viernes, 29 de marzo de 2024

"Se escribe sin pensar en el lenguaje"

Jorge Aulicino
es un excelente poeta y traductor, pero además, por más de cuarenta años, fue un gran periodista, que transitó diversas redacciones y que, así, conoció el rigor con el que se trabajaba en otras épocas. De ahí las siguientes reflexiones, tomadas de su Facebook.

"No invertir un peso en calidad"

Si uno no es capaz de conjugar los verbos en el mismo tiempo y modo, algo falla severamente en su cabeza -es una falla imperceptible pero que hará época: se escribe sin pensar en el lenguaje. Y lenguaje que no se piensa, se pudre. Mejor dicho: se convierte en índice de la decadencia del pensamiento y las ideas. No conjugan hoy subjuntivo e indicativo igualmente desde Durán Barba hasta el último cronista de Clarín: "le pidió que explique", "le ordenó que deje", "sugirió que se baje": en lugar de "explicara" (o explicase), "dejara" (o dejase) "se bajara" (o bajase)... (Ejemplos tomados de las ediciones digitales de reputados periódicos en la fecha). [Se refiere al 22 de marzo de 2024]

Todo tiende al presente, porque es mejor vivir en él que en el futuro o el pasado. "Es lo que hay" o "Hay lo que es". Formas prácticas de ver el mundo siempre en carpe diem, de otro modo aterra tanto que no se puede vivir. No es el subjuntivo el que eliminan, sino el subjuntivo en pasado: lo que podría haber sido.Pero no creo que el deterioro de la educación media, primaria y preescolar se deba al plan del imperialismo, se debe más bien a un progresismo mal entendido. Como escribí una vez, las autoridades escolares se pliegan a un juvenilismo estúpido, no es la Fundación Rockefeller la que los instruye en esto, sino su falsa conciencia. El ultracapitalismo necesita administrar sus empresas globales y para eso necesita gente medianamente culta, al menos inteligente. No crean el cuento del robot. El ultracapitalismo se sustenta con miles de "cuadros medios", bien formados, es una maquinaria compleja. He visto cómo se deterioró la calidad del periodismo en la Argentina. Eso sí fue mezquindad y voracidad a cualquier precio. Las empresas se deshicieron de cientos de periodistas experimentados para reemplazarlos por chicos mediocremente formados en la Universidad pública -a su vez, deteriorada por prácticas docentes "progres"-, chicos que no tienen más remedio que aceptar sueldos más bajos, y cumplir más funciones: escribir para el periódico de papel y el digital, crónica o comentario, autocorrección e incluso autoedición. Aquí el progresismo le hizo un gran favor a un capitalismo primitivo, bestial, cuyos "cuadros medios" en el sector administrativo tuve oportunidad de conocer de cerca. Como me dijo alguna vez un subgerente, nuestra única política es "sentarnos" en la caja. No invertir un peso en calidad, que luego fuera a traducirse en cantidad -mejores ventas- Entre otras cosas porque el desprecio de esta gente por el público es tal que no cree que se dé cuenta de si el periodismo es más o menos bueno, si está mejor o peor escrito, mejor o peor informado. Pero ese es "nuestro" capitalismo, el de entrecasa, el que proviene del amarrocamiento puro y duro, y desde luego menosprecia la inteligencia.

jueves, 28 de marzo de 2024

Una marca en nuestro tiempo

En su columna del 24 de marzo, en el diario Perfil, de Buenos Aires, Damián Tabarovsky reflexiona sobre la editorial italiana Adelphi, lo que le sirve para reflexionar sobre el papel que les cabe a las editoriales.

