Continuación del trabajo del colombiano Wilson Orozco, publicado en la revista Íkala, Vol. 5, Nº 9-10.
La traducción en el siglo XIX en Colombia
(segunda parte)
II.
Para estudiar otro momento de la traducción en el siglo XIX, debemos adentrarnos más en la segunda mitad de este siglo hasta bien entrado el siglo XX. En este período es cuando parece que existe un mayor movimiento en el ámbito cultural y artístico. Comparadas la primera con la segunda mitad del siglo XIX, es innegable la vitalidad de la segunda ya que en la primera, la República estaba todavía en las lides de la Independencia en sus primeras décadas. Después viene un período de acomodamiento que no termina hasta bien entrado el final del siglo. Pero es la segunda mitad cuando ya la nación empieza a tomar conciencia como tal y es por eso que se ve llamada a crear las instituciones y una sensibilidad propias que la pudieran diferenciar del resto de jóvenes naciones. Es precisamente todo el período romántico el que promociona como nunca antes, todo el intento de traducir y ser traducidos, de reconocer naciones independientes entre sí y reconocidas como tal. Es interesante el caso por ejemplo de Goethe quien por medio de la traducción se quiere apropiar de las obras extranjeras para integrarlas a su nación y afirmar que Shakespeare es un autor "germanizado". O el paratexto de Andrés Bello que justifica la Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano y que dice "Dada una lengua, no debe ser una misma gramática para los extranjeros de diversas naciones".
Es de vital importancia para empezar, hacer un análisis del período histórico iniciado por la Regeneración. Este punto en la historia de Colombia se da entre los años 1886 y 1896. En este decenio se dan una serie de cambios en todos los ámbitos: económico, político y cultural, promovidos por la presidencia de Rafael Núñez. Los nuevos ajustes sobre todo en el plano económico jalonaron, como siempre es el caso, cambios en la vida cultural por el intercambio de mercancías y el movimiento propio de los individuos:
"No mucho puede contarse sobre la vida cotidiana en Bogotá antes de La Regeneración. Nuestra capital era una aldea perdida en el altiplano andino, apacible y aburrida. Muy de cuando en cuando venía una compañía de teatro, que se animaba a efectuar el viaje extenuante de Cartagena, Magdalena arriba, que demoraba diez días. La Regeneración como lo dice Silva, transforma la aldea en una ciudad moderna", "...el país con paso de gigante, recorre en diez años el atraso de tres siglos" y "...la vida social cobra animación y se le abre paso al modernismo en todos los órdenes (Santos, 1996: 25).
Marco Fidel Suárez dice acerca de Bogotá que
"era entonces cuando Cecilio Acosta, el más grande de los oradores de Venezuela, no dudaba en decir que Bogotá colocada sobre estas alturas andinas y como escondida en estos repuestos y deleitosos sitios, se le parecía a una ciudad alemana, a causa de la seriedad de sus estudios y de la ciencia de sus profesores y literatos, comparables no en número, pero sí en habilidad y saber, con los cultivadores de la ciencia en algunas ciudades universitarias de Europa" (Suárez, 1935: 119)
No es descabellado pensar entonces que la tarea de empezar a traducir es un signo más del creciente deseo de tener una nación civilizada que pudiera asimilar otros sentires y pudiera estar inmersa también en la sensibilidad universal.
