundo volumen de los Evangelios apócrifos publicado por Ariel (edición de Armand Puig); el quinto y último de la (insuperada) biografía de Dostoievski, de Frank, publicada por el Fondo de Cultura; el último volumen del Picasso de Richadson (Alianza), etcétera. La lista se haría interminable. Y eso que no incluyo "obras completas" que, como las de Alberti (Seix Barral) o Dalí (Destino), podrían deber la interrupción (o el retraso) a causas más justificables. Por cierto: ¿qué se ha hecho de la importante Enciclopedia Cervantina que venía publicando (con subvenciones) Castalia antes de su compra por Edhasa? En fin, ya que los editores jamás devuelven el dinero de sus pentimenti, al menos que digan algo.

'Rentrée'
No crean que la avalancha de publicaciones ante la rentrée es un fenómeno hispano. En Francia, donde inventaron el término, los editores tampoco se contienen demasiado. Por limitarme a la narrativa, en los próximos meses se publicarán en el país vecino 700 nuevos títulos, de los que 500 corresponden a ficción francesa (¡85 primeras novelas!) y 200 a traducciones. Los libreros esperan ventas superiores a 200.000 ejemplares de Une forme de vie, de Amélie Nothomb; La chute des géants, de Ken Follet (aquí la publicará Plaza & Janés); La carte et le territoire, de Michel Houellebecq, y L'enquête, de Philippe Claudel. En el Reino Unido, y tras un año en el que se publicaron muchas biografías de celebridades del tres al cuarto, se anuncian auténticos bombazos. El ex premier Tony Blair, la estupenda actriz Judi Dench, el presidente sudafricano Mandela y el incombustible guitarrista de los Stones Keith Richards publicarán sus memoirs, aunque los libreros también esperan mucho de la biografía de Roald Dahl. En el terreno de la ficción las esperanzas (y la campaña de Navidad) están puestas, además de en Our Kind of Traitor, la nueva novela de Le Carré (que también publicará Plaza & Janés) en ficciones procedentes de Estados Unidos: Freedom, de Jonathan Franzen (continuación de Las correcciones); Sunset Park, de Paul Auster, y Némesis, de Philip Roth, más incontinente literariamente hablando cuantos más años cumple. En Alemania hay grandes esperanzas respecto a 3096 tage, la autobiografía de Natascha Kampusch, cuya historia saltó a las páginas de sucesos de la prensa internacional en 2006, cuando tras permanecer secuestrada durante más de ocho años (los días del título) en un sótano cercano a Viena logró escapar a su captor (que se suicidó) y recobrar su libertad. El libro, que aparecerá el 8 de septiembre, será llevado al cine por Bernd Eichinger (el director de El hundimiento), con estreno en 2012. Y, ya puestos a hablar del futuro, en la feria de Fráncfort habrá mucho ruido en torno a los derechos de dos novelas de fuste comercial: The Land of Painted Caves, sexta entrega de la popular (45 millones de ejemplares vendidos) saga prehistórica de Jean Auel, cuya publicación está prevista para marzo de 2011, y The Prague Cemetery, una nueva novela de Umberto Eco que no se pondrá a la venta hasta finales de 2011. Ya ven: sigue el negocio.

sábado, 21 de agosto de 2010

viernes, 20 de agosto de 2010

Casi una ficción


El 18 de agosto pasado, el prestigioso polígrafo Andrés Ehrenhaus subió una nueva columna a El Trujamán. Sin más preámbulos, se la reproduce a continuación.

