martes, 4 de junio de 2019

Una crónica de la quinta Semana del Libro Argentino en la librería Calders, de Barcelona


Como es sabido para los lectores habituales de este blog, Andrés Ehrenhaus vive en Barcelona desde hace más de cuarenta años. Sin embargo, viene periódicamente a la Argentina y trae las novedades de allá, porque, además de ser uno de los traductores argentinos más activos de España, es escritor y conoce a sus pares españoles. Hay que decir que, al cabo de cada viaje (que por supuesto incluye varios asados y picados con jugadores siempre más jóvenes que él), vuelve a España con las novedades de acá y las difunde entre sus amigos y conocidos. Ese trajín, y su relación con la Librería Calders de Barcelona, terminó en la organización de una Semana del Libro Argentino, que este año cumplió los primeros cinco de existencia. Y dado que la ciudad invitada a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires fue Barcelona, pareció oportuno realizar un resumen de lo ocurrido en esta quinta edición. Lo que sigue, entonces, son sus comentarios y conclusiones.

Un zapallo en el desierto
Amplio resumen de la 5ª edición
  
Todos los años desde hace 5, la semana de mayo en la que caiga el 25 alberga en el tiempo lo que la Librería Calders de Barcelona en el espacio: un encuentro con el libro argentino. El encuentro, a diferencia del de Ducasse, no es fortuito aunque muchas instancias se empeñen en verlo tan improbable como el de una máquina de coser y un paraguas. El encuentro se parece, més aviat, a un zapallo en el desierto. Como sabemos desde bien chicos, todo zapallo o carbassa puede devenir carroza de princesa, si las condiciones están dadas. ¿Y lo están en Barcelona? Como decía ese gallego avant la lettre que era Heráclito de Éfeso, lo están y no lo están. Lo están porque el hecho-ahí ocurre con meridiana puntualidad y variedad de contenidos e invitados; y no lo están porque la prensa, las instituciones, los intelectuales y el público local en general pasan olímpicamente de la cita.

Tanto más notable es ese pasar olímpico cuanto que esta edición del encuentro estaba dedicada a poner sobre la mesa de disección la presencia de Barcelona como ciudad invitada en la Feria del Libro de Buenos Aires. Las riendas de ese envite estaban, estuvieron en manos de un ser bicéfalo: el Ajuntament de Barcelona (en su área más libresca y cultural) y el Institut Ramon Llull de Promoció de la llengua i cultura catalanes, que fue, de las dos cabezas, la más cabezuda. ¿Por qué así, siendo el Llull una institución de ámbito nacional catalán y la ciudad invitada una ciudad? La respuesta debe buscarse en los entresijos de la complicada política local, atravesada por asuntos que, si bien tienen su fundamento e incluso su origen en cuestiones de lengua y cultura, no necesariamente tienden a dirimirlas sino, vet a saber perquè, a embalsamarlas. Poniéndolo en términos muy toscos y volviendo a Heráclito, Catalunya es y no es España, y Espanya quiere/desquiere a Cataluña. Y en eso estamos apolillados desde 1714.

Impregnados de esta realidad insoslayable, los voluntaristas y voluntariosos fogoneros de las Semanas del libro argentino en la Calders ponemos lo que hay que poner cada mayo para que lo argento resuene con el eco modesto de un zapallo en el fértil desierto de la indiferencia local. Sí, esta frase tampoco es fortuita. La verdad es que estem fins el gorro. Tal es así que cada año nos preguntamos si vale la pena el esfuerzo; y cada año nos respondemos que sí, que vale la pena, aunque sólo sea porque los encuentros son estimulantes, ricos, sorprendentes, reveladores, amenos, únicos y diversos. Porque en el horizonte de sucesos de la Semana convergen, polemizan, leen, cuentan, se escuchan, se conocen o reencuentran toda clase de personas relacionadas con la producción, difusión o lectura de libros argentinos en España y viceversa. Porque la independencia es total y la libertad de crítica y pensamiento más totales aún. Y porque nos dolería mucho perder un espacio así, sostenido a pulmón y seso, como empanada de pobre. Perder espacios abiertos de intercambio intelectual sería contribuir al tedio y la catatonia que ya nos aletargan las piernas.

Pero no podemos quejarnos en absoluto. Este año, por ejemplo, el Consulado argentino en Barcelona nos obsequió con tres cajas de delicioso malbec y refrescante cabernet blanc. He aquí un hito, por no decir un hit. Y las tradicionales empanadas del Laurel son cualquier cosa menos pobres: a este lado del charco no las hay mejores. También es maravilloso el público, fiel hasta en la inconstancia. Y los participantes, que se lo dejan todo en cada charla. De hecho, los participantes son nuestra gran baza, nuestro capital intelectual más preciado, nuestra caja de Pandora y, por qué no decirlo, nuestro premio. Además, el modelo íntimo de los encuentros desata y destapa una complicidad que cataliza aún más el intercambio. Todos nos sentimos en casa. En casa se conversa mejor. Incluso cuando la gente abarrota la librería, nuestro ánimo es casolà; pero no engañemos a nadie: la mayoría de las charlas se nutren de una audiencia escogida y tenaz. A esos agraciados los esperan jugosas empanadas finales.

