domingo, 29 de mayo de 2011

José María Valverde: "De apasionante, nada"

Felipe Pedraza Jiménez dialogó en 1984 con el traductor español José María Valverde. El resultado de esa entrevista fue publicado ese mismo año en la Nueva Revista de Enseñanzas Medias, Nº6, dedicada a “La Traducción y la Técnica”. La parte más sustantiva de esa conversación –la referida a la formación de Valverde como traductor y los gajes del oficio– se reproduce a continuación. 

José María Valverde

José María Valverde es conocido como poeta, filósofo, historiador de la literatura y traductor. Quizá sea esta última la faceta que le ha hecho más célebre. A partir de su versión de Ulises de Jarnes Joyce, el público culto vincula su nombre a esta monumental tarea que nos ha permitido leer en nuestra lengua y con garantía una de las piezas más revolucionarias de la literatura del siglo XX. Pero antes de Ulises,Valverde tenía ya una impresionante labor de traductor. Había vertido al castellano poemas de Rilke, Holderlin, Christian Morgenstern, Brecht, Maragall... Y en prosa, el Nuevo Testamento, todo el teatro de Shakespeare, Melville... Pocos son los traductores que pueden presentar una obra tan amplia y enjundiosa.

Sin embargo, nuestra entrevista no se circunscribió al ámbito de la traducción. Hubiera sido reducir y achicar la figura de nuestro entrevistado. Además hubiéramos tenido que rectificar constantemente el curso natural dela conversación. En nuestro diálogo se engarzaban 10s comentarios sobre la traducción, la crítica literaria, las consideraciones biográficas. La entrevista perdería su salsa y su sentido si al rescribirla hubiéramos cortado cuanto no encajara en el título estricto de este cuadeino monográfico. Creemos que la traducción, como todos los trabajos artísticos, se nutre de la personalidad y de la cultura toda, del que la realiza. De ahí que los grandes traductores sean al misrno tiempo personas destacadas de otros campos del arte y el saber. Nuestra entrevista se desarrolla en casa de José María Valverde, en un ático de la calle Aribau, cn la parte alta de Barcelona. Me ha citado para las tres y media de la tarde, la hora del café y de la siesta. Café hubo, siesta no.

José María Valverde es persona de pocas palabras. Tímido y retraído, afable y cariñoso, no nos inunda con la verborrea, buena o mala, a que tan propensos somos los profesores. Sin embargo, la conversación fluye. Pregunta tras pregunta, vamos entreviendo su personalidad, su manera de concebir la existencia, el trabajo y el arte.

Antes de empezar la grabación, nos advierte que no sabe si tendrá algo nuevo que decir sobre la traducción. Está muy reciente su conferencia y posterior coloquio en la Escuela de Traductores e Intérpretes de la Universidacl Autónoma de Barcelona. Estas intervenciones, un par de preciosos poemas y los artículos de amigos y discípulos, se han publicado en el homenaje que le han dedicado los Cuadernos de traducción e interpretación. El lector comprobará que nuestro diálogo va por otros derroteros menos técnicos y que puede servir de complemento a esta publicación. Sin mas preámbulos entrarnos en materia.

Una vida sosegada, dentro de lo que cupo
Empecemos  por su biografía. Tengo la impresión de que debe de ser apasionante.

José María Valverde se sorpreride ante mis palabras. Algo perplejo, pero con sentido del hurnor y una sonrisa brillándole en !os ojos, contesta:

–No, no. De apasionante, nada. No he combatido en ninguna guerrilla, no he estado en la cárcel, no me he divorciado. Creo que no es apasionante.

A continuación vamos conociendo los datos imprescindibles en una biografía académica. Nació en Valencia de Alcántara (Cáceres) en 1926: “Mi familia era extremeña y mi madre me llevó a nacer allí». Pero secrió en Madrid. En la capital vivió 23 años hasta que se desplazó a Roma como lector de español. En el 55 ganó la cátedra de Estética dc la Universidad de Barcelona, que hubo de abandonar en 1965.

–Sí, bueno, eso es evidente. Intentamos romper con el sistema. Fue un fracaso. Al final, dimos en Norteamérica, que es peor todavía; después estuvimos en Canadá...

Ese plural incluye a su familia y en especial a su mujer que nos acompaña en algunos momentos de la entrevista y que participa en alguna de las cuestiones que les planteo a los dos. Valverde parece un hombre muy hogareño, contento de vivir en familia.

¿Cuándo vuelve a España?
–En 1977. Es curioso: en mi expediente, como si no me hubiera ido nunca. Bueno, tuve que pedir excedencia el último año. Podía reincorporarme, porque ya había, empezado el curso en Canadá. Ese es el único hueco que hay en mi hoja de servicios. (Sonríe divertido)  He dejado de creer en el derecho administrativo.

Un poeta cristiano
Antes de ser célebre por sus traducciones, Valverde era conocido como
poeta ¿Es más poeta que traductor?
–Sí, sí, desde luego. La poesía es la base. Lo demás son subproductos.