Traducción digital, traducción dactilar

La traductora acaba de recibir un sobre con una carta dentro. El cartero ha interrumpido su labor por unos instantes y la traductora aprovecha el paréntesis para prepararse una bebida caliente o fría, regar alguna maceta, abrir o cerrar una ventana y desentumecerse. Está empezando a oscurecer, es ese momento mágico del día. La carta la remite una editorial para la que ha hecho algunas traducciones y en esencia le propone que sepa ajustarse al espíritu de los tiempos y se avenga a acordar una serie de términos relativos a la digitalización de esas traducciones así como de las que «pudiere realizar para nosotros», dice el texto, en un futuro hipotético. También, insiste la carta, la urgen a aceptar las condiciones de «explotación digital» de las mencionadas traducciones. La traductora, que no es experta en lenguas clásicas, sabe sin embargo y sin necesidad de recurrir al diccionario que digital viene de digitus, ‘dedo’ en latín, aunque a la vertiginosa lengua actual le interesa más su carácter de cifra, es decir, la proteica capacidad de los dedos para representar unidades, decenas, millares… En otras palabras, la carta de la editorial habla de números o, mejor dicho, de la traducción de palabras en números, en dígitos, en ceros y en unos. Pero lo que más llama la atención de la traductora no es la ingenuidad de la metonimia sino el tono de urgencia, de apremio, de aceleración, la sensación de carrera anaeróbica, de falta de aliento que transmite su texto, el mensaje casi apocalíptico: es ahora o nunca. Hay que digitalizar.

La traductora vuelve a tomar asiento frente a su libro, su pantalla, su teclado. Es consciente de que la herramienta que usa a diario para llevar palabras de aquí para allá es también, por así decirlo, digital. No sólo porque se vale de esa tecnología para llenar páginas y páginas sin acumular papel, por ejemplo, sino porque también puede agilizar el trabajo buscando información, sinónimos, referencias en la red virtual. Virtual: otra palabreja que se las trae. Otra metonimia. La vida cotidiana parece estar más llena de metonimias que de metáforas. Virtual viene de virtus, ‘fuerza’ o ‘voluntad’ en latín; pero la acepción que hoy se impone viene de fuerza virtual, un pleonasmo que se autoanula: la fuerza virtual es una fuerza que, aplicada a otra igual pero contraria, produce la inmovilidad de un sistema dado. Una fuerza que no necesita estar para ser, o quizá viceversa. Precisamente a través de la red virtual le ha llegado hoy, en coincidencia con la carta real, no virtual, sobre la inminencia de lo digital, otro mensaje, digital éste, es decir, virtual, que la invita, con la misma premura apocalíptica y el mismo tono de aliento escaso y tierra quemada, a confiar la mayor parte de su labor a los sistemas, justamente, quién lo diría, de traducción asistida digital, novedosos e innovadores a partes iguales.

Antes de que pueda interiorizarse debidamente de las indiscutibles ventajas y los innúmeros beneficios de este nuevo no va más, en la casa de la traductora se corta la luz. La pantalla se apaga, concentrándose por un microsegundo en un protón. La habitación queda a oscuras. La traductora se asoma a la ventana y comprueba que el corte de suministro eléctrico es general y, también, que ya ha anochecido y que en el cielo no hay luna. Sin embargo, aún queda un buen rato para la cena, así que no ve razón ninguna para no seguir trabajando. Enciende varias velas, aparta el teclado, abre el cuaderno, empuña la estilográfica o el lápiz y, con una sonrisa de no se sabe dónde en los labios, se aboca a lo que mejor sabe hacer: la traducción dactilar.

jueves, 19 de agosto de 2010

Cualquier excusa es buena para leer al poeta norteamericano Mark Strand


Un artículo que ya tiene unos meses, publicado en El País, de España, el 13 de marzo de este año, con firma de Andrea Aguilar. La excusa del mismo es la publicación en la editorial Visor de Tormenta de uno, del poeta norteamericano Mark Strand (foto: Nancy Crampton), en traducción de Dámaso López García. Nuestra excusa es que Strand es traductor del castellano y del portugués. Aunque, pensándolo bien, ¿quién se opondría? Por lo tanto, ¿qué importa cuál es la excusa? 

