jueves, 10 de septiembre de 2015

Autobiografía de un autor malvado

La mayoría de los lectores de este blog –y mucha otra gente– conoce la reputación de Andrés Ehrenhaus (en la foto, cuando era apenas un criminal) como traductor. Acaso sean menos los que sepan que es un narrador impar y que sus libros resultan de lectura más que grata. Por eso, y porque sí, a continuación se ofrece un breve cuento inédito de su autoría que, por su tema, resulta absolutamente pertinente.

Libres de verdad

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Un fantasma recorre todo el mundo: el fantasma de la libertad en la red. ¿Paradoja? No: realidad. Virtual. Los traductores de Marx y Engels no se equivocaron: los fantasmas, como las meigas, existen, y no sólo en las representaciones teatrales de Hamlet. El fantasma de la libertad en la red es una realidad virtual más grande que la copa de la catedral de Yamoussukro, más grande que la cuenca del Orinoco, más grande que la galaxia de Andrómeda, porque es el guardián de todo eso y más: si el fantasma de la libertad en la red (FLeR) lo quiere, el acceso al universo entero se hace inmediata realidad. Virtual. Etc.

b
Oh, FleR, yo también quiero ser libre en la red. ¿Cómo hago, a dónde, a quién he de acudir?
Sencillo: ve a un establecimiento de venta de electrodomésticos pequeños y adquiere un ordenador. ¿Un qué? Una computadora, torpe.
Oh, FleR, ¿la adquisición es gratuita?
Prácticamente.
¿O sea que no lo es? ¿Ni siquiera invocando tu nombre?
Primero: no invoques mi nombre en vano. Segundo: los aparatos no se regalan. ¿Te han regalado a ti esa lavadora? No, ¿verdad? Pues el ordenador tampoco. Eso sí, son muy baratos.
¿Baratos como cuánto?
Eso te lo dirán en la tienda.
¿Y con eso ya está? ¿Ya puedo ser libre en la red?
Casi.
¿Cómo que casi? ¿Me están vedados algunos contenidos, la libertad no es total?
Es total, sí. Estamos trabajando para que lo sea. Lo será, ya verás. Ahora sólo te falta un detalle y ya serás libre.
¿Qué detalle?
Verás: para ser libre en la red (y que nadie te ponga límites virtuales; esto es muy importante y no debes olvidarlo nunca: en la red todo debe ser libre, TODO) necesitas acceder a ella, y no basta con que yo te permita el acceso, tienes que pagar un pequeño, digamos, peaje.
¿Pagar otra vez? ¿Y la libertad? ¿No has dicho que TODO debe ser libre?
TODO en la red. Fuera de la red, la libertad se paga.
¿Y a quién le tengo que pagar ese peaje?
A una compañía telefónica. Pero es poco.
¿Poco cuánto?
Bueno, eso depende del tipo de conexión. Habla con ellos, serán comprensivos.
¿Digo que voy de tu parte?
Ni se te ocurra. ¿Qué dijimos de mentar mi nombre?
Ok, pago el aparato y pago la conexión. ¿Y después me garantizas que la libertad es TOTAL?
Te lo garantizo. Es TOTAL. Una vez que accedas, tienes todo el derecho a ser libre en la red. Eso ya no te lo quita nadie.
¿Nadie nadie?
Bueno, hay una cosa que no te he dicho. Hay unos malvados que se niegan a que tu libertad en la red sea total y pretenden que les pagues también a ellos. Pero no lo hagas, lucha tú también por la libertad en la red. ¡Se libre! ¡Forma parte de la revolución en la red! ¡No te quedes fuera!
¿Fuera dónde?
En la realidad no virtual.
¿Y ahí no puedo tratar de ser libre?
¡¿Ahí?! Ja. Ahí no hay libertad ni hay nada. Aquí sí. Por eso hay que acabar con los malvados.
¿Y quiénes son?
Son los autores de los contenidos que la red libera.
¿Son virtuales esos autores?
¡No! Son reales.
¿Y por qué quieren cercenar la libertad virtual?
¿No te lo he dicho? Porque son malvados, porque son reaccionarios, porque están en contra del progreso y del acceso irresctricto a los contenidos.
¿Pero esos contenidos no son de ellos?
En el mundo real, sí. ¡Pero en el virtual, no! A estos malvados no les basta con que los reconozcas como autores (como hacen los creadores bondadosos), quieren cobrarte por acceder a sus contenidos y por usarlos. ¡Cuando en la red todo es libre!
Menos los aparatos y las conexiones.
¡Eso es!
¿Y cómo lucho contra los malvados autores de contenidos?
Qué pregunta más tonta: ¡invocando mi nombre! ¡FLeR, FLeR!
¿No era que no tenía que invocarlo?
En vano, no. Pero esto no es en vano: si tú te nos unes, ganaremos.
¿Y entonces todos seremos libres de verdad?
Libres de verdad en la red.
Creo que lo voy entendiendo.
Más te vale. ¡Viva la libertad en la red!
¡Viva!
¡Viva FLeR!
¡Viva!
¡Abajo los malvados!
¡Abajo!
Y ahora ve a adquirir tu aparatito y abona tu conexión, majo.
Sí, FLeR. Me has abierto los ojos. Pronto seré libre.
En la red.

c
Hola. Me llamo Tal y Cual. Soy un autor malvado. Me opongo a que mis obras circulen por la red sin que ello redunde mínimamente en mi sustento. También me opongo a que circulen de esa forma fuera de la red. Sí, lo confieso: aspiro a no trabajar gratis. Antes de alimentar el fantasma de la libertad de acceso a los contenidos en la red (y allende), aspiro a alimentarme a mí mismo porque, para poder mantenerme con vida y así generar nuevos contenidos, he descubierto que necesito comer y vivir bajo un techo, y que ni la comida real ni las viviendas reales son de libre acceso; aunque parezca increíble, me piden dinero a cambio de esas necesidades básicas. También he descubierto que ese acceso restringido y no gratuito no está cuestionado por quienes entienden la no gratuidad de mi obra como un atentado a la libertad. ¿La libertad de quién? De la comunidad virtual. Y yo me pregunto: ¿la comunidad virtual se nutre de alimentos virtuales? ¿Vive en un hogar virtual? He descubierto que no. He descubierto que sus miembros comen comida real, que viven en casas reales. Incluso he conocido a alguno, y le he preguntado si a cambio del acceso irrestricto a los contenidos que yo genero podría concederme el acceso irrestricto a los contenidos de su heladera. O las instalaciones de su hogar. Me ha contestado que no, que son cosas distintas, y que no entiendo nada de la realidad virtual. Y que soy un retrógrado y un egoísta. Todo esto me lo ha dicho sin apartar la vista de la pantalla por la que navegaba libremente. Después ha habido un corte de luz, porque se ve que no pagó la última factura y, tras permanecer ambos un instante en la realidad más pura y a oscuras, ha salido corriendo a pagar antes de que le cierren las oficinas. Antes de irse me ha advertido que, su heladera, ni tocarla.

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