lunes, 21 de agosto de 2017

"¿Borges fue alguna vez traductor?"

Motivado por la columna publicada en este blog el viernes pasado, Daniel Varacalli se pregunta en el texto que sigue por la autoría de las traducciones de Borges, ya no refiriéndose exclusivamente a la que se le atribuye de “La metamorfosis”, de Franz Kafka –de la cual ya se sabe que no fue autor–, sino por otras traducciones sobre las que se cierne la sombra de la duda.

¿Borges traductor?

Hace tiempo que deseaba tener una excusa para referirme a cómo el mercado sigue usufructuando del Borges traductor, y esta nota de Carlos Espinosa Domínguez me la da.

El año pasado, en verdosa y furiosa tapa dura, la editorial Losada publicó una “edición aniversario” de La metamorfosis de Kafka (1916-2016), por supuesto atribuyéndola una vez más con bombos y platillos a Jorge Luis Borges. En vano Cristina Pestaña y Fernando Sorrentino (presentes en este blog) esclarecieron hace décadas, tomando como base las palabras del mismo Borges, que esa traducción había sido publicada anónimamente en Revista de Occidente en 1925. Pero Losada no escarmienta y redobla la apuesta: en la retiración de la portada interior del libro, reproduce la tapa de la edición de 1938 en la colección “La pajarita de papel” y en el epígrafe la celebra como la “primera edición en español”. Lo más obsceno de la cuestión es que en la página 41 el editor reproduce la portada de la Revista de Occidente (Año III, No. XXIV, junio de 1925) indicando que se trata de la “primera publicación en español” del relato de Kafka. Más allá de la contradicción entre ambos epígrafes, la editorial no sólo pretende ignorar que la edición en español precede a la argentina: ¡también soslaya que se trata del mismo texto!

Claro, del mismo texto a medias, porque para mitigar las españoladas o lo que hoy serían anacronismos, la mano del editor cambió, hace ya muchos años, los pronombres enclíticos (“se encontró” por “encontróse”, “se hallaba” por “hallábase”), entre otras manipulaciones cuya única explicación es que no quedase en evidencia el origen español de la traducción y el lector desprevenido pudiera atribuírsela sin más a Borges.

La tarea de la mano oculta ni siquiera fue concienzuda: perduran en el texto expresiones raras en un argentino (por ejemplo, en el último párrafo “cuando al llegar al término del viaje, la hija se levantó la primera”, entre otros) y así y todo, en una nueva referencia a esta edición aniversario, Losada “celebra los 100 años del libro y  los 68 de la primera edición en español traducida por Jorge Luis Borges.” Una reedición en rústica de este año sigue insistiendo en tapa con la misma letanía.

No por remanida y zanjada, la cuestión de la autoría de Borges de esta traducción deja de ser interesante. Pone sobre la mesa el desprecio por la verdad, en una época de “posverdades”, los condicionamientos en la percepción de la obra de arte, el triunfo del mercado y sus estrategias, la indiferencia general frente a una manipulación palmaria. Flota en el ambiente, además, una cierta reserva ética al advertir la pasividad del propio Borges en relación a estas atribuciones, que comenzaron cuando él estaba vivito y coleando y que el cariño y la admiración por su gran figura no querrían –y de hecho no quieren– aceptar.

Y el tema no termina aquí: porque fue el mismo Borges el que, al mismo tiempo que consentía las ediciones de Losada, desmentía en entrevistas no sólo que fuera el traductor de “La metamorfosis”, sino también de la mayoría de las otras traducciones que se le endilgan, entre ellas la de “Las palmeras salvajes” de Faulkner, que habría sido realizada por Leonor Acevedo y a lo sumo revisada por él. A esta altura hay numerosos indicios de que fue su madre la autora no sólo de las versiones de Faulkner, sino también de Woolf y Melville, entre otros (ver, del propio Borges, su Autobiographical Essay y sus diálogos con Ernesto Sabato y con Osvaldo Ferrari); de hecho, doña Leonor siempre quiso ayudar a su hijo y se sabe que incrementó su destreza en el manejo del inglés a medida que la ceguera de Georgie avanzaba.

La pregunta que se cae de maduro es: ¿Borges fue alguna vez traductor? ¿O se trata de otro de sus juegos intelectuales sobre el valor de lo apócrifo?


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