jueves, 30 de junio de 2011

Desgraciadamente, ratas hay en todas partes

El 26 de julio de 2009 –hace casi dos años– el periódico español El Público, con firma de Jesús Rocamora, publicaba el artículo que se reproduce a continuación. No se trata aquí de otra cosa que de la vigencia que tiene la impunidad de los editores, tanto en España como en el resto del mundo, cuando procede con la labor de los traductores, como si no existieran leyes que la regularan. De ahí la pertinencia de esta noticia. De ahí el sentido de retener los nombres de Ediciones Urano y Planeta.

¿Quién se comió el queso del traductor?

"Obviamente, bombazos como El señor de los anillos, Harry Potter o Ken Follett hay muy pocos. Y hay que tener en cuenta que para llegar a cobrar derechos de autor, un libro tiene que superar, más o menos, los 60.000 ejemplares vendidos; lo cual son muchos ejemplares si tenemos en cuenta que la tirada media de un libro está entre los 4.000 o 5.000 ejemplares", reconoce Robert Falcó, del estudio de traductores Anuvela.
Según la Ley de Propiedad Intelectual, los traductores son autores y, como tal, reciben un porcentaje de la explotación de derechos. Sin embargo, "aún hay editoriales que no hacen contratos de traducción o que no especifican el porcentaje de derechos de autor que nos corresponde", avisa Falcó.

Un pelotazo no esperado
¿Quien se ha llevado mi queso?
El caso de Montserrat Gurguí ha sido uno de los más sonados: aunque no se considera traductora de best sellers porque de los 120 libros aproximadamente que ha traducido en 23 años de carrera, sólo el 5% le ha dado derechos. Su mala experiencia viene precisamente de uno de esos superventas por los que nadie parecía apostar: ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson (Ediciones Urano). "Lo hice sin contrato, gracias a una modalidad que contempla la LPI que se llama a tanto alzado y por la que el traductor cobra lo estipulado (por página) y el editor sólo puede sacar una única edición. Si quiere sacar más, debe hacer contrato".

El libro se publicó por primera vez en febrero de 2000. En otoño de este año, Guiguí vio que iba por la octava edición y que empezaba a aparecer en la lista de más vendidos. "En La Vanguardia se decía que se habían vendido 100.000 ejemplares. Me puse en contacto con el editor, le dije que la edición estaba fuera de la ley y le invité a que regularizáramos la situación. Me aseguró que él no creía en los contratos, como si fuera una cuestión de fe".

Después de un tira y afloja, pactaron un 0,50% de royalties y firmaron un contrato en noviembre de 2000. Pero en Navidades del mismo año, había otra edición en la calle con el nombre de otro traductor. "Era prácticamente igual que la mía. Se habían dedicado a cambiar cuento por relato, luego por después, etc. El autor de la nueva traducción era un colaborador de la casa, amigo personal del editor. Se había saltado el contrato en función de una cláusula que llevan todos los contratos y estaba explotando otra traducción. Lo rompió y tuvo que indemnizarme".

Un clásico sin derechos
Tolkien y su versión española
Falcó recuerda también "uno de los casos más sangrantes", el de Matilde Horne, traductora de Las dos torres y El regreso del rey, de la trilogía El señor de los anillos. Horne que murió a mediados del año pasado recibió tan sólo el pago de 6.000 euros en concepto de derechos de autor por sus traducciones cuando el editor Franciso Porrúa vendió Minotauro al gigante editorial Planeta. "Y cuando reclamó a Planeta, le ofrecieron 1.200 euros al año", recuerda Falcó, que propone jugar con los números: "Imaginemos que en 2001 [tras el boom de la primera película] se vendieron 500.000 ejemplares y que cada uno podía costar unos 20 euros. Eso equivale a 10.000.000 de facturación". Si le hubieran pagado "un simple 0,5%, el total asciende a 50.000 euros en concepto de derechos de autor. Y eso sólo teniendo en cuenta lo que debería haber cobrado en el año 2001".

Posteriormente, y gracias a la intervención de las asociaciones de traductores, Planeta acabó liquidándole los derechos que le correspondían desde la compra de Minotauro.

Inglés en las alpujarras
Chris Stewart, el escritor que fue batería de Genesis
Gurguí subraya un caso reciente y "muy flagrante de impagos y malos tratos": el de Chris Stewart, batería del grupo Genesis, británico enamorado del paisaje de Las Alpujarras al más puro estilo de Gerald Brenan. Stewart publicó en 1999 Driving among lemons. An optimistic in Andalucía, un best seller en Reino Unido y EEUU que en España ha sido editado por Almuzara bajo el título Entre limones.

Según denunciaba el propio autor a El diario de Córdoba en febrero, no ha cobrado "nada" por el libro, que en España ha vendido 250.000 ejemplares. Es la cabeza visible de una situación con el grupo Almuzara que, según ACEtt asociación fundada en 1983 para defender los intereses y derechos de los traductores de libros afecta a nueve de sus afiliados.

1 comentario:

  1. por la parte que me toca y la cuenta que me trae:
    en el caso matilde horne, no fueron LAS asociaciones de traductores las que consiguieron que matilde cobrase las liquidaciones correspondientes a los beneficios generados por la venta de sus traducciones a partir de la compra de minotauro por planeta sino solo una: ACEtt.
    se ha de decir en descargo de la gente que entonces dirigía el departamento de derechos de autor de planeta que las negociaciones fueron fluidas y ágiles, habida cuenta de la avanzada edad y el frágil estado de salud de matilde.
    en cuanto a urano, ha corrido agua bajo el puente y la empresa ya no es la misma que en 2000.
    ojo con los nombres y las etiquetas. no pretendo salir en defensa de los editores, pero tampoco juzgarlos y condenarlos por cosas que no han hecho o han corregido. planeta suele ser muy refractaria a las reparaciones y hace las cuentas casi siempre a su favor, pero cuando rectifica vale la pena decirlo porque son cosas que sientan precedente y ayudan a hacer valer nuevas reclamaciones.
    el caso almuzara también fue sonado; la mayoría de los traductores acabó cobrando lo adeudado, aunque con dificultad y mucho ruido de fondo; recurrieron a todas las maniobras de distracción posibles e incluso al divide y vencerás, pero la cohesión del grupo de reclamantes fue ejemplar y decisiva. también aquí tuvo ACEtt un papel relevante.
    de lo que se trata, por tanto, es de no llorar por lo mal que estamos sino trabajar, cada cual desde su bujero, para reclamar y conseguir lo que es justo y nos pertenece.

    ResponderEliminar