En ocasiones se lo ha incluido en el grupo de Panero, Vivanco…
–Bueno, me han cambiado de generación unas cuantas veces.

–¿En cuál se encuentra más en su sitio?
–En ninguna. Estas cosas hay que decirlas porque los profesores tenemos que usar las generaciones. (Sonríe) ¿Qué sería de nosotros si no? Pero ...(Cambia de  tono y decide echar sobre otras espaldas la tarea de clasificarlo). Mi colocación, mi valoración histórica no es asunto mío. Si algo queda de mi obra, serán los demás quienes dirán cómo, en qué generación, en qué tendencia.

Se ha subrayado mucho la presencia de Dios en la  poesía de Valverde.
–Sí, para mi es lo esencial. Lo más importante en mi vida es llegar a ser cristiano. Pero sólo Dios sabe lo que somos. Yo espero que no sea una forma de engañarme. En este deseo de vivir el Evangelio he sido constante. Lo que ocurre es que las consecuencias prácticas han ido variando. Mi visión de la sociedad y del mundo han cambiado. Antes era vagamente fascista. Ahora, soy rojo. Por razones evangélicas, claro.

A algunos les puede parecer una paradoja.
–Eso es lo triste: que pueda parecer una paradoja. También la religiosidad está comprada por los que tienen dinero. Como todo. La iglesia entera está comprada, de Constantino para acá. ¿Qué le vamos a hacer'?

Insiste mucho en su vocación cristiana. ¿Es también católico?
–Sí, sí. Yo soy feligrés de mi parroquia.

La mujer de Valverde interviene para decirnos risueña:  «Somos católicos, pero enfadados con el papa». Lo dice con tanta gracia que el mismo Juan Pablo II hubiera  aceptado de buen humor el pequeño desplante.

O sea, que es un cristiano posconciliar antes del concilio.
–Yo creo que lo verdaderamente importante es el evangelio, no el concilio. En algunas cosas ei Vaticano II ha sido positivo, pero en otras... La palabra aggiornamento no fue muy feliz. El cristianismo nunca puede estar «al día». No se trata de eso.

Una asignatura difícil de encasillar
José Ma Valverde se queda pensativo. Parece que medita si se trata o no de ponerse al día, pero concluye que no, que no... Aprovechamos la pausa para abordar otro aspecto de su personalidad.

Recuerdo que un antiguo profesor mío (estudiaba yo el bachillerato superior)lo comparaba con Unamuno y decía que Ud. debería ser profesor de «valverdologia» ¿Qué hay de verdad en esta afirmación?
–Yo procuro ser un servidor de la asignatura. No les digo a mis alumnos cuáles son mis creencias ni mi filiación política. Eso sí, tengo la ventaja de que mi asignatura es muy difícil de encasillar.

–Ud. es poeta y critico literario. ¿Su afición a la literatura es derivación de su interés por la estética, o al contrario.?
–Yo creo que “al contrario”. A los diez años empecé a escribir verso. Todo lo demás ha sido subproducto y metalenguaje. (Lo de «metalenguaje» lo dice Valverde con un tono que roza la ironía y la parodia.) Pero, aunque la literatura sea para mí lo más importante, también me interesan mucho las artes plásticas, sobre todo la arquitectura.

–¿Y la música?
–También. Pero, como no conozco la técnica, como no sé leer una partitura, me encuentro un poco perdido. Aunque me gusta mucho, ¿eh?

“Para traducir bien, hay que oír al autor original”
En sus traducciones, Ud. da mucho relieve a la sonoridad...
–Si, yo he dicho que el traductor es como esos imitadores de los políticos. Trata de remedar las voces ajenas. Oír el texto es lo importante para traducirlo.

Entre los traductores y teóricos de la traducción existen dos tendencias. Unos ponen el acento en la reproducción del valor semántico de todas y cada una de las palabras, y otros se inclinan por la equivalencia funcional.
–Yo no veo el dilema. Yo oigo los textos y trato de imitarlos, de imitar su voz y, claro, de recoger su sentido.

Sin embargo, hay traducciones que no se pueden oír, porqur son horrísonas o, al menos, muy duras. Pondré algunos ejemplos ilustres y respetables. No dudo que Segalá ha traducido las palabras de Homero, pero no nos trasmite e1 tono.
–Es que yo no oigo a Homero. Mi griego no llega más allá de la coiné en que están escritos los Evangelios.
Con las traducciones de lenguas modernas ocurre lo mismo. La traducción
que Astrana hizo de Shakespeare.
-–La verdad es que cuando traduje todo el teatro de Shakespeare apenas miré el texto de Astrana, que, además, corta trozos cuando le conviene. Claro, mi traducción también es una traducción fracasada porque está en prosa. Esto la mata, pero, ¿qué remedio?

José María Valverde se queda pensativo un momento. Quizá esté imaginando cómo sería esa traducción ideal, en verso, de los dramas de Shakespeare.