Ascender en el anacronismo

En L’impronta dell’ editore, traducido por Anagrama como La marca del editor, Roberto Calasso –escritor e histórico editor de Adelphi– escribe acerca de La cripta de los capuchinos, de Joseph Roth, publicado en su editorial en 1974: “con sorpresa constatamos el modo en que, en un momento en el que la misma palabra ‘literatura’ era infamada, esta novela fue clandestinamente adorada por muchachos de extrema izquierda”. Debemos reparar en la idea de que la literatura, en esos años, era “infamada”. Eran los tiempos del gauchisme, de la radicalización de las ideas de izquierda, que en Europa en los ‘60 todavía tenían un aura festivo y libertario (en el único y buen sentido de la palabra), con el mayo del 68 a la cabeza, pero que ya en los 70, con el surgimiento de diversos grupos de lucha armada y acción directa, habían tomado un giro sectario y mortal. La literatura –la novela como género– era vista como una manifestación burguesa, la herencia degradada de un pensamiento reaccionario que no podía encarnar los conflictos de la lucha de clases y de la revolución en ciernes. En términos editoriales, ese horizonte político implicó una primacía del ensayo –especialmente de las ciencias sociales– sobre la narrativa, es decir, del conocimiento de las “leyes de la sociedad” –que había que conocer, precisamente, para poder cambiar el poder– antes que el de la lectura –siempre sospechosa de hedonista– de una novela. Las palabras y las cosas, de Foucault, publicado en 1966, fue el libro más vendido del año, y aún hoy es el libro más vendido de Francia en los doce meses posteriores a su salida.

Adephi tomó un camino opuesto y, como un cuerpo extraño a la época, apostó especialmente por la narrativa centroeuropea de fines del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial –y en “no ficción” por las Obras completas de Nietzche– antes que por las diversas variantes del marxismo o del estructuralismo o de la novela “experimental”, tan en boga en esos años. El tiempo le dio la razón, y Calasso, en un ejercicio de autocomplacencia, no deja de mencionarlo sin cesar a lo largo del libro. No cabe duda que Adelphi, ya desde su primer libro en 1963 (las Obras completas de Büchner) construyó un gran catálogo narrativo. Flota, no obstante, la pregunta por la tensión entre una editorial y su época. Otras editoriales que luego también se volverían centrales, como la francesa Christian Bourgois Éditeur, por citar solo un caso, no siguieron ese camino, y sus catálogos de principios de los 70 se nos vuelven hoy casi ilegibles (¡Bourgois llegó a publicar en cuatro tomos el Tratado de Economía Marxista, de Ernest Mandel!). Pero, ya en los 80 abandonaron esa línea, volvieron a la ficción, y publicaron buena parte de la mejor literatura contemporánea. ¿Por qué? Porque estuvieron siempre abiertas a la época, arriesgando en el presente, incluso en sus peores desatinos. En cambio, Adelphi poco a poco se fue convirtiendo en lo que es hoy: el museo del buen gusto. Hace mucho que Adelphi no dice nada interesante sobre nuestra época (y cuando lo pretende, apuesta por lo trivialidades, como traducir a Bolaño).

Es que las editoriales sirven para intervenir en el presente, en el aquí y ahora, aún a riesgo de equivocarse y de caer (es decir, ascender) en un maravilloso anacronismo. Sirven para dejar una marca en nuestro tiempo.

miércoles, 27 de marzo de 2024

El fantasma de la Cancillería y el Programa Sur

El pasado 25 de marzo, el diario Clarín, de Buenos Aires, en su habitual estilo desinformado, publicó el siguiente artículo, sin firma, en el que una fuente innominada defiende lo que está haciendo la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina. 

El gobierno derrumba el presupuesto para traducir literatura argentina a un 10%

Contraer el prespuesto tanto como se pueda. La orden que el presidente Javier Milei a todos los ministerios también alcanza a la Cancillería. El Programa Sur de traducciones, reconocido por ser una de las pocas políticas culturales que ha sobrevivido a todos los cambios de gobierno y que comenzó cuando Magdalena Faillace estuvo al frente de la Dirección de Asuntos Culturales (DiCul), se achicará notoriamente en el presupuesto de este año.

Si durante la gestión de la extitular del área Paula Vázquez el Programa Sur recibió 300 mil dólares para traducir libros de autores argentinos a distintos idiomas, el Ministerio de Relaciones Exteriores dispuso que este año dispondrá de 30 mil dólares aproximadamente. Así lo confirmaron a Clarín Cultura fuentes de la DiCul.

Pero no todo está perdido. Además de ese presupuesto, que es el segundo más importante que la DiCul destina a la difusión de la cultura y el arte en el exterior, las fuentes dijeron: “Vamos a insertar la difusión del libro a través de las traducciones en otro programa más amplio de otra área de la Cancillería que es el Plan Libro Argentino. El Programa Sur continuará, no se suspende ni se da de baja, porque cuando se traduce un libro se difunde la cultura argentina”.