La poesía reverenciada de Mark Strand

Mark Strand (Prince Island, Canadá, 1934) tiene un aire a Paul Newman, pero no es ningún actor. Este hombre de metro noventa de estatura, con mandíbula cuadrada y ojos de un azul afilado ha publicado 11 libros de poesía, repletos de una extrañeza elegante y despegada, ajena y nómada. El primero salió en 1963. El noveno, Tormenta de uno (Visor), Premio Pulitzer, ha llegado ahora a las librerías españolas. Lo escribió entre 1993 y 1998, unos años que pasó en Chicago y Baltimore, donde trabajó como profesor. Desde que arrancó su carrera literaria, Strand ha compaginado la escritura con la docencia. Actualmente disfruta de un año sabático y trabaja en un libro sobre su padre y en un autorretrato que ha titulado 100 autobiografías –"son 100 versiones de mi vida que no superan un folio"–. En otoño regresará a las aulas de la Universidad de Columbia. Le gusta enseñar a estudiantes jóvenes. La solemnidad académica no tiene espacio en sus clases. "Me gusta simplificar las cosas", dice sentado en su apartamento de estilo minimal en Chelsea. La luz clara de la mañana se filtra por los cuatro grandes ventanales de este edificio de los años treinta. Un sofá y dos sillas de diseño moderno rodean la mesa de centro. Las paredes blancas y el suelo de madera pulida crean una atmósfera limpia, ordenada y extrañamente confortable. No hay ningún pupitre a la vista, ni estanterías, ni fotos.

La ausencia y el silencio son dos cosas a tener en cuenta al leer su trabajo. "No me interesan los despliegues emocionales. Me gusta la contención", afirma. En las últimas décadas su poesía ha atravesado distintas etapas, pero él se ha mantenido fiel a un ideal depurado. "Mis poemas han cambiado, pero mis viejos amigos todavía me reconocen. Uso casi las mismas palabras". Con Tormento de uno rompió un silencio de cinco años.

"El libro tardó en llegar", explica. En sus versos retomó la conversación directa. "Si no sientes que alguien te está hablando en un poema no hay manera de creer en él. La gente que simplemente arroja palabras en una página no le llega a nadie", matiza.

Strand construye sus bromas y reflexiones en versos cortos y certeros, y en ellos mantiene una distancia de seguridad, que magnifica el sentimiento. "El tiempo transcurre rápidamente, nuestras penas no se transforman en poemas / Y lo que es invisible permanece como es. El deseo ha volado" ("Time slips by; our sorrows do not turn into poems, / And what is invisible stays that way. Desire has fled"), escribe en Tormenta de uno. ¿Cómo siente que ha cambiado su personalidad poética? "Es la misma vida interior desde hace cincuenta años", dice. "Hablo del yo como si fuese un artefacto inalterable, pero es un conglomerado de actitudes, emociones e ideas. Es algo que cambia, pero un yo en constante cambio no produce el mejor de los poemas".

El título de Poeta Laureado de Estados Unidos y el Premio Pulitzer de Poesía son sólo dos de los múltiples galardones que acumula Strand, una de las voces más personales y reverenciadas de la poesía contemporánea americana. Como lector al principio no fue la poesía sino la prosa de autores de Hemingway o de Faulkner lo que le cautivó. Pero en los versos encontró un espacio propio. "Mis padres eran personas muy leídas, pero no leían poesía, así que éste era mi reino", recuerda. "Tenía un libro titulado 100 poemas modernos. Leí "Trece maneras de mirar a un mirlo", de Wallace Stevens. Más tarde llegué a Elizabeth Bishop, Lorca, Lowell, Neruda y Alberti, el primer poeta a quien traduje". Su encuentro azaroso con la obra del poeta gaditano ocurrió en los setenta en la librería Las Américas de Nueva York. Cogió uno de sus libros y se dio cuenta de que lo entendía. Ese sencillo reconocimiento le animó a ponerse a traducir. Trece años más tarde, en 1986, publicó su siguiente traducción. Esta vez se trató del trabajo del brasileño Carlos Edmundo de Andrade.

Strand compartía su interés por la poesía internacional con un grupo de poetas amigos entre los que se encontraban Charles Simic y Charles Wright. "Organizábamos lecturas en el New School en los setenta", recuerda. "Teníamos mucha curiosidad por saber lo que hacían otros poetas". Esto fue en parte lo que le llevó a descubrir a Octavio Paz y a Joseph Brodsky. Los dos ganaron más adelante el Premio Nobel y los dos fueron grandes amigos de Strand. Cada uno tiene un poema dedicado en Tormenta de uno. Paz, traductor a su vez del trabajo de Strand, escribió que a partir de la pérdida el americano logró "la apertura hacia la perfección verbal transparente".

