jueves, 5 de julio de 2018

"Vender libros es un negocio difícil, que exige pasión"

Mercè Ibarz (foto), es una escritora, periodista cultural y profesora catalana, que el 28 de junio pasado publicó en El País, de Madrid, la siguiente columna a propósito de cómo influye el precio fijo en los libros que se publican en España y, ya que estaba, pasó revista a algunas de las buenas librerías de Barcelona.   

Vida de los libros

Ahora algunos libros llevan el precio impreso en la contracubierta, pero si lo llevan en etiqueta me gusta conservarla un pelín escondida. La despego y la vuelvo a pegar en la guarda. De vez en cuando algún precio me salta a la vista porque suelo escribir cosas en la última página si la editorial ha tenido el buen gusto y el presupuesto suficiente para dejar unas páginas de cortesía en blanco a la disposición del lector. Cada vez sucede menos, las editoriales apuran al máximo el papel. Estos días he consultado un libro de hace diecisiete años, de septiembre de 2011. Es un ensayo de crítica cultural en versión original catalana, de unas 300 páginas. La etiqueta lleva el precio en euros y también pesetas, todavía: € 20.13, 3.349 pesetas. Si fuera novedad hoy, no sería mucho más caro. A menudo se oyen quejas de que el libro lo es, pero diría que es el producto que menos ha subido en lo que llevamos de siglo, o uno de los que menos. Se encareció con el paso al euro, pero luego no. 

El precio en concreto de ese libro es extraño, esos trece céntimos de pico son infrecuentes. Pero no es esa rareza lo que más sorprende. ¿Por qué tantas personas dicen a menudo que los libros son caros? ¿Porque no compran ni leen? Por si acaso, pregunto en la veterana Laie. El librero se extraña cuando le hablo de un título de hace casi veinte años, es consciente de que en los últimos tiempos los libros mantienen el precio pero no había pensado que llevemos ya casi dos décadas así, y que dure. Hablamos del libro de precio único en todas las librerías, no del libro de texto de precio liberalizado que tanto daño ha hecho a las librerías pequeñas y de barrio. El IVA de los libros es además reducido, un 4%, la desgraciada subida no le afectó y es uno de los más bajos en Europa. Busco en la web el volumen en cuestión, que ya está agotado (un libro de 2001, ¡cómo no va a estar descatalogado!) y el precio que consta es de 20.50 €. Sí que habría subido un poquito si lo hubiera podido comprar ahora, pero vaya. Lo que sí hay ahora son muchos libros pequeñitos a precios reducidos.

A pesar de eso vender libros es un negocio difícil, que exige pasión. Las editoriales y las librerías literarias y de pensamiento deben trabajar muchísimo. Un libro se lo juega todo en dos meses, si quiere tener una vida más larga en librería. En los últimos diez años han surgido un buen número de editoriales independientes, en paralelo a un sector editorial que ha engullido algunas de las editoriales independientes clásicas de los sesenta y setenta. Las que subsisten, ya sea Quaderns Crema/Acantilado o Anagrama, han debido tomar igualmente grandes decisiones: la primera, potenciando más la edición en español; la segunda, sumándose a un conglomerado editorial italiano para evitar el hispánico y a la vez publicando en catalán. Han surgido asimismo bastantes editoras pequeñas. No agoto aquí el tema, pues quiero hablar de las librerías y cómo les cuesta, y logran, vender libros. También se han cerrado muchas y otras, jóvenes, han abierto. Son un milagro.

Librería Calders
Hablando de Barcelona, que es lo que conozco, no hay día sin varias presentaciones de libros y encuentros literarios o simplemente culturales que movilizan también autores y títulos. Ya sea en librerías cooperativas dedicadas en profundidad al ensayo radical y protestario, como La Caníbal, el Espacio Contrabandos, la Ciutat Invisible, y tantas otras. La Calders, NoLlegiu, la Memòria, la Inexplicable, Atzavara… son también nuevas ágoras de mucha actividad, a menudo narrativa y poética pero también de pensamiento. La sentencia de la Manada ha reunido muchas voces en varias de ellas, para leer en voz alta su redactado y el del voto particular que pedía la absolución.

Su horario es extenso, algunas abren incluso los domingos. Celebran seminarios, cursos, debates. Las más veteranas y consolidadas de la ciudad tienen verdaderos planes d’estudio alternativos a universidades y escuelas. Hacen venir ganas de estar en contacto con los libros, que nos entren por los ojos y por los oídos, que compremos en definitiva. Porque si no, no hay manera.

Lo precioso es que, al igual que los cada vez más numerosos clubs de lectura en todo tipo de librerías y bibliotecas, el asunto funciona. Mal que bien, funciona. Los lectores se encuentran unos a otros y trazan vías de relación y conocimiento. No, los libros no son caros. Un montón de autores, editores y libreros curran de lo lindo para hacerlos visibles, no solo por escribirlos, editarlos y venderlos. Los hacen vivir en las librerías.

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