La inversión más alta de la DiCul es en el envío argentino a la 60º Bienal de Arte de Venecia que, este año, ha tenido un profuso financiamiento privado. El equipo de Luciana Lamothe ya está en Italia trabajando en el armado y montaje de su instalación “Ojalá se derrumben las puertas” en el Pabellón Argentino de los Arsenales, cuyo catálogo se presenta esta semana.

“Estamos trabajando en una ampliación de este Programa que no solo incluya traducciones sino también en los derechos”, dijeron las fuentes de DiCul. Claro, siempre y cuando la editorial que publicó la obra solicitada no tenga esos derechos.

Hasta no tener bien definido el presupuesto asignado al Programa Sur la DiCul no hará la convocatoria.

El año último, la gestión de Paula Vázquez –siempre según la información recogida por Clarín Cultura– dispuso de aproximadamente 3.200 dólares por libro traducido.

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Lo que sigue es la cobertura que, sobre el mismo tema realizó Luciano Sáliche para Cultura InfoBAE, el 26 de marzo.

Reducen a un 10% el Programa Sur, destinado a traducir literatura argentina

Cuando la Cámara Argentina del Libro se reunió con la nueva directora de Asuntos Culturales, Alejandra Pecoraro, hace un mes y medio, la respuesta que recibieron los representantes de la industria editorial ante la pregunta por las políticas públicas de traducción fue concreta y conocida: “No hay plata”. Desde entonces, la prioridad fue la Bienal de Venecia, a la que destinarían casi la mitad del presupuesto. ¿Qué pasará con el Programa Sur, la herramienta que, desde 2009, apoya a escritores y editores a llegar a otras lenguas, a posicionar a la literatura argentina en el mundo? Su presupuesto se reducirá a un 10%.

“Si el año pasado hubo un presupuesto de cerca de 320 mil dólares y este año va a pasar a ser de 30 mil, y si el año pasado se tradujeron más de 120 libros, entonces este año van a ser aproximadamente 10 libros. A los números me remito: están desguazando de una manera brutal”, dice Juan Manuel Pampín, actual presidente de la cámara. “Nos dicen que tienen que hacer un recorte, que hay un compromiso asumido y que se ven en la obligación de recortar la participación en ferias internacionales, como es el caso de Bolonia, que es ahora; también Frankfurt y Guadalajara, que vienen un poquito más adelante”, agrega.

Para Paula Vázquez, la directora saliente de Asuntos Culturales que es además escritora y librera, “Programa Sur es una de las principales herramientas de diplomacia cultural que tiene nuestro país. Es un programa reconocido internacionalmente, modelo para la región, que además de ser una herramienta clave para la difusión de nuestra cultura genera recursos genuinos a partir de la venta de derechos. Casi todas las obras que quedaron finalistas del Booker se tradujeron gracias a Programa Sur”. Y agrega: “A partir de este programa, Scorsese va a filmar una película basada en un libro de Ariana Harwicz”. Se refiere a Matate, amor.

En agosto, la Fundación TYPA presentó La extraducción en la Argentina III (2010–2022), una investigación sobre las traducciones de la literatura argentina. En el período 2010-2022 se vendieron un total de 1787 licencias cuyo promedio anual es de 149 y un total de 1224 títulos con 102 de promedio anual. El informe abre con esta pregunta: “¿Cómo llegan los autores y autoras argentinos a ser traducidos a otras lenguas?” Una de las respuestas es el Programa Sur. En ese entonces, Gabriela Adamo, una de las investigadoras, le dijo a Infobae Cultura que “lo más reconfortante fue ver cómo año tras año siempre un poco más se traduce”.

El último ejemplo es Selva Almada, que acaba de ser nominada al Booker Internacional por Not a River (No es un río), traducida con apoyo del programa por Charco Press, una editorial independiente radicada en Edimburgo. Según el informe, en los doce años señalados Italia compró el 26.6% de los derechos vendidos y Estados Unidos el 18.2: las dos editoriales más compradoras fueron italianas (Edizioni Sur y Edizioni Arcoiris), seguidas por dos estadounidenses (New Directions y Open Letter). Le siguen Francia con 14.2, Brasil con 10.4, Alemania con 9.8, Reino Unido con 7.0 y Bulgaria con 5.7.