Nacido en el pueblo de Summerville, en la isla canadiense de Prince Island, Mark Strand es hijo de un empresario y una culta ama de casa. Pasó su niñez viajando de un lugar a otro. Vivió en Halifax, Montreal, Nueva York, Filadelfia, Colombia, Perú y México. Más adelante en su vida adulta ha añadido a esta lista Italia, Brasil, Utah, Illinois, Connecticut y Boston, entre otros lugares. El título de su segundo poemario, Reasons to move (Razones para moverse) (1968), parece una condición natural para el poeta. Extranjero e isleño son dos palabras que perfectamente describen su aura. Aprendió español de joven y se defiende en italiano. Es un apasionado de la buena comida.

En su juventud Strand pensó que sería pintor. Se graduó en Antioch College en 1957 y fue a Yale a estudiar con el artista Josef Albers, uno de cuyos cuadros cuelga hoy de su salón. Mientras se formaba como pintor empezó a escribir poesía. Tenía 24 años. Había intentado escribir algunos versos en el instituto y más adelante en la universidad. "Eran terribles", dice. Con el tiempo la pluma pudo más que el pincel. Marchó a Europa con una beca Fullbright al terminar en Yale. En 1960 se mudó a Florencia para estudiar Literatura durante un año. Strand había decidido hacerse poeta. En Iowa terminó su primer libro y empezó a dar clases antes incluso de haberse graduado en el taller literario.

Strand piensa que su formación como pintor ha influido profundamente en su estilo poético. "Aunque la precisión visual y la verbal son distintas, la pintura me ayudó con la poesía. Me enseñó a valorar la paciencia. Aprendí que uno puede volver sobre el trabajo al día siguiente. Yo siempre regreso sobre los poemas, los refresco", admite. La pintura también ha desempeñado un papel importante en su trabajo en prosa. Ha escrito varios textos y ensayos sobre un amplio número de artistas plásticos. En Hopper (Lumen) plasmó la "afinidad natural" que sentía hacía el trabajo del pintor estadounidense. La atracción de Strand por su trabajo se remonta a sus recuerdos de infancia. "Recuerdo tomar el tren del cañón de Winchester a Nueva York. Antes de entrar en el túnel de Grand Central podías ver todas esas ventanas de las casas. Los cuadros de Hopper son los de un viajero que pasa por ahí y mira a quienes están dentro", explica. "Sus cuadros te enfrentan con fragmentos aislados de una narrativa".

Hace unos años Strand consiguió fundir pintura y poesía en un solo proyecto. Retomó el pincel y pasó un verano en Italia retratando literalmente los distintos estados que atraviesan sus poemas. "Siempre intento determinar hacia dónde va el poema", explica. "Un poema es algo con forma, compuesto de una manera cuidadosa. No es lo primero que se te pasa por la cabeza; pero debe crear la sensación de frescura y novedad". Strand pintó esta confesión en grandes lienzos blancos en los que cuidadosamente copió las distintas versiones de sus poemas, con los tachones y los cambios. En cada lienzo expuso el cuidadoso andamiaje de su poesía, versión a versión. "Yo pongo y quito, y sólo paro cuando pienso que ya no lo puedo mejorar", explica. Los cuadros se vendieron en una galería de Nueva York. Él no se quedó con ninguno.

Como si fuesen imágenes físicas, los poemas de Strand se mueven en una atmósfera onírica, familiarmente extraña. Habitan la tierra de las "emociones ordinarias" como escribe el crítico de poesía de The New Yorker, Dan Chiasson. Sus ricas imágenes ficticias crean un espacio poético en el que hay catacumbas llenas de espejos y el siglo XXI queda materializado en una persona que pasea entre la nieve con albornoz y zapatillas sin dejar rastro. También hay en sus poemas un lugar para vasos de whisky, libros abiertos y preguntas sin respuesta, para la belleza que se mancha a sí misma. "La inspiración te llega con un sonido, una palabra, una idea, algo que has leído, una vista, una acera. La poesía consiste en tratar de encontrar la manera de contar algo de la mejor manera posible", asegura. Además, los poemas no son estáticos. "Cobran una vida propia y van hacia donde quieren. Pueden volverse estériles o resistirse. Si no mejoran, los odias".

