viernes, 30 de septiembre de 2011
Planeta y la RAE: la perversión de la protección del copyright
A continuación, se presenta un enlace, correspondiente al 26 de septiembre pasado, con el sitio Libros y bitios –dedicado a bibliografía, noticias y enlaces sobre edición digital y tradicional, lectura, escritura, libros–, del español José Antonio Millán, donde se comenta el caso expuesto ayer, que involucra al uruguayo Ricardo Soca y a un abogado del grupo Planeta (que no debe ser confundido con Frank Booth, el personaje de la foto, interpretdo por Dennis Hooper en la película Blue Velvet ), que defiende los intereses de la Real Academia.
jueves, 29 de septiembre de 2011
La RAE contra elcastellano.org, o la máquina de hacer dinero del Grupo Planeta
La información nos ha llegado hace tres días, vía Silvia Senz Bueno. Sirve para entender qué tipo de gente constituye la Real Academia y quiénes defienden sus intereses a la hora de facturar. Para decirlo con todas las letras, un pajarraco del grupo Planeta de España ha amenazado al uruguayo Ricardo Soca, responsable de La Página del Idioma Español (elcastellano.org), un sitio con más de diez años de existencia, conminánlo a retirar servicios de su página por considerar que viola derechos de su cliente, la Real Academia.
La información puede leerse con todo detalle aquí e incluye asimismo la respuesta de Soca y la grabación de su charla con un tal Álex Calvo, el pajarraco en cuestión, miembro del Departamento Jurídico de Planeta.
Para decirlo en el mejor castellano posible, son unos pelotudos.
La información puede leerse con todo detalle aquí e incluye asimismo la respuesta de Soca y la grabación de su charla con un tal Álex Calvo, el pajarraco en cuestión, miembro del Departamento Jurídico de Planeta.
Para decirlo en el mejor castellano posible, son unos pelotudos.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
martes, 27 de septiembre de 2011
Florencia Garramuño, una de las mayores especialistas argentinas en literatura brasileña
Ayer, 26 de septiembre, la investigadora, docente y traductora Florencia Garramuño visitó el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Su charla, que llevaba por título “Las fronteras de la literatura”, trató justamente sobre la porosidad que ella cree está habiendo entre las literaturas de Argentina y Brasil. Pero antes de hablar sobre el tema y de dar numerosos ejemplos sobre su hipótesis, contó las particularidades circunstancias por las cuales llegó a traducir literatura brasileña. Quienes quieran ver y oír la charla pueden hacerlo en este vínculo.
Florencia Garramuño recibió su PhD en Romance Languages and Literatures de Princeton University y realizó su posdoctorado en el Programa Avançado de Cultura Contemporânea de la Universidade Federal do Rio de Janeiro. Dirige el Programa en Cultura Brasileña de la Universidad de San Andrés, y es investigadora independiente del CONICET y Fellow de la John Simon Guggenheim Foundation. Publicó Genealogías Culturales. Argentina, Brasil y Uruguay en la novela contemporánea, 1980-1990 (Beatriz Viterbo, 1997), Modernidades Primitivas: Tango, Samba y Nación (Fondo de Cultura Económica, 2007; Universidade Federal de Minas Gerais, 2009; Stanford University Press, 2011, en prensa) y La experiencia opaca. Literatura y desencanto (Fondo de Cultura Económica, 2009).
Fotos: Agustín Spinetto
Florencia Garramuño recibió su PhD en Romance Languages and Literatures de Princeton University y realizó su posdoctorado en el Programa Avançado de Cultura Contemporânea de la Universidade Federal do Rio de Janeiro. Dirige el Programa en Cultura Brasileña de la Universidad de San Andrés, y es investigadora independiente del CONICET y Fellow de la John Simon Guggenheim Foundation. Publicó Genealogías Culturales. Argentina, Brasil y Uruguay en la novela contemporánea, 1980-1990 (Beatriz Viterbo, 1997), Modernidades Primitivas: Tango, Samba y Nación (Fondo de Cultura Económica, 2007; Universidade Federal de Minas Gerais, 2009; Stanford University Press, 2011, en prensa) y La experiencia opaca. Literatura y desencanto (Fondo de Cultura Económica, 2009).
