martes, 27 de mayo de 2014

Desempolvando a Pitol


Publicado en La Jornada, de México, allá por el 19 de septiembre de 2008, el siguiente artículo de Andrés Timoteo Morales da cuenta de la aparición de los que entonces eran dos nuevos volúmenes de la colección de la Universidad de Veracruz que reúne las traducciones completas del escritor y traductor mexicano Sergio Pitol


“Si no hubiera sido traductor,
hoy sería un novelista malísimo”

Jalapa, Ver., 18 de septiembre. A Sergio Pitol le fascina ser escritor más que traductor de obras ajenas, pero transcribir e interpretar la literatura universal fue su mejor escuela.

Al respecto, comparte: “Si no hubiera sido traductor, ahora sería un novelista malísimo”.

Traductor de unas 45 obras del húngaro, polaco, checo, inglés, ruso e italiano, el premio Cervantes de Literatura afirma que los escritores, cuya obra llevó al español, le develaron el secreto de “atrapar el tiempo y los personajes en un texto”.

En este sentido, la maestra Nidia Vincent resume el quehacer de Pitol como traductor al “desentrañar el mensaje cifrado de los autores para llevarlo a la lengua de El Quijote y en reciprocidad, ellos convertidos en sus maestros, le regalaron sus secretos, las trampas y el engranaje de sus tramas”.

La tarde del miércoles, en el contexto de la Feria Internacional del Libro Universitario 2008, la editorial de la Universidad Veracruzana presentó los dos nuevos títulos de la colección “Sergio Pitol traductor”, que son Corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y Madre de reyes, de Kazimierz Brandys.

Vislumbres capitales
En la mesa de presentación, el escritor y crítico literario Álvaro Enrigue expuso que el arte de la traducción consiste en “recrear el espíritu de un libro, perseguirlo en términos de sentido con empeños de lobo y renovar la lengua propia forzándola a sonar como la lengua original”.

Esto lo ha logrado Pitol “al perseguir, asediar, morder una novela escrita en otra lengua e incorporar nuevas herramientas, expresiones que por artificiales resultan poderosas. Estrategias narrativas simplemente impensables en la lengua original”.

Citó como ejemplo lo logrado en la traducción de Madre de reyes, del autor polaco Kazimierz Brandys, cuyos recursos se plasman también en la obra literaria de Pitol.

“Gracias al trabajo duro, poco glamoroso de Sergio Pitol, hoy podemos invocar el nombre de Brandys, y con él, el del misterio de toda una literatura de la que ya habíamos tenido vislumbres, hoy capitales para nuestra propia lengua, en el Tañido de una flautaJuegos florales y El viaje.”

A su vez, Vincent resalta que el papel de traductor es sólo “de mirador, de puente invisible que lleva a la otra orilla de forma natural para que nos haga creer que el libro ha sido escrito en nuestra lengua”.

Y este papel debe ser por demás modesto, pues “su presencia deberá diluirse, cumplirá su labor y dejará las luces del escenario para el autor original, en cuyas ideas y estilo está dirigido el interés de los lectores”.

Pitol, afirma Nidia Vincent, cumplió este papel, pero de paso se alimentó de los autores húngaros, polacos, checos, ingleses, italianos y rusos, para el deleite de sus lectores en habla hispana. Recordó que en El mago de Viena, el narrador insiste en la necesidad de que un joven escritor aprenda de autores consagrados.
“Sergio afirma: no conozco mejor enseñanza para estructurar una novela que la traducción, y compara la actividad del escritor como un simio que imita o de un detective que investiga.

“A los autores a los que tradujo, los sostuvo sin titubeos en la lengua del Quijote y ellos, en reciprocidad, le regalaron sus secretos, sus reflexiones, mostrándoles los recursos de su escritura, las trampas de sus procedimientos y el engranaje de sus tramas. Como el mono mimético, el aprendiz del que habla, tomó para sí lo que la gran escuela del ejercicio de la imitación le ofreció y siguió por su cuenta, llevándose lo que era ya suyo.”

Pasión y escuela
Pese a que Sergio Pitol no emitió ningún mensaje en la mesa de presentación, debido a un problema en las cuerdas vocales, el narrador aseguró a La Jornada, que su pasión es escribir, pero su escuela fue la traducción.

“Hice el oficio de traductor por 15 años, tengo 45 títulos traducidos, algunos muy difíciles, y cuando tuve un tiempo de retiro, comencé a escribir novelas”, dijo en breve charla.

–¿Qué disfrutó más, ser traductor o escritor?
–Ser escritor es mi pasión, pero si no hubiera traducido creo que hoy sería un novelista malísimo.

–Entonces, la traducción fue importante.
–Me alimentó, sí, porque ahí ve uno cómo se atrapa el tiempo en una novela, en un texto y cómo se colocan los personajes, los grandes y los pequeños, todos son imprescindibles.

Los tres libros que más le sirvieron a Sergio Pitol en su crecimiento como escritor y que disfrutó más al traducir al español son El buen soldado, de Ford Madox Ford; Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski, y Los papeles de Aspern, de Henry James. “Los sigo leyendo”, concluyó el autor de Domar a la divina garza.


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