martes, 1 de septiembre de 2020

Habla Ann Goldstein, la traductora de Elena Ferrante al inglés


Ann Goldstein

El pasado 21 de agosto, Joumana Khatib publicó en el New York Times la siguiente nota sobre, Ann Goldstein (foto) la traductora de la misteriosa Elena Ferrante. Acá se ofrece, traducida por Julia Benseñor.
Ann Goldstein, la traductora que tradujo The Lying Life of Adults. el último libro de Elena Ferrante


Millones de lectores cautivados por la enigmática y popular novelista italiana deben aceptar ciertas condiciones. 

No van a conocerla, ni en persona ni virtualmente; no la van a encontrar firmando libros ni en ningún evento literario.Sus historias están ambientadas en Italia y suelen centrarse en mujeres que tratan dedominar el caos de su vida a través de la escritura. 

Si leen a Ferrante en inglés, en realidad están absorbiendo, lo sepan o no, el competente trabajo de su traductora, Ann Goldstein. 

Goldstein nunca conoció a Ferrantey se comunica con ella a través de su editora, pero se ha convertido en una de las traductoras literarias más conocidas y afamadas del mundo por su traducción de My Brilliant Friend y del resto de la saga napolitana de la autora. Su relación es, en muchos sentidos, recíproca: Aunque los lectores italianos conocen a Ferrante desde hace años, fueron las traducciones al inglés y a otros idiomas las que la catapultaron a su fama internacional. 

Esta colaboración volverá a ver la luz el mes que viene cuando se lance la última novela de Ferrante, The Lying Life of Adults, en todo el mundo, el 1 de septiembre. Esta publicación estaba prevista para el 9 de junio, pero los editores la postergaron por la pandemia del coronavirus. (Netflix tiene planes de adaptar la novela al formato de serie.) 

Como muchos otros libros de Ferrante, The Lying Life of Adults está ambientada en Nápoles. Narra el derrotero de una adolescente, Giovanna, después de que le oye decir a su padre r que se está poniendo fea como su temible tía Vittoria. La búsqueda de Giovanna por conocer a su tía la lleva hasta una parte muy oscura de la ciudad, donde irá descubriendo verdades muy desagradables de su familia. 

“Fue un libro que me sorprendió”, dijo Goldstein en una entrevista por Zoom desde su casa en pleno centro de Manhattan. “Porque pinta un cuadro muy diferente de Nápoles, desde el punto de vista de clase y vida social, y porque la narradora es una adolescente”. Luego, agregó: “Solo espero haber dado con el tono”. 

Esa humildad fue una marca de su trabajo como jefa de los correctores de estilo de The New Yorker. Goldstein trabajó en la revista durante más de 40 años, en donde defendió a ultranza el uso de las diéresis, las reglas del which y that y otras normas gramaticales sobre las cuales “los escritores suelen despotricar”, dijo. 

Pero lo más importante de su tarea era hacer que un escritor sonara a sí mismo. “Los escritores a los que edité eran los mejores. Tuve mucha suerte”. 

Tras la muerte en 2004 de Gardner Botsford, marido y editor de Janet Malcolm, Goldstein pasó a ser su editora. “No podría haber deseado una mejor sucesora”, escribió Malcolm en un correo eletrónico. “El rasgo más destacado de Ann –además de su bello trabajo– es su modestia. Se la conoce por su timidez y humildad”. 

A mediados de la década de 1980, Goldstein y algunos colegas del New Yorker se juntaron para tomar clases de italiano. (“Empleadores iluminados que solían pagar nuestras clases”, dijo.) Goldstein había quedado fascinada por Dante en la universidad y quería leerlo en su idioma original. El grupo dedicó un año por vez a leer el “Infierno”, el “Purgatorio” y el “Paraíso”. 

“Normalmente, la gente lee sólo el Infierno, pero vale la pena leerlo todo hasta el Paraíso”, dijo Goldstein. “Merece la pena”. 

Ann empezó a traducir hace pocos años. Empezó con el cuento de Aldo Buzzi, “Chekhov in Sondrio” y luego pasó a “Petrolio”, de Pier Paolo Pasolini, “un libro totalmente loco” con un italiano complicado que, en su opinión, casi nadie ha leído en ninguno de los dos idiomas. Antes de retirarse de The New Yorker en 2017, Goldstein traducía de noche o durante los fines de semana y las vacaciones. 

“Estoy dispuesta a experimentar con cualquier cosa”, respondió cuando le preguntaron qué trabajos le atraían. “No creo que sea necesario tener afinidad con el escritor, pero con Ferrante la tengo”.

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