martes, 7 de octubre de 2014

"La literatura le gana la partida siempre a las historias oficiales"

“La reedición de Cazador de ratas, antología de poemas de la escritora rusa Marina Tsvietáieva, resultó la excusa perfecta para que las traductoras (y también escritoras) Irina Bogdaschevski, serbia, y Laura Estrin, argentina, reflexionaran sobre la obra de la autora de Poema del Fin y sobre las complejas relaciones entre la literatura, la vida y el poder”, dice la bajada de la siguiente entrevista de Pablo Chacón, publicada por la agencia TELAM, el 4 de octubre pasado.

“La literatura es el diálogo de dos en un castillo”

El libro, publicado por las ediciones Paradiso, incluye algunos de sus poemas largos, quizá los más importantes, y otra serie de piezas ineludibles a la hora de estudiar la literatura de cualquier tiempo.

 Bogdaschevski nació en Belgrado y vive en Villa Elisa. Estrin nació en Buenos Aires; es docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y ha publicado varios libros: poemas y ensayos. Esta es la conversación que ambas sostuvieron con Télam.

–T : En la obra de Marina Tsvietáieva, ¿cuál es la importancia de Cazador de ratas?
–IB : Este libro, que hicimos en el año 2007, ahora reeditado, lleva el título de uno de los nueve poemas largos de Tsvietáieva (“Cazador de ratas”), pero otros poemas son tanto, o más importantes que éste, por ejemplo “Campamento de los cisnes”, o “Carta de Año Nuevo”, dedicado a Rainer Maria Rilke, que traduje en Tres poemas.

 –T : ¿De qué época son estos poemas y cuáles eran entonces los interlocutores de la autora?
–IB : Los poemas largos de Tsvietáieva son de diferentes épocas: algunos pertenecen a los últimos años de su estadía de Marina en Rusia (1918–1921, “Campamento de Cisnes”, “En el Caballo Rojo” y “Zar –Doncella”), otros a los años en Checoslovaquia, en los suburbios de Praga (“Poema de la Montaña” y el mismo “Cazador de ratas”) y los últimos a los tiempos de su vida en Francia (“Poema de la escalera, por ejemplo”).

–LE : Tsvietáieva escribió para sus amigos, poetas o no. Escribió desde el fondo del amor o desde el fondo de la vida y eso es difícil de escuchar; muchos interlocutores contemporáneos no hay para esos extremos. Nadie nunca quiere oír demasiado.

–T : ¿Por qué razón Marina, su figura extraliteraria, sigue provocando tanta curiosidad?
–IB : Tsvietáieva ha sido una figura realmente trágica, su vida fue un largo poema casi épico, con sobresaltos, desgracias y malos tratos, con falta de comprensión y abandono. Ella dijo una vez: La gente cree que la mala vida que me abruma es el destino que me tocó! ¡Ojalá tuviera yo de regalo una pizca de felicidad, cómo lo hubiera disfrutado!

–LE : Alguna vez uno comprende la distancia entre literatura y todo lo demás. La enorme distancia entre una obra y todo lo que luego pasa con ella. Una obra no garantiza nada. Nada garantiza nada. Y aunque nos refugiemos en el cuanto peor mejor, la injusticia duele y tiene fastuosas cosechas. (Philippe) Sollers escribió que la historia es el tiempo en que tarda una obra en ser leída. Hoy se lee a Tsvietáieva (de hecho hoy celebramos la reedición de este libro, que hicimos hace casi 8 años) pero siempre me queda la duda, la sensación de no saber qué se lee cuando se lee. Y con ese interrogante puede tal vez responderse a la curiosidad que parece despertar la genial obra de Tsvietáieva y la catastrófica y concomitante vida de Tsvietáieva.

 En general las respuestas vienen de la historia. Pocos soportan la historia, muchos la convocan en sus devaneos explicativos pero pocos la soportan de veras. Recuerdo que (Sigfried) Krakauer en Historia. Las últimas cosas antes de las últimas, afirma que aunque las ideas históricas surgen del yo entero, no son subjetivas en un sentido que podría interferir con su potencial valor de verdad. Por el contrario, en ellas, la subjetividad no es en absoluto un factor limitante: esto es lo insoportable de la obra de Marina Tsvietáieva, ella pone, tal como dice el alemán, la subjetividad en su máxima intensidad por lo que entonces se transciende a sí misma. Las ideas históricas son objetivas precisamente a causa de su deuda con la pura subjetividad dice también Kracauer. Y con ejemplar claridad concreta lo que dice (Michel) Foucault: lo que me sorprendía era que, en filosofía, por marxista que fuera la gente en esa época -y dios sabe que lo era-, su ignorancia de la historia era, no diría total, pero sí central. Entre los estudiantes de filosofía había una regla fundamental; como uno era marxista, no tenía que saber historia; la conocía como se conoce un viejo secreto de familia cuya clave se ha revelado hace ya mucho tiempo. Podemos agregar a esto el comentario de Sartre cuando invitado a la URSS, sugiere, siempre comedido, que a los obreros de Europa les puede hacer mal conocer los datos del Gulag, que es preferible no comentarlos públicamente. Tsvietáieva, que siempre viene del futuro, gritó muy justamente en alguno de sus libros: algún día comprenderán, algún día verán, algún día me leerán.