miércoles, 18 de agosto de 2010

Desde hoy tenemos logo

Gracias a la buena voluntad y al oficio de Federico Peñalva.

martes, 17 de agosto de 2010

We are the world


En la entrada del día de ayer se anunciaban algunas de las actividades amorosamente preparadas por la COFRA para los escritores argentinos que viajan a Frankfurt por cuenta del Estado. A la espera del CV de cada uno –donde seguramente se podrá comprobar la pertinencia de la invitación en razón de los méritos–, se invita a los lectores a que revisen vía Internet los datos disponibles para comprender las razones de la comisión reunida ad hoc para la selección 
Por un error en el sitio digital del diario Clarín sólo hoy fue posible disponer de la lista anunciada. Se la detalla a continuación.

La famosa lista de Frankfurt

Jorge Accame - Laura Alcoba - María Teresa, Andruetto - Graciela, Aráoz, Graciela - Analía Argentto  - Adela Basch - Vicente Batista - Osvaldo Bayer - Diana Belessi - Marcelo Birmajer - Ivonne Bordelois - Leopoldo Brizuela - Félix Bruzzone - Fabián Casas - María Sonia Cristoff - Pablo De Santis - Griselda Gambaro - Elvio  Gandolfo - Juan Gelman - Mempo Giardineli - Mario Goloboff - Horacio González - Federico Jeanmaire - Tamara Kamenszain - Martín Kohan - María Rosa Lojo - Gustavo López - Ariel Magnus - Alberto Manguel - Guillermo Martínez - Jorge  Monteleone - María Moreno - Sergio Olguín - Elsa Osorio - Alan Pauls - Claudia Piñeiro - Sylvia Plager - Martín Prieto - Eduardo Sacheri - Daniel Samoilovich - Juan Sasturain - Samanta Schwablin  - Ana María Shúa - Rafael Spregelburd - Luisa Valenzuela.

Todavía no confirmaron

José Pablo Feinman - Ricardo Piglia - Héctor Tizón - Liliana Bodoc - Andrés Rivera - Felipe Pigna - Mario O'Donnell - Luis Gusmán -  Elsa Borneman - Roberto Cossa  

lunes, 16 de agosto de 2010

Un misterio con mucho de secreto a gritos

El artículo, firmado por Patricia Kolesnikov, corresponde a la edición de Clarín del día 13 de agosto. Según se dice allí, hay 45 escritores argentinos oficialmente confirmados por la COFRA para su participación en la Feria de Frankfurt 2010.

Terminó el misterio: los escritores
que irán a la Feria de Frankfurt

Terminó la cuenta regresiva, terminó el misterio: ya está la lista de los escritores que la Cancillería invitará en octubre a la Feria del Libro de Frankfurt para ponerle caras, llevar palabras, darle sentidos a la participación argentina como Invitado de Honor en ese evento, la feria del libro más relevante para el mundo editorial. Hay cuarenta y cinco nombres confirmados y diez por confirmar. También irán figuras como María Kodama y Estela de Carlotto.

Se supo algo más: el último día, cuando las mesas redondas hayan terminado, cuando los números –Frankfurt es una feria de negocios– estén cerrados, cuando Argentina tenga que pasar el testimonio de “Invitado de Honor” a Islandia, el encargado de hacerlo será el poeta Juan Gelman.

En la lista de confirmados figuran consagrados –como Osvaldo Bayer, Diana Bellessi, Alberto Manguel y Juan Sasturain–; escritores de la generación intermedia, como Guillermo Martínez, Marcelo Birmajer, Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri, Sergio Olguín y Federico Jeanmaire; jóvenes como Félix Bruzzone, Laura Alcoba y Samanta Schweblin.

La Feria se desarrollará entre el 6 y el 10 de octubre y la escritora encargada del discurso inaugural será Griselda Gambaro.

En los 5 días que dura la Feria, esa delegación hablará en mesas redondas y entrevistas. Magdalena Faillace, titular de COFRA –el comité para la participación en la feria– dice que el criterio con el que se diseñaron las actividades fue “marcar los temas centrales de nuestra presentación en Alemania”. A saber: “Que no terminamos en Buenos Aires; una visión política de la literatura y, finalmente, la memoria”. La memoria: “Estamos en el Bicententenario y es una oportunidad para mostrar conflictos y utopías que atraviesan la cultura argentina porque atravesaron nuestra Historia”.

