martes, 9 de junio de 2020

Una entrevista con Sung Woong Choi, traductor coreano de Cortázar, en Buenos Aires

Sung Woong Choi por Diego Martínez

El 19 de febrero de este año, Mónica López Ocón publicó en el periódico Tiempo Argentino, de Buenos Aires, a siguiente entrevista con Sung Woong Choi, traductor coreano de Rayuela, de Julio Cortázar.

La historia de Sacha, el traductor coreano

que vivió un año y medio en Buenos Aires para traducir Rayuela


Su nombre en coreano es Sung Woong Choi, pero se hace llamar Sacha, un diminutivo de Alexander que aparece con frecuencia en la literatura rusa. Considera que la literatura es mucho más interesante que la vida y que es lo que le da sentido a la suya. Habla, además de su lengua materna, francés, alemán, inglés, japonés y un castellano que, luego de un año y medio de vivir en Buenos Aires, pronuncia de una forma aporteñada que le hace decir sho y shuvia, como si hubiera nacido aquí, a la vuelta.

Su gran proyecto en este momento es traducir al coreano Rayuela, de Julio Cortázar, lo que calcula que le llevará dos o tres años más de trabajo, porque luego de su regreso a Corea que concretará en unos pocos días, viajará a Japón donde permanecerá seis meses para perfeccionar el idioma. Se lleva de aquí una gata atigrada, un animal cortazariano si los hay, que lo acompañará silenciosamente mientras traduzca Rayuela y quizá lo acerque al autor argentino quien tenía, como Osvaldo Soriano, una manifiesta predilección por los gatos.

En un bar tradicional de San Telmo, un barrio que conoce muy bien porque ha vivido allí, Sacha habla de su ambicioso proyecto con Tiempo Argentino.

–¿Cómo aprendiste español?
–Tengo 35 años. Comencé a estudiar literatura en Corea a los 20, pero pronto dejé mis estudios en ese país para ir a Francia. Allí estudié literatura francesa y alemana. Luego fui también a Alemania. Comencé a traducir poesía francesa y alemana al coreano por puro gusto. En Francia aprendí latín y eso me facilitó entender las lenguas que provienen del indoeuropeo como el español.

–¿Y qué libros tradujiste del francés y del alemán?
Una velada con el señor Teste de Paul Valéry, El pequeño libro de la subversión… de Edmond Jabès y las Elegías del Duino de Rainer María Rilke. Luego volví a Corea y fundé mi propia editorial para traducir literatura extranjera. Después  de seis años, decidí que no quería quedarme siempre en Corea. En tres horas tomé la decisión de irme a cualquier lugar, pero como siempre tuve pasión por la literatura, me interesaba aprender una lengua importante para la literatura como el español. Argentina es un país muy lejano para nosotros y yo casi no conocía nada de aquí. Lo que hice fue buscar cuál era el lugar más barato para aprender español porque no tenía mucho dinero. Entonces busqué en Internet y me fui a Ecuador, a Quito. Allí tomé un curso de español en la universidad y me quedé seis meses. Conocí a un chico muy brillante que me aconsejó viajar a la Argentina por la literatura de Borges. En esa época yo aún no conocía casi nada de Cortázar. Viajé a la Argentina, al tiempo comencé a leer a Borges, a Oliverio Girondo, a Juan José Saer. Yo pasé las pruebas de español en la universidad, pero para mí es básico estar por lo menos dos años en contacto con la lengua en el país donde se habla. De todos modos, me interesa más leer, entender la literatura de un lugar que perfeccionar mi pronunciación.

–Los que mencionás son autores difíciles de traducir.
–Sí, pero siempre me gustó lo complicado. Quería traducir algo del español al coreano, pero Borges está muy traducido. En cambio, de Cortázar sólo estaban traducidos algunos cuentos reunidos en una antología. Así comencé a leer Rayuela y ¡pum¡, me gustó mucho. Creo que el español de Cortázar es algo afrancesado y como yo me especialicé en literatura francesa, a mí me resulta más fácil que otros autores que escriben en español. Su español, por otro lado, no es estándar porque, al mismo tiempo, conserva algo muy porteño. Además, ya tengo la traducción alemana, la japonesa, la inglesa y la francesa para poder hacer la comparación. De modo que ya está casi listo el contrato para hacer la traducción en la editorial que yo fundé y luego traspasé a un amigo.  A mí no me gusta mucho la literatura latinoamericana como la de García Márquez, aprecio mucho más un autor como Cortázar que, como Mallarme y como Rilke, quiso superar la frontera del idioma.

–¿Y cómo ves las traducciones de Rayuela a lenguas que vos conocés?
–La francesa es muy literaria, pero no sé si es muy fiel. La alemana es, como los alemanes, muy minuciosa. La japonesa está traducida muy a la japonesa, es muy detallista.

–Cuándo decidiste aprender español, ¿por qué no se te ocurrió viajar a España?
–Nunca me interesó España. Francia, sobre todo París, en cambio, fue un centro cultural muy importante por la literatura, la filosofía y también por su economía. En los países extranjeros lo que más se conoce de España es Don Quijote. Creo que el centro de habla hispana más importante está en Latinoamérica, sobre todo, en Buenos Aires.

–¿Y cómo te sentiste en Buenos Aires?
–Bueno, no soy una persona muy difícil, me adapto. Tomé la decisión de venir a Buenos Aires en dos horas.

–¿De qué manera sostenés tus viajes?
–Me siento frente a mi compu y les doy clases a coreanos por Skype de las lenguas que conozco. En Buenos Aires también fui guía turístico de coreanos. Cortázar tampoco fue un afortunado, tuvo que trabajar mucho como traductor para sostenerse como escritor.

–¿Qué lugar crees que ocupa la literatura hoy en el mundo?
–Creo que ésta no es la época de la literatura, casi nadie lee literatura. Hoy la literatura y el arte son algo para consumir, no para profundizar. Yo no soy viejo, pero soy muy antiguo respecto de la literatura. Me gusta lo profundo.

–¿Y cuál crees que es la causa de que hoy la literatura no ocupe un lugar tan importante como en el pasado?
–El capitalismo. La literatura surge en la tensión de los idiomas, en la tensión de las ideologías. Hoy desapareció la tensión entre comunismo y capitalismo y creo que eso no es bueno para la literatura. Creo que hoy no se escriben cosas muy interesantes, lo que hay es una literatura del capitalismo.

–Pero vos conservás la pasión.
–Sí, es que la vida no es muy interesante sin literatura. Para vivir es preciso amar algo si no, no tiene mucho sentido. Pero para mí la literatura no es sólo un trabajo de traducción. Voy a estudiar chino y también griego. Creo que conocer varios idiomas es como regresar al tiempo anterior a la torre de Babel, cuando se hablaba una sola lengua. Creo que las identidades que nos atribuimos  son falsas. Por ejemplo, aquí como comida que viene de Italia, de Francia, de diversos países y todo eso se mezcla y termina por ser porteño. Creo que la lengua materna es algo imaginario sobre la identidad. Yo quiero superar esa frontera.

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