¿Cuál es, en síntesis, su labor de traductor?
–En verso he traducido, sobre todo, del alemán. En prosa, me gusta más el inglés. Aunque mi griego es así, así (hace un gesto expresivo con su mano), he puesto en castellano el Nuevo Testamento. Del francés y del italiano no me divierte traducir. Son lenguas demasiado próximas a la nuestra. No tienen las dificultades que le hacen a uno disfrutar.

Sin embargo, encajar un soneto fruncés en otro ca.srelluno...
–Uf, eso es casi imposible. El alejandrino francés necesita 19 ó 20 sílabas en español. Con todo, Carlos Pujo1 ha vertido muy bien los Sonetos a Elena de Ronsard. Yo no soy capaz de traducir el verso francés. El inglés también resulta muy dificil. Las once sílabas shakesperianas se convierten en quince. ¿Como vamos a poner a Shakespeare en alejandrinos para que suene a Racine?

«El traductor tiene que vivir de su trabajo»
Hablamos de su proyecto de traducir todo el teatro de Shakespeare en verso. Para llevarlo a cabo necesitaba dedicarse en cuerpo y alma, y para eso era imprescindible una subvención que no consiguió. Seguimos a vueltas con los problemas económicos.

Ud. ha señalado entre las razones para no traducir del italiano que esos trabajos están peor pagados. ¿Se traduce por la paga?
–Uno empieza haciendo las cosas por amor, pero después se profesionaliza y tiene que vivir de su trabajo. Además el italiano tiene otro grave inconveniente: o es horriblemente fácil o es imposible. No hay término medio.

El  problema de los dialectos italianos es irresoluble para el traductor?
–Mira, incluso en muchos grandes escritores hay un leve toque dialectal. Un italiano lo percibe muy bien, pero no se puede traducir. En el caso de Pavese hay un ligerísimo sabor piamontés. Ese es el condimento. No hay modo de reproducirlo en español. El castellano es un idioma «centralista» (sonríe ante la palabreja y sus connotaciones) Bueno, tenemos las variantes hispanoamericanas con sus novedades léxicas y su peculiar sabor.

La traducción que más trabajo le ha dudo es la de Ulises de Joyce ..
–Sí, pero a mí me gustan más las Canciones de la horca de Morgenstem, un poeta humorístico alemán que murió en 1914. Lo he traducido en verso campoamorino, como había que hacerlo. Es divertidísimo y muy interesante como broma intelectual.

4 comentarios:

  1. Hace años adquirí la obra "Ulyses", de James Joyce, traducida por D. José María Valverde. Dada la fama de James Joyce, precursor de la novela moderna, intenté leerla en una primera ocasión y dejé de hacerlo en las primeras páginas. Volví a intentar su lectura en este pasado mes de Julio, pues era algo que tenía pendiente. Y me pasó lo mismo, había defectos de traducción, no sé si el traductor quiso trasladar al español la construcción literaria tal como está en el original inglés o hizo una interpretación personal de lo que pretendía decir y expresar Joyce en su obra. Estoy desorientado. ¿Me pueden hacer alguna aclaración?

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  2. Estimado José Gómez Blanco:
    Para responder a su pregunta, le recomiendo que lea en este mismo blog las entradas referidas a James Joyce, que podrá encontrar recurriendo al orden alfabético de la columna de la derecha. Sobre todo me parecen especialmente interesantes las de Juan José Saer y Carlos Gamerro, que podrán, sin duda, aclararle las dudas que le plantea Valverde.
    Cordialmente.

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  3. Estimado Jorge,
    Hace unos meses apareció en tu blog una nota sobre los traductores chilenos (HTTP://CLUBDETRADUCTORESLITERARIOSDEBAIRES.BLOGSPOT.COM/2013/06/DESPACITO-SE-VIENEN-LOS-CHILENOS.HTML)
    Te quería comentar que Oscar L Molina tuvo una gran trayectori8a editorial en Argentina. El fue quien abrió allá las casas editoriales de Grijalbo y Pomaire. Vivió en Bs As 17 años. Luego creó Per Abbat, la cual tuvo una fugaz existencia por el fallecimiento de quien la financiaba. Años más tarde creó en Chile la línea de ensayos de la editorial Andrés Bello, la cual tuvo presencia en casi todos los países de la región, incluído España.
    Molina y Valverde fueron grandes amigos. Y personas como Herralde, Sabaté (Urano) y muchos otros editores pueden hablarte de la obra de traducción de Molina.
    Y como anécdota. Fue Molina quien publicó como inédito a Ricardo Piglia con su famoso libro Respiración Artificial.
    Saludos


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  4. La traducción de José María Valverde de Ulises es excelente, sigue al autor correctamente y, lo que me desconcertó y fascinó al mismo tiempo, tira la toalla cuando hay que tirarla en un capitulo "intraducible", al menos la última parte, llegué a Joyce gracias a este gran traductor, por lo visto encasillarlo en ese término no es hacerle justicia

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