Decíamos que esta edición quiso ocuparse de la ida y la vuelta de la expedición metonímica de Barcelona a la Feria del Libro de Buenos Aires. Aprovechamos a tal fin la circunstancia de que Isabel Sucunza, librera de la Calders y un alma máter de la Semana argenta, formó parte de la delegación barcelonesa y de que yo mismo, servidor de ustedes, anduve por la Feria promocionando por mi cuenta y riesgo un libro propio y así pudimos recabar información, comentarios y sensaciones in situ, tanto de visitantes ultramarinos como de ciudadanos locales, y hacernos una idea personal del magno evento. Ya de vuelta, y compactando la semana maya en tres jornadas, propusimos tres mesas de encuentro: #losquenofueron, #loquesevendió, #losquefueron. En la primera participaron varios de los cuentistas compilados por Tatiana Goransky en el libro Barcelona-Buenos Aires, Once mil kilómetros (Trampa Ediciones, Barcelona 2019) que no entraron en la desigual convocatoria por motivos de índole incierta. En esta mesa se habló de las dificultades y alegrías de habitar ámbitos y lenguas que no son exactamente las nuestras y de cómo ese corrimiento afecta la literatura de cada cual; nada que decir de la Feria (porque no habían ido, obvio) y poco de la organización. Nobleza obliga.

La segunda mesa fue, quizás, la más interesante y, como suele ocurrir, la más desatendida. Curioso, porque había autoridades, agentes, editores entre los participantes. También es cierto que llovía, o había llovido el día anterior o llovería al siguiente. Como plato fuerte del menú, la directora de l'àrea de literatura i pensament del Institut Ramon Llull tuvo ocasión de explicar los más y los menos de la presencia catalana en la Feria (cabe decir acá que los responsables municipales de cultura/literatura también estaban convocados, aunque prefirieron declinar nuestra invitación). La valoración oficial del Llull es por demás positiva, sobre optimista incluso. Ahí va en catalán –para que practiquen, traductores– lo que se puede leer en su web bajo el título de “Barcelona seduce en la FIL de Buenos Aires”:

Les diferents activitats literàries celebrades a l’auditori de l’estand deBarcelona –un espai de 200 metres quadrats que ha acumulat elogis pel seu disseny i funcionalitat– han atret 2.000 persones, xifra que representa una ocupació mitjana del 75%. El programa de Barcelona ciutat literària ha permès mostrar a Buenos Aires la literatura que es fa avui a Barcelona. En especial, les noves veus emergents de la ciutat. I ho ha fet de la mà de 32 escriptors i il·lustradors i 32 escriptores i il·lustradores.
En paral·lel a les xerrades, homenatges i diàlegs d’escriptors que s’han celebrat a l’auditori, per la llibreria de l’estand hi han passat milers de visitants. Aquest espai ha comptat amb 10.000 exemplars constituïts per 600 títols diferents provinents de 40 editorials. Els autors més venuts han estat Héctor Lozano (Cuando fuimos los peripatéticos), Paula Bonet (La sed, Roedores i Qué hacer cuando en la pantalla aparece the end) i Mercè Rodoreda (Jardín junto al marLa plaza del diamante i La calle de las camelias). Destacar que s’han esgotat els 40 diccionaris de català que han viatjat fins a Buenos Aires. Tots els llibres que no s’han venut es donaran a les biblioteques de la capital argentina.  Al llarg d’aquests dies també s’ha desplegat un ambiciós programa professional amb l’objectiu de promocionar els autors de la ciutat, potenciar les traduccions al castellà d’originals catalans i donar suport a les editorials barcelonines per millorar i tenir distribució a l’Argentina i a la resta de Llatinoamèrica. En aquest sentit destacar que més de 30 editorials catalanes han participat de les jornades professionals de la Feria del Libro i que s’han realitzat 60 reunions amb editors argentins. 