Fotos: Agustín Spinetto
lunes, 26 de septiembre de 2011
Otro blog dedicado a la traducción de poesía
Hasta donde llega la voz es otro blog dedicado a la traducción de poesía. Su responsable es Tom Maver (foto), quien ha subido versiones propias de Adrienne Rich, Anne Sexton, Carol Ann Duffy, Denise Levertov, Edgar Lee Masters, Edna St. Vincent Millay, James Laughlin, Louise Glück, Margaret Atwood, Mark Strand, Muriel Rukeyser, Sharon Olds y Walter de la Mare, entre muchos otros.
Quienes así lo deseen pueden acceder aquí.
Para los interesados, se ofrece, a continuación, una presentación de Tom Maver, publicada el 6 de septiembre pasado en el blog Papeles blancos:
Quienes así lo deseen pueden acceder aquí.
Para los interesados, se ofrece, a continuación, una presentación de Tom Maver, publicada el 6 de septiembre pasado en el blog Papeles blancos:
Empecé a traducir sin darme cuenta casi. Había ido a Estados Unidos y quizá me sentía un poco abombado por tanto inglés, aunque fui al sur, donde el país es prácticamente bilingüe; la cuestión es que en la casa donde estaba había libros de poesía, de Dickinson, e.e. cummings, Auden, Whitman, y además yo estaba comprando y leyendo nuevas poetas que me resultaban increíbles y que quería mostrar a mis amigos. Por ese entonces yo ya escribía poesía pero nunca me había puesto a traducir. Y así empecé, un poco probando y como si fuera un juego, para poder mostrar esos poemas.
Me acuerdo, por ejemplo, de haber leído allá los Veintiún poemas de amor, de Adrienne Rich, y que en uno de ellos, una mujer sueña que su pareja es un poema, el poema de su vida, aquel que ella querría mostrarles a todos los que amaba. Pensándolo hoy, creo que algo de ese deseo amoroso es el que me llevó, de manera inconciente entonces, a empezar a traducir.
Es raro el trabajo del traductor. Está pero no está; está pero se corre a un lado, dejando pasar algo que de todos modos lo atraviesa. Alguna vez escuché a alguien que decía que la traducción era como un viaje. Si bien me gusta pensar que el poema viaja de una lengua a otra, me parece más justo decir que es un trabajo quieto: lo que se ensancha es la lengua a la que se traduce.
Lo confieso: no sé cuánto sé de inglés, en el caso de que el conocimiento pueda ser cuantificado, o que un idioma pueda ser conocido por completo… sospecho que no. En todo caso, tengo para mí que al igual que con la lectura, la traducción consiste sobre todo en escuchar, en oír lo que el poema tiene para decir. Me cuesta quedarme con esa fácil conclusión de pensar que en la traducción siempre algo se pierde: lo mismo podría decirse de cualquier lectura: ¿quién sería capaz de abarcar todos los sentidos de un poema en castellano, por ejemplo? Más aún: ¿quién querría semejante cosa? Cuando uno lee un poema, también hay algo que se pierde, pero sobre todo hay algo, a veces poco, a veces mucho, con lo que uno se queda. Y eso hace la traducción, quedarse con algo. Y cada lector se queda con algo distinto. La traducción es como un trabajo afectuoso en el que a la lengua madre se la hace ir por un camino que de buenas a primeras quizá no hubiera tomado. En ese sentido es desviar la lengua, renovarla, acercarla al ritmo de otro idioma, un trabajo donde la seducción no está exenta, y a la que hay que prestarle una atención sostenida, amorosa.
Como se ve, no soy un académico ni un gramático. Y siento la necesidad, no de ser literal, sino más bien fiel al poema. Es decir, confío en la transformación que se produce en la traducción. Barthes tiene una frase que me encanta: “Estar con la persona que amo, y pensar en otra cosa. Entonces tengo los mejores pensamientos”. La fidelidad tiene que ver con esa deriva, para traducir hace falta entrar en la corriente del poema hasta encontrar algo que no sabíamos que estaba ni en el poema “original” ni en nuestro propio idioma. Todo hallazgo es a un tiempo creación y acogida. Ése es el ensanchamiento de la lengua al recibir el poema y reescribirlo al mismo tiempo: el castellano se estira tratando de alcanzar eso otro que ya lo siente como propio.
Considero que cualquier lector puede poner a prueba una traducción: basta con oír con los ojos, como pedía Sor Juana, mirar con los oídos, y ver si se produce la fiesta de los sentidos, si se percibe la soledad sonora.
domingo, 25 de septiembre de 2011
Martí tradujo la Argentina al inglés
Publicado por Miguel Borello en la edición del 11 de octubre de 2011 del Diario de Cuba, el siguiente artículo trata sobre el inesperado hallazgo de un texto sobre la Argentina traducido por José Martí.
