lunes, 18 de septiembre de 2017

"Traducir al francés era para mí una forma de provocación"

Traductor francés del ruso, Paul Lequesne ha entrevistado recientemente a la traductora argentina Julia Azaretto, quien tradujo al francés a Pedro Mairal. La entrevista, así como la crítica a esa traducción –que se publicará en la entrada de mañana–, fueron incluidas en la publicación digital En attendant Nadeau, que amablemente traduce para este blog la traductora española María José Furió/Liu.

Una entrevista con Julia Azaretto

Julia Azaretto, la joven traductora de Supermarket Spring, de Pedro Mairal, estuvo el pasado mes de junio de paso en París. Aprovechamos entonces para preguntarle por su vida, su obra y sus íntimos desplazamientos entre el español y el francés. Ese día hablamos también de Julio Cortázar, del cerebro de los traductores y de las ediciones bilingües.  

¿Cuándo decidiste traducir Supermarket Spring al francés?
–Empecé la traducción de Supermarket Spring en 2006. Y este primer trabajo dio lugar a una publicación, con pseudónimo. Adopté el de Agnès Azar, ¡pues ni siquiera me atrevía a firmar con mi propio nombre! La reelaboré luego, en Arles, con la Fábrica de Traductores, ya que debía presentar un proyecto. Pero como no había firmado el texto ya publicado, hubo sospechas de que mi dossier era un plagio. La situación se complicaba: yo me encontraba a la vez entre dos idiomas y entre dos nombres. Pero en definitiva, la parte más significativa de la traducción la hice en Arles, en 2011, especialmente con Claude Bleton, que era uno de nuestros tutores. Luego lo dejé en reposo y lo recuperé cuando L’atelier du tilde aceptó publicar el texto.

Tengo entendido que empezaste a traducir al francés cuando llevabas seis años instalada en Francia, ¿es así?
–Sí, en 2006 hacía seis años. Al principio, no quería. Es raro, es cierto, que un traductor se arriesgue a traducir en un idioma distinto del suyo. ¿A quién puedo citar? ¿A Bernard Hoepffner en inglés? Pero no creo que viviera de ello. Silvia Baron Supervielle, Luba Jurgenson al ruso... Fue mi hermano mayor, que es compositor, quien me animó. Me habló de Beckett y de unos cuantos locos y grandes figuras de la literatura, y me dijo que también se trataba de eso, de intentarlo o de fracasar “mejor”. Ya sabes, Beckett dijo eso en Rumbo a peor: «Fracasa otra vez. Fracasa mejor».

¿El hecho de traducir del español hacia el francés cambia tu manera de traducir del francés al español?
–Sí, creo que sí. Pero no estoy segura de que sea el hecho de traducir hacia el francés. Creo que es, sobre todo, el haber hecho, en cierto momento de mi vida, esta elección, radical, de dejar mi país y mi idioma. Y encontrarme de pronto en un estado de alerta permanente. De descubrir, por ejemplo, que se puede soñar en un idioma extranjero sin hablarlo correctamente, al contrario de lo que habitualmente se cree. Se puede soñar en otro idioma sencillamente porque una pasa el tiempo pensando en ese otro idioma. Es esta experiencia, el hecho de poder romper muchos tópicos, en el sentido de doxa, lo que ha cambiado mi deseo, mi visión de la traducción.

Hay un cita de Cortázar, reproducida por Silvia Baron Supervielle en un texto poco conocido, El cambio de lengua para un escritor, que empieza diciendo «El jazz es mi patria» y continúa así: «el exiliado son dos personas en una sola. Y no hay un solo gran poema que no haya nacido de la desorientación». ¿Estás de acuerdo?
–¡Ah, qué bonito! ¡Me anima a releer a Cortázar! Pero no sé si estoy completamente de acuerdo. No, me gusta mucho la imagen, y hay una parte de verdad en lo que dice, pues está muy presente ese sentimiento de dilema, de fracasar en cierto momento en los dos idiomas, de fracasar o de tropezar constantemente, como un gran títere torpe. Pero al mismo tiempo, una particularidad de la condición de exiliado es que, pese a todo, uno sigue siendo la misma y única persona. El cerebro se ve de pronto moldeado por la llegada de este nuevo idioma, y moldeado de tal forma que la misma lengua materna no resulta indemne. Es una experiencia a la vez desconcertante y bastante embriagadora, pues va a la contra del tópico de la lengua materna como algo inmutable, como una adquisición definitiva. Y está claro que eso es falso, cosa que puede hacer que tiemble la tierra bajo tus pies cuando te das cuenta. Pero si somos un poco funámbulos es bastante bonito descubrir que la lengua materna también se transforma, aunque continúe anclada en nosotros de manera indefectible. Esto remite a algo más general que concierne a la vida: ¡no hay nada fijo, las experiencias nos transforman, y eso ocurre sin que nos demos cuenta!
La verdad, en cualquier caso, es que al principio traducir al francés era para mí una forma de provocación, de intentar que se tambaleen las certidumbres del otro. Quiero decir del francés, ¡lo extranjero para mí! Había también una voluntad muy fuerte de proponer en francés autores que me parecían importantes. Además, forzosamente tengo un oído para el idioma original que un francés no tiene. Estoy pensando, por ejemplo, en un poema de Mairal del que estábamos hablando, «Andante cantabile»: me di cuenta de que ningún francés con el que me crucé había comprendido de entrada, en su primera lectura, que Mairal estaba hablando de los pechos de las mujeres, ¡mientras que para mí era evidente!
Si hablas español, ni siquiera te lo preguntas. Desde el primer verso habla de «la forma del agua» y de «debajo del verano». Ahí ya piensas en la mujer encinta, en las curvas, aguzamos el oído. Y luego: «curvando con su paso el mediodía», es alguien con tantas redondeces que llega a curvar el mediodía. Y luego, un poco más abajo no queda ninguna duda: «una alegría en el temblor moreno». «Una alegría» tiene una connotación muy sexual en Argentina. Cuando dices de una mujer o de un hombre: «nunca una alegría», ¡quiere decir que tienen una vida sexual muy pobre!
Me parecía que algunas traducciones no reproducían la oralidad a la que soy muy sensible y, sobre todo, que yo oigo. Cuando lo oigo y veo que en francés se adopta un registro más elevado, se vuelve muy envarado cuando en español son expresiones muy habituales, no termina de convencerme. Pienso no, no es eso: estamos traduciendo más de lo que hemos leído. Estamos traduciendo una idea que tenemos del otro. ¡No quiero decir que eso no me ocurra nunca a mí!
Por eso me parece interesante trabajar entre varios. Las lecturas de unos y de otros pueden completarse y enriquecerse. El trabajo de traducir no debería ser solitario.

