lunes, 6 de octubre de 2014

"Cada día que pasa se lee menos y se pierde más el tiempo"


El 20 de septiembre pasado, Rafael Miranda Bello publicó en Excelsior, de México, la siguiente entrevista con José Luis Amores, fundador, editor y traductor de una apuesta editorial independiente española.

Fogonazos de Pálido Fuego

CIUDAD DE MÉXICO, 20 de septiembre.- En noviembre de 2012, ante una creciente y ávida expectativa de los lectores interesados en la literatura contemporánea, la editorial Pálido Fuego lanzaba su primer embate editorial desde la provincia de Málaga, España. El título de dicho libro era nada menos que Conversaciones con David Foster Wallace, “una novela encubierta” —como señalara Juan Francisco Ferré—, en la que se reunían las mejores veinte entrevistas que diera en su vida el impresionante escritor estadunidense. 

Pero los cañones de su artillería apenas empezaban a caldearse y dos meses después, en enero de 2013, la editorial volvía al ataque con La escoba del sistema, primera y gran novela del mencionado Foster Wallace, y aunque Pálido Fuego parecía alzarse con una victoria rotunda, continuaron llegando a intervalos bombazos de calidad indiscutible —Magma, de Lars Iyer; Todo va bien, de Socrates Adams; o Standards, de Germán Sierra, entre otros—, que no han dado tregua a los lectores, y han ocasionado una serie de contragolpes en medios impresos o prestigiososblogs de literatura, desde donde célebres camaradas del ejercicio literario —Enrique Vila-Matas, Javier Avilés, Rodrigo Fresán y Kiko Amat, por mencionar algunos— entregaron informes aliados para reforzar la indiscutible potencia de la editorial.   

Ahora, guarecido en algún sitio en el que se detiene a mitad de la contienda, José Luis Amores, el fundador, editor y traductor de Pálido Fuego, nos concede una entrevista en la que describe el emocionante panorama editorial en el que parece moverse como un combatiente veterano y anuncia las andanadas literarias que están por venir del otro lado del Océano Atlántico.

¿A qué dedicabas tus días antes del nacimiento de Pálido Fuego?
–Someramente, soy economista de profesión y durante un cuarto de siglo he trabajado para numerosos gobiernos municipales españoles, y como consultor tributario para empresas privadas.

¿Por qué y cómo fue que decides arriesgarte a la creación de una editorial?
–Más que nada lo que quería era ver publicadas en español obras extranjeras inéditas en mi idioma materno que había ido leyendo a lo largo de mi vida. Obras importantes que por uno u otro motivo no habían logrado hacerse un hueco en el mercado hispano, la mayoría por meras razones económicas: eran difíciles de traducir, o caras de imprimir, o demasiado cultas y, en fin, ya sabes…

¿La elección del nombre fue debido simplemente a la sonoridad, o hay alguna declaración de intenciones relacionada con la novela de Nabokov?
–Totalmente, por ambos motivos. Tanto por la belleza de la esdrújula castellana que se forma con la unión de las dos palabras, como por la novela de Nabokov. Además había leído el Timón de Atenas, de William Shakespeare y descubierto el porqué de la apropiación tan posmoderna de una expresión shakesperiana por parte del ruso para el título de su libro. Todo ello me pareció redondo.

Al consolidar un proyecto que diriges y en el que además de ocuparte como editor asumes la compleja tarea de la traducción, ¿qué experiencias te ha dejado la decisión de involucrarte en los tres frentes?
–El trabajo a tres bandas es, como puedes imaginar, agotador y en ocasiones un tanto esquizofrénico. Lees, o seleccionas de lo ya leído, haces algún cálculo, negocias con agentes literarios y luego te pones a traducir, y todavía después has de convencer a libreros de las bondades de un producto que has vuelto a parir casi por completo después de que otro —el autor— ya lo pariese en origen. Es muy emocionante y al mismo tiempo altamente satisfactorio. Publicas sólo lo que de verdad crees que merece la pena y por eso eres capaz de vértelas a solas en un proceso verdaderamente prolongado. Y sólo tienes un jefe, el lector, y no varios como en la mayoría de los empleos, digamos, normales.

¿Qué destacarías de entre todo lo ocurrido en estos dos años de
existencia de la editorial?
–Ha habido varios momentos importantes. El nacimiento con la publicación de Conversaciones con David Foster Wallace, libro cuya publicación en EU le pasó desapercibida a la industria editorial hispana y que ha sido todo un éxito. La publicación de La escoba del sistema, primera novela de Wallace que es nuestro best-seller y, de alguna manera, la precursora de la idea de montar la editorial. Ver publicado un libro como Mi primo, mi gastroenterólogo, de Mark Leyner, de una importancia capital para entender el paso de la literatura posmoderna al afterpop que ha acabado por inundar todo tipo de entretenimiento narrativo. Y las tres joyas publicadas últimamente: Historias del arcoíris, de William T. Vollmann; La casa de hojas, de Mark Danielewski, y Una singularidad desnuda, de Sergio de la Pava. La respuesta de los lectores a todos estos libros ha sido fenomenal y no me cabe señalar nada más destacado.