Martí traductor
DDC conversa con el profesor e investigador Jorge Camacho tras el hallazgo de una traducción realizada por Martí al inglés.
Se acaba de publicar el hallazgo de una traducción hasta ahora desconocida de José Martí. La noticia, aparecida en la revista académica La Habana Elegante, reseña la labor del profesor e investigador Jorge Camacho como responsable del descubrimiento. Desde la Universidad de Carolina del Sur, DDC conversa con Camacho.
–¿Estamos ante una verdadera traducción desconocida de Martí?
–Sí y no. Desde hace tiempo sabíamos que Martí había traducido o dirigido la traducción de unos documentos diplomáticos del gobierno argentino, entregados al Presidente norteamericano Grover Cleveland en 1894. Pero nadie había encontrado esos documentos. Néstor Carbonell, amigo de Martí, fue quien primero dio noticia de ellos. Pero la fuente que ofreció resultó equivocada. No se trataba de documentos, sino de un libro (o documentos que se publicaron en forma de libro) que el ministro de Argentina en Washington en aquel momento, Estanislao Zeballos, pidió a Martí que tradujera o se encargara de supervisar la traducción. Se publicaron dos volúmenes sobre el tópico; Martí solamente participó en la traducción de uno de ellos.
–¿De qué tratan los libros?
–Tratan de la disputa territorial entre Argentina y Brasil en el siglo XIX, específicamente, en relación a los territorios de Misiones. Ambas partes dieron sus argumentos al presidente Cleveland para que decidiera en el asunto. El volumen que tradujo Martí, el segundo, consta de unas 300 páginas. Fue publicado en 1894.
–¿No serán estos los 300 documentos “inéditos” que el Centro de Estudios Martianos dijo haber encontrado?
–No.
–¿Se trata de una traducción de Martí al inglés?
–Sí, aunque no la hizo solo. Como sabemos, es muy difícil traducir a un idioma que no sea el propio, y no creo que Martí estuviera preparado para hacerlo. Contaba, sin embargo, con la ayuda de Gonzalo de Quesada, quien nació en Cuba pero creció en Nueva York, y posiblemente con la ayuda de alguien más que no menciona en sus cartas.
–¿Hay documentos de Martí que hablan específicamente sobre este trabajo?
–No, no tenemos ninguna carta, apunte o documento legal que diga que Martí tradujo el libro. Tal vez por esto ha sido tan difícil dar con el texto. Pero yo creo que el motivo de tanto secretismo era su naturaleza protocolar. Hay que recordar que Martí renunció a su puesto de cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay por la denuncia que le hizo un periódico español, dado el conflicto de intereses que significaba ser diplomático de un país “amigo de España” a la vez que enemigo jurado de la metrópolis.
–¿Cómo está tan seguro entonces que se trata de dicha traducción?
–Por una serie de datos, deducciones y el tiempo en que salió publicado el libro. Primero, tenemos la carta del propio Estanislao Zeballos pidiéndole a Martí que lo ayude con la traducción. Luego tenemos varias cartas breves que se intercambiaron Martí y Carlos Aldao, quien se ocupó de supervisar el trabajo por la parte argentina. Y finalmente tenemos una segunda carta de Zeballos, dándole las gracias a Martí por haber hecho la traducción y haber renunciado además al dinero.
–¿Qué importancia cree que tiene este texto en el conocimiento de Martí?
–Tiene mucha importancia. Hace tiempo que no aparece nada nuevo y menos de esta magnitud que haya hecho Martí. Es la única traducción suya de carácter profesional al idioma inglés y, además, muestra la conexión directa de Martí con la política de los gobiernos argentinos de las dos últimas décadas del XIX. Recordemos que los territorios de Misiones fueron anexados a la Argentina en 1881 por Julio A. Roca, quien comandó la guerra genocida contra los indígenas de las pampas y la Patagonia en 1879. Como he dicho antes, Martí apoyó desde Nueva York esta guerra, a la que se llamó eufemísticamente la “campaña del desierto”. En realidad no eran “desiertos”. Eran terrenos muy fértiles que los argentinos querían anexarse. Algunos de los sobrevivientes indígenas de esta campaña se refugiaron en los territorios de Misiones, a donde también llegó el gobierno de Buenos Aires para desplazarlos. El “alegato” ante el Presidente Cleveland es, por tanto, la culminación de una política liberal de expansión, genocidio y repoblación con inmigrantes europeos de los territorios anexados por Argentina a finales del siglo XIX.
