jueves, 13 de agosto de 2020

Gente que está al pedo y aconseja (mal)

De tanto en tanto la demagogia lleva a políticos e intelectuales a condescender al error para ponerse a nivel del pueblo, como cuando el aristocrático Publio Claudio Pulcher cambio su nombre a Clodio, para imitar la pronunciación popular, congraciándose así con la plebe. Otro tanto puede decirse de la desaparición del pretérito imperfecto del subjuntivo en francés, que los revolucionarios burgueses permitieron durante la Revolución para ponerse al nivel del pueblo. Y también de la enorme estupidez llevada a cabo hace diez años por la Real Academia Española que, en una emulación de chiste gallegos, suprimió el acento de “sólo” en función de adverbio y lo equiparó a “solo” en función de adjetivo, para que la gente no tuviera faltas de ortografía. Muchos editores, sobre todo argentinos, adoptaron el criterio, sumándose a la burrada peninsular. De esto se ocupa la nota publicada por el diario Clarín, de Buenos Aires, que salió el 11 de agosto, con firma de Patricia Kolesnicov.


Solo o sólo: la Real Academia la quiso hace más fácil pero el cambio no convence

A ver... Las reglas que la RAE dicta no siempre las cumplen todos.

Parecía una simple regla ortográfica, una cuestión de académicos, pero fue una bomba. “A partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas de la tilde incluso en casos de doble interpretación”, escribió la Real Academia Española en 2010. Se trataba de un adverbio, simplemente: ”sólo”, el que significa ”solamente”. ¿Era realmente necesario acentuarlo? ¿Había que diferenciarlo de ese otro “solo” que quiere decir algo como “sin compañía”?

La Academia creyó que no. Que no hacía falta y que nunca había hecho falta. Que era un error.

En ese momento llovieron ejemplos en contrario. Uno gracioso: “Fidel Castro​ habló solo cuatro horas” versus “Fidel Castro habló sólo cuatro horas”. Los ejemplos pretendían probar que la sustracción de la tilde nos dejaba a la intemperie, en la ignorancia. Sin embargo, en la escritura cotidiana era habitual la confusión: ¿va o no va?

Los argumentos de la RAE fueron técnicos, por supuesto. Según las reglas de acentuación, no hay motivo para acentuar “solo” (repaso: palabra grave terminada en vocal).

Una académica recordó un ejemplo que les suelen citar como ejemplo de confusión: ”Tuve sexo solo una hora”

Y si les hablaban de diferenciar significado, bueno, decían: “Las posibles ambigüedades son resueltas casi siempre por el propio contexto comunicativo (lingüístico o extralingüístico), en función del cual solo suele ser admisible una de las dos opciones interpretativas”. O sea: lo que la oración confunde lo arreglará un guiño de ojos, lo que se venía diciendo, lo que es obvio que el otro quiere decir. Porque no hablamos con oraciones sueltas en el vacío: no hablamos en tuits (salvo en Twitter​).

Sin embargo hay, admiten, ocasiones en las que no hay manera, no se entiende pero, dice la Ortografía 2010, “son raros y rebuscados”. Y en todo caso el que habla podrá gambetear la confusión usando otra palabra, qué tanto. La RAE propone “solamente” o “únicamente” en vez de “sólo”, o agregar algún elemento que ayude. ¿No era más fácil con una humilde tilde?

En una entrevista con Verne, un sitio web ligado al diario El País, una académica recordó un caso que les suelen citar: “Tuve sexo solo una hora. Una frase, dos significados. Pero eso no la asusta: “Es lo mismo que si dices: ‘Esta noche tengo sexo seguro’”, contesta. Otro caso donde hay más de un significado para una palabra.

Pasaron diez años desde la publicación de esa Ortografía y –además de seguir generando discusión al interior de la Academia– la nueva regla no parece haberse acomodado tanto al uso. Todavía se ven vacilaciones, todavía la tilde tiene sus defensores apasionados.

Según cuenta el diario El País, Mario Vargas Llosa exigió que le dejaran la tilde de sólo donde estaba en su libro Tiempos recios. Y lo mismo hizo Arturo Pérez Reverte en Sidi.

En la Argentina, varios editores consultados concordaron en que los autores ya aceptaron la nueva norma. Y a algunos –editores– les gusta, incluso.

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