miércoles, 20 de julio de 2011

Soretes mal cagados, no sean pelotudos y hablen bien, que no cuesta un carajo y trae un beneficio de la san puta.

Pablo Calvo publicó el siguiente artículo el domingo 17 de julio pasado en el diario Clarín. Aquí se recogen las opiniones de la escritora y docente Ángela Pradelli, la señora Ivonne Bordelois y Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, a propósito de la exacerbada costumbre argentina de putear y carajear. Al que le moleste que este blog aborde  la cuestión, se puede ir a la mierda en bote.  

Maestros del idioma
preocupados por la andanada
de insultos y palabrotas

No hay ni un solo insulto en Medianoche en París. El protagonista, un escritor frustrado, es recogido en un taxi antiguo que lo lleva al pasado, donde la vida es una fiesta. Se encuentra allí con Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Pablo Picasso y Salvador Dalí, cultores de la belleza de las palabras, las formas y los colores. Woody Allen está detrás de las cámaras de esa ficción.

Los protagonistas cruzan diálogos en inglés, francés y español, pero ninguno acude al desborde.

Hasta anoche, la película tuvo, en la Argentina, 250 mil espectadores. El video del Tano Pasman, en cambio, fue visto por cuatro millones de personas. Filmado en su intimidad, este hincha de River putea, carajea y manda a todo tipo de lugares a jugadores, dirigentes, rivales y hasta a sus propios padres. Sus palabras se ensombrecen también de racismo.

¿Por qué la violencia verbal produjo esa atracción? ¿Qué es lo que sucede con el lenguaje de la sociedad? ¿Cuál es el motivo por el cual un cantor que vive de las palabras elige de las peores para expresarse? ¿Por qué vuelan por el aire tantas expresiones envenenadas? “Las palabras circulan y hay mucha gente que puede sentirse ofendida y mucha gente que tendrá que reflexionar hasta qué punto sus palabras ofenden.

Las palabras también pueden ser una herida”, advierte la escritora Ángela Pradelli, autora del libro La búsqueda del lenguaje.

Experiencias de transmisión.
Ella es una trabajadora de las palabras y todo lo que sabe lo reparte como porciones de pizza entre sus alumnos secundarios. Hay veces que la tabla le vuelve vacía, y ella se preocupa: “En la escuela, hay muchos enunciados que discriminan al otro y estoy hablando de los docentes y los pibes también. Cuando uno plantea esa cuestión como algo a resolver –porque el lenguaje con el que vos hablás también habla de vos–, no lo entienden”.

“El presente es un tiempo donde están todos los tiempos, el pasado y el futuro. Si no reflexionamos hoy sobre el nivel de agresión que sobrevuela, los insultos, el griterío exacerbado del hincha y la reproducción de eso que hacen los medios, podemos quedar atrapados en un pantano”, se despide Pradelli, por teléfono, antes de entrar a ver la película de Woody Allen, que juega con el buen decir y el viaje a través del tiempo.

En este presente, vuelan palabras con el filo de las dagas. Maradona que pide que se la chupen; Fito Páez que siente “asco” por los que piensan distinto; Luis D´Elía que odia “a los blancos” y vincula a los “paisanos” con la corrupción; Hebe de Bonafini que llama “hijos de puta” a bolivianos y “turros” a los ministros de la Corte Suprema; Chiche Gelblung que califica como “sorete humano e intelectual” al filósofo José Pablo Feinmann; las vedettes que se bombardean; panelistas y bailarines que se menosprecian por la condición sexual.

“La televisión ha puesto el insulto de moda. Es una gran cloaca, muy degradante, me da la impresión de que estamos tocando fondo”, señala Ivonne Bordelois, poeta, ensayista y lingüista de 24 quilates.

