jueves, 26 de diciembre de 2019

"Mi nombre sería asociado al de Dante por generaciones"

El siguiente cuento de Silvio Lizárraga salió publicado en la revista  Por el Camino de Púan,  de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en octubre del año pasado. Aunque nunca publicamos cuentos, hacemos una excepción por su pertinencia con los contenidos de este blog. Se reproduce con el correspondiente permiso

Un problema dantesco

Cuando el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires me encomendó la traducción de la Divina Comedia de Dante, sentí de manera física que el destino me había dado una oportunidad para trascender. Colgué el teléfono con manos temblorosas y comencé a ponderar la dimensión del trabajo que iba a encarar. Era enorme, monumental. Cerré los ojos por un instante y me imaginé a mí mismo trabajando por las noches, en silencio, en un futuro lejano, casi abstracto. Ya prefiguraba mis próximos dos o tres años trabajando el texto de Dante. Me producía un vértigo placentero saber que alcanzaría la máxima profundidad de la Comedia y saldría (en aquel entonces tenía la ilusión de que alguna vez saldría) distinto.

Decidí, como metodología de trabajo, releer las traducciones al castellano que conocía y analizar los problemas, dificultades y errores que ellas presentaban para poder evadir esos escollos con elegancia. Así gasté mi primer año de tarea. Estaba tranquilo, ya que mi conocimiento del toscano del siglo XI y XII y del italiano eran amplios. Toda mi vidala había dedicado a la literatura italiana de la Edad Media y del Renacimiento. Eso me permitía ver con mayor lucidezlas equivocaciones de los traductores que me precedieron; los estudié, los comparé y los diseccioné hasta el hartazgo. Ciertamente, pensé que iba a enloquecer perdido en esas versiones de Dante. El agujero parecía no tener salida y aún no había comenzado a traducir.

Cuando estaba cansado, me sentaba en mi sillón predilecto y meditaba largas horas hasta caer la noche. Para los italianos es fácil, pensaba. Los versos de Dante son únicos, eternos, inmutables:

Nel mezzo del cammin di nostra vita
miritrovai per una selva oscura,
che la dirittavia era smarrita.

Así comienza la Comedia y siempre será así para ellos. ¿Qué puede hacer un traductor argentino para trasladar lo eterno? ¿Qué h icieron los otros? Algunos eligieron traducir a Dante en prosa, lo que parecería admitir de antemano el fracaso de la tarea del traductor. En este grupo estaban Manuel Aranda Sanjuan, el infame Enrique de Montalbán, Cayetano Rosell y Francisco José Alcántara. Luego había otro grupo de traductores que eligieron el verso, lo cual representa un mayor desafío ya que el traductor debía tener un comercio más profundo con la poesía. Dentro de este grupo había dos subgrupos: los que versifican rimando (Sergio Albano, Abilio Echevarría, Ángel Crespo, Bartolomé Mitre, conde de Cheste) y los que no riman sus versos (Jorge Aulicino, Antonio Jorge Milano, Martínez de Merlo, Ángel Battistessa y Fernando Gutiérrez).

Las versiones en prosa —pensaba— buscan la claridad pero no renuncian (por completo) a lo poético. Manuel Aranda Sanjuán (1868) comienza así su traducción:

A mitad del viaje de nuestra vida me encontré en una
selva obscura, por haberme apartado del camino recto.

El proceso de traducción es interesante: cammines traducido por “viaje”, mi ritrovai, correctamente por “me encontré”y, finalmente, era smarritaes reemplazado por una invención de Aranda Sanjuán, “haberme apartado”.

Parece poca cosa, pero en tres versos se pueden realizar muchas operaciones que no siempre favorecen la mejor lectura del texto. La versión del ficticio Don Enrique de Montalbán(1888) es de esa índole:

Hacia la mitad del curso de nuestra vida, me perdíen
una selva oscura por haberme separado del camino recto.

Dejando de lado el horrendo “Hacia” con que inicia el párrafo, se pueden considerar otras cosas igualmente atroces: el cammines “curso”, seguramente la palabra “camino” le resultaba demasiado mundana. Nótese, además, que se persiste aquí también en el error de traducir la palabra smarritapor “haberme separado…” (ligero matiz con respecto al “haberme apartado” de Aranda Sanjuán a quien los hermanos Garnier plagiaron impunemente).

