viernes, 2 de octubre de 2020

Cómo establecer un diálogo civilizado entre dos traductores que disienten en algunas cosas

El pasado 30 de septiembre, día del traductor, Andrés Ehrenhaus publicó en este blog unas reflexiones sobre la profesión, estableciendo las diferencias, que, según su punto de vista, existen entre las distintas rama del trabajo de "traducir". Eso motivó, ese mismo día, una larga respuesta de Julia Benseñor, quien, además de ser traductora pública y científico-técnica, es también traductora literaria. A diferencia de otras ocasiones, el tono y las buenas intenciones de uno y otra permitieron una respuesta de Ehrenhaus y un diálogo que reproducimos a continuación.

Querido Andrés, 

Nunca mejor oportunidad para contestarte sobre este tema. Hay muchas cosas que decís con las que estoy de acuerdo, pero prefiero limitarme a marcarte algunas de las tantas cosas con las que discrepo. En principio y por principio, no me gustan las generalizaciones. A diferencia de vos, creo que los traductores literarios están (estamos?) tan especializados como los demás: sensibilidad para la literatura, creatividad expresiva, manejo de la ironía, del diálogo, del ritmo, de la impostación de voces para darle lugar a cada personaje, etc., etc. Llamarte no especializado es una falacia. No son (somos?) los pobres huerfanitos, los hijos hippies ni los personajes secundarios en esta historia (salvo que hablemos de honorarios), sino los más prestigiosos, admirados y reconocidos en todos los ámbitos, incluidos los círculos de traductores públicos y t-c. Cuando se habla de traducción no piensan/pensamos en la persona que se dedica a traducir certificados analíticos, exhortos judiciales, protocolos de covid (tareas fundamentales para el funcionamiento en sociedad) sino en Borges, Cortázar, Walsh, etc, ninguno de ellos traductores con título.

El proceso de bifurcación en distintas ramas se fue dando en todas las disciplinas con el paso del tiempo, con la acumulación de saberes y con la posibilidad de cada uno de elegir según su afinidad. Convengamos que no hay, como antes, Leonardos capaces de abarcar el arte y la ingeniería ni médicos que puedan curar todo tipo de enfermedades y operar cualquier órgano. Pero cada uno con su especialidad, todos son médicos y un cirujano no se atrevería a decir que un traumatólogo no lo es. Un ingeniero civil no sabe nada de lo que sabe un ingeniero químico pero no le pediría que se llame de otra manera. Algunas batallas las pelean juntos y en otras van por separado. A diferencia de vos, no dudo de que todos somos traductores y también es cierto que cada zapatero a sus zapatos. ¿Y? ¿Eso nos hace enemigos? No. ¿Hermanos? Tampoco. En todo caso, primos… a veces lejanos, de esos que vemos solo en casamientos y entierros. No importa. Pero a la hora de mejorar las condiciones de trabajo, por ejemplo, prefiero sumar y no restar. Porque esa división de saberes, talentos, habilidades o como quieras llamarlo no debería dividirnos... así estuvimos y así estamos. No nos lleva a ningún lugar. A diferencia de vos, somos muchos los que, aun reconociendo las diferencias, creemos que juntos podemos generar una masa crítica suficiente para mejorar nuestras condiciones de trabajo. Nos lleve el tiempo que nos lleve. Y sabes que hago lo que predico. Felicidades, colega!

 

Palabras para Julia



queridísima julia, mil gracias por tu respuesta. como es natural y esperable, yo también estoy de acuerdo con algunas cosas que decís y discrepo de otras. pero vayamos por partes, así abreviamos, porque se viene un bodoque. sorri. 

a) si no leo mal, la principal crítica que me hacés es entre personal y metodológica: me decís que generalizo y que a vos no te gustan las generalizaciones (como a mí, se entiende por oposición). aparte del hecho de que eso también es una generalización, sería muy difícil, por no decir imposible, tratar de esbozar una idea (o una hipótesis) general sin generalizar. o sea, no es que me “guste” generalizar sino que no tengo otro remedio que hacerlo, lo mismo que te pasa a vos en el siguiente punto: 

b) me decís que nosotros (y ahí te incluyo obviamente; es más, pensaba en vos cuando dije que hay quienes reúnen –excelentemente en tu caso– las dos actividades, y también un poco en mí, porque durante años “traduje” informes comerciales, folletos, etc.) también somos especializados. ese “nosotros” es una generalización inevitable, ¿no? pero lo que me interesa acá es la dupla “traducción especializada” / “no especializada”. vas a convenir conmigo que no es invento mío sino que así se distinguen genéricamente en el campo universitario, teórico, laboral, legal incluso, etc., lo que yo llamo transcripción de lo que llamo traducción; la bibliografía al respecto es extensísima y proviene precisamente del discurso “no especializado” sino más bien del lado de la especialización. yo me atuve a ese patrón, que es interesante porque plantea un modo de distinguir ambas actividades a partir de una, como vos bien decís, falacia eufemística: 

c) claramente, el traductor autoral o como se lo quiera llamar (para mí, traductor a secas) debe especializarse necesariamente. más aún: no para de hacerlo. yo mismo podría decir ahora que estoy “especializado” en traducir poesía, por ejemplo. o sea que tanto vos como yo encontramos insuficiente y nada descriptiva de la realidad la distinción basada en la existencia o no de fundamentos y conocimientos especializados. la cosa no va por ahí. si te fijás, yo hablo de distintas “finalidades”, un aspecto que no recogés en tu respuesta, imagino que porque estás más o menos de acuerdo. para mí la diferencia no está en si sumamos más o menos saber específico sino en qué hacemos con ese saber, para qué lo usamos, y de qué modo. 