Estas son algunas de las mesas planeadas, con los participantes sugeridos:

Poesía del tango : Juan Sasturain y Leopoldo Brizuela.

Diversidad regional : Mempo Giardinelli, Andrés Rivera, Jorge Accame.

La poesía de Borges : María Kodama, Ivonne Bordelois, Héctor Tizón, Federico Jeanmaire.

Nuevas tecnologías, nuevos paradigmas : Fabián Casas, Ariel Magnus, Félix Bruzzone.

Del romanticismo alemán al romanticismo argentino : Alberto Manguel, Martín Prieto.

Las escritoras en la literatura argentina actual : Claudia Piñeiro y María Teresa Andruetto

Mujer y poder en 200 años de literatura argentina: María Rosa Lojo, Silvia Plager, Ana María Shua.

También están previstos homenajes a Tomás Eloy Martínez y Arlt y charlas sobre “La cultura judía en la literatura”, “Memoria y presencia de la literatura gauchesca”, “La influencia de Brecht en el teatro argentino” y, para cerrar, “El valor político de la lengua entre los argentinos”.

Faillace también quiere hacer una mesa en la que se confronte a Borges y Cortázar: “El laberinto de Borges es un mundo sin salida. En el de Cortázar está en el centro el Minotauro, que salta hacia arriba y produce un quiebre en las instituciones burguesas”, analiza.

También prepara, para el sábado 9 de octubre –el día en que el público entra a la Feria, que hasta ese momento está reservada a los profesionales– una charla de Juan Gelman, en la que el poeta hablará con la gente.

COFRA trabaja ahora en detalles del diseño del pabellón, que, según Faillace, será “un laberinto muy luminoso”. Y en él, habrá cuatro rincones: “uno para la revolución, con el Che Guevara como ícono, otro para las luchas sociales, con Eva Perón, los otros dos para el tango y el fútbol, con Gardel y Maradona”.

¿De qué servirá todo esto, tanto trabajo, tantas actividades, en una feria en la que casi no hay público, sólo profesionales? Faillace expone sus objetivos: “El saldo va a ser un conocimiento mayor de la Argentina. Esto se da en Alemania, que es la primera economía europea. Y tenemos presencia en Berlín, que es el ombligo de las vanguardias”.

domingo, 15 de agosto de 2010

"La literatura hoy pasa por los aparatos de distribución y difusión, y esos aparatos hoy están en manos españolas y centrados, fundamentalmente, en Barcelona "

Josefina Ludmer es una de las más destacadas críticas literarias argentinas. Con motivo de la aparición de su reciente  Aquí América latina, una especulación (Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010), Daniel Molina realizó una extensa entrevista con ella, publicada en la revista Ñ del día ayer. De ésta, por su pertinencia y relación con muchas de las cosas que se han venido discutiendo a través del tiempo en este blog, se reproduce un breve párrafo por demás significativo.

"Los argentinos nos abandonamos,
nos dejamos apropiar la lengua" 

–España siempre supo, desde Alfonso el Sabio, que la lengua es un asunto estratégico. Recién en el siglo XX, América latina logró competir. En los 20, Borges discutió con Guillermo de Torre cuando el ensayista español propuso que Madrid "fuera considerada la capital del castellano". Ahora eso es impensable.

–En los Estados Unidos se percibió muy bien el giro que dio España en los 90 cuando se convierte en el centro exclusivo y excluyente del castellano. Es el momento en que España invierte sumas considerables en los departamentos universitarios dedicados a los Latin American Studies y aparece el Instituto Cervantes. Todo lo que se produce en castellano termina pasando por allí, y como ellos son los que financian todo eso acaban siendo los que deciden qué se estudia, qué se investiga, qué circula. En esa estrategia es fundamental el papel que juega Telefónica, ligada al Cervantes.