Se logra cierta mejoría en la traducción de Francisco José Alcántara (1965):

A mitad del camino de nuestra vida, perdido el recto
sendero, me encontré en una oscura selva:

Acierta en traducir cammin por “camino”, pero luego (gracias a la prosa) mezcla el segundo verso con el tercero, con lo cual, la “selva oscura” del segundo verso aparece al final de la oración y la dirittavia del tercer verso aparece enmitad de la cláusula. Es de suponer que tales modificaciones fueron realizadas para una mejor y más fluida lectura.

De lo que no hay duda es de la aberración perpetrada por Cayetano Rosell (1958). Imposible determinar el proceso mental que lo llevó a traducir de esta manera:

Hallábame a la mitad de la carrera de nuestra vida,
cuando me vi en medio de una oscura selva, fuera de
todo camino recto.

¿Por dónde empezar? Al leer esta traducción y conociendo el original, se siente que sobran palabras: primero “Hallábame…”(hubiera sido más placentero quizás “Me hallaba”, sin embargo, Rosell optó por un arcaísmo); luego  “cuando me vi en medio de…” (la cercanía de la palabra “mitad”usada previamente vuelve redundante el uso de la palabra “medio”); finalmente “fuera de todo...” (no es posible encontrar nada remotamente parecido a esta expresión en los versos de la Comedia). Semejante vandalismo no puede ser imputado a Dante. Si así lo hiciera el lector desprevenido, se llevaría la impresión, por demás falsa, de que el poeta italiano escribe muy mal. Por otra parte, traducir cammin por “carrera” y vía por “camino” parece una broma. Por último, llama mucho la atención la colocación del adjetivo “oscura” en posición prenominal, algo que Dante evade meticulosamente en su verso, por razones de métrica. El punto es que Rosell no tiene esas necesidades de rima y bien podría haber traducido “selva oscura”. Sin dudas, ubicó el adjetivo en posición prenominal para darle al párrafo un falso y fallido ímpetu poético.

La famosa versión de Bartolomé Mitre (1889) es un ejemplo de los problemas que encara un traductor que decide mantener el metro y la rima:

En medio del camino de la vida,
errante me encontré por selva oscura,
en que la recta vía era perdida.

Es observable que se pierden y se ganan cosas con la rima. Para empezar, se pierde la palabra nostra; el che del tercer verso tiene valor causal y se diluye al ser traducido por“en que”. Sin embargo, la rima le otorga a la traducción la elegancia que el texto original detenta. Destaca, asimismo, la palabra “errante”que sorprende y no carece de belleza. Contrastando esta versiónde Mitre con la del Conde de Cheste se pueden apreciar las diferentes opciones de traducción:

A mitad del andar de nuestra vida
extraviado me vi por selva oscura,
que la vía directa era perdida.


Se ve con claridad que si el traductor opta por mantener la palabra “camino” se pierde la palabra “nuestra” y viceversa.

Otro problema de traducción es el constituyente mi ritrovai. Para Mitre es “errante me encontré”, para el Conde de Cheste es “extraviado me vi”. Ambos evaden con astucia lapalabra “perdido” ya que se convertiría en una redundancia toda vez que el tercer verso termina con la palabra “perdida”.

Por otro lado, el matiz entre la errancia y el extravío es sutil pero significativo. Hay algo voluntario en la errancia, lo cual encaja perfectamente con la concepción general de la Comedia, y ese matiz volitivo se pierde en la de extravío, que no implica voluntad.

La traducción de Ángel Crespo (1971) conserva la palabra “camino” del primer verso y deja caer previsiblemente la palabra nostra:

A mitad del camino de la vida
yo me encontraba en una selva oscura
con la senda derecha ya perdida.

Es destacable que en el segundo verso deliberadamente se oblitera toda idea de errancia o extravío, y se emplea de forma muy directa “yo me encontraba”, lo cual hace más ligera la lectura. Asimismo, el uso del pretérito imperfecto (ausente en el original) puede resultar escandaloso. Nótese además que al traducir “con la…” se pierde el valor causal del che.