Estudió en La Sorbona y escribió en la mítica revista Sur, pero hace zapping como cualquiera. Es así como vio al Tano Pasman y analizó sus puteadas: “La blasfemia tiene más eficacia en un contexto más llano. Cuando el insulto se generaliza hasta ese punto, se pierde la noción de contraste y lo que se consigue es desfondarlo de eficacia. En catarata, la respiración se vuelve imposible, pero no son puteadas bien puestas”.

“Es cierto –admite ahora– que hay innovaciones: de pronto, este señor famoso dice “la puta que me parió”, yo nunca había oído el insulto a la propia madre. Y me llamó la atención “la concha de tu hermana” repetido varias veces, no sé por qué se apunta a la hermana, cuando el objetivo siempre era la mujer o la madre”.

Madame Ivonne –como la llamarían en la película que nos acompaña en esta nota– considera que el debate político centrado en el asco que siente Fito Páez “es terrible, porque, con tanto griterío, parece un corral de ratas”.

“El que insulta tendría que ver primero desde dónde lo hace. Se dice ‘esto es un asco porque es ineficiente y corrupto’, pero también otros pueden pensar que el que lo dice también representa algo que es ineficiente y corrupto”, agrega.

A Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, le brotaron cinco mil palabras bajo el título El tobogán de la guasada.

Aquí las ideas principales: “El poeta latino Juvenal decía: ‘La indignación genera versos’, y él, caliente por los sucesos coetáneos, componía notables sátiras. Dicho de otro modo: en el creativo, la irritación genera obra personal y valiosa; en el mediocre, en el vulgar, engendra insultos, descalificaciones groseras y puteadas.” “Los insultos se suceden concatenados y en trenza.

Los medios ejercen docencia: si un DT cae en la brutal grosería de difusión mundial, deja su marca, y otros se van sintiendo habilitados a ensayar su brulote. Vergüenza, por nuestra opuesta realidad, me dio que la hermana Academia de Letras del Uruguay, le diera una distinción al maestro Tabárez por su gobernado e impecable decir”.

“La crispación se transmite, como corriente eléctrica, y más cuando se habla por micrófono encadenado. La reiteración de lo chabacano, si no hemos sido educados en pensamiento crítico para ponerle coto, genera habitud e imitación. Un refrán final: ‘Tanto anda uno con la miel, que algo se le pega’. lo que no dice el refrán es que lo mismo pasa con la brea”.

4 comentarios:

  1. llamemén quisquilloso pero, con todo el respeto que me inspira este blog, no puedo dejar de observar en él y señalar consiguientemente una preocupante tendencia, espero que ocasional y no progresiva, a poner titular algunas de las entregas a la ligera, a la san facón, a la se me importa un pomo. y todo tiene un límite, aunque a veces, máxime con los tiempos que corren, algunos se lo salten como si tal costra.
    ese límite ha llegado, en lo que a mí me concierne, con el título de la presente entrega. cómo es posible tamaña dejadez, tamaña falta de rigor, tamaña saña (que no hazaña), tamaño baño y escaso don de la oportunidad: todo el mundo sabe que hablar bien, además de no costar un carajo, trae un beneficio de la RE san puta.
    a ver si nos esforzamos un poco más, pedazo de forros! dicho esto sin acritud ninguna de por medio, se re súper entiende.
    las gracias se las meten ya saben uds dónde.

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  2. Andy: con el respeto que me merecés, ¿por qué no te vas a cagar? Un abrazo re-fraterno.

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  3. ¿No podría la ilustre real academia argentina colgar aquel memorable opúsculo del gran Quevedo llamado “Gracias y desgracias del ojo del culo” donde habla extensamente de lo que parece hablar y así la terminan con estas pavadas moralistas. Y además me pregunto qué tiene que ver el señor Pasman con la película de Woody Allen. No sé, es como comparar dinosaurios con monjas y después decir, qué raro, hay más monjas que dinosaurios.

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  4. Estimada María:
    Lamento decirte que la confundida sos vos: aunque anden en camioneta y pretendan entender el mundo de hoy, las monjas son dinosaurios.

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