miércoles, 19 de marzo de 2014

Al que no le guste puede irse a cagar a los yuyos


Sabido es que Andrés Ehrenhaus es simpatizante de River Plate, uno de los tantos clubes argentinos que giran melancólicamente alrededor de Boca Juniors, el más grande de todos los equipos sudamericanos. Y también es de público conocimiento que Germán Burgos fue, durante unos cuantos años, arquero de River, sin privarse de que, por ejemplo, José Luis Chilavert, a la sazón el arquero de Velez Sarsfield, le hiciera un gol de media cancha que todavía se recuerda. Bien, ahora tanto Ehrenhaus como Burgos coinciden en España, donde viven, desarrollando cada cual sus respectivas actividades: el primero, como traductor de Shakespeare o Dylan Thomas, entre otros; el segundo como entrenador adjunto del Atlético de Madrid (obsérvese, de paso, que si se separase en sílabas, en castellano da "a-tlé-ti-co" y no "at-lé-ti-co"). Y como los de River, tanto jugadores como simpatizantes, se comportan según códigos un tanto sicilianos, he aquí la defensa lingüística de Ehrenhaus, con razones que, pese a las notables diferencias deportivas, recomendamos atender. 

“Levántate, puto”
  
La noticia se produjo el pasado domingo 2 de marzo y fue de tal magnitud que pronto los teletipos de medio mundo se habían puesto a teclear hasta echar humo virtual por las narices. En el transcurso de un así dicho evento deportivo, y gracias a un descomunal despliegue de medios del canal Cuatro español, que dedicó todo su ingenio tecnológico a descifrar píxel por píxel las imágenes televisivas, descubrimos que Germán Burgos, segundo entrenador de una institución esportiva madrileña (en adelante, el Mono Burgos), le habría espetado a Cristiano Ronaldo, estrella fulgurante de otra institución esportiva madrileña (en adelante, CR7), esta imprecación de resonancias bíblicas. ¡Increíble! ¡No puede ser! Pues sí, fue. La foto adjunta así lo atestigua. CR7, eventualmente, se levantó, aunque el citado medio de prensa no especifica en qué condiciones de temperatura y presión. Rápidamente, numerosos órganos de difusión de noticias deportivas e incluso de índole general se hicieron eco del suceso y fueron repitiendo con ingeniosos retoques el ominoso titular hasta que, con el debido retraso horario, algunos cotidianos radicados en Argentina, país de donde es oriundo el Mono, hicieron lo propio, aunque con una significativa diferencia: allí, es decir, para ellos, el Mono Burgos habría exclamado “Levantate, puto”.

Pero, ¿qué le dijo exactamente el Mono Burgos a CR7? Se ha de decir que Burgos procede de la pujante ciudad balnearia de Mar del Plata, sita en la costa atlántica argentina, y que desarrolló la mayor parte de su carrera deportiva como arquero de foot-ball (que, por cierto, es el deporte que pretendía practicar CR7 cuando fue imprecado mientras se revolcaba por el pasto como un chahuanco herido en el frente del Ebro) en dicho país, cuya variante de la lengua española incluye particularidades tales como el voseo, de modo que un individuo de este ámbito lingüístico suele proferir y preferir, sobre todo en situaciones de extremo compromiso emocional, las formas verbales, por poner algunos ejemplos, “Andá a la mierda” o “Dejate de romper las bolas de una vez por todas, forro” a las más normativas y peninsulares “Vete a la mierda” o “Deja ya de tocar los cojones, cabrón”; la voz “puto”, en cambio, vendría a querer decir más o menos lo mismo aquí que allá (esté ud. donde esté). Tengamos en cuenta, sin embargo, que el Mono se trasladaría ya próximo a la edad de 30 años a la así denominada Madre Patria, donde ha permanecido hasta ahora en perfecta integración con el medio y en ejercicio activo tanto de la práctica ppd como de la dirección técnica profesional del mencionado deporte. ¿A quién creerle, por tanto? ¿Al medio local que realizó la pormenorizada investigación o al medio periférico que coligió un poco a la sanfasón que al Mono la contingencia le había salido necesariamente en su marplatense natal?

