jueves, 21 de febrero de 2013

Una encuesta para traductores (16)

Las respuestas de dos grandes traductores de España y de México a la encuesta del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.

Miguel Sáenz

Nacido en 1932,  es uno de los más prestigiosos traductores españoles de todas las épocas. Ha traducido todo el teatro de Bertolt Brecht y toda la obra de Thomas Bernhard al castellano. En la narrativa, sus autores favoritos son, además de Bernhard, Franz Kafka, Arthur Schnitzler, Joseph Roth, Günter Grass, Alfred Döblin, Henry Roth, Michael Ende, Salman Rushdie y W.G. Sebald. En 2012 fue elegido para integrar la Real Academia Española, dato del todo extraordinario dada su condición de traductor.  

1) ¿En qué se parecen la traducción y la escritura?
Traducir y escribir son una misma cosa. 

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción?
En contradicción solo aparente con lo anterior, siempre se notará que se trata de una traducción. Y es bueno que así sea.

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
 El traductor no debe ser más visible que el autor y, en realidad, ambos debieran ser invisibles. Lo que importa es el texto y lo demás es vanidad.

Pura López Colomé
Pura López Colomé es una poeta y traductora mexicana. Lleva publicados diez libros de poesía: El sueño del cazador (1985), Un cristal en otro (1989), Aurora (1994), Intemperie (1997), Éter es (1999), Música inaudita (2002), Tragaluz de noche (2003), Quimera (2003), Santo y seña (2007), Reliquia (2008). Asimismo, ha publicado versiones de T.S. Eliot, Emily Dickinson, Gertrude Stein, Rainer Maria Rilke, Bertolt Brecht, H.D. y buena parte de la obra del irlandés Seamus Heaney, entre otros autores. Su labor fue coronada en 1992 con el Premio Nacional de Traducción de Poesía. Con Santo y seña ganó el prestigioso Premio Xavier Villaurrutia en el año 2007.


1)  ¿En qué se parecen la traducción y la escritura?
En realidad son actividades hermanas, íntimamente emparentadas, pues hay que ser escritor para traducir medianamente bien:  es decir, sólo un escritor conoce los verdaderos resortes de la pulsión creativa.  En lo personal, yo siento una libertad mayor al traducir, porque me puedo mostrar en actitud de clara veneración por el autor, como alguien que se ha visto deslumbrado, y se siente agradecido por la oportunidad de recrear aquella obra de arte echando mano de sus mejores recursos, su mejor esfuerzo (asumiendo tácitamente su falibilidad).  En el caso de mi propia escritura poética, siento mucho más temor; mi relación con la palabra implica muchas veces un horror ante el vacío que nunca experimento al traducir, aunque la obra conlleve dificultades en apariencia insalvables.

2)  ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción?
Aunque la traducción sea impecable, siempre se nota que es lo que es.  El traductor no se puede esconder del ojo divino. Su tarea consiste, simplemente, en hacer bien trabajo.

3)  ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
A mí me fascina leer un texto de cabo a rabo, sin poderlo soltar, y comprobar que el traductor era quien yo creía.  Ojalá que esto responda a la pregunta. 

1 comentario:

  1. Estoy disfrutando mucho esta serie de posteos, sobre todo por la variedad de procedencias y lenguas de trabajo de los traductores encuestados y por la importancia del núcleo sobre el que se pregunta.

    Será interesante ver al final cómo se vinculan y contraponen líneas de argumentación y las posiciones en las que se articula el conjunto de las respuestas y qué conclusiones pueden extraerse a propósito de ellas.

    Muchas gracias por todo este esfuerzo y por una iniciativa tan completa.

    María

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