martes, 11 de octubre de 2011

La traducción de poesía (2)

Segunda parte de las reflexiones de Francisco Javier Uriz Echeverría en El Trujamán. Esta vez, la entrada corresponde al 4 de agosto pasado.

Brillantes metáforas

Una de las razones que mantienen viva la idea de la imposibilidad de la traducción es la brillantez y variedad de las metáforas o imágenes que se utilizan para demostrarla.
En vísperas de un encuentro internacional de poesía celebrado en Malmö, Lasse Söderberg, poeta y gran traductor de poesía, especialmente de poetas hispanohablantes, que ha hecho disfrutar a los suecos de la poesía de Lorca, dedicaba estas palabras a la traducción de poesía:
Traducir poesía es como arrancar los pétalos de una rosa, colocarlos sobre un papel y decir: Miren qué bella es la rosa. Pero todos ven que aquello ya no es una rosa, lo que antes era una hermosa flor no es ahora más que unos pétalos que pronto se van a marchitar.
Evidentemente ves que aquello es un desaguisado y que el autor de la masacre es eso, el autor de una masacre, un floricida. Pero, claro, la diferencia es que el poema no es una rosa sino un texto formado con palabras colocadas, ellas sí, en su soporte natural, un papel, en un orden determinado, palabras que nos transmiten sentimientos, belleza, conocimientos, y que en la traducción debemos sustituir por sus más próximos equivalentes y lo que ponemos, negro sobre blanco, no son pétalos sino palabras.

Es como arrancarle los dientes a tu amada y ponerlos sobre la mesa para analizar su sonrisa. Una pesadilla.

Me entró un escalofrío cuando leí en el poeta noruego Georg Johannesen lo que era inquietante posibilidad para Lasse Söderberg:
Mira, estoy sentado remendando una rosa
que alguien ha hecho pedazos
y puntada tras puntada se me van marchitando las manos
Quizá sea más prosaicamente exacta la imagen que da el gran poeta polaco Zbigniew Herbert del trabajo del traductor de poesía.

Traduciendo poesía

Como un torpe moscón
aterriza en la flor
el delicado tallo cede
él se abre camino entre hileras de pétalos
que son como páginas de diccionario
e intenta introducirse
donde están el perfume y la miel
y aunque está resfriado
y no siente el sabor
él persevera
hasta golpear con la cabeza
contra un pistilo amarillo
pero aquí se termina
sencillamente no se puede
a través de la corola
llegar a las raíces
así sale el moscón
muy orondo
zumbando con fuerza:
Yo he estado dentro
Y a los que no le creen
les muestra su nariz
amarilla de polen


(Traducción A. Nowak, versión Francisco de Oraá)

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