En el tercer verso, nos enfrentamos a otro problema de traducción: ¿Cómo traducir la palabra via? La primera respuesta es usar la misma palabra en castellano, “vía”. Así lo hacen Mitre y el Conde de Cheste. Para Crespo, en cambio, será “senda” tal vez porque la palabra “vía” en siglo XX está asociada al ferrocarril, algo demasiado lejano almundo dantesco.Tal imagen arruinaría la experiencia de lectura de un texto medieval. Abilio Echeverría (1995) usará también la palabra “senda”:

En mitad del camino de la vida
me hallé en el medio de una selva oscura
después de dar mi senda por perdida.

Es notable el segundo verso por el uso de “…el medio de…” inexistente en el original. Con eso logra un resultado adverso y redundante por la cercanía de la palabra “mitad” del primer verso.

En el tercer verso cae diritta, pero misteriosamente suma “después de dar mi…”. Ahí la traducción se pierde en su propio laberinto.

Otro laberinto edificará Sergio Albano (2008) cuando traduce del siguiente modo:

A mitad del camino de la vida
perdido en selva oscura me hube hallado
porque la recta senda era perdida

El segundo verso resulta aberrante, pero ¿por qué? ¿Será la inversión de los constituyentes? ¿Será el espantoso uso del pretérito anterior? Solo son admisibles el primer verso, de traducción correcta, y el tercero donde che se traslada por “porque” dándole al verso la carga causal que el original presenta.

A mitad de camino, ya no de la vida, sino entre los traductores prosistas y los que versifican, están los que manteniendo el metro abandonan la rima intencionalmente. Es imaginable un deseo de libertad en ellos, un prurito por traducir sin las ataduras de la rima pero conservando completo el espíritu poético de la Comedia; (a priori) un perfecto equilibrio entre legibilidad y estructura.
En los hechos, tenemos a Fernando Gutiérrez (1967):

En medio del camino de la vida
vine a encontrarme en una selva oscura
de la derecha senda extraviada.

El primer verso adolece del mismo albur, ya repetido en los antecesores, de utilizar la palabra “camino” y axiomáticamente omitir la traducción de nostra. El problema, empero, comienza en el segundo verso con la curiosa traducciónde mi ritrovai. La aparición del “vine a…” es torpe e innecesaria. Por supuesto, ante el agotamiento de variaciones del tipo “me encontré”, “me encontraba”, “me hallé”, “me hube hallado”, parece inevitable que surjan cosas como “vine a encontrarme”, lo cual no es carente de fealdad, pero —hay que admitirlo—mucho peor sería “me vine a encontrar”.

Por último, tenemos el impúdico tercer verso: “de la derecha senda extraviada”. Gutiérrez puso toda su malicia en ese complemento preposicional. Tan perverso es que logra que la primera estrofa de su traducciónsea agramatical.

Mayor éxito logra Ángel Battistessa (1984) con su traducción:

En el medio del camino de la vida
yo me encontré en una selva oscura,
porque la recta vía había perdido

Conserva el tiempo verbal del miritrovai del segundo verso, conserva la carga causal del che del tercer verso y es perfectamente gramatical. Sin embargo, se puede hacer una observación para nada menor. En el original, el tercer verso dice: la dirittavia era smarrita, donde la dirittavia es sujeto oracional y era smarrita, predicado. En la traducción de Battistessa el sujeto del tercer verso se encuentra en el segundo. Que Dante le haya dado categoría de sujeto a la dirittavia nos habla de su importancia, la cual se diluye cuando la subjetividad se traslada al sujeto de la enunciación.

En un error semejante cae Luis Martínez de Merlo (1988):

A mitad del camino de la vida
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.

Dejando de lado la innecesaria inversión de constituyentes del segundo verso, el tercero (que traduce bien cuando traslada che por “porque” de valor causal) se aleja, sin embargo, del sentido del original de la misma forma en que lo hace Battistessa: hace coincidir al sujeto oracional con el sujeto de la enunciación, cuando con claridad Dante los separa en el tercer verso.

Son este tipo de decisiones las que enfrenta el traductor, las cuales deben tener un criterio que las justifique. De lo contrario se puede llegar a traducciones como la de Antonio Jorge Milano (2002) que sin dudas hacen preguntar al lector ¿qué estaba pensando?:

En mitad del camino de la vida
cercado me vi por selva oscura
porque el recto camino no encontraba.

