jueves, 8 de abril de 2021

Olivia de Miguel y su traducción de los "Diarios completos", de Virigina Woolf

El 31 de agosto de 2020, Anna María Iglesia entrevistó a la traductora española Olivia de Miguel (foto), quien se encuentra abocada a la titánica tarea de traducir los Diarios completos de Virgina Woolf. El resultado de esa charla, que se reproduce a continuación, fue originariamente publicado en The Objective.


“Lejos de ese tópico de fragilidad y locura, Virginia Woolf era de una fortaleza extraordinaria”

Desde hace tres años, la traductora Olivia de Miguel está inmersa en la titánica labor de traducir los Diarios completos de Virginia Woolf que, por primera vez, se editan en castellano de la mano de la editorial Tres Hermanas. Este 2020 y, tras el parón obligado a causa de la pandemia, llega el tercer de los cinco volúmenes en los que, en su día, Anne Olivier Bell agrupó los diarios que la autora de Al faro dejó como legado.

–Con este ya son tres los volúmenes publicados de los diarios de Virginia Woolf, que no se habían publicado en español en toda su extensión hasta ahora.
–Efectivamente. Los manuscritos completos de los Diarios de Virginia Woolf están en la biblioteca pública de Nueva York desde 1979. Se trata de treinta cuadernos que ella salvó del bombardeo de su casa de Londres en 1940. Todo este material ha sido editado en más de una ocasión por sus herederos, empezando por Leonard Woolf que publicó Diario de una escritora y terminando por Anne Olivier Bell, mujer de su sobrino Quentin Bell, que editó y publicó los diarios en 5 volúmenes con un espléndido aparato de notas. Estos 5 volúmenes se publicaron entre 1976 y 1985 y son los que actualmente yo estoy traduciendo y editando para la editorial Tres Hermanas y su valiente editora Cristina Pineda. Empezamos hace tres años con el primer volumen, este mes de julio acaba de aparecer el tercero –y ya he comenzado con el cuarto. Si todo va bien, en 2022 los Diarios Completos de Virginia Woolf estarán disponibles por primera vez en el mercado editorial español.

–Desde el primer diario, de 1915, hasta el de 1930, que cierra este tercer volumen, ¿qué cambios percibimos en Virginia Woolf?
–Ante todo, diría que, a medida que pasa el tiempo, los Diarios son cada vez más ricos e interesantes en los datos, las reflexiones sobre la literatura y la vida y los juicios que nos ofrece de sus contemporáneos. En el primer volumen que contiene los diarios que van de 1915 a 1919 encontramos a una Virginia Woolf muy joven, con una actividad literaria incipiente y con muchas inseguridades. Es ya un personaje interesante, pero todavía no se ha convertido en la escritora que todos conocemos. En el segundo y tercer volumen asistimos a una clara evolución de su personalidad como mujer y vemos de qué manera va creciendo en madurez como escritora y consolidando su prestigio: aumentan los proyectos en los que está inmersa y su círculo social es cada vez más amplio. A todo esto, creo que es esencial decir que los Diarios rompen con esa imagen que muchas veces se nos ha proyectado a veces a través del cine, con películas como Las horas, de una mujer algo loca, ensimismada y obsesiva, rara y extravagante. Esos no son los rasgos dominantes de su personalidad que aparecen en los Diarios, sino todo lo contrario. Los Diarios nos presentan a una mujer con una capacidad de trabajo extraordinaria: publica innumerables artículos y reseñas en los periódicos más importantes de Inglaterra y Estados Unidos, trabaja en sus libros, lee manuscritos, aprende el oficio de editora, decide qué se publica en la Hogarth Press, asiste a conciertos y al teatro, estudia ruso, griego, francés e italiano, conoce las plantas y los insectos, tiene una vida social intensa y da charlas y conferencias; además, tiene una vida social muy intensa, se preocupa por el dinero, por el servicio doméstico, tiene conflictos con la ropa, a veces se gusta y otras veces, no…Los Diarios nos devuelven el retrato de a una mujer que, lejos de ese tópico de fragilidad y locura, es de una fortaleza extraordinaria.

–De hecho, en el diario de 1925 se observa perfectamente su preocupación por las ganancias y por las ventas de los libros.
–Cierto. No es para nada una mujer encerrada en su torre de marfil, como se nos ha dicho, sino que es alguien que tiene los pies en la tierra, está plenamente insertada en la realidad cotidiana. Y, como dices, se preocupa de cómo pagar las facturas, de cuánto le van a pagar por los artículos, cuántos libros va a vender y cómo esas ventas le servirán, por ejemplo, de algo tan pedestre como instalar un cuarto de baño en su casa de Rodmell.