“Nosotros lo entendemos como una política de Estado —dice Pampín— que se había podido sostener en el tiempo. Se había iniciado durante el gobierno de Cristina Kirchner, luego se continuó con el programa en el gobierno de Mauricio Macri y ahora lo que vemos es un desguace absoluto. Hay que entender algo: Argentina no es un país central. La gente hoy por hoy mira más hacia México, hacia Colombia, hacia España. Nosotros estamos trabajando en la edición argentina y pretendemos seguir haciéndolo. Y con calidad. Cuando buscamos promocionar nuestros autores hacia afuera, esto es parte fundamental”.

“Nosotros lo entendemos como una política de Estado —dice Pampín—, desde el gobierno de Cristina Kirchner al de Mauricio Macri. Pero ahora lo que vemos es un desguace absoluto. La continuidad de las políticas públicas, sobre todo en comercio exterior, es fundamental: cuesta mucho recuperar o trabajar en nuevos mercados. Es una herramienta muy potente de venta y difusión. Es lo mismo que hacemos cuando traemos cosas de otros países. Hay que entender algo: Argentina no es un país central. Hoy la gente mira más hacia México, Colombia, España... Cuando buscamos promocionar nuestros autores hacia afuera, esto es parte fundamental”.

Según un artículo publicado en Clarín, desde Asuntos Culturales aseguraron que el impulso va a estar “en otro programa más amplio de otra área de la Cancillería que es el Plan Libro Argentino”, que viene de antes y busca la “internalización de la cultura argentina”. El año pasado, a partir de este Plan, cuatro editoriales argentinas viajaron a la Feria de Frankfurt. Siguiendo el slogan de “no hay plata” y el ajuste que el gobierno de Javier Milei lleva como bandera, la pregunta que queda abierta es si el recorte es para el Programa Sur o al presupuesto total de la Cancillería. Infobae Cultura se comunicó con las autoridades pero no obtuvo respuesta.

martes, 26 de marzo de 2024

Aproximación parcial al lector independiente




El pasado 21 de marzo, sin firma, InfoBAE publicó un artículo a propósito de quienes visitan la Feria de Editores de Buenos Aires. En su bajada se lee: "La Feria de Editores presentó su habitual Encuesta al Público. Según los datos recogidos de la edición 2023, el 53% fue la primera vez que la visitó", Con todo, convendría ser muy prudente a la hora de sacar conclusiones porque no todos los lectores de las editoriales independientes visitan la FED ni responden al perfil que se presenta en esta encuesta. 

Lectores de editoriales independientes: quiénes son, qué leen y cómo eligen los libros

Se trata de la Encuesta al Público realizada a los asistentes a la Feria de Editores del año pasado: los días 3, 4, 5 y 6 de agosto de 2023, la quinta edición del ciclo, en el Complejo C Art Media de la Ciudad de Buenos Aires. Estuvo a cargo del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro (LM–IDAES/UNSAM) y coordinada por Alejandro Dujovne y Ezequiel Saferstein. Trabajaron sobre 367 casos (el total de asistentes fue 22 mil) y encontraron resultados novedosos.

En cuanto a género, el 58% de la muestra está representado por mujeres, 39% por hombres y 3% por personas autoidentificadas bajo una identidad de género no binaria. En cuanto a edades, la franja que va de los 26 a los 35 años representó el 31%, seguido por la franja que va de los 36 a los 45 años, con 24%. El 62% proviene de la Ciudad de Buenos Aires, más de la mitad trabaja en relación de dependencia (52%) y el 77% no tiene hijos.

Algo llamativo es el nivel de estudios, ya que es muy elevado en contraste con el público de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la media nacional. El 95% tiene estudios superiores: terciario (15%), universitario de grado (59%), diplomatura (2%), máster (10%) y doctorado (9%). “En línea con el nivel socioeducativo y las disciplinas de formación e inserción profesional, este público está compuesto por compradorxs de libros y lectorxs ‘intensxs’ en el sentido del número de libros que compra y lee al año y del conocimiento que tiene de autorxs, títulos y editoriales”, se lee en el informe.

Además, un 34% de los asistentes lee libros entre 2 y 5 horas a la semana, mientras que un 32% lo hace entre 6 y 10 horas. El tercer tercio lo componen los lectores intensos que leen desde 11 horas o más (28%). “La práctica de lectura de libros es intensiva y supera lo relevado en las Encuestas Nacionales de Consumos Culturales”, explican los investigadores.

