lunes, 17 de octubre de 2011

Una de librerías en Cataluña (que, por cierto, es parte de España)

Con firma de Xavi Ayén, la siguiente noticia se publicó en La Vanguardia, de Barcelona, del día 17 de septiembre pasado. En ella se explica cuál es la situación de las librería de la región, cuáles sus ventas, cómo se planta en libro en papel frente al libro digital  y qué consecuencias trae el desembarco de Amazon.es.

Las librerías resisten

Las librerías resisten. Sí. Pero ¿resisten a qué? En realidad, afirman sus responsables, no hay gigantes que hayan llegado todavía a combatir contra ellas, más allá de las feroces dentelladas de la crisis de consumo. Ni Amazon.es ni los libros digitales provocan, de momento, daños perceptibles a lo recaudado en caja. ¿Por qué cierran las librerías, pues? Primero, porque la crisis deja menos dinero en los bolsillos de los compradores, y las ventas han caído el 20% en los dos últimos años. Y, después, porque otras librerías grandes –las cadenas– se instalan en su barrio, porque les suben el alquiler del inmueble o porque las generaciones jóvenes no quieren seguir el negocio del padre. Esas son las principales preocupaciones y amenazas del presente que apuntan los libreros consultados. En este sentido, la irrupción en España –el miércoles pasado– de Amazon, el gran gigante de la venta por internet, no supone un cambio en las reglas del juego, pues su oferta no es muy diferente de la que se encuentra en otros portales que ya llevan años funcionando, como, por ejemplo, elcorteingles.es, fnac.es, casadellibro.com, o las webs de librerías como laie.es, llibrerialacapona.cat, lacentral.com, llibres.cat... y decenas de otros que ya incorporan la compra por internet.

Amazon.es ha abierto ya, y aunque es prematuro hacer balance, sus primeros usuarios se quejan, básicamente, de tres cosas. Uno: no hay libros electrónicos ni dispositivos Kindle, por lo que hay que seguir comprándolos en Estados Unidos. Amazon ya ha dicho que piensa subsanar pronto esa falta. Queja número dos: los precios no son tan baratos como se preveía, ya que los libros deben venderse, por imperativo legal, al precio fijo que marca el editor y el resto de productos –cine, electrónica, informática, música, juguetes, relojes...– no ofrece grandes descuentos. Además, si el pedido de libros es inferior a 19 euros se pagan gastos de envío. Y tres: el stock es pequeño y, a los pocos días de entrar en funcionamiento, ya hay varias decenas de títulos agotados.

Guillem Terribas, de la Llibreria 22, de Girona, opina que no hay que temer un gran impacto: "Hace tres años, se decía que los e-book iban a matar el papel. Pues yo, el primer año, vendí cinco soportes para libro electrónico; el segundo, cuatro; y este año ya no he vendido ninguno. Amazon ya existía, había gente que compraba en sus páginas de Francia, Inglaterra o EE.UU. libros que aquí no habían llegado o eran difíciles de encontrar, de hecho yo mismo he aconsejado a varios de mis clientes que compraran allí determinadas cosas, algunas novelas en otro idioma, por ejemplo, que les saldrían más baratas que si se las pido yo. No parece que vaya a ser un gran cambio. El gran cambio de verdad es que Amazon, que ha hecho del libro electrónico una de sus señas de identidad, ahora ha creado una editorial... para publicar libros ¡en papel! Esto me parece maravilloso, y la certificación de que al papel le espera una larga vida. De Amazon se hace una publicidad gratuita tal vez algo exagerada".

La diversidad catalana.
Pero, por si acaso, las librerías se organizan. Actualmente, hay 900 puntos de venta de libros en Catalunya, de los cuales unos 400 son librerías, es decir, un 5% menos que hace cinco años. Pero, juntas, esas librerías concentran el 50% de las ventas. Antoni Daura es el responsable de Llibres Parcir, en Manresa, y además preside el Gremi de Llibreters. Apunta que la fortaleza de estos comercios es superior en Catalunya porque "hay una red de centros territorialmente homogénea, con muchas ciudades de 5.000 y 10.000 habitantes con librería, mientras que en el resto de España se concentran en las capitales de provincia, pero no hay en las poblaciones pequeñas".

Terribas opina que "la crisis también afecta a los hoteles, las tiendas de informática, de moda o a los periódicos... Hemos vivido crisis que golpearon sobre todo a la clase obrera, que, como no lee demasiado, no tuvo un impacto en nuestras ventas; otras crisis han tocado más a las clases muy altas, que tampoco leen. Pero esta crisis afecta a las clases medias, y esas son nuestra clientela, por lo que nos resentimos, como también los cines o los restaurantes". Para Terribas, "las librerías sufrimos una crisis permanente, aceptable, es falso el discurso catastrofista que augura nuestra desaparición, no se basa en datos reales".

El gremio que preside Daura anda enfrascado en tratos con el ICIC, un organismo de la Generalitat, y tienen ya a punto el lanzamiento de un sello de calidad para librerías, como una garantía que identifique a los establecimientos comprometidos con unos estándares altos de calidad, una especie de denominación de origen para la venta de libros. El portal e-llibreries.cat, asimismo, permite conectar con todas las librerías agremiadas, y facilita que aquellas que no tienen web puedan tenerla. "Amazon genera una cierta inquietud –reconoce Daura– porque es competencia pura y dura, con unos medios y una imagen de marca muy fuertes, pero si conseguimos que se respete la ley del libro, trabajarán en nuestras mismas condiciones, con los mismos precios. Ellos lo hacen a regañadientes porque en EE.UU. no existe el precio fijo, pero las experiencias de Alemania o Francia indican que han respetado la ley. El miedo es que, si la gente se acostumbra a comprar ahí, consigan una posición de fuerza que les permita hacer una presión que desemboque en la ruptura de las reglas del juego, o en imponer condiciones a los editores, como ya hacen en EE.UU. De momento, parece que no es así". El precio fijo garantiza la diversidad cultural al permitir que editores minoritarios puedan publicar títulos que solo venden unos pocos centenares de ejemplares, que se distribuyen en pequeñas librerías, que no podrían resistir la competencia de los descuentos gigantes.

