viernes, 10 de junio de 2011

Tagore en lista de espera

Jorge Luis Borges sentía una tirria especial por Rabindranath Tagore, a quien calificó de "un poeta de tercer orden que sólo se caracterizaba por vestir una túnica celeste. Para mí –y no sé cuántos millones de indios habrá–, cualquiera de ellos podría haberse llevado el premio Nobel de literatura". No conforme con ello, luego lo tildó de "tramposo de buena fe, invención sueca". La investigadora ecuatoriana María Elena Barrera-Agarwal, en cambio, ve la influencia de Tagore en muchos autores de lengua castellana y reclama una traducción integral de su obra. Así se lee en el artículo que publicó en Letras libres, de agosto de 2004.

María Elena Barrera-Agarwal es abogada, ensayista e investigadora, residente en Nueva York. Ha publicado La Flama y el Eco (Ediciones Sarasvati, 2009), Jornadas y Talentos (UESS, 2010), y Merton y Ecuador, la búsqueda del país secreto (PUCE, 2010). Ganadora del Premio Nacional Aurelio Espinosa Pólit (género ensayo), 2010, Ecuador.

Traduciendo a Tagore

En 1680 escribió Dryden, en la introducción a su versión inglesa de las epístolas de Ovidio, que tres tipos de traducciones son posibles, la literal, la parafrásica y la imitativa. La literal se empeña en reproducir el texto de manera exacta, palabra por palabra. La parafrásica busca transponer el significado y la forma de la manera más fiel posible, sin someterse a las limitaciones de la literalidad. La imitativa, finalmente, percibe el texto como un punto de partida, cuyo significado precisa trasplantarse al idioma receptor sin que drásticos cambios en forma y estilo sean impedimento. Obviamente, las tres modalidades entrañan peligros. 

Cuando la traducción no se efectúa directamente del idioma original sino de otra traducción, los riesgos se amplían. Ejemplo al punto, las famosas versiones castellanas de las obras de Rabindranath Tagore, difundidas bajo la autoría de Juan Ramón Jiménez. La lengua materna de Tagore era el bengalí. ¿Cómo pudo Jiménez, quien desconocía esa lengua, verterlo al español? En la respuesta a esa pregunta se encarna una saga que involucra dos poetas epónimos, una intelectual injustamente olvidada, tres idiomas y tres continentes. En medio de tal diversidad un genio literario común y una misma disposición internacionalista actúan como factores de unificación.

El bengalí es el lenguaje originado en la región dividida en la actualidad entre Bangladesh y el estado de Bengala del oeste en la India. Tal idioma posee una musicalidad extraordinaria. Como en el caso del hindi, las raíces del mismo se encuentran en el sánscrito. Los elegantes símbolos con los que se escribe son similares, sin ser idénticos, a los del alfabeto devaganari. Los bengalíes poseen una particular sensibilidad hacia la poesía; no es extraño encontrar personas que pueden recitar versos de memoria sin duda ni olvido. En toda la India Tagore es reconocido como un vate superior. En su tierra natal, su estatura es todavía mayor. Para la vasta mayoría de quienes hablan el bengalí como lengua materna, sean hinduistas, musulmanes o cristianos, él es el poeta por antonomasia. Se trata de una suerte de Carrera Andrade para los ecuatorianos, Rimbaud para los franceses o Whitman para los estadounidenses. Como con esos bardos, su presencia en el panorama de las letras marca claramente un antes y un después, redefiniendo el oficio del poeta y su conexión con los lectores.
Tagore redactó sus textos en bengalí. Los mismos son de una amplitud insospechada. Una edición integral aún se halla en curso, luego de la publicación de más de veinte voluminosos tomos. De este acervo, una modesta parte se halla vertida al inglés. Las primeras y más difundidas traducciones fueron efectuadas por Tagore en persona gracias a su profundo dominio de la lengua de Shakespeare. Los volúmenes resultantes le granjearon la admiración de personajes como Keats y Pound, y crearon las condiciones que pondrían en sus manos el Premio Nobel de Literatura en 1913.