Respecto del acceso al libro, las librerías, tanto de nuevos como de usados, “siguen siendo los lugares preferidos para la compra”. En ese sentido, un 79% manifiesta comprar libros nuevos, mientras que un 46% también compra en librerías de usados (en relación con la encuesta de 2022, la compra de usados creció un 20%). Además, el 41% de los encuestados compra libros en ferias y presentaciones. ¿Cómo los lectores se enteran de los libros que finalmente compran? Predomina esta respuesta: redes sociales de editoriales. En segundo lugar, el boca en boca. Luego, redes sociales de los autores. Sigue librerías, influencers, newsletters y radio.

“La ficción lidera los géneros preferidos, principalmente la narrativa latinoamericana, seguida por la narrativa traducida. El ensayo y la no ficción se encuentran en tercer lugar, seguidos por la poesía y las ciencias sociales y humanas”, se lee el informe respecto a los géneros. Otro dato importante es la afinidad que hay con las editoriales. Los encuestados hacen alusión al catálogo, el “criterio de selección”, la “curaduría” y los “libros por fuera de los cánones” de las editoriales independientes, que son las que exponen en la Feria de Editores porque, cabe aclarar, los dos grandes grupos (Planeta y Penguin Random House) no participan.

Las editoriales que más mencionaron los encuestados son Eterna Cadencia, Caja Negra, Siglo XXI, Godot y Blatt & Rios, en ese orden. En cuanto a autores, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin, Camila Sosa Villada, Jorge Luis Borges y Martin Kohan, en ese orden. El detalle es que estos autores suelen publicar en sellos grandes. El crecimiento de la Feria de Editores se consolida con este dato: el 53% fue la primera vez que la visitó.

viernes, 22 de marzo de 2024

Alberto Díaz: gran editor, pero, mucho más importante y raro, sobre todo, un buen tipo



El pasado 20 de marzo, Patricio Zunini publicó la siguiente crónica en InfoBAE, a propósito de el homenaje que la Legislatura de Buenos Aires le realizó al editor Alberto Díaz.

Alberto Díaz, reconocido como “personalidad destacada” de la comunicación y la cultura

No deja de ser un hecho paradójico cuando el Estado le entrega un reconocimiento como ciudadano ilustre a alguien a quien cinco décadas atrás empujó al exilio. Es también la evidencia del largo camino que la Argentina ha transitado desde el regreso de la democracia. Porque aquel gobierno que obligó a Alberto Díaz a exiliarse era uno de facto; y la legislatura que lo homenajea fue elegida por el voto popular.

Ayer, gracias a un proyecto de ley que impulsó el diputado Franco Vitali —hijo de Elvio Vitali, el mítico librero de Gandhi y director de la Biblioteca Nacional entre 2003 y 2005—, la Legislatura porteña reconoció a Alberto Díaz como Personalidad destacada de la comunicación social y la cultura. Una distinción que, a la vez que recuperación de la memoria histórica cultural del país, es un acto de justicia con quien moldeó buena parte de las lecturas de América latina.

Con más de cincuenta años de trayectoria en el mundo del libro, Alberto Díaz empezó su historia con un puesto inferior en la editorial que montaron dos amigos y terminó como director en un gran grupo. Trabajó en Siglo XXI, Alianza, Losada, Espasa Calpe y Planeta, donde estuvo a cargo del sello Emecé. Publicó más de cuatro mil libros; algunos autores: Jorge Luis Borges, Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar, Eduardo Galeano, Juan José Saer, Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo, Osvaldo Soriano, Abelardo Castillo, Vlady Kociancich, Paulo Freire, Andrés Rivera.

El reconocimiento, sin embargo, fue aprobado por mayoría y no por unanimidad. “Los que votaron en contra son los mismos que quieren derogar la ley del libro”, dijo Vitali. Si bien —y a tono con el compromiso político y esencial de Díaz— se plantaron algunas banderas con respecto a la batalla cultural que se da a partir de la presidencia de Javier Milei, la ceremonia tuvo el color de un festejo íntimo, sencillo, familiar. Con la presencia de numerosos autores publicados por él, colegas editores, antiguos compañeros de oficina, su mujer, sus hijos, el acto contó con la participación de Ana María Shua, Horacio Tarcus, Ignacio Iraola y Carlos Ulanovsky.