–Como, sin embargo, se la representado muchas veces.
–Tenía sus crisis de salud puntualmente, durante las cuales lo pasaba realmente mal, llegando incluso a tener alucinaciones. Hoy se dice que sufría un trastorno bipolar, pero, independientemente de esto, lo cierto es que pasa periodos muy dolorosos por lo que a la salud se refiere, aunque sean periodos puntuales. Evidentemente, cuando no se encontraba bien, se retiraba y se aislaba, pero, por lo general, era una mujer muy activa, en permanente contacto con muchos de los grandes escritores de su época como Yeats, T. S. Eliot, Forster, Thomas Hardy, Katherine Mansfield o Lytton Strachey; con reformadores sociales como el matrimonio Webb, fundadores de la London School of Economics, o figuras de la política o la economía como Maynard Keynes, una mujer que viaja a Francia, a Grecia y también a España, país que visita tres veces, una de las cuales para verse con su amigo Gerald Brenan, que vivía en Yegen. Es divertidísimo imaginar a Virginia Woolf a lomos de en burro por las Alpujarras de los años veinte.

–En este tercer volumen, se hace explícita su relación con Vita, si bien, como ella misma dice, Leonard, su marido, es un pilar esencial en su vida.
–Leonard es, sin duda, un pilar para ella, y en ningún momento la relación con Vita pone en peligro o hace que su relación con Leonard se tambalee, un anclaje para ella imprescindible en el plano vital e intelectual. Seguramente, tendemos a interpretar el pasado según la lógica del presente y a juzgarlo a partir de nuestros parámetros. Esto es, al menos en mi opinión, un error que nos lleva a no apreciar con exactitud la dimensión de su relación amorosa con Vita. Digo esto, porque creo que no deberíamos interpretar la relación entre Virginia y Vita a partir de nuestra concepción de lo que hoy entendemos por una relación amorosa entre dos mujeres. Ante todo, hay que decir que Vita nunca interfirió en la relación matrimonial de Virginia con Leonard, que adoraba a Vita. En este Diario, una cosa interesante es que Virginia al hablar de Vita y de sus amigas se refiere a “esas safistas”, pero en ningún momento ella se incluye en el grupo. No se trata aquí de dilucidar y definir las inclinaciones sexuales de Virginia Woolf, pero diría que era mujer bastante asexuada, que mantuvo relaciones de amor y amistad con mucha gente, hombres y mujeres, pero sin demasiado interés en el aspecto sexual del amor. En mi opinión, Virginia sentía una amistad apasionada hacia Vita, admira de ella su solidez como mujer, sus piernas, su elegancia, su ropa, su pertenencia a la aristocracia, una clase que no le gusta pero que le atrae en lo que tiene de permanencia y vinculación con la historia y a lo que se suma un interés muy profundo por las mujeres en tanto que sujetos de la historia. Sin embargo, ese énfasis que algunos críticos ponen en el amor lésbico entre Virginia y Vita me parece interesado y con una grave falta de matices. Como te decía antes, me parece que leemos su relación a partir de la concepción dominante de las relaciones amorosas que tenemos hoy en día.

–Y, sin embargo, escribió para ella Orlando.
–Sí, efectivamente, Orlando es una carta de amor que Virginia le escribe a Vita y seguramente para nosotros como lectores, traductores o estudiosos de su obra esa deliciosa novela o biografía o juego es el producto más importante de esa relación. Orlando es sobre todo un juego maravilloso en el que quedan abolidos los géneros y las opciones sexuales como algo permanente y estable, y la posibilidad de transitar entre uno y otro libremente. La atracción de Virginia por Vita, por sus hermosas piernas, su elegancia, su aristocracia, su seguridad y libertad, su maternidad y su realización como una «mujer completa», algo de lo que Virginia se resiente, están en la novela. Orlando es, como señala Borges, “una bella historia de amor”, donde Virginia, además, le devuelve simbólicamente a Vita la posesión de Knole House, su hogar, del que a la muerte de su padre se ve desposeída porque la legislación del momento le impide heredar por el hecho de ser mujer.

–En este tercer volumen, descubrimos a Virginia Woolf como crítica literaria de sí misma.
–Me parece interesantísimo su papel como crítica en general y como crítica de sí misma en particular. Ella es con frecuencia despiadada tanto con la obra de sus contemporáneos como con su propio trabajo. No es para nada autocomplaciente. Todo lo que escribe se lo da a leer a Leonard, que es su primer crítico, y, ante las reacciones elogiosas de él, ella reacciona con mucha reticencia. Es muy exigente consigo misma, de ahí que revise y reescriba muchísimo sus textos. Ella es exhaustiva en la corrección de todo aquello que escribe y, aunque, la corrección es lo que menos le gusta, sabe que la labor de poda y reelaboración es esencial, no quedarse con lo primero que se ha escrito.

–A raíz de esto, sorprende que sostenga que Al faro es una novela ligera en comparación a La Señora Dalloway.
–Sí, su idea de la ligereza en la literatura no coincide con lo que hoy nos parece «ligero». Al Faro, es una novela muy compleja y en absoluto simple, aunque argumentalmente La Sra. Dalloway tenga una trama más intrincada. De hecho, no sé que hubiera sido de ella en este tiempo de inmediatez y de impuesta simplicidad.

