miércoles, 4 de agosto de 2010

En el lugar del crimen, un poema sospechado de apócrifo, y detrás, una posible traducción (I)


La noticia fue publicada en el diario Clarín del 30 de junio de 2009, con firma del periodista Horacio Bilbao. Apenas unos días después, motivó una columna de Jorge Aulicino, titulada "El indiferente azul", que fue publicada en la revista Ñ del 4 de julio de 2009. Dos semanas después, el mismo Aulicino sumó una nueva columna a la primera, aumentando el misterio de la historia en la que, sin duda, algún traductor metió la cola. Todo esto ha sido publicado en Otra iglesia es imposible de ayer, el blog de Aulicino que puede verse en http://campodemaniobras.blogspot.com/

Una historia de intrigas
alrededor de un poema atribuido a Borges


Colombia, 25 de agosto de 1987. Los paramilitares acribillaron al Héctor Abad (foto) –médico y político especializado en Salud Pública– en Medellín. Su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, llegó unos minutos después. Lo encontró ya muerto. Lo besó y de su bolsillo sacó dos papeles. Una lista de personas amenazadas por los fascistas entre los que estaba el muerto y un poema sobre la muerte. Firmado JLB.

Aunque en ese entonces el poema tenía una importancia menor para Abad, lo hizo público en noviembre de ese año, en el diario El Espectador. Allí escribió que era de Borges. Por su belleza y por la forma en que lo encontró, el poema es también el epitafio de la tumba del padre: "El olvido que seremos..." Y es el eje de una historia trágica e intrigante.

"Esperé mucho tiempo. No sólo para escribir la historia sino para darme cuenta de que había una historia", dice Abad. Hace dos años pudo escribir un libro sobre su padre. Lo tituló El olvido que seremos. "Hablo de la bondad de mi padre y de la maldad de los asesinos, el soneto todavía no me importaba", dijo Abad. Al final, hay una mención del poema. Tardó 20 años para escribir ese libro, acompasado por el dolor. Y durante esos 20 años no pasó nada.

Pero de repente, a la luz del éxito comercial de su obra, el poema se volvió polémica. Ganó una importancia repentina. "Muchos me acusaron. Decían que estaba tratando de unir mi nombre de enano a la figura gigantesca de Borges para vender", recordó Abad. Entonces todo el mundo empezó a negar que el poema fuera de Borges.

Decían, sin vueltas, que Abad había inventado eso del poema en el bolsillo. "Pensé entonces que la belleza del poema debía ser rescatada, descubriendo a un autor distinto a Borges o confirmando que el poema era de él".

Decidió ir a fondo Abad, fuera lo que fuera. Pero tenía varios problemas. El poema no aparece ni en la Obra Poética ni en las Obras Completas de Borges. Para colmo, perdió el papel que su padre había escrito de puño y letra.

Un poeta colombiano le dijo que ese poema había sido escrito después de la muerte de su padre. Es decir: el soneto que Abad padre, defensor de los derechos humanos asesinado por los para, llevaba en su bolsillo, no había sido escrito.

El poeta colombiano es Harold Alvarado Tenorio. El publicó estos poemas en 1993. Lo hizo con errores de métrica, cambiando o repitiendo palabras. "Esto despistó a los expertos", dijo Abad. "Tenorio me dijo que eran suyos, luego que eran de Borges y que se los habían entregado a una amiga de él Nueva York", cuenta Abad.

¿De dónde había sacado su padre entonces aquel poema, seis años antes de que los publicara Tenorio?

Abad contrató a una estudiante para hurgar archivos y les escribió a una decena de expertos en Borges. También le pidió a un amigo que consultara a María Kodama. Mientras ni los académicos y ni la viuda de Borges daban el poema por auténtico, su asistente hacía la tarea. Entre otras cosas, publicó un artículo pidiendo datos del poema. Y dio resultado. Un día, en la librería que Abad tiene en Medellín apareció una mujer, Tita Botero. Sabía de dónde había copiado su padre el poema.

Botero le entregó a Abad un recorte de la revista Semana, del 26 de mayo de 1987 con una nota de introducción, una foto de Borges en el centro y abajo dos sonetos, explicados así: "Acaba de aparecer en Argentina un 'librito', hecho a mano, de 300 copias para distribuir entre amigos. El cuaderno fue publicado por Ediciones Anónimas y en él hay cinco poemas de Jorge Luis Borges, inéditos todos y, posiblemente, los últimos que escribió en vida. Aquí reproducimos dos de esos cinco últimos poemas de Borges." Uno era el suyo.