La aventura de un editor
La primera en hablar fue Ana María Shua, que tuvo un arranque interesante: dijo que había recibido el encargo de hablar mal de Alberto Díaz y que el pedido se lo había hecho Carlos —el hijo, actual director de la editorial Siglo XXI—, y ella, obediente, había buscado la manera de cumplirlo.

“Los editores saben que cuando les arden las orejas es porque los escritores estamos hablando de ellos”, dijo. Las orejas de Díaz, entonces, deben haberle ardido bastante porque ella tuvo la oportunidad con muchos otros escritores, pero, después de hacer una búsqueda exhaustiva, comprendió que no iba a encontrar lo que buscaba: “No encontré a nadie que me dijera algo malo de Alberto”.

Ana María Shua habló poco, y lo hizo con esa costumbre tan suya de decir cosas profundas pero en un tono casual y siempre con humor; un poco a la manera borgiana, pero con más elegancia. Díaz, dijo, es un editor que cuida a sus escritores, que se preocupa por que los libros estén en las librerías y que la obra esté reunida. “Los escritores somos frágiles y Alberto ha cuidado a sus autores en forma personal con su carisma, con su respeto, su amor por las obras”.

El editor historiador

Con un nombre que parece salido de un disco de Emerson, Lake & Palmer, Horacio Tarcus es uno de los grandes intelectuales del país. Tiene una vasta trayectoria académica, y se ha especializado en la historia del socialismo y el marxismo. Fue subdirector de la Biblioteca Nacional. Actualmente dirige el Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas y la “Biblioteca del Pensamiento Socialista”, de la Editorial Siglo XXI.

La amistad con Alberto Díaz viene de muchos años. No sólo comparten la visión política, sino también la profesión: ambos son historiadores. Tarcus comenzó su participación recordando los libros que Díaz le publicó en Emecé: el Diccionario biográfico de la izquierda argentina, las Cartas de una hermandad. Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Franco y Samuel Glusberg y la edición definitiva de Historia del Pueblo Argentino. 1500-1955, de Milcíades Peña. Todos libros largos, complejos, con ilustraciones o fotografías; todos con la necesidad de un trabajo intenso de edición y dedicación.

“Ninguno de estos libros se hubiera publicado sin el respaldo de Alberto”, dijo. Y, para dar otro ejemplo de la manera en que Díaz se compromete con una idea y la lleva hasta las últimas consecuencias, habló de otro libro que no se hubiera publicado sin su insistencia. Cierta vez había recibido el original de un libro que él entendía que debía ser publicado, pero en la filial argentina de Siglo XXI pensaban distinto. Entonces llevó el libro un poco más arriba y logró convencer al director Arnaldo Orfila. Así se publicó Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.

“Los libros que él publicó abrieron camino a la vida intelectual argentina”, dijo Tarcus. Y cerró diciendo que celebraba este reconocimiento porque “Alberto es alguien que contribuyó a editar la biblioteca en la que me formé”.

El editor inventor
Hermosa y muy emotiva fue la participación de Ignacio Iraola, que, para no dejarse llevar por los nervios, preparó un texto del que aquí extraemos algunos pasajes. El ex director de Planeta leyó rápido, siempre andando por la cornisa del llanto, y habló de un Díaz distinto al de los demás, tal vez porque ellos compartían generación. El Alberto Díaz de Iraola, además de un editor profesional, es un maestro protector que te acompaña y te forma en la carrera.

“Él era el capo editorial, yo el jefe de prensa, y teníamos mucha vida social en conjunto, ya que en ese momento había presentaciones de libros casi todos los días, visitas de autores, cócteles y comidas. La vida era una fiesta y el trabajo nos gustaba”.

“Gracias a Alberto conocí a Juan Gelman, a Roa Bastos y durante muchos años tuve una cercanía ridícula con Juan José Saer. Ellos dos eran muy amigos, pero a la vez tenían una relación de respeto y afecto como nunca volví a ver en mi vida entre un autor y un editor. Eran muy amigos y se conocían y se querían en serio. Saer vivía en Francia pero una o dos veces al año venía a Buenos Aires, Planeta aprovechaba para manijear sus libros y ellos me sumaban a esa yunta. Alberto sabía que yo era fan de Saer y me sumaba a la comidas y a las salidas, y Saer —el escritor más fino, pero un atorrante hermoso con mucho humor— siempre quería ir a un almacén de fiambres en Solís y la autopista, que manejaba un japonés”.