–Si bien afirma lo contrario, sus diarios revelan que para ella es muy importante que la lean, sobre todo algunos.
–Para ella es muy importante el juicio y valoración crítica de su obra por parte de sus colegas. De hecho, al día siguiente de publicarse uno de sus libros, ya comienza a echar de menos las valoraciones críticas de aquellos cuyas opiniones tiene en mayor consideración y que seguramente no han tenido ni tan siquiera tiempo de leer su nueva obra. Algunos de esos amigos cuya autoridad ella valora por encima de la de los demás son E. M. Forster, Lytton Strachey o Katherine Mansfield. De la misma y, como dices, para ella es importante ser leída, pero como ella bien dice «la verdad es que escribir es el placer profundo, y el que te lean, solo superficial».

–Con relación a la pregunta sobre cómo la evolución de Virginia Woolf, ¿cómo cambia su escritura diarística?
–Una de las complejidades que tiene la traducción de diarios es que, al escribirse a lo largo de un periodo largo de tiempo y ser reflejo de transformaciones personales y literarias, hay que reentonar en cada volumen, porque la escritura no es la misma a lo largo de los años. En el caso de Woolf, mientras que en los primeros diarios encontramos a una joven llena de dudas, que todavía no sabe lo dónde ir literariamente o cómo hacer las cosas y, por tanto, se interroga sobre casi todo, en este tercer volumen, Virginia se ha convertido en una mujer mucho más segura de sí misma, que ha encontrado su camino como escritora y que tiene una trayectoria mucho más clara. El lenguaje, por tanto, es asertivo y ya no dubitativo como en los primeros diarios.

–¿Se puede hablar un trasvase de estilos entre las novelas y los diarios?
–Ella no concibe los diarios como una escritura de andar por casa, sino que, desde el inicio, afirma que éstos le permitirán sentarse a escribir unas memorias cuando cumpla sesenta años. Por tanto, desde el principio escribe siendo consciente de que los diarios serán leídos, pues, aún en el caso de que ella no escriba sus memorias, Leonard podría hacer de ellos un libro. En este sentido, está convencida de que tendrán un alcance mayor que el de la esfera privada y, por ello, desde la primera página hay una clara voluntad de estilo. Dicho esto, los Diarios no son las novelas. Es cierto que hay fragmentos muy literarios, en los que se nota más la cercanía a sus escritos de ficción, pero, por lo general, sus anotaciones tienen mucho que ver con su día a día, con lo que hace, con lo que lee con la génesis y desarrollo de sus novelas, con las personas que conoce y con las que se relaciona. En efecto, al principio dice que sus Diarios registrarán principalmente los hechos, es decir, van a ser el lugar donde anotar todo cuanto acontece para así tener, en el momento de escribir su biografía, todos los datos necesarios. Sin embargo, a medida que pasan los años su idea de lo que deben ser los diarios va cambiando y hay un momento en que se pregunta si acaso las vivencias más emocionales y/o espirituales no son en cierta manera también hechos relevantes de su vida. Es así como la barrera entre hechos y emociones o entre vida cotidiana y vida emocional/espiritual se desdibuja.

–De hecho, en este tercer volumen la presencia de la muerte es mucho más notable.
–Ahora, una persona de cuarenta años es joven, pero, entonces era alguien que ya había alcanzado una determinada edad en la que la muerte empezaba a estar más que presente. Además, hay que tener en cuenta que, desde que era muy joven, la muerte es un pensamiento y una presencia constante para Virginia Woolf. Recuerda que ella pierde a su madre con tan solo 12 años y, poco después, sufre su primera crisis nerviosa. Algo más tarde, fallece su hermana y, poco tiempo después y con tan solo 20 años, fallece su querido hermano Tobby. En este volumen y en el siguiente, Virginia asiste a la muerte de muchos de sus amigos, Katherine Mansfield muere con 34 años, Lytton Strachey, Dora Carrington, Roger Fry, su sobrino Julian. Los Diarios abarcan casi exactamente el periodo entre las dos guerras mundiales y la Civil española en el medio. Hasta 1941, año en el que finaliza el último Diario, no se administra penicilina a un paciente, así que la muerte es una realidad cotidiana más amenazante que hoy.

–Al respecto, imagino que el trauma de la Primera Guerra Mundial ha dejado huella.
–Sin duda. Como ya hemos señalado, en la Gran Guerra muere el hermano de Leonard, mientras que su sobrino Julian Bell muerte en 1937 en la Guerra Civil Española. Por aquellos mismos años, se suicida Carrington. En nuestro mundo, hemos sacado la muerte de nuestras vidas y vivimos como si no existiera, incluso nos sorprende como algo siempre inesperado; en el mundo de Virginia, la muerte estaba presente día a día y además, se vivía con mayor serenidad, tal y como se puede ver en sus Diarios. Y esta serenidad que muestra en este tema la muestra en muchas otras facetas de su vida, alejando el cliché de fragilidad e inestabilidad en el que se insiste con demasiada frecuencia.

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