d) el argumento del prestigio es justamente uno del que rehuí a conciencia, porque también me parece entre obvio y falso, sobre todo para lo que nos interesa a ambos, que es la mejora y dignificación profesional de los traductores. es obvio que el “traductor imaginario” está más cerca de borges o cortázar que de las personas, “que se dedican a traducir certificados analíticos, exhortos judiciales, protocolos de covid (tareas fundamentales para el funcionamiento en sociedad)”, como bien decís, pero eso tampoco va a la médula del asunto sino que se detiene en la superficie: no hay una pregunta clave ahí (por qué es así?) sino una mera aceptación del funcionamiento del cholulismo cultural. sin embargo, y aparte de que ese prestigio tampoco los salvó a borges o cortázar de sufrir la realidad de la miseria salarial, no iba yo a la falta de prestigio cuando decía lo de los hippies o huerfanitos (esa es metáfora tuya) sino a la rebeldía que algunos de nosotros expresamos con respecto al camino de la homologación académica, etc. para mí, y eso está implícito en mi argumentación general, el problema no radica en la dicotomía visibilidad/invisibilidad sino en otra: la idea o percepción de verdad/no verdad. 

e) y es ahí donde creo que discrepamos más profundamente. yo no tengo problema en llamarme hermano de ningún traductor público o especializado, faltaba más, ni en marchar juntos a favor de mejoras laborales, pero creo que no hacemos “lo mismo”, no son semejantes o parecidas nuestras actividades, ni se separaron en el tiempo; yo creo que nacieron distintas. son otra cosa. precisamente porque una actividad se ocupa de dar registro de veracidad a lo que hace (trasladar una verdad dicha en una lengua a la misma verdad dicha en otra) y la otra actividad se ocupa de “crear una verdad nueva” derivada de la original. los unos se ocupan de fortalecer la ficción de verosimilitud y los otros de generar la verosimilitud de la ficción, que son finalidades totalmente opuestas. 

f) sin embargo, cuando se festeja el día del traductor, se festeja el día de unos y otros. no importa que el imaginario se detenga en cortázar o borges y no en los esforzados y necesarios transcriptores, ni que internamente se haya trazado esa falsa frontera de la especialización, y no importa porque ese día recuperamos la fantasía de que somos lo mismo, es decir, que todos somos en el fondo cortázar o borges. y no es así. no por el prestigio ni por la aparente superioridad de esas imágenes ya estereotipadas por el cholulismo cultural sino porque “hacemos cosas distintas”. no mejores ni peores, no más necesarias o menos, no más o menos prestigiosas sino distintas. cortázar, por ejemplo, se dio el lujo de extirpar párrafos enteros en su traducción de los cuentos de poe; habría podido hacer eso con una sentencia judicial o con un informe sanitario? no. y por qué no? porque lo que se le habría pedido en esos casos es una transcripción fidedigna y no una “creación personal”, que es lo que hizo él con los cuentos del malogrado poe. 

g) me alegro de que sean muchos los que piensen que aún podemos conseguir cosas juntos. yo creo que no. pero sin acritud ni falta de respeto, ni siquiera con tristeza. creo que las nuestras son luchas separadas, por más que una misma persona pueda reunirlas incluso en un mismo día, como es tu caso. pensalo. no me tiro contra nadie, trato de hacer un análisis más o menos profundo de algo a lo que le dedico largas horas diarias. y de aclarar lo que me parece una confusión que no le hace bien a nadie. 

h) besos.

 

2 comentarios:

  1. Gracias, Andrés. Esto sin duda da para largo. Te dejo públicamente con la última palabra, pero la seguiremos, cafecito mediante, cuando termine la pandemia y alguno pueda cruzar el charco... que hoy se siente como un océano incruzable. Pero para la próxima contienda te anticipo que no te voy a dejar pasar "tus malos modales" o tus formas, si preferís (me refiero a tu primera nota y no a tu caballerosa respuesta de hoy).

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  2. al contrario, julia, gracias a vos por acusar respuesta. es algo que se echa en falta en general, y no solo ahora que nos aplasta el bicho. por supuesto, el tema da para mucho y charlarlo cafecito mediante será un placer redoblado, pero conversar "públicamente", como decís, también vale la pena. tampoco pretendo quedarme con la última palabra o, por decirlo de otro modo, da un poco igual quién parexca decirla porque lo importante es el diálogo en sí, lo que sale de la confrontación de ideas, que siempre es compartido.

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