“Alberto inventó un modo de editor: el que viajaba por Latinoamérica descubriendo talentos, fundando editoriales e incluso vendiendo libros. En un momento en que la edición argentina era la más potente en habla hispana, Alberto descubrió autores, abrió mercados, ayudó a las librerías. Es tremenda la influencia de Alberto Díaz en la edición moderna. Un caso único de constancia y talento. Un militante absoluto de los libros, al punto tal de haber sufrido el exilio con su familia por publicar libros y por pensar distinto a los animales”.

“Una vez nos peleamos y al rato me dijo algo hermoso: ‘Nachi, con los amigos hay que pelearse de tanto en tanto para saber cuánto uno los quiere’. Yo lo tuve siempre como a un hermano mayor y como un consiglieri, y muchos de sus consejos me los quedo para mí, para toda la vida. Y de Alberto Díaz aprendí dos cosas centrales que espero poder trasladárselas a mi hija: aprendí dignidad y lealtad ante todo”.

De profesión: editor
Sencillo, solidario, discreto, accesible, cordial. Carlos Ulanovsky usó estas palabras para caracterizar a Díaz. Después de tantos discursos, “Ula” prefirió vestirse con el traje que mejor le queda, el de periodista, y le hizo una entrevista en vivo. Consiguió declaraciones que podrían titular esta y varias otras notas: “No publiqué nunca un libro que haga daño”, “Saer me tapó, quedé como el editor de Saer”, algunas más. Las respuestas de Díaz eran siempre largas, salvo una:

—¿Nunca se te ocurrió publicar un libro?
—No —tajante. El público empezó a reírse.

—¿Por qué?
—Porque soy muy exigente.

Después hubo tiempo para fotos y la celebración continuó en el bar de Yrigoyen y Perú. Tal vez quienes hayan estado comiendo en las mesas cercanas no supieran quién era ese hombre de traje marrón y pelo ralo que, sin embargo, les enseñó a leer.

 

jueves, 21 de marzo de 2024

Otro premio más, por si hiciera falta

La noticia, sin firma, fue publicada el pasado 27 de febrero en el diario La Razón, de Bolivia. Allí se lee que Mario Vargas Llosa
Albert Bensoussan (foto), su traductor al francés recibieron un premio conjunto.




Premio Diálogo para Mario Vargas Llosa y su traductor al francés Albert Bensoussan en París

El escritor y premio Nóbel hispanoperuano Mario Vargas Llosa y su traductor al francés, Albert Bensoussan, fueron galardonados este martes con el Premio Diálogo, que otorga una asociación hispanofrancesa en París.

Bensoussan, un escritor con una larga trayectoria de traductor de grandes autores hispanoamericanos, recogió el premio en su nombre y en el de Vargas Llosa, quien actualmente se halla en Perú.

«Traducir es transmitir», declaró Bensoussan durante el acto celebrado en la embajada española. «La traducción multiplica el genio. El traductor ocupará siempre una plaza subalterna. Viene después, no ha creado, no ha conocido la tempestad dentro del cráneo» del autor, añadió.

Nacido en el seno de una familia de origen sefardí en Argelia, en 1935, Bensoussan ha dedicado décadas de trabajo a divulgar autores como Vargas Llosa, José Donoso, Zoé Valdés o Alfredo Bryce Echenique en Francia.

«Es el mejor regalo que le hicieron los Reyes Católicos a Francia», dijo el escritor francés Pierre Assouline, al presentar al galardonado,. Esto, en una irónica referencia de la expulsión a fines del siglo XV de los judíos de España, gran parte de los cuales se instalaron en el norte de África.

«Como he dicho muchas veces, yo no sería el escritor que soy, ni mi obra sería la misma, sin la influencia de la literatura francesa», dijo Assouline al leer un mensaje de Vargas Llosa.

El autor de «Conversación en La Catedral», Premio Nobel en 2010, entró el año pasado en la Academia Francesa. Es la primera ocasión que un autor que no escribe originalmente en francés forma parte de la institución fundada en 1635 por el cardenal Richelieu.