jueves, 15 de noviembre de 2018

Industria editorial: un barco a punto de hundirse


“En un nuevo coletazo tras el devastador informe de la CAL, escritores, ilustradores, editores, docentes, narradores, libreros/as y bibliotecarios/as difundieron una carta que denuncia la destrucción que el macrismo está llevando a cabo en áreas culturales.” Tal es la bajada del artículo, sin firma, publicado en el diario Página 12 en el día de ayer.

“El Estado quiere un país ignorante”

“La industria editorial está en peligro”, afirman en una carta un grupo de escritores, ilustradores, editores, docentes, narradores, libreros y bibliotecarios, entre los que se destacan Mempo Giardinelli, Claudia Piñeiro, Luisa Valenzuela, María Rosa Lojo, Elsa Osorio, Guillermo Martínez, Márgara Averbach, Gabriela Cabezón Cámara, Julián López, Silvia Schujer, David Wapner, Luciano Saracino, Sandra Comino y Mario Méndez. “Las pequeñas y medianas editoriales argentinas subsisten (las que lo logran) a duras penas y cada día cierran librerías de todo el territorio. Las políticas de gobierno en vez de cuidar a nuestra industria editorial, la agreden: se fomenta la importación mientras cae ruinosamente el mercado interno; se discontinúan planes de compras de libros por parte del Estado y, cuando se los pone en marcha, se ofrecen pagos por debajo de lo legítimo”, alertan los creadores y trabajadores del mundo del libro.

Esta carta en defensa de la industria del libro fue impulsada por Mempo Giardinelli y el “Colectivo LIJ”, integrado por escritores, ilustradores, editores, narradores y trabajadores de la literatura infantil y juvenil; un colectivo que se aglutinó a partir del repudio que generó la represión a la murga Los Auténticos Reyes del Ritmo, en la Villa 1–11–14, a mediados de enero de 2016. “Las editoriales son el puente entre los escritores y los lectores. Las necesitamos. Cuando la industria está en peligro, todo empeora. La posibilidad de editar se vuelve muy complicada porque las editoriales se reducen y publican solamente lo que les da dinero, no arriesgan, empiezan a decir, como me dijeron una vez a mí, siempre lo cuento: 'No, es demasiado literario para nosotros' y es imposible firmar un contrato nuevo”, revela Márgara Averbach a Página/12. “En el otro extremo del proceso, las ventas bajan, y eso hace que las editoriales grandes se concentren más en los best sellers y las chicas dejen de publicar o directamente cierren, para no hablar de algunas –pocas, la verdad– que no te pagan. La parte económica es mala para todos, nosotros recibimos menos derechos de autor. El Estado antes compraba libros LIJ para llevar a escuelas y eso se terminó”, explica la autora de El año de la vaca. “Como es lógico comprender, las consecuencias son desoladoras para quienes escriben en este país sumido en una irresponsable e inaudita crisis, al igual que para el resto de los trabajadores”, advierte Luisa Valenzuela. “Pero el daño que se le hace a nuestra cultura y a nuestra literatura, que supo ser un faro en el mundo –tenemos con qué– es aún más devastador”.

Giardinelli precisa que “la acción destructiva del macrismo no es grave sólo para los escritores, sino para la sociedad toda”. “El Estado ha abandonado el Plan Nacional de Lectura, y con esa estúpida medida afectó el desarrollo lector de las nuevas generaciones. Sólo mentes retrógradas y colonizadas pueden no advertir que con esto se deteriora también la identidad de la nación”, agrega el escritor chaqueño. ¿Qué rol debería cumplir el Estado respecto de la industria editorial del país? “Al Estado le cabría ampliar, tal como prometió en campaña, el rol que supo ejercer el gobierno anterior, dando verdadero apoyo al quehacer literario y cultural; pero eso sería creer en sus globos de colores”, ironiza Valenzuela, presidenta del Centro PEN Argentina, y añade una pregunta retórica como una manera de alentar la reflexión crítica: “¿Por qué este Estado despiadadamente neoliberal habría de fomentar al enemigo en esta 'guerra de cuarta generación' que tan eficaz le ha resultado, este novedoso terrorismo institucional que no se ejerce con fusiles –aunque ganas no les falta– sino con fake news y posverdad, al invadir con trolls las redes sociales para distorsionar las opiniones de los crédulos que han olvidado lo que es leer en profundidad y tras las palabras engañosas?”. Para Averbach todo el arte, en el que incluye al cine, al teatro, a la pintura, a la fotografía y a la literatura, está directamente relacionado con las identidades culturales argentinas. “La única meta de este gobierno es el dinero de los grandes jugadores económicos. En ese sentido son coherentes; hablan de relaciones coloniales con España o con Europa en general y con Estados Unidos también porque ser colonia les parece fácil y cómodo: sin identidad, dedicados solamente a hacer dinero; el 1 por ciento, claro está. Por eso no fomenta ni subsidia ni lleva libros ni pone dinero en cine y hace que el Ministerio de Cultura pase a ser Secretaría”.

El escritor chaqueño, creador de la Fundación Mempo Giardinelli orientada especialmente a fomentar la lectura, plantea que el Estado tiene “el deber de cuidar el trabajo de todos los trabajadores, entre ellos los de la industria editorial y el comercio librero”. Esos trabajadores incluyen a decenas de miles de personas: autores, editores, impresores, distribuidores, libreros y educadores de todas las disciplinas. “Gracias a un Estado presente se fortaleció siempre la identidad nacional y la otrora orgullosa cultura que admiró el mundo”, recuerda Giardinelli. “Pero hoy todo eso se demuele como se demuele toda producción nacional. El Estado macrista no cuida ni fomenta ni subsidia a la industria editorial porque desprecia el ascenso social basado en la instrucción, la lectura y la inteligencia. Por eso destruyen la educación pública, obligatoria y gratuita: porque su modelo aspiracional es un país de pocos, blancos, ricos e instruidos en sistemas no  nacionales. Quieren un país de no lectores, de no pensantes, porque es fácil manipular la ignorancia”.  

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