–Además de la estrategia española, también falta ahora un espíritu como el que tenían Darío o Borges, orgullosos de nuestra forma de escribir en castellano.
–Recuerdo que venía desde los Estados Unidos, donde todo esto se ve muy claro, y notaba que a nadie en el mundo cultural argentino le importaba en lo más mínimo. Lo que hoy se desea es ser editado en Barcelona y presentar el libro allá. La literatura hoy pasa por los aparatos de distribución y difusión, y esos aparatos hoy están en manos españolas y centrados, fundamentalmente, en Barcelona.

–La lengua es un recurso esencial, ya que es la base de la sociedad, del espectáculo y del mundo de la significación.
–Yo digo que es como el agua o el aire, uno de los recursos esenciales de nuestro presente y el más estratégico con vistas al futuro. Mientras los españoles ponen el acento en este tema y los Reyes van a todos los Congresos de la Lengua, en toda América latina ni siquiera se está pensando en esto. Hay alguna inversión privada en los medios, hay algunas iniciativas independientes y en una escala muy micro, pero el Estado está absolutamente ausente en este tema en el que ya hay abundante bibliografía.

sábado, 14 de agosto de 2010

Según dicen, hablar bien no cuesta un carajo y produce un beneficio de la san puta

Lo que se reproduce a continuación es la entrada correspondiente al 1 de abril pasado, en el blog dailyjuez.com. Allí se habla de un libro reciente, de esos que sirven para bien poco pero que les gustan a los estadounidenses cuando viajan fuera de su país. Dada su naturaleza, el Adminstrador propone entonces a los lectores establecer una lista de equivalencias en sus respectivos castellanos, que ayuden a traducir el malhumor según se habla en nuestras respectivas provincias de la lengua. Y para predicar con el ejemplo, en la Argentina, la tercera expresión podría traducirse por: "Gorda, tirate un pedo que yo pago los gastos". ¿No es fino?

El arte de insultar en español

En la librería Barnes & Noble venden un libro para insultar y maldecir en español destinado a los turistas que visitan España y olviden las buenas maneras en casa.

El libro se titula en ingles 100 of the best curses and insults in Spanish (editado por Harper Collins Publishers e imprimido en China).

Viene el insulto en español, su traducción literal al inglés y, en ocasiones, una expresión en inglés equivalente. Algunos los he oído mucha veces y otros no los había oído en mi vida. Debe ser que llevo demasiados años viviendo fuera de España.

Aquí os pongo algunos ejemplos del libro:

- Tienes más morro que una lata de callos caducada. Literalmente: You have got more snout than a tin of tripe past its sell-by-date. Significado: You’ve got some nerve.

- Vete a tomar por el culo, baboso: Go and take it up the ass, slime ball.

- Estás tan gorda que tu último pedo se midió en la escala Richter: You are so fat that your last fart was measured on the Richter scale.

- Eres más feo que enviar a tu abuela a por droga: You are uglier than sending your granny to buy you some drugs.

- Tienes menos gracia que Kung Fu bailando sevillanas: You are as graceful as Kung-fu dancing flamenco.

- Pendón desorejado. Literalmente: Whore without ears. Expresión equivalente: Whore.

- Eres más aburrida que un mosquito lobotomizado: You are more boring than a lobotomized mosquito.

- Sois un verdadero coñazo. Lieralmente: You are a c**nt. Expresión equivalente: You are a pain in the neck.

- Os voy a partir la cara a hostias: I am going to kick your face.

- Capullo, vas a timar a tus muertos: Pr**ck, go and cheat your dead.

- Tienes más magnetismo que un bocata de imanes: You’ve got as much magnestism as a magnet sandwich.

- Vete a freír espárragos. Literalmente: Go and fry some asparagus. Expresión equivalente: Get lost.

- Tienes más cara que espalda. Literalmente: Your face is bigger than your back. Expresión equivalente: You’ve got some nerve.

- Eres más pesado que una vaca en brazos. Literalmente: You are heavier than carrying a cow. Expresión equivalente. You are being a pain in the ass.

- Eres más basto que unas bragas de esparto: You are coarser than underwear made of sparto grass fabric.

- ¡Podéis acabar de una puta vez! Sois más lentos que una procesión de berberechos: Hurry the f**ck up. you are slower than a procession of cockles.

(P.D. Los asteriscos de los insultos en inglés venían en el libro)