miércoles, 14 de diciembre de 2016

Tabarovsky, pobre, pasa días aciagos y lo dice


Damián Tabarovsky escribió la siguiente columna, publicada por el diario Perfil el 4 de diciembre pasado, donde se refiere a dos notorios escándalos editoriales, vinculados, cada uno a su manera, con la política argentina reciente (cfr. para el primero que se menciona, la columna del diario Clarín, reproducida en este blog el 24 de octubre pasado). Tabarovsky, que no sólo lee el diario, sino que también escribe en él, sabrá.

Salimos en el diario

¡No ganamos para sustos! De la edición y el mercado editorial no se habla nunca en los diarios, y cuando sucede es en la sección Policiales. ¡Qué suerte para la desgracia! Primero, fue el escandalete suscitado en la presentación de Poder ser, libro de autoayuda de Juan Tonelli –novio de la vicepresidenta de la Nación– publicado por el conglomerado Penguin Random-House, en la que el autor trató públicamente al gerente del competidor Grupo Planeta de “hijo de puta”, supuestamente porque éste habría rechazado publicar su libro un año atrás.
 
Semejante agravio generó una ola de repudio y apoyo al dolido gerente (la edición digital de la revista Noticias consignó que “cerca de ochenta autores y representantes de la cultura firmaron un comunicado de respaldo”) a la que yo también quiero sumarme: debemos defender el derecho de Planeta a seguir publicando libros horribles sin recibir ninguna presión del Estado. Por otra parte, varios medios informaron que el autor del libro habría invertido cerca de 2 millones de pesos en publicidad (el subte estaba empapelado de afiches) de un libro que, según afirmó un matutino con cierta malicia, en su primer mes en librerías habría vendido 200 ejemplares, es decir, a razón de 10 mil pesos en propaganda por cada ejemplar vendido. ¡Eso sí que es autoayuda!

Pero como si eso fuera poco, días después, el riguroso diario Clarín, en su edición del 24/11, celebró que “ex funcionarios K [fueron llamados] a indagatoria por un libro sobre ‘la década ganada’” (los corchetes son míos, en nombre de la lengua castellana). En el artículo se lee que el juez Claudio Bonadio “citó al ex secretario general de la Presidencia Oscar Parrilli, [a] la ex titular de la Casa de la Moneda Katya Daura y [a] otras 16 personas, en el marco de una causa que investiga un contrato para imprimir un libro sobre ‘la década ganada’, que nunca se terminó” (ídem sobre los corchetes). Más adelante, agrega que “la investigación es a raíz de la adjudicación en 2013 por parte de la Unidad Ejecutora Bicentenario de la Revolución de Mayo 1810-2010 al organismo dirigido por Daura, íntima amiga de Amado Boudou, para imprimir 100 mil ejemplares del libro sobre ‘la década ganada’ por $ 8 millones, de los cuales recibió un anticipo de $ 800 mil para la primera etapa”. Y finalmente remata: “La causa se originó a raíz de un informe de la Auditoría Interna de la Casa de Moneda, a partir de la llegada de la nueva gestión, que encontró papel almacenado en un depósito destinado a la impresión del libro”. 

Esta sucesión de desprolijidades (que incluye, en Clarín, el uso de la expresión “a raíz” una vez por párrafo), de improperios e incluso de la sospecha de un uso corrupto de los dineros públicos (algo que jamás pensaría en el caso de Tonelli y Michetti ) me sumió en una profunda depresión. Nosotros, los autores, los editores, los hombres de la cultura, debemos más que nadie dar el ejemplo, debemos ser el reservorio de sabiduría y moderación en una sociedad amenazada por la anomia, la disolución y la pérdida de sus valores fundamentales. 

Paso días aciagos. Cada vez que abro el diario, tengo miedo de encontrarme con nuevas malas noticias provenientes del sector editorial. Para tranquilizarme, amigos de ese ámbito me aseguraron que nunca más volverá a ocurrir algo así. Es imprescindible que la sociedad recupere la confianza en sus editores. 

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