Digamos que, para no ser menos, nosotros también nos pusimos a hurgar un poquito. No tuvimos que ir muy lejos, dicho sea de paso. Bastó con referenciarnos en un artículo titulado “Traducir a Messi”, aparecido en este mismo blog hace un par de añitos, en el cual ¡nosotros mismos! señalábamos el estupor que nos producía el hecho-ahí de que la prensa deportiva española se hubiera tomado la molestia de traducir las sencillas palabras vertidas por el antedicho en rosarino vernáculo con ocasión de la entrega del Balón de Oro, curioso galardón donde los haya, por cierto. Donde Leonel Messi (en adelante, La Pulga) había dicho, ante los focos y micrófonos del mundo entero, “X., es un honor jugar con vo, vo también te lo merecés” (nótese la variante rosarina del voseo, más aspirada que la porteña, por ejemplo), los ojos y oídos periodísticos españoles habían visto y oído otra cosa, y así lo consignarían con esmero. En aquella ocasión no sólo nos asombrábamos de ello sino, igualito que ahora, nos pareció doblemente penoso que los medios esportivos catalanes, naturalmente afectos a La Pulga y desafectos a CR7, abrazaran sin chistar la propuesta traductiva centralista, por decirlo de un modo crudo, y no respetasen la idiosincracia de aquello que se proclama desde Catalunya como el rasgo identitario par excellence: la lengua de uno.

Podemos decirle paradójico pero en realidad empieza a resultar sospechoso que el anticentralismo visceral y rabioso que se manifiesta en las arengas morales, ya no sólo deportivas, e incluso atrevidamente sociológicas de estos medios se traduzca (oh) en una política de traducción tan obsecuente y, sobre todo, ciega a (la legitimidad de) otras Otredades. ¿Será porque estos medios pertenecen de hecho a grupos cuyos capitales trascienden las diáfanas fronteras autonómicas? No lo creemos así. En nuestra opinión, la sordera lingüística selectiva en la Península es síntoma de una neurosis evangelizadora derivada de la tradición traductológica apostólica romana a la que no es ajena la sociedad catalana: si el Otro me altera, alteremos al Otro hasta que ceje en su empeño otrista o se diluya su efecto alterador. Santiago y cierra España. Cito a Annie Brisset: “La aculturación que resulta de las prácticas traductoras etnocéntricas va de la mano con la concepción universalista del sentido que absorbe las diferencias, pues las considera no significativas. La traducción occidental que encarna esa ‘mala’ relación con la alteridad tiene ejemplos a lo largo de toda la historia. Su terreno favorito es la evangelización y, más generalmente, la misión ‘civilizadora’ que acompaña la colonización de los pueblos –o, en la actualidad, su ‘democratización’ y su ‘conversión’ a la economía liberal […]-. Se trata siempre de transfomar al Otro (inferiorizado) en análogo del Sí (superior y civilizado)” [en “Rebabelizar el mundo”, trad. de Patricia Willson, Otra Parte, n. 4, Buenos Aires, primavera/verano 2004].

Por tanto, en todo el territorio lingüístico español, que abarca a todas y cada una de sus autonomías, tanto el Mono Burgos como La Pulga deberían haber dicho, de no ser tan díscolos y resistentes a la paciente y secular evangelización de la Marca España, lo que los sabios medios periodísticos supieron poner en sus bocas y no la salvajada impronunciable e imposible de atender sin un paso previo por la ducha descontaminante que, Dios los asista, torpemente balbucearon. En esta percepción del Otro realmente ominoso y desconocido (en adelante, El Indio) versus el Otro chabacano y familiar (el castellano, el catalán), Catalunya no se distingue idiosincráticamente de España, ni se distinguirá hasta que no comprenda que la condición de sujeto(histórico, en este caso) pasa precisamente por la falta de identidad consigo mismo. Ser uno es ser cero.

Menos mal que el Mono Burgos no dijo “Levantate, putín”, lo cual habría tenido, a nuestro entender, consecuencias geopolíticas inimaginables traducción mediante, con el referéndum de aquella otra península y todo lo que ello conlleva en ésta tan encima, o “Levantate, guacho de mierda”, no fuera que los sabios medios locales corrigieran su errata naturae por “gaucho” y lo acompañaran de una generosa N. del T. sobre el pintorequismo ultramarino. Por último, en fin, pedimos sinceras disculpas por el uso mayestático del plural, más ubuístico que versallesco, de por mi verde candela, candela, candela me quemo aé.


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