¿Te has fijado en que Contra las bestias era la continuación de Supermarket Spring? «El último testigo de la hecatombe final, el que se come a los demás…»
–¡No, no lo había relacionado! Es cosa del azar. He llevado durante mucho tiempo el proyecto de Supermarket Spring, pero Contre les bêtes (Contra las bestias) fue un encargo. Me encantó traducirlo, pues era un reencuentro con el español. Ahora tengo ganas de que el texto sea publicado, difundido, que el espectáculo gire, pero no fui yo quien lo descubrió.

Pedro Mairal repite a menudo en sus entrevistas que desde el principio poseía un «bagaje formal importante» en poesía. Declara haber escrito muchos de los poemas de Tigre como los pájaros en endecasílabos y en heptasílabos. Cuando uno observa al detalle Supermarket Spring, se da cuenta de que a menudo vuelve a esos versos de once sílabas, al pentámetro de hecho, y a los versos de siete sílabas, pero que los disfraza, de algún modo, añadiendo una palabra, por ejemplo, para que el verso suene de manera menos exacta. ¿Lo has tenido en cuenta y, en tal caso, de qué manera?
–Cuando conocí a Pedro Mairal, en 2006, me dio a entender que era muy importante el ritmo, la métrica. Pero en esa época quizá yo no estaba en condiciones de entenderlo. Más adelante, en la Fábrica, resulta que Claude Bleton no abordaba el problema por ese lado, y sin embargo me parecía que siempre daba con la imagen justa, con el ritmo necesario, y entonces pensé que no lo necesitaba, a pesar de que el autor me había dado una información importante. Por lo tanto, no, no le presté una atención específica, no quise romper versos de 11 o de 7 sílabas. Presté más atención a la respiración, a la oralidad, es decir, a esa voz que oía, y por eso a veces soy más directa, más sintética.

Me parece que Pedro Mairal en Supermarket Spring buscaba otra forma, que no fuese rígida, aunque luego vuelva al soneto.
–Más que la búsqueda de una forma es el deseo de derribar un pedestal, una idea de la poesía. Entonces, sí, para eso se necesita pese a todo una forma, pues hay oralidad ahí, y Mairal no transcribe la forma de hablar de la gente, él la escribe. Pero esta alternancia de versos de 11 y 7 sílabas no sé si la ha elegido conscientemente, como el medio más seguro de restituir la oralidad del español.

¿No crees que más bien es una reminiscencia de la poesía clásica? No es algo que se observe sistemáticamente. Hay versos de cuatro, de cinco sílabas, y luego de pronto un grupo de endecasílabos, y se advierte que lo ha hecho adrede, o bien que el autor respira el idioma así.
 –No, yo he visto a Pedro contar las sílabas para que caiga justo. Luego, es juguetón, y es posible que haya querido romper la forma misma que él había creado.
Cuando leemos los Pornosonetos no reconocemos la forma del soneto, de tan cómodo como está. En los Pornosonetos lleva su proyecto más lejos todavía: la forma del soneto se hace invisible, cuando es muy restrictiva. Quizá su proyecto entero, su búsqueda de la forma consista precisamente en escamotearla.

¿Habrías traducido de forma diferente si los textos hubiesen estado página contra página?
–Si los textos hubiesen estado página contra página no habría querido que la traducción se publicase con este editor. Cuando tienes entre manos una edición bilingüe, o bien no entiendes nada de la lengua extranjera y solo miras la versión francesa, de manera que la versión original no te sirve estrictamente de nada y te estorba; o bien, y es el caso más frecuente entre los lectores de poesía, sientes cierta curiosidad, quieres leerla, tienes algunas nociones de español, puedes seguir, miras, pero en este caso incurres en una lectura híbrida, escolar, que mantiene la ilusión de la correspondencia unívoca entre los idiomas, y yo quería evitar eso.
Porque para mí es una trampa: cada lengua comporta un universo fantástico de sonoridades, de escritores (y por lo tanto, de voces en la lengua), de argots, de gestos, de maneras… En este sentido me parece que Cortázar tiene razón, el exiliado es una persona doble, porque no somos del todo el mismo según los idiomas que hablamos. Los idiomas aumentan nuestro ser, y eso me parece fascinante. La regla del juego cambia con la lengua. La edición bilingüe página contra página es muy interesante para proyectos muy concretos. Pero no es este el formato más apropiado en mi opinión para conseguir que el lector francés oiga el trabajo de Mairal sobre el habla de Argentina.

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