Se podrá hablar de licencia poética. Yo prefiero hablar de excentricismo. Lo peor de las versiones en prosa de la Comedia era la incorporación de palabras ajenas al original. Aquí Milano padece del mismo vicio. En el segundo verso la palabra “cercado” da la sensación de que es el bosque el que ha rodeado al sujeto de la enunciación, de este modo se pierde toda noción de errancia. Y en el tercer verso, la irrupción de “no encontraba” comete el desliz, primero, de no existir en el original, y, segundo, de empatar el sujeto oracional con el sujeto de la enunciación, como antes lo hicieron Battistessa y Martínez de Merlo.

De las traducciones de este tipo, es decir, de las que versifican y no riman, la más correcta es la de Jorge Aulicino (2011):

En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
pues era extraviada la vía derecha

Impecable. El primer verso conserva la traducción de las dos problemáticas palabras cammin y nostra. El segundo verso conserva el tiempo verbal del original y en el tercer verso resuelve el causal che con un “pues”. Finalmente, también respeta el uso del sujeto: “la vía derecha” sujeto de “era extraviada” (aunque invierte los constituyentes). Solo le será criticable la decisión de optar por el dodecasílabo en lugar del endecasílabo.

Ante tantas traducciones existentes habría muchas que no alcanzaría a leer. Yo sabía que mi tarea de traducir la Divina Comedia me trascendía y que no era un simple trabajoacadémico. Era un trabajo para la posteridad. Mi nombre sería asociado al de Dante por generaciones.

Luego de analizar las traducciones de mis predecesores, con sus aciertos y errores, sentí cariño y simpatía por ellos. Me sentí parte de una hermandad. Eso me animó a comenzar la tarea.

Elaboré dos borradores del Infierno y un borrador completo de la Comedia. Cada uno bajo una idea subyacente distinta.

El primer borrador del Infierno llevaba el sello nacional. Había observado que los traductores argentinos se mezclaban muy bien con los españoles, casi de forma indistinguible. Yo quería hacer que mi Comedia fuera argentina, visiblemente. Para ello debía utilizar un lenguaje argentino. Descarté de inmediato la gauchesca, que ya había alcanzado su pináculo con Martín Fierro, y opté por ese lenguaje citadino que aún no había alcanzado su máxima expresividad: el lunfardo. Así, luego de arduas noches de trabajo traduje el Infierno, que comenzaba con estos versos:

En el diome del caminito de la vida
me perdí en una selva fulera
porque me manqué en la senda de Dios


El problema no fue el espantoso monstruo que había creado, sino que, además de la traducción y de las notas (tareas que iban juntas), debía preparar una especie de diccionario de lunfardo ad hoc para que el texto fuera comprensible. Entonces abandoné la idea.

Luego de meditar durante días llegué a la conclusión de que mi traducción debía apuntar a los lectores del futuro. En ellos depositaba el éxito de mi obra. Entonces, acometí el segundo borrador del Infierno cuyos primeros versos eran:

En medio de la autopista de la existencia
me extravié en una web oscura
porque había errado el router directo.

Semejante abominación no podía ver la luz del día. Finalmente, como si fuera una epifanía, llegó a mí la respuesta de todo el problema dantesco: no debía preocuparme por trasladar palabras de una lengua a otra, debía traducir las alegorías del poema. Una traducción así, exegética, limpiaría toda sombra del texto y anularía el propósito de la notas al pie. Es decir, a la tarea superficial de traducir el texto, había que sumarle la tarea profunda de traducir las alegorías, la simbología, las metáforas. Fue así que siguiendo esta idea novedosa concluí mi traducción de la Comedia al cabo de tres años.

Sin embargo, cuando llevé el material a la facultad, el Decano que me había encargado al tarea había sido reemplazado por otro que no se interesó en lo más mínimo por Dante.

Salí de la Facultad con los papeles bajo el brazo murmurando el comienzo de mi Infierno:

A los treinta y cinco años de mi vida
Caí en una profunda depresión
A causa de una crisis moral y ética.


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