–¿Cómo se titula el libro entonces?
–¿Cree que el libro debería ser incluido en las Obras completas de Martí?
–Es una pregunta interesante, pues es un trabajo muy diferente a lo que se ha recogido de Martí. Desde el punto de vista del agrupamiento de las Obras completas, habría que cambiar de paradigma. Lo que se conoce por Obras completas de Martí son los trabajos del Martí político, periodista, escritor y traductor solitario. Esta “obra” es de colaboración y de carácter protocolar, para otro gobierno. Por dicha razón no sabemos dónde comienza y dónde termina su trabajo. De modo que habría que pensar esas Obras desde un punto de vista más inclusivo, y en cualquier caso no serían solo labores suyas, sino de “equipo”, y por tanto no tendría el “caché” de sus otras obras y traducciones literarias. Sin duda, es una pregunta que deberán hacerse los editores presentes y futuros de sus Obras completas.
sábado, 24 de septiembre de 2011
Una buena iniciativa internacional
Lo de arriba es el logo de un blog (ver aquí) de traductores e intérpretes que luchan para conseguir una remuneración digna por su trabajo. La información, que incluye distintos ítems, está en varios idiomas, ya que se trata de un movimiento internacional. Vale la pena explorar lo que allí se propone.
viernes, 23 de septiembre de 2011
"Contra la desaparición de una lengua en el alma"
El 11 de marzo de este año, Adan Kovacsics –traductor de lenguas eslavas, nacido en Chile y residente en Barcelona– publicó la siguiente columna en El Trujamán. En ella da cuenta de una alternativa que vincula la traducción con la biografía del traductor. Por su belleza y profundidad se la reproduce a continuación.
Hace un año participé, una vez más, en una mesa redonda dedicada a la traducción y todos quienes allí estábamos habíamos sufrido desajustes, por así decirlo, en nuestra relación con la lengua. Todos tenían, por ejemplo, una parte de su vida en un idioma y una parte en otro. Es decir, transcurrían allí fallas en su existencia lingüística.
Uno de los traductores presentes se había criado en una familia bilingüe en cuyo entorno se hablaba un tercer idioma y buscaba décadas después esa tercera lengua que había desaparecido en el olvido; lo hacía a través de la traducción.
El segundo había huido de su lengua, se había instalado en otro país y traducía a aquella de la que había huido.
El tercero trasladaba obras literarias a un idioma que no era el de su infancia; de hecho, son muchos los traductores que no traducen a la que a partir de un momento muy concreto pasó a llamarse lengua materna.
Lo que en los primeros años era hlieb se volvió pain en la juventud. El traductor lucha contra la desaparición de una lengua en el alma. No puede vivir sin juntar, hermanar esas voces que forman parte de la unidad de su vida, pero que podrían dispersarse. Hace vibrar en otro idioma el de sus antepasados. Trata de recomponer piezas. Siente el deseo y la necesidad de reconstruir el edificio del lenguaje, que es quizá también la misión secreta de la traducción.
La relación con la lengua no deja de estar llena de dudas, no está exenta de asperezas, de lagunas, de vacíos, de búsquedas. Hay momentos al traducir en los que el traductor percibe que flota entre las lenguas y no está en ninguna.
A la pregunta: «¿Cómo llegó usted a la traducción?», nadie contestó en aquella mesa redonda diciendo que fue una opción profesional como otra cualquiera; todos se refirieron a esas fallas o heridas.
Me parece que, aunque quede oculta por otras formas de llegar al oficio de traductor, esta fuente profunda no debería quedar tapada.
Es posible que estos aspectos más existenciales, por un lado, y quizá también teológicos, por otro, de la tarea de la traducción acaben difuminados en un futuro. Pero nunca podrán desaparecer del todo.
Heridas del lenguaje
Quizá la tendencia creciente a que los traductores literarios del futuro elijan este oficio como una opción profesional entre otras, a que estudien directamente traducción literaria en las universidades —lo cual es muy loable—, a que lleguen a este trabajo por la recta vía académica, acabe ocultando un hecho que he podido percibir en numerosas ocasiones: que en las sociedades modernas proclives al monolitismo —y todas ellas tienen en sus honduras la pulsión de ser monolíticas— los traductores son portadores de heridas. De heridas directamente asociadas a su vinculación con el lenguaje.
