domingo, 29 de abril de 2012

Georges Brassens en castellano (parte 2)



El segundo artículo que Pablo Moíño Sánchez le dedica a Georges Brassens traducido al castellano se publicó en El Trujamán, el 24 de abril pasado. Como se lee al final, habrá más. Estaremos atentos.



Brassens en español (2). Caminos átonos

De todas las canciones de Brassens, “La mauvaise réputation” es probablemente la más conocida, versionada, interpretada y reinterpretada en español. Traducida por Pierre Pascal y convertida en un himno de lucha por Paco Ibáñez, es además, junto con “La canne de Jeanne” (“La pata de Juana”) y “Le testament” (“El testamento”), una de las tres canciones que Brassens grabó en nuestro idioma (en este caso, por cierto, la última estrofa es diferente a la que solemos escuchar). Sin embargo, lejos de desalentarse ante el éxito de esta primera versión ya bendecida, los traductores han continuado hurgando, retocando, perfeccionando.

Que “La mala reputación” se ha entendido y cantado muchas veces en España como poema contra el clero, el ejército o, sencillamente, el régimen franquista no es ningún secreto. Ni tampoco ningún problema, por otra parte. Anticlericalismo y antimilitarismo están más que presentes en la obra de Brassens y también aquí tienen su lugar de honor; pero es cierto que el francés carga en “La mauvaise réputation”, sobre todo, contra la “gente de bien”, y las connotaciones asociadas a esa “gente de bien” no son las mismas, pongamos por caso, en Francia que en España, del mismo modo que la bandera no es lo mismo, aunque lo sea, aquí que allí.

¿Y qué hacer con las banderas y con las celebraciones? Pues es difícil. Brassens se queda en la cama el Quatorze Juillet y la versión española de Pascal traslada la siesta al día de la “Fiesta Nacional”. Ningún problema, claro, en el cambio de fecha —otros traductores se han llevado la celebración a su terreno: el chileno Eduardo Peralta a la “Parada Militar” (19 de septiembre); los argentinos Nacha Guevara y Claudina y Alberto Gambino al “Día de la Bandera” (20 de junio); el también argentino Horacio Cerván al “Nueve de Julio”; y el español Agustín García Calvo, también al “Doce de Octubre”—, pero cada fiesta se entiende (y se escucha) de una manera. En el caso de Pascal, además, la cosa se completa con una puntilla —”en el mundo, pues, no hay mayor pecado / que el de no seguir al abanderado”— que no estaba en el original.
También sorprende ese estribillo forzadísimo, “No, a la gente no gusta que / uno tenga su propia fe”, que elide por razones métricas un le casi imprescindible y que además coloca en rima un término cargado, otra vez, de connotaciones. Brassens habla en el original de route; y como ‘camino’ lo han entendido, con mayor o menor fortuna rítmica, otros traductores (“Mas la gente no tiene a bien / que uno vaya en su propio tren”, Cerván; “No es feliz la gente de pro / pues no tomé su senda yo”, Peralta; y, con errores de medida, “Pero a la gente le sienta mal / que haya un camino personal”, Claudina y Alberto Gambino; y “¡Ay!, por qué no quiere la gente / que una sea diferente”, Guevara).

Por otro lado, las cosas no son tan fáciles. En mi opinión, Pascal sí acierta al colocar en rima, en el estribillo, la conjunción que, átona tanto en francés como en español y por tanto chocante ya en la versión original (Mais les brav’s gens n’aiment pas que / l’on suive une autre route qu’eux). Y esto, que forma parte del personalísimo estilo de Brassens, no lo ven los demás traductores, mucho más ajustados a la route marcada por el significado del original.

Salvo García Calvo, que solventa los dos problemas así: “Pero es que ellos no quieren que / ande uno por donde le dé”.

Y de esto hablaremos en el próximo trujamán.

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