Esta serie de cambios precipitados para Colombia los vive en toda su plenitud José A. Silva (grabado). Por cambios hay que entender también la mentalidad humanista y cosmopolita de la intelectualidad de la época y de una Bogotá en concreto "culta y letrada [e] inclinada ya a las influencias de Francia e Inglaterra" (García ,1996: 29). Es así como Silva viaja a París en el año de 1885 y regresa al año siguiente "cargado de libros y afectación" (Vallejo, 1995: 163; énfasis mío). Allí se encuentra con amigos y tiene la oportunidad de hacer contactos con librerías y escritores. Entre los amigos que conoce está Rufino José Cuervo quién se encuentra allí por la Exposición Mundial de París y quien se encuentra realizando el famoso Diccionario de Construcción de la lengua española (1872). Ya aquí vemos una necesidad creciente por empezar a sistematizar y a sentar las bases de lo que posteriormente sería un trabajo más serio de traducción. Entre las publicaciones a las que Silva tenía acceso están la Revue des Deux Mondes, la Revue Enciclopédique, la Revue Philosophique, la Revue Bleu, la Revue Blanche y el Mercure de France (Vallejo, 1995: 61). Baldomero Sanín Cano, citado por Fernando Vallejo, dice que las lecturas de Silva eran muy variadas y desconocidas para la sociedad bogotana. Entre los autores que Silva leía en su idioma original estaban Zola, Daudet, Haraucourt, Maupassant, Baudelaire, Hipólito Taine y Caludio Bernard (Vallejo, 1995: 67), así como Huysmans, Verlaine, Poe y Mallarmé. Las fuentes de las que bebe Silva son en su mayoría francesas aunque el inglés era uno de los idiomas que manejaba bastante bien desde sus estudios secundarios, así como el portugués, el italiano (Vallejo, 1995: 178) y el alemán que ya había empezado a estudiar poco tiempo antes de morir. De Silva como traductor tenemos esta referencia hecha por él mismo en una de sus cartas en las que dice:
"Como Crapper cuando extendía las piernas y dejaba que ondearan al aire las espirales de la pipa yo parrandeo á veces, unas haciendo Gotas Amargas y Cuentos Negros de aquellos que crispan ál amigo Robles, y en otras, traducciones que realizan el viejo adagio: Tradutore-traditore. De éstas empeñose Jorge Roa en hacer un tomito para la Biblioteca Popular y me obsequió veinte ejemplares tirados en papel fino. No se extrañe de encontrar bajo cubierta dos de ellos que van con la súplica de que, guardandose uno para su señoría, le envíe el otro á Fidel Cano, diciendole mil cosas cariñosas de parte del traductor" (Vallejo, 1995: 237).
Otra figura importante dentro del contexto de la comunicación de Colombia con el mundo fue Rafael Pombo (foto). Este viajó en 1855 a los Estados Unidos donde "tiene contacto con las casas editoriales como la Appleton de Nueva York, y lo que es especial para esta relación, figura como traductor notable de la poesía de lengua inglesa a la española" (García, 1996: 28). Reconocido en mayor medida y más en comparación con otros escritores por su dedicación a la traducción, sus obras traducidas son el fruto de una pasión por el autor y su obra. En el caso de Pombo, la traducción fue una comunión con el autor que se dio mucho más allá de la simple lectura y reseña. Pombo por ejemplo tuvo comunicación con Henry Wadsworth Longfellow y Ralph Waldo Emerson. Pombo además conocía y tradujo la poesía del poeta británico William Wordsworth de quien al parecer
"Tuvo, desafortunadamente, un desarrollo poético en sentido inverso al del gran lírico inglés. En lugar del proceso, señalado por Harold Bloom, de reemplazar un Dios moribundo, el de las trivialidades de la moral convencional, 'por el dios del yo interior en perpetuo crecimiento', proceso que convirtió a Wordsworth en fundador de la poesía moderna en inglés, Pombo comenzó su carrera lírica con un puñado de poemas que hacían prever la aparición del gran poeta de la interiorización y terminó como el versificador oficial de la didáctica, el patriotismo y la doctrina" (Jiménez, 1996:32).
Se puede rastrear incluso en la obra del mismo Pombo la influencia de Théophile Gautier a quien Pombo tradujo en su obra "Afinidades Secretas". Sus traducciones también se mueven por el lado de lo clásico ya que acometió la tarea de traducir las Odas de Horacio.
Otro ejemplo ya más centrado en el siglo XX es el de Baldomero Sanín Cano (foto), quien tomó la traducción mucho más en serio y quien siempre la vio como la posibilidad de abrirnos al otro mundo y de permitir que las ideas se refrescaran y fluyeran libremente. Dice él:
"Hay necesidad, como dijo el filósofo, inmisericorde de revaluar todos los valores. Prepararnos para tamaña empresa es uno de los oficios que ha de llenar, sin precipitación, el estudio de las literaturas extranjeras" (Ruiz, 1996:70).
