jueves, 7 de septiembre de 2017

"El concepto de exportación (libros embalados dentro de containers) está perimido"

Un artículo de Patricia Kolesnicov publicado en el diario Clarín,  del  30 de agosto pasado, retoma la tan mentada crisis del libro argentino, de la que se ocupaba la entrada de ayer, pero lo hace desde otra perspectiva: las ventas fuera del país. En la bajada de se lee: “Los altos costos locales influyen y también el cambio tecnológico. ¿Para qué trasladar papel?”.

Por qué es tan difícil vender libros argentinos al exterior

Lindo lío se armó cuando, por uno de esos pases mágicos que gustaba hacer Guillermo Moreno, una mañana de septiembre de 2011 nos despertamos con la noticia de que había algo así como un millón de libros varados en la Aduana. Habían cambiado de sopetón las reglas del juego para importarlos y, mientras tanto, allí esperaban. Los motivos eran comerciales: la balanza del sector era negativa y el ex secretario de Comercio había decidido tronchar por lo sano. La medida siguió mientras siguió el anterior gobierno y tuvo sus resultados: en 2015 las importaciones habían bajado de un pico de 117 millones a 40,2. Pero, ah, las exportaciones, que en 2011 habían sido de 41,5 millones se fueron a 27,12 en 2015. La política había cerrado fronteras, y las había cerrado en los dos sentidos. Aunque algunos libros se empezaron a imprimir en el país – ese era el objetivo de la medida– , los títulos cuyo volumen no ameritaba una impresión, vinieron menos. Y así nos empobrecimos todos. Y los libros nuestros dejaron de surcar los mares.

Hace unos días, la Cámara Argentina del Libro presentó su informe semestral y hubo preocupación: la venta de libros había caído cerca del 25 por ciento y la producción de ejemplares, también. ¿Qué pasó con las exportaciones?

De 13,5 millones de dólares del primer semestre de 2016, pasaron a 14,1 millones. Un poco más que un año atrás pero mucho, mucho menos que en 2011 y aún que en 2015.

¿Hay que preocuparse? ¿Cuando no se exportan libros no se exporta literatura?

Guillermo Schavelzon
Un especialista en vender derechos de autores argentinos, Guillermo Schavelzon, toma los datos con pinzas. Schavelzon representa autores, tiene una agencia en Barcelona, y desde allí responde: “Yo creo que la Cámara del Libro no habló de dificultades de vender literatura argentina al exterior, sino de vender libros argentinos. Este es un tema fundamental. Vender literatura argentina es una cuestión cultural, vender libros es industrial y comercial”.

Según Schavelzon, lo que se exporta no son necesariamente los libros escritos en estas pampas. “Ningún país desarrolla la exportación de libros en base a sus propios autores sino a obras internacionales cuyos derechos adquiere para vender en los demás países. Para comprar contenidos universales hay que tener un sistema cambiario libre y fluido, poder pagar sin las infinitas reglamentación y tramitaciones de los últimos diez años, que hoy siguen exactamente igual de complicadas, llenas de trabas, en fin, ningún vendedor de esos contenidos tendrá en cuenta a un país que paga mal, y es comprador inestable: unos años compra, otros no”.

Problemas comerciales, más que problemas culturales, dice Schavelzon. De un negocio altamente globalizado y que está cambiando al ritmo de la digitalización y el abaratamiento de la impresión “on demand”, es decir, en cantidades muy pequeñas:en algunos países un editor puede mandar a hacer muy pocos ejemplares de un libro – digamos, 200–  sin que el costo le reste competitividad. Solucionado el problema de la escala, ¿para qué trasladar kilos de papel?

“La otra cosa que sucede – dice Schavelzon–  es que el concepto de exportación (libros embalados dentro de containers) está perimido, y las editoriales no pueden verlo. Los libros se fabrican en el país en que se venden.” Finalmente, las fluctuaciones de la economía pegan en una industria que planifica a largo plazo. “El tercer problema – dice Schavelzon–  es que llevamos muchas décadas con una oscilación de la moneda siempre imprevisible, un año imprimir en argentina es barato, otro es caro. Así no se moderniza la industria gráfica, nadie tiene confianza en un proveedor argentino y los negocios, por lo menos los del mundo del libro, requieren estabilidad a largo plazo. Una edición de diez mil ejemplares, impresa en España, más los fletes y los gastos de aduana, puesta en el depósito del editor en Buenos Aires, le cuesta un 30 por ciento menos que imprimirla en Argentina”. La industria pide que le quiten el IVA al papel y a otros fragmentos de la cadena de la producción y venta de los libros. Eso, dicen, ayudaría.

Schavelzon concluye: “¿Cómo no va a caer la exportación? Lo peor de todo es que esto sucede de la misma manera desde hace treinta o cuarenta años. Volviendo al principio: no es muy difícil vender literatura argentina al exterior, cuando es buena. Lo difícil es vender libros argentinos.

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