lunes, 8 de octubre de 2018

La sufriente gobernadora María Eugenia Vidal es muy solidaria y por eso manguea libros con cara de carnero degollado

La bajada del artículo publicado el 3 de octubre en Página 12 por Silvia Friera dice: El gobierno de la provincia de Buenos Aires convocó a las editoriales para que donen libros para la población vulnerable. ‘Es cínico que pidan esas donaciones al sector editorial ante la ausencia total de políticas de apoyo”, dicen los Trabajadorxs de la Palabra’”.

La caridad mal entendida

El colectivo de Trabajadorxs de la Palabra (TLP), integrado por escritores, editores, libreros y periodistas, denuncia que el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, a través del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, ha convocado al sector editorial para que contribuya con la donación de libros para el Programa Mediadores del Conocimiento, que lleva adelante ese Ministerio, y que pretende donarlos a población en condiciones de vulnerabilidad. “Es, como mínimo, cínico que pidan la donación de libros al sector editorial, ante la ausencia total de políticas de apoyo de los gobiernos, provincial y nacional, para atender la crisis que atraviesa y que, entre otros problemas, tiene que enfrentar un dólar cada vez más caro con la consecuente suba del costo del papel y una caída en las ventas de casi el 40 por ciento. Da la impresión de que el Gobierno de (María Eugenia) Vidal desconoce por completo la problemática que sufre el sector editorial”, afirma este colectivo en el que participan los escritores Selva Almada, María Inés Krimer, Débora Mundani, Jorge Consiglio, Hernán Ronsino, Ricardo Romero, Julián López, Carla Maliandi, Juan Carrá, Pía Bouzas, Juan Mattio, Clara Anich, Tatiana Goransky y Juan Rapacioli, entre otros.

El colectivo TLP advierte sobre la desaparición del ministerio de Cultura, devenido Secretaría, y la drástica reducción del presupuesto destinado a Cultura y Educación para el próximo año. “La provincia diseña programas para atender a los más vulnerables en donde el Estado pretende hacer donaciones, deslindándose de la responsabilidad de adquirir con los fondos correspondientes el trabajo intelectual de editorxs, escritorxs, traductorxs, correctorxs, diseñadorxs y toda la cadena de trabajadorxs que participan de la producción de un libro. Además, vale recordar, que el Estado asiste o administra por el bien común, no dona”, explican en un comunicado que está circulando por las redes sociales de editoriales como Eterna Cadencia, Caja Negra, Notanpuán, Godot, Dedalus, Interzona, Aquilina y Gárgola, entre otros sellos que están convencidos de que “el pedido de donación es un mamarracho”, como lo define el escritor y editor Ricardo Romero. “Las editoriales que pertenecen al TLP suelen donar libros a organizaciones no gubernamentales y ofrecen generosos descuentos a bibliotecas y sistemas de bibliotecas públicas, pero no a un Estado que no las contempla en su presupuesto, que  ha quitado programas y subsidios y que claramente entiende a la cultura y la educación como válvulas de ajuste en sus  objetivos económicos. Por lo que rechazamos en forma taxativa la convocatoria”, concluyen desde el colectivo de escritores, editores, libreros y periodistas.

“Primero el ministerio de Cultura pasó a ser Secretaría –plantea Juan Mattio a Página 12–. Después nos enteramos de que el presupuesto para el 2019 crecerá sólo un 10 por ciento y quedará atrasado más de 30 puntos en relación a la inflación. Se ven afectados, entre otros, el Fondo Nacional de las Artes y la Biblioteca Nacional. A este ajuste brutal se suma la caída de las ventas de libros –la Fundación El Libro calculó una caída de 30 por ciento entre 2016 y 2017, y se espera que sea peor este año–, el encarecimiento de los insumos para la impresión (casi todos ellos importados) y la dolarización del precio del papel. Por su parte, el Estado desactivó las compras de libros para el Plan Federal de Lectura, que significaba un respaldo para pequeñas y medianas editoriales y sus autores. Las librerías también cierran; una histórica, como lo es Del Mármol, anunció que baja la persiana en diciembre, y también cierran los centros culturales que no pueden afrontar los aumentos en las tarifas”. El colectivo de Trabajadorxs de la Palabra hizo su primera aparición pública el 21 de julio pasado con una suelta de libros y feria de editoriales en apoyo a los 357 trabajadores despedidos de la agencia de noticias Télam. Entonces, el escritor Julián López leyó el comunicado con el que se presentaron en sociedad. “Los despidos en Télam, en Radio del Plata, la crisis de la industria editorial, el cierre de centros de formación docente, el ataque a las bibliotecas populares y centros culturales, el vaciamiento del Conicet y la criminalización de lxs artistas callejerxs dan cuenta de una estrategia destinada a silenciar voces disidentes con el propósito de imponer una mirada única sobre la realidad nacional –alertaron desde el TLP–. Como trabajadorxs de la palabra hacemos público nuestro rechazo al avasallamiento que impone este gobierno, restringiendo el derecho a la información y acceso a los bienes culturales, acorralándonos en la precarización de nuestras prácticas profesionales”.

Mattio (Buenos Aires, 1983), autor de la novela Tres veces luz, completa el cuadro de situación de un panorama lúgubre. “Las grandes multinacionales, como Random House y Planeta, achican sus planes editoriales y algunas editoriales pequeñas y medianas, ya anunciaron que no podrán seguir en 2019. Los medios de comunicación, por su parte, se cierran o se achican de tal manera que los periodistas culturales salen a competir con multitud de colegas para conseguir una colaboración mal paga en alguno de los medios sobrevivientes. Este es el panorama que enfrentamos los y las trabajadorxs del universo del libro. Las estrategias de supervivencia se agotan y el horizonte es cada vez más negro”.

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