martes, 2 de septiembre de 2014

Hacerle decir a las cosas lo que nos conviene

El 6 de julio de 2014, el periodista Héctor M. Guyot publicó la siguiente columna en el diario La Nación, de Buenos Aires. 
El problema de las malas traducciones

Modiin, Israel, 1° de julio de 2014. La imagen de una mujer leyendo en un bosque puede resultar bucólica. Pero las apariencias a veces esconden y así desacreditan al sentido de la vista. En este caso, estamos ante un drama. Uno que encierra dos realidades humanas que existen desde que el mundo es mundo y que resultan más desoladoras cuando se tocan. La muerte, por un lado. Y el odio a lo distinto, por el otro. Aquí ambas van juntas, aunque ninguna se muestre en la figura de una mujer que lee abstraída en medio de un bosque agreste.

La mujer, en verdad, reza. Reza durante el funeral, celebrado el martes, de tres jóvenes israelíes secuestrados y asesinados en Cisjordania. El ejército israelí acusó del crimen al grupo islamista Hamas. Entonces, la venganza se descargó sobre un joven palestino. Fue encontrado sin vida el miércoles, en otro bosque, cerca de la ruta que une Jerusalén con Tel Aviv. Había sido secuestrado al amanecer, frente a su casa, cuando se dirigía a una mezquita. Iba a rezar. Como la mujer. Pero con otro libro.

Estos libros, los de unos y otros, así como aquellos que encierran las enseñanzas de otras religiones, son sin duda sagrados y sabios. Tanto como cada cual estime. Pero también son maderos sobre el mar encrespado de la vida, a los que nos aferramos para no hundirnos, o para que no nos trague el vacío o la sensación de vacío, que tal vez sean la misma cosa. De esto último, y de inequidades más concretas, se aprovechan quienes los enarbolan para erigirse en dueños de una verdad detrás de la cual encolumnar a los náufragos.

Tal vez esos libros, todos, digan más o menos lo mismo. O, sabiamente, no lo digan. Porque en última instancia todos apuntan, como la poesía, a lo que escapa de las palabras. Estamos entonces ante un problema de traducción. En todos lados hay gentes que se empeñan en hacerles decir a las cosas lo que les conviene. En todos lados hay otros que lo aceptan. Al final, eso es tomado como bueno. Y ya nadie lee de verdad. Y las divisiones crecen y matan.


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