La literatura le gana la partida siempre a las historias oficiales. Yo no sé mucho más que lo que la literatura enseña, (Victor) Shklovski también en este mismo sentido apelaba a una literatura cognitiva, pero aunque mostremos los documentos del latrocinio de Sholojov, nadie cambia lo que ya se instituyó y es cómodo y conveniente seguir repitiendo. Porque las ideas tienen diferentes raíces que los hechos. Y la literatura es un hecho, un hecho material. Y muy contundente.

 –T : ¿Qué tipo de relación tiene la poesía (y la prosa) de Tsevietaieva con Rilke y con Friedrich Nietzsche?
–IB : Tsvietáieva conoció a Rilke a través de Boris Pasternak y tuvo con él un intenso intercambio epistolar, que los acercó y les descubrió sus afinidades. El magnífico poema “Carta de Año Nuevo” (1926), está dedicado a la muerte de Rilke. Está escrito en forma de conversación con el poeta que acababa de morir y tiene tanto en su composición como en su lengua una fuerte impronta innovadora, además de un registro muy severo y al mismo tiempo tierno y conmovedor, hecho que le permite a otro poeta ruso, (Joseph) Brodski escribir un importantísimo ensayo dedicado a este poema de Marina Tsvietáieva (incluido en Tres poemas).

–LE : hay hilos en las adyacencias de la literatura que permiten algunas tradiciones mientras cortan otras continuidades posibles. La serie literaria que diríamos sigue a Hegel, sintetizadora, metafísica, dialéctica, y la que puede seguir, entre otros, a Nietzsche, a veces se excluyen. Tal vez porque este último, y muy complejamente, permite volver a cierto interés en la ética, el hombre concreto, lo individual. No sé si Tsvietáieva lo leyó pero el amor por Heine, por Goethe, por Holderlin que tuvo, hace a su literatura más cercana a la transvaloración de la vida y la escritura nietzscheana, perspectiva que carga con tanto malentendido…

 Por lo que me gustaría decirlo con una frase que dejó Héctor Libertella en nuestra literatura: la literatura es el diálogo de dos en un castillo, afirmación que permite la cercanía con mi pena es mi castillo, que ya no sé si es de Nietzsche o de Rilke. Tsvietáieva escribió a y de Rilke como su exacto contemporáneo. Sintió y dijo que junto con Pasternak eran la literatura de su época. Los amó con todos sus brazos, con la fuerza de Pushkin –como ella afirmaba- y extendió su comprensión de la poesía y del encuentro con ellos (su encuentro fue un milagro –dijo-, del mismo modo en que a otros les recordó que su trato fue demasiado temprano), hacia algo intempestivo pero ineludible. Rilke y Pasternak la correspondieron en cartas, poemas y elegías. Más extensamente puede contarse que lo que Tsvietáieva pensó de muchos autores que la afectaron lo dejó escrito clarito: su obra se extiende en retratos enormes y geniales (en Retratos, que hemos editado el año pasado, compilamos los inéditos en castellano sobre Pasternak, Briussov y Balmont).

 –T : Podría pensarse que la escritora abomina de las fuerzas celestes. ¿Es así, en rigor?
–IB : No se debe sacar ninguna conclusión, porque se mezclan en su alma muchos, distintos, contradictorios sentimientos, pero siempre llenos de religiosidad (sin pertenecer a ninguna religión determinada).

–T : ¿Por qué creén que Illya Ehrenburg no habla –o no habla mucho– del destino de Marina?
–IB : ¡Porque Ehrenburg (a pesar de sus virtudes) era un camaleón!

–LE : El tiempo lo arruina todo –escribió Graciela Schvartz– y solemos saber lo que algunos editores eligieron que sepamos… Si Ehrenburg habló o no de Tsvietáieva, si Maiakovski la conoció, si ella lo valoró, si Pasternak ayudó a Tsvietáieva y a Mandesltam, son elementos que a veces escapan al más fino biógrafo y son fácilmente tergiversables. El testimonio suele ser suspicaz y el testigo muere o lo matan (como al mensajero); en ese caso Tsvietáieva escribió una defensa de su relación con Mandelstam en Una dedicatoria. Ehrenburg fue un hombre complejo en un tiempo complejísimo: a mí siempre me hace pensar contradictoriamente que haya donado toda su obra a la Biblioteca de la Universidad Hebrea de Jerusalén. 

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