Siendo Tagore el autor de las traducciones, se podría pensar que las versiones de sus textos, inglesa y bengalí, son idénticas. Nada más alejado de la realidad. Como el profesor William Radice y otros muchos especialistas han puntualizado, ellas difieren en múltiples aspectos. Obviamente el genio de Tagore no habría podido rebajarse a una mera traducción literal. La paráfrasis tampoco pareció adecuada a sus intenciones humanistas. La versión inglesa, en consecuencia, es una adaptación cuidadosamente elaborada para ser accesible a un público foráneo. En ella, los poemas son transpuestos al verso libre o incluso a la prosa. Las referencias a objetos, leyendas y hechos locales son o eliminadas o modificadas para hacerlas comprensibles. Las alusiones místicas hinduistas son transmutadas para tornarlas inteligibles a una cultura distinta.

Las traducciones de Juan Ramón Jiménez tienen por base los textos ingleses de pluma de Tagore. Aunque Jiménez era capaz de comprender y expresarse en inglés, su dominio de esa lengua no alcanzaba el nivel necesario para una traducción de tal complejidad. El obstáculo, al parecer insuperable, fue superado gracias a la ayuda de Zenobia Camprubí Aymar, su esposa. Como en tantos otros aspectos de la vida de Jiménez, ella sería la figura clave e indispensable a la hora de verter los versos de Tagore al español. La familia Aymar era originaria de Puerto Rico. El hermano de Zenobia, José, fue uno de los pioneros de la prensa hispana en Nueva York.

Zenobia, educada en Estados Unidos, dominaba perfectamente el castellano y el inglés. Tal conocimiento le permitiría traducir la obra de Tagore. Una investigación del profesor Howard Young en el Archivo Histórico de Madrid efectuada hace casi una década puso en evidencia la manera en que, tomando como base la traducción de Zenobia, Juan Ramón Jiménez refinaba el texto y le brindaba su configuración final. Igual que con Tagore, el producto de su labor ni era literal ni parafraseaba los poemas. Con el objetivo de comunicar la esencia poética del hindú, forjó una adaptación a las formas poéticas e idiosincrasia hispanas. Young llega a sostener que, de hecho, Jiménez y Zenobia crearon un Tagore andaluz.

Tagore se constituyó en mensajero de sí mismo, fiel a su magna vocación cosmopolita. A su vez, Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez serían sus auspiciosos heraldos en habla hispana. Por su intermedio, Tagore influiría generación tras generación de escritores, incluyendo al trío del Nobel integrado por Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Octavio Paz. En el crisol de sucesivas traducciones, es evidente que el mensaje original no sólo no se perdió, sino que fructificó de modo insospechado. A pesar de ello, no deja de ser fascinante el considerar que una cantidad inmensa de poemas, ensayos y ficción de Rabindranath Tagore permanece fuera del alcance de los lectores de lengua castellana, a la espera de alguien que los vierta al idioma de Cervantes. -

2 comentarios:

  1. Estimado Jorge,

    Le escribo para agradecerle por su gentileza de reproducir mi artículo sobre Tagore en el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires - un blog por el que tomo la oportunidad de felicitarlo.

    He encontrado particularmente interesante que lo haya precedido de los comentarios de Borges. Lo paradójico de esos juicios es que en verdad Borges nunca leyó al verdadero Rabindranath, al Rabindranath bengalí, no decantado o modificado por sus propias traducciones y por aquellas de Jiménez y Camprubí.

    Ello desde luego no implica que la lectura de traducciones directas y fieles de la vasta obra de Tagore hubiera impresionado favorablemente a Borges, de haberse dado. Pero es fascinante considerar que la incomodidad de éste tal vez se derivaba de una percepción inconsciente de que la versión castellana no correspondía a la expresión original del bengalí.

    Tanto en el caso de Tagore como en el de muchos otros escritores indios - de lengua bengalí y de otros idiomas del subcontinente - hay un acervo enorme de literatura que está fuera del alcance del público hispanohablante por falta de traducción al español. Ojalá y en algún momento las cosas cambien.

    De nuevo, mi gratitud y mis saludos cordiales,

    María Helena

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  2. Jorge Fondebrider12 de junio de 2011, 2:04

    Estimada María Helena:
    El gusto y el agradecimiento es nuestro. Lo que usted dice, más allá de Borges y de sus opiniones, es cierto. Una de las razones de ser de este blog es abogar porque esas versiones –y tantas otras que nos son necesarias– efectivamente lleguen al público de lengua castellana. Le ruego, entonces, que sigamos en contacto y que, de tener novedades a este respecto, nos las haga saber. Y otro tanto le digo para todo lo que tenga que ver con la traducción en su país y los traductores ecuatorianos.
    Un saludo muy cordial.

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