La lucha de siempre.
Marta Ramoneda y Antonio Ramírez, libreros de La Central, ven la actual crisis como algo que viene sucediendo "desde hace al menos doscientos años, pues el mundo del libro se ha estructurado siempre a partir de la oposición de, por una parte, un puñado de grandes corporaciones y un sinnúmero de medianas y pequeñas empresas, por otra; las primeras con estrategias agresivas de crecimiento pero movimientos lentos de paquidermo, las segundas con creatividad, imaginación y aunque sin recursos con movimientos rápidos de gacela". La irrupción en el mercado de gigantes económicos como Apple, Google y Amazon parece que "podría provocar un tal desbarajuste en el sistema que nada volviera a ser lo mismo". Pero, sin embargo, ellos creen que el precio fijo y la emoción de comprar un libro tras tocarlo, en un establecimiento con otros muchos objetos, otorgan a las librerías una garantía de subsistencia.

Daura ironiza: "Parece que España tenía la necesidad de que llegara Amazon, pero esos libros ya se pueden adquirir en otras muchas webs. EE.UU. es un país muy grande, donde el comercio de proximidad no ha existido nunca, plagado de barrios y ciudades dormitorio". Justamente un norteamericano, el escritor David Vann, último premio Llibreter, pidió este año a los europeos que "sigan defendiendo su modelo, porque los americanos hemos perdido las librerías de barrio". El sistema de libertad de precios tiende, inexorablemente, al oligopolio de unas pocas empresas. Para Ramoneda y Ramírez, "en países europeos donde existe una ley de precio fijo, como en Francia y Alemania, Amazon ha ganado cuota de mercado de manera mucho más lenta respecto a como lo ha hecho en los países anglosajones, donde el descuento está permitido sin límites. Los descuentos agresivos sobre las novedades más importantes han sido una de sus principales armas de penetración. Con ella se ha enfrentado no sólo a las cadenas americanas, como Borders y Barnes & Noble, sino también a las cadenas de supermercados como Wal-Mart o Tesco, en Inglaterra. De esta guerra ha salido derrotada la segunda gran cadena americana, Borders, y la primera inglesa, Waterstone, está bastante tocada. En los países con precio fijo, dónde el descuento máximo es el 5%, los envíos sin gastos de transporte son el arma más peligrosa para el resto de librerías con venta on line; son condiciones que los demás no podemos afrontar de ninguna manera: suponen vender por debajo del coste. Siendo un arma importante, no resulta tan mortífera como el descuento libre".

Daura advierte, además, que "socialmente este tipo de empresas dejan poco beneficio en el país donde actúan, ya que tienen su sede social en otro estado, donde pagan sus impuestos, incluso hay algunos casos en que la tienen en paraísos fiscales. Lo que hacen es legal, pero unos estamos aguantando la crisis con una actividad que deja impuestos en España, y otros no". 

"Los mediterráneos tocamos".
La otra arma de los libreros es lo que Ramoneda y Ramírez llaman "la fuerza del directo": "A diferencia de lo que ocurre en los países anglosajones, para muchas personas la compra on line no sustituye enteramente la práctica social de comprar en espacios físicos, entrando en contacto con personas reales. Para muchos, comprar es algo más rico que satisfacer simples necesidades, en especial cuando se trata de comprar bienes culturales o simbólicos. Así que, en los países mediterráneos, para mucha gente, la compra a través de internet es una modalidad alternativa y complementaria que no sustituye plenamente la experiencia de compra en espacios físicos".

¿Tan peligroso resulta Amazon? Para los libreros de La Central, "los mismos editores que hoy celebran la llegada de Amazon deberían pensar que el riesgo inmediato es la capacidad que tienen tanto Google como Amazon para imponer condiciones unilateralmente, como ya hace Apple. La posición de estas tres empresas es de perfecto oligopolio a escala global. Son ellos los que marcarán las reglas de juego en el futuro. Algo que a muchos consumidores hoy mismo quizá no les importe demasiado; pero si a uno lo que le preocupa es garantizar la diversidad, la riqueza y la calidad de la oferta de bienes culturales, esta posición de dominio casi absoluto no puede ser sino alarmante y mucho".

"Para los pequeños y medianos libreros –continúan– la lucha durante los próximos años será por evitar que el diferencial entre los márgenes que los editores y distribuidores ofrecen a las grandes cadenas y los que ofrecen a los pequeños libreros no se convierta en un abismo, como ya ocurrió hace una década en la venda de CD de música. Y para los pequeños y medianos editores, la supervivencia de las librerías es fundamental. Amazon, Google, Apple saben y presumen que pueden prescindir de los intermediarios, aspiran a borrarlos del tablero de juego. La pregunta sería si también los lectores prefieren prescindir de los mediadores, sean libreros, editores, diseñadores, correctores, traductores, agentes...".

Por otra parte, Daura recuerda que el comercio de libros electrónicos supone el 1% del total en España, y el 10% en EE.UU., por lo que "en principio, no afectará tanto, ya que el público de edad mediana y mayor no nos hará sufrir en las próximas décadas, la incógnita son los más jóvenes".

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