lunes, 3 de enero de 2011

La lengua como software milagroso

La habitual columna de Andrés Neuman,  escritor argentino radicado en España, en la revista Ñ del viernes 24 de diciembre pasado estuvo dedicada a la reforma de la ortografía propiciada por la RAE. He aquí sus conclusiones, con la bonhomía a la que su autor nos ha acostumbrado.

Fazer software

Los cambios nos dan miedo. Y cierta pereza (el monárquico diccionario también admite fiaca). Por eso solemos preferir las normas a las que ya estamos acostumbrados, aunque no todas sean razonables. Mucha gente se horroriza ante los cambios ortográficos propuestos por las academias de la lengua. Sin embargo, algunos me parecen atendibles. Pasar de quórum a cuórum, continúa una evolución que viene dándose desde el latín vulgar. De hecho, si no seguimos escribiendo en latín es por miles de transformaciones como ésa. La desaparición de las tildes en los monosílabos tampoco es nueva: nuestros abuelos escribían y fué. Simplificar y unificar, más que un capricho académico, es una tendencia interna de la lengua. Habrá quien eche de menos (el monárquico diccionario también admite extrañar) la exótica q de Irak, como hace añares alguien pudo lamentar la desaparición de la bonita ç. En  fin, hablantes, ¿qué le vamos a fazer? Un dioma no es un conjunto de reglas que permanecen estáticas al alcanzar la perfección, sino un sistema perpetuamente na marcha. Conviene mantener la perspectiva histórica. Y la geográfica. El alemán acaba de reformar drásticamente su ortografía, causando trastornos mucho mayores. El francés padece una ortografía retorcida, tan apegada a sus etimologías que pocos franceses logran escribirlo correctamente. El español supo simplificarse, y no le ha ido tan mal. Pienso en la lengua como un milagroso software que, un par de veces por siglo, se actualiza levemente. Me sorprende que eso nos moleste tanto, mientras pagamos fortunas por utilizar sistemas operativos que se actualizan todos los días, y sin debates previos. Eso sí, y aquí protesto: ¿qué hacemos con las tildes del adverbio sólo? ¿Las dejamos solas? Me acuerdo del verso de Machado: "Quien habla solo espera hablar a Dios un día". Sin tilde, el verso es irónico. Con tilde, el pobre Machado se vuelve religioso. ¡Qué distinto es hablar solamente y hablar solos! Lo primero lo hacemos cada día los hablantes. Lo segundo ojalá no lo hagan nunca los académicos.

4 comentarios:

  1. como dijo séneca (o es seneka ahora?) después de tomarse el bermú: solo sé que no cené. ahora entendemos la profundidad metafísica de su frase. al pobre, además de alimento, le faltaba compañía, que es otra clase de morfi.
    yo sí huelcamo los canvios de la rae. y animo a todas las academias a incorporar cambios locales adlivitún, a ver quién o cuál se impone.
    por ejemplo, y a nivel local: si boludo es prenda vieja, qué esperan para admitir dobolu?
    en fin, esto es pasto de una digestión más compleja y pormenorizada, pero siempre me resultó patética la pretensión de los normalizadores de estar a la altura del habla, que se caracteriza precisamente por rajarle a la norma como si de la mismísima peste se tratara. si la modernidad se demuestra quitando tildes, por qué no las quitan todas ya que estamos? de qué nos sirven unas sí y otras no? y a quién que escriba o hable le importa que ahora el libro gordo de petete acepte bancar pero se resista a aceptar sorete o gomía?
    el que quiera modernizarse que lo haga con arrojo y gallardía y no con una actitud timorata y defensiva en la que los pactos acaban siendo más decisivos que la lengua o el habla. que pongan huevos y deroguen la hache muda, eliminen la acntuación ortográfica, unifiquen la ve, conviertan la ce en ka o en ese (o zeta incluso), fusilen las de finales, etc., como quería garcía márquez. y si no hay huevos que poner, que no hagan tortilla, que séneca está solo y sólo con eso no se alimenta.

    andrés ehrenhaus

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  2. Mi buena Gabriela: respecto de "dolobu" o "dobolu", hay distintas escuelas de vesre. Por ejemplo, ¿vos decís "lompa" o "talonpa"? Es como lo que pasó con el cristianismo cuando algunos católicos dejaron de serlo para pasar a ser protestantes. Ehrenhaus, como su apellido permitiría suponerlo, debe formar parte de esta última secta y no de la primera.

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