Su asistente consiguió los archivos del programa de radio que hacía Abad padre. En uno de ellos, el doctor había leído el poema. Abad volvió a escuchar la voz de su padre después de 20 años y con semejante confirmación fue a buscar a Tenorio, quien reconoció que fue Jaime Correas, uno de los estudiantes mendocinos que mencionaba Semana, quien le había hecho llegar los sonetos. "Tal como los había publicado Correas, los poemas sí eran atribuibles a Borges, eran perfectos", recordó Abad. Los errores eran de Tenorio.

Abad consiguió el e-mail de Correas, quien le confirmó todo. Borges, decía, les había dado los sonetos en mano a Franca Beer, la mujer del artista Guillermo Roux. Ellos, junto con el poeta francés Jean Dominique Rey, fueron a visitar a Borges. Roux hizo unos dibujos mientras Rey lo entrevistaba. Al final, Rey le pidió a Borges unos poemas. Borges le dijo que se los daría; Franca volvió al día siguiente y Borges le dijo que sacara poemas de un cajón. Ella los tomó e hizo copias.

Abad fue a Mendoza a ver a Correas; a Buenos Aires, a encontrarse con Franca Beer y Guillermo Roux y a París, a hablar con Dominique Rey. Con los años surgieron contradicciones. Franca Beer dice que fue a ella a quien entregaron los poemas y Dominique dice que fue a él. "Yo creo que Borges se los dio a los dos", reparte Abad.

Pero entonces se convenció de que los poemas, eran en verdad de Borges. ¿Falta que los lectores y expertos piensen lo mismo? "Si quieren, yo ya estoy tranquilo", responde Abad.

Con el círculo cerrado, Abad y Correas escribieron sendos libros. Ahora ambos, con sus historias paralelas que se tocan en muchos puntos, fueron la sensación del Festival Malpensante que se hizo en Colombia. Hasta esta aparición de Héctor y de su padre asesinado con el poema en el bolsillo, los poemas estaban ahí, en un cuadernillo publicado hace 20 años.


El indiferente azul (I)

El esfuerzo realizado por el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince para probar la autenticidad de un poema de Jorge Luis Borges que estaba en los bolsillos de su padre, asesinado en 1987 por un grupo parapolicial, tiene una justificación que parece exceder la de rendir tributo a una memoria. Según el relato que publicó Clarín el martes pasado (30 de junio de 2009), Abad Faciolince ya había hecho mucho en pos de ese último objetivo: hace dos años, publicó el libro El olvido que seremos, para contar quién era el doctor Héctor Abad, abogado, defensor de los derechos humanos. Aunque el supuesto poema de Borges le había dado el título del libro, no le importaba especialmente. Sólo cuando se alzaron voces denunciando el texto como apócrifo, se preocupó el escritor en averiguar si era tal. ¿Su honor estaba en juego? ¿El de su padre? No parece. Si el asesinado doctor Abad guardaba ese poema, era porque lo daba por bueno en dos sentidos: por su contenido y en cuanto a la autoría. Estaba en su bolsillo y tenía las iniciales de Borges. El doctor no se lo atribuía a él mismo, desde luego. Tampoco su hijo intentó hacerlo pasar por obra de su padre. Fue más bien lo contrario: la mención de Borges desató un mínimo coro de protestas.

No contaremos los detalles. El escritor partió en pos del autor verdadero y encontró primero un falsificador que había publicado el poema alterándolo y atribuyéndoselo, y más tarde a los primeros editores, y por último a quienes habían tomado de mano de Borges la copia de este soneto que elogia al olvido y que no figura en ninguno de sus libros.