Etc. Fuera cual fuese el correlato con la realidad, lo cierto es que la directiva del Llull disculpó de antemano los posibles errores de las instituciones a cargo con un curioso y paradójico argumento: si acaso hubo errores (y a buen seguro los hubo), para ellos era esencial que no se debieran nunca a cuestiones de índole política sino siempre a pifias involuntarias hechas en nombre de la cultura, la lengua, la literatura, el arte. ¿Ingenuidad programática? ¿Cola de paja institucional? ¿Busque usted el pleonasmo oculto? Porque pocas cosas son más políticas que la lengua y la cultura, ¿verdad?, salvo, quizás, la ilusión de apoliticidad. De nuevo, la clave de esta paradoja es interna y tiene más que ver con la difícil relación entre Ajuntament de Barcelona y Generalitat de Catalunya y el [des]equilibrio de competencias, y no con la casi inexistente relación de lo catalán-hoy con lo argentino-ahí. Una lectura rápida del párrafo citado da buena cuenta de los supuestos logros de la misión apolítica: el stand en cifras, bastante bajas en relación a la circulación básica de público de la FIL, incluso en un año de vacas famélicas como éste; la paridad de género (32 vs. 32); las ventas de libros, sin cifras ni valoración cualitativa, y de los 40 diccionarios con que venía pertrechada la expedición (wow!); y la potenciación del programa de extraducción, también sin cifras (se vendieron 2 obras, y ni siquiera en esta feria sino en la anterior, la de Guadalajara). Respecto de este último punto destaca la absoluta ignorancia por parte de la delegación visitante de la contraparte local en la promoción y apoyo de extraducciones, el Programa Sur. Destaca pero no sorprende: ellos fueron a verse, no a vernos. Y se vieron.

En la tercera y última mesa, la de #losquefueron, había de todo pero en porciones cortas–para qué exagerar. De los cuatro invitados, dos eran muy críticos, uno crítico con reservas y condescendiente el restante. Al menos, de partida. Muy pronto se desmontaron los argumentos triunfalistas y la visión endogámica de una delegación tan nutrida como encantada de conocerse. Tampoco era difícil. Quien más quien menos contó pormenores y desaciertos, encuentros y desencuentros, servidumbres y consuelos. La mayoría coincidió en un aspecto crucial: esa megadelegación de 32+32 se sintió, salvo casos aislados e idiosincráticos (Silvia Pérez Cruz, por ejemplo, fue a cantar para su público, que lo tiene; Pilar Rahola fue a hacer bardo en los medios, que la bancan), intrínsecamente desaprovechada. Las charlas eran desparejas –lo que contrasta con la obsesión llullística de emparejar las charlas– y a veces inoportunamente programadas (Xavi Ayén, el autor de Aquellos años del boom, vio su audiencia reducida prácticamente a la nada al coincidir con la presentación del libro de CFK), y casi nunca se relacionaba in situ al ponente con sus libros.

Pero la crítica más feroz recayó en el antes, no en el durante o el después. Porque muchos de los que fueron, habían sido llamados antes para asesorar a los funcionarios, cosa que hicieron con entusiasmo y abundancia de información y contactos. No en vano viven, vivimos en Barcelona y alrededores muchos argentinos y desde hace muchos años, así como muchos catalanes que mantienen una intensa relación con Buenos Aires y Argentina, de modo que había mucho material del que echar mano; por decirlo en términos empresariales, recursos humanos no faltaban, en ninguna de las dos orillas. Sin embargo, se desaprovecharon o se aprovecharon torpe e ineficazmente, se desoyeron las propuestas, se ignoraron las conexiones reales, activas, productivas. Como muestra, un betún: existe un genuino interés en las universidades argentinas por la literatura y la lengua catalanas, y un conocimiento más profundo del que a simple vista podría suponerse; no obstante, las instancias organizativas de la delegación desecharon todos los contactos académicos propuestos por considerarlos apriorísticamente soporíferos, presuponiendo que la vitalidad universitaria argentina es equivalente a la abulia de la española y, por extensión, catalana. Así, paradójicamente una vez más, el comportamiento que desde Catalunya se le afea al estado central opresor (esa imposición poscolonial de roles basados siempre en la realidad interna y nunca en la observación e internalización del Otro) es el mismo que se aplica en tierras ultramarinas cuando a quienes les toca visitar la Indias es a los catalanes.

El corolario de la mesa que cerró la Semana queda patente una de las frases que resonaron entre las pacientes paredes de la librería Calders: “¡Vinieron a mostrar sus espejitos de colores en un país donde hasta el último indio sabe quién es Lacan!”. No les interesó si el Programa Sur ni los investigadores argentinos de lo catalán ni las numerosas editoriales íntegramente independientes que rodeaban el stand de Barcelona (del que no hemos dicho nada, porque mucho más indigno era el argentino en la Feria del Libro de Bogotá) ni la recepción real del público local ni la historia viva del trasiego entre Buenos Aires y Barcelona, sobre todo a partir del golpe militar de 1976 y los años negros de la dictadura. Fueron, vieron, vendieron (poco). Ni siquiera se enteraron de que a su invitada más mediática, la ya mencionada Rahola, alguien del público le gritó cuando aventó en la Feria su crítica política a que se hiciera uso político de la Feria (en referencia a la presentación del libro de la también citada CFK): “¡Dale, gallega, volvé a Madrid!” [sic]. Y el Llull habla de seducción y éxito…

Seducción y éxito clamoroso que obtuvieron, en cambio, las empanadas y el vino con que la Semana agasajó a los concurrentes, con la promesa de que, el año que viene, volveremos a poner el hombro para mantener vivito y coleando nuestro zapallo en el desierto. Visca la Setmana del Llibre Argentí a la Calders!

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