Su labor de traductor lo llevó, como en otros casos con otros escritores, a hacer contacto con los autores mismos e incluso a polemizar con ellos. La importancia de Sanín Cano como traductor radica en que abrió el mundo de Hispanoamérica a la literatura y a la corriente de pensamiento anglosajón y europeo. Vemos como entonces hay un movimiento cada vez mayor de desplazarnos de un mundo latinizado con las traducciones de Virgilio por parte de Caro hacia los idiomas modernos. En fin que Sanín tradujo a escritores tan importantes como Eliot, Waugh, Bernard Shaw, Connolly, Wilder. El italiano lo estudió desde recién ejercida su profesión de docente y de esta manera pudo leer a Tasso, Péllico y Manzoni que tuvo gran influencia con su I Promessi Sposi además de Carducci, Carlo Levi, Papini. Introdujo a sus amigos a Nietzsche, Brandes, Renán y Bourget. Sorprende la riqueza y la amplitud de pensamiento característicos de Sanin Cano y además la cantidad de idiomas que manejaba. Fue consul de Colombia en Londres y profesor de Castellano en la Universidad de Edinburgo. Su ambición al final no disminuyó y emprendió el aprendizaje del danés. Por el lado instrumental también emprendió la tarea de realizar un diccionario bilingüe español-inglés y una gramática española para anglófonos.
Obviamente que la traducción en el siglo XIX no estuvo a cargo solamente de aquellos representantes más conocidos. Existen infinidad de referencias sobre todo entre profesores universitarios en un movimiento paralelo de construcción de claustros y de textos. El siglo XIX como se señaló anteriormente es rico en las discusiones del pensamiento y esto llevó a que hubiese un buen movimiento de las traducciones que las alimentaran. Es así como encontramos a Aureliano González Toledo quien publicó su traducción "El Principio de Utilidad" de John Stuart Mill. Asímismo César C. Guzmán quien fue profesor de idiomas en La Universidad del Rosario tradujo "textos de y sobre eximios representantes de la filosofía experimental como el propio Destrutt de Tracy, John Stuart Mill, Hippolite Taine, Herbert Spencer, Claude Bernard, Charles Darwin y Ernesto Haeckel entre otros" (Tovar, 1996:125). En el año de 1883 Manuel María Madiedo tradujo "La religión natural”, su influencia sobre la felicidad del género humano, según “Manuscritos de Jeremías Bentham" de Jorge Grote. Un año después, el mismo traductor traduce un volumen que estaba destinado a servir de primer número a la colección "Biblioteca Filosófica del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario" además de una versión comentada del estudio "La Filosofía Positivista" e Ismael Enrique Arciniegas tradujo "Tu y Yo"
Si "la cultura de un país puede evaluarse por el número y la calidad de las traducciones literarias" como lo afirma Tabernig (1984:6) entonces podemos afirmar que en muchos aspectos el siglo XIX representa para Colombia un período de importancia innegable por la riqueza y vigor de sus intelectuales.
Traducir es un acto interlingüístico, intersemiótico e intercultural y "el traductor al decodificar el texto original y al intentar recodificarlo y hacer el transvase cultural puede encontrarse con el escollo de la intraducibilidad por falta de equivalencia cultural" (Martinez, [19?]:183). Hay dos tipos de intraducibilidad: la interlingüística y la intercultural. La importancia de la traducción en el siglo XIX radica en que por primera vez Colombia se enfrenta a estos problemas. Traducir términos, como ya se dijo antes, pero también culturas y tiempos históricos.
Podemos concluir entonces, por ahora, que el siglo XIX representó para Colombia uno de los períodos más ricos en cuanto a la traducción, labor que decayó debido a la poderosa industria mexicana y argentina que copó el mercado nacional. Afortunadamente, ha habido en los últimos años un renacer de la traducción por parte de colombianos. El más importante grupo se ha formado alrededor de la colección Cara y Cruz de Norma con la dirección de Iván Hernández y cuyos títulos en un ochenta por ciento son traducciones de clásicos escritos en más de seis lenguas. Entre los traductores que hacían sus traducciones de manera aislada y que han hecho parte de la anterior colección se encuentra José Manuel Arango quien empezó a traducir en la revista Acuarimántima y siempre se ha destacado por sus traducciones por poetas americanos como Denise Levertov, Philip Levine, Kenneth Patchen, Georg Trakl, Thomas Merton y Emily Dickinson. Estos esfuerzos aislados que aparecían en las revistas Eco y Mito ya son ahora un boom editorial y numerosas editoriales han seguido el ejemplo de Norma. Ya no importamos traducciones sino que las exportamos. Afortunadamente, ya estamos metidos de nuevo en los difíciles territorios de la traducción.
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Notas
"Creo que existe el deseo innato en aquellos que tienen contacto con las palabras de ampliar nuestro marco de referencia, de hallar ecos que se encuentran más allá de los límites fijados por imperativos geográficos y lingüísticos, el deseo de ir más allá de sus fronteras culturales o de "trasladar" como en el sentido original del verbo latino "trans-ducere" (En adelante, mi traducción)