¿Crees que ha cambiado el panorama editorial en el que surgió Pálido Fuego y de ser así, cuáles son las diferencias más notables que hay en la actualidad?
–La crisis económica, al menos en España, ha diezmado el mercado editorial, si bien nosotros nacimos en plena debacle y no hemos conocido, como suele decirse, “tiempos mejores” sino todo lo contrario. No obstante, hace un par de años, cuando en verano leía Una singularidad desnuda en la playa por puro placer, sin tener en mente su publicación en español, veía a más compañeros de lectura diseminados acá o allá sobre la arena. Hoy puedo decir que ese panorama ha cambiado por completo: es difícil tropezarse con personas que lean en público. La comunicación “veinticuatro horas al día” vía móvil o celular ha desplazado la lectura como entretenimiento solitario en transportes públicos, almuerzos en parques o tomando el sol en la playa. Nos quejamos de la situación económica, que “dificulta” el acceso a la lectura porque los libros cuestan dinero. Sin embargo, compruebo que la gente se gasta en media borrachera más de lo que cuestan los ensayos completos de Montaigne. De manera que, por todos estos motivos, el panorama editorial ha adelgazado bastante, o engordado, según se mire: cierran pequeñas, medianas que se hunden o son absorbidas por grandes que a su vez se fusionan con otras grandes para crear elefantes; hay movimientos millonarios en agencias literarias, escisiones o spin-offs, la autopublicación ha dejado de ser un fenómeno estrafalario para convertirse en una realidad ubicua; el cierre masivo de medios de comunicación ha dejado sin sustento a miles de escritores y obligado a reconversiones que nos dejarán sin muchos buenos narradores; y además cada día que pasa se lee menos y se pierde más el tiempo. No cabe imaginar un panorama más emocionante.

Con siete autores estadunidenses en el catálogo y sólo Germán Sierra del
lado de la lengua española, ¿cómo han sido escogidos los títulos publicados
por la editorial?
–Como digo, la selección viene en gran parte de lecturas antiguas. Sigo por supuesto leyendo, más que nunca en realidad, y por fortuna no dejo de encontrarme por el camino con obras que piden a gritos ser publicadas en el mundo hispano. Es como cuando vas a un sitio y su belleza te cautiva y haces una foto para publicarla en alguna red social, pensando “Mis amigos tienen que ver esta maravilla”. Publicar títulos extranjeros en tu idioma, de la manera en que lo hacemos nosotros, es algo parecido: no escogemos un título por su supuesta o presunta rentabilidad —ten por seguro que ese tipo de libros ya han sido “cazados” por otros más grandes— sino por su calidad intrínseca y lo que pensamos puede ser su aportación a nuestro acervo literario. Como ejemplo te diré que te sorprendería saber la cantidad de escritores, profesionales y amateur, y de periodistas que han comprado Conversaciones con David Foster Wallace por los valiosos consejos que contiene para la profesión.

Si “se empieza con los tambores para terminar con dinamita”, como escribió Henry Miller en Trópico de Capricornio, y siendo los primeros fogonazos de Pálido Fuego del calibre Foster Wallace, Iyer, Vollmann, Danielewski, y más recientemente De la Pava, ¿qué libros están por venir y cuándo estarán en México?
–Dentro de nada copublicamos otro título de Danielewski, La espada de los cincuenta años. Y a renglón seguido The Public Burning, la gran obra maestra de Robert Coover, el maestro de las letras norteamericanas. Ambas estarán en México este mismo año, seguro. De hecho, Una singularidad desnuda estuvo disponible en librerías Gandhi días antes de su salida a público en España. Y ya en 2015 publicaremos The Lost Scrapbook, de Evan Dara (imperdonable que este libro no lo tengamos ya en español), y Dogma, de Lars Iyer, y… muchos más.

¿Y algunos títulos que desearías ver con el sello de la editorial Pálido Fuego en un futuro cercano?
–Podría decirte muchos, pero esto forma más bien parte de una especie de secreto profesional “transitorio”. Ya tuve un par de malas experiencias en el pasado reciente por hacer públicos este tipo de deseos, por mencionar obras sin haber llegado a concretar la compra de sus derechos en español.

¿Qué libros has leído recientemente y a qué libro o autor tienes en la mira
para próximas lecturas?
–Últimamente he leído mucho a Stephen Dixon, por ejemplo, casi totalmente inédito en español hasta hace nada. No lo conocía y me lo recomendó Germán Sierra y he de decir que es un grandísimo escritor, sus novelas son fenomenales. La argentina Eterna Cadencia ha publicado hace tres o cuatro meses una antología de relatos suyos y anuncian que publicarán más dentro de no mucho. No he leído esa antología en concreto, pero me atrevo a recomendar a ciegas y encarecidamente su lectura. He leído hace unos meses Teatro Grottesco, de Thomas Ligotti, un gran libro de relatos a caballo entre la imaginación alucinada de Bruno Schulz y la escritura obsesiva de Thomas Bernhard. Y mi próxima lectura van a ser las 700 páginas de Last Stories and Other Stories, el último libro de William T. Vollmann, que estoy esperando me llegue a casa en cualquier momento.

¿Y qué estás leyendo ahora?
–¿Ahora mismo? Ahora estoy leyendo Imperial, de Vollmann, una obra muy mexicana e infinita en más de un sentido.

¿En qué sentido consideras que esa obra de Vollmann, en particular, es “muy mexicana e infinita”?
–Porque Imperial para prácticamente en México, en Mexicali para ser exactos, y el libro tiene mil 300 páginas. Infinita, por tanto, por su extensión y por tratar de una tierra que amo sin haber llegado aún a pisarla.


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