Se seguirá discutiendo. Los testimonios pueden convencer o no, pero una historia de dolor y minucias, bajo un azul indiferente, está escrita. Muchos se han dado a desmenuzar la obra buscando el sello del estilo. No agrego nada a esto último si digo que hay un verso en el poema que es marcadamente borgiano pero que no es de Borges enteramente: “Bajo el indiferente azul del cielo” evoca unas líneas de “Domingo a la mañana”, un complejo prodigio del poeta estadounidense Wallace Stevens (foto). Este profetiza allí que el cielo será, alguna vez, “una parte de trabajo y una parte de dolor (...) no este divisor e indiferente azul ”. Hubo algunas traducciones del poema en la Argentina. Alberto Girri hizo una. Otra la habían hecho Borges y Adolfo Bioy Casares y fue publicada en la revista Sur en marzo de 1944.

El indiferente azul (II)

Hace dos semanas, anoté que un verso del poema atribuido a Borges que apareció en un bolsillo del asesinado doctor Héctor Abad en 1987 podía estar citando a otro, de “Domingo a la mañana ”, una composición en ocho tramos del estadounidense Wallace Stevens.

Borges, junto con Adolfo Bioy Casares, había traducido este poema en la década de los 40. La versión apareció en marzo de 1944 en la revista Sur. Para nadie que lea “Domingo a la mañana”, de Stevens, en el original o en respetuosas traducciones, los calificativos aplicados al cielo en la tercera estrofa pasan sin pena.

The sky will be much friendlier then than now,/A part of labor and a part of pain,/And next in glory to enduring love,/Not this dividing and indifferent blue, escribe Stevens, lo que traducido por Alberto Girri es: El cielo será entonces más amistoso que ahora,/una parte de esfuerzo y una parte de dolor,/y cercano en la gloria el amor perdurable,/no este divisorio e indiferente azul,verso este último que Borges y Bioy traducen: “No este indiferente azul, que aleja”.

Y se trata de que el poema que según diversas evidencias Borges escribió, y el doctor Abad llevaba en su bolsillo, habla sin más del “indiferente azul ”.

Borges pudo o no haber escrito el poema que se le atribuye. El falsificador pudo imitarlo. Pudo incluso haber leído a Stevens y haber recordado su indifferent blue sin saber que Borges lo había traducido con Bioy. Pudo saberlo, incluso, y pudo haber adivinado que Borges lo habría usado si hubiese escrito el soneto póstumo.

Stevens era un pagano, Borges un agnóstico; para ambos el azul, metonimia del cielo, era indiferente en términos bíblicos.

Borges escribió mucho en defensa de la traducción y también tradujo –no tanto como otros poetas de los que después nacieron en esta tierra de traductores–. Sea que conocía ambos poemas o no, el supuesto falsificador tradujo la mente de Borges a su vez. Y si Borges fue el autor, usó en su creación aquel verso que había volcado al castellano con Bioy y que sin duda dormía en su memoria.

Esta pista, cierta o falsa, sobre la autenticidad del poema de Borges hallado en el bolsillo de un hombre asesinado sólo pudo aparecer, para aclarar o mezclar aun más la baraja, en un país como la Argentina, cuyos autores se dedicaron apasionadamente a la traducción como a una parte de su obra.

5 comentarios:

  1. hermoso post, intriga como para una novela. lo que si, una lástima que no hayan puesto links para poder acceder a las notas de clarin y al tan mentado poema.
    saludos
    me encanta este blog

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  2. La historia de Clarín es el primer artículo. Los dos siguientes son las columnas de Ñ. El material está completo. El link está hecho con el blog de Aulicino.

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  3. Interesante caso. Parece el borrador de un poema de JLB. Se acerca bastante, pero algo falta. Alterna versos que fácilmente podrían ser del Viejo ("No soy el insensato que se aferra / al mágico sonido de su nombre") con otros dudosos, y el remate parece casi de Hernández. También resuena en los primeros versos la multiplicación de "que". No sé. Diría que si lo escribió un falsificador, es de Borges, y si lo escribió Borges, es de un falsificador.

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  4. No conocía el poema de Wallace Stevens, ni sabía que Borges y Bioy Casares hubieran usado ya el adjetivo "indiferente" para el azul del cielo. Me parece un hallazgo importante y hermoso. Quisiera enviarles uno o dos ejemplares de "Traiciones de la memoria", un libro que salió hace algunos meses, y donde está el relato completo de mis pesquisas en busca de un autor y de un soneto. Como yo también he sido traductor, me gustaría hacerles este regalo. Es una forma de agradecer este nuevo hallazgo. Cordialmente, Héctor Abad F.
    hafaciolince@gmail.com

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