Hace un año participé, una vez más, en una mesa redonda dedicada a la traducción y todos quienes allí estábamos habíamos sufrido desajustes, por así decirlo, en nuestra relación con la lengua. Todos tenían, por ejemplo, una parte de su vida en un idioma y una parte en otro. Es decir, transcurrían allí fallas en su existencia lingüística.
Uno de los traductores presentes se había criado en una familia bilingüe en cuyo entorno se hablaba un tercer idioma y buscaba décadas después esa tercera lengua que había desaparecido en el olvido; lo hacía a través de la traducción.
El segundo había huido de su lengua, se había instalado en otro país y traducía a aquella de la que había huido.
El tercero trasladaba obras literarias a un idioma que no era el de su infancia; de hecho, son muchos los traductores que no traducen a la que a partir de un momento muy concreto pasó a llamarse lengua materna.
Lo que en los primeros años era hlieb se volvió pain en la juventud. El traductor lucha contra la desaparición de una lengua en el alma. No puede vivir sin juntar, hermanar esas voces que forman parte de la unidad de su vida, pero que podrían dispersarse. Hace vibrar en otro idioma el de sus antepasados. Trata de recomponer piezas. Siente el deseo y la necesidad de reconstruir el edificio del lenguaje, que es quizá también la misión secreta de la traducción.
La relación con la lengua no deja de estar llena de dudas, no está exenta de asperezas, de lagunas, de vacíos, de búsquedas. Hay momentos al traducir en los que el traductor percibe que flota entre las lenguas y no está en ninguna.
A la pregunta: «¿Cómo llegó usted a la traducción?», nadie contestó en aquella mesa redonda diciendo que fue una opción profesional como otra cualquiera; todos se refirieron a esas fallas o heridas.
Me parece que, aunque quede oculta por otras formas de llegar al oficio de traductor, esta fuente profunda no debería quedar tapada.
Es posible que estos aspectos más existenciales, por un lado, y quizá también teológicos, por otro, de la tarea de la traducción acaben difuminados en un futuro. Pero nunca podrán desaparecer del todo.
jueves, 22 de septiembre de 2011
Bien por México
"Los ajustes que aprobó la Asociación de Academias de la Lengua Española no han aplicado en centros de estudios ni editoriales de este país, donde está el mayor número de hispanohablantes", señala Yanet Aguilar Sosa, en la edición de El Universal, de México, del 18 de agosto pasado.
En México no pinta la nueva ortografía
El ajuste más drástico que ha traído consigo la nueva ortografía de la lengua española en el Centro de Enseñanza para extranjeros (CEPE) tiene que ver con los acentos diacríticos. Esa institución académica que enseña a hablar y a escribir el español, ha tenido que suprimir de sus exámenes las preguntas donde se evaluaba la acentuación con los diacríticos de los pronombres demostrativos.
Y es que una de las propuestas más polémicas está justamente en la ausencia de tilde o acento en los pronombres demostrativos como éste, ésta o aquél. O la otra decisión de las academias de que no lleva tilde el adverbio sólo, que proviene de solamente.
Pero esos no son los únicos cambios que en diciembre del año pasado estableció la Asociación de Academias de la Lengua Española en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, sino también palabras como “guión” y “truhán” pierden la tilde; y se deberá escribir “exministro” o “ exnovio”, en lugar de “ex ministro” o “ex novio”. Pero además, se agregaron ajustes para América: se deberá de dejar de llamar “be alta” y “be baja” a las letras “b” y la “v”, respectivamente.
Sin embargo, los cambios todavía están lejanos, pues ni en el CEPE, institución dependiente de la UNAM ni en otras de las escuelas o institutos de la Máxima casa de estudios ni en las editoriales mexicanas, se han modificado sus temarios ni sus manuales de estilo editorial, pues siguen editando y enseñando con la ortografía antigua.
Sin acción en México
Aunque Martha Jurado Salinas, jefa del departamento de español del CEPE, afirma que “no hemos adoptado todavía las nuevas reglas y no consideramos que lo vayamos a hacer en un futuro próximo”, acepta que esos cambios ortográficos que establecieron en diciembre las 22 academias del español y que se han publicado en el libro Ortografía de la lengua española que hoy se presenta de manera oficial en nuestro país, si les ha comenzado a causar problemas, aunque mínimos.
“Ya ha comenzado a causar problemas; por ejemplo, en los exámenes, evaluábamos la acentuación con los diacríticos de los demostrativos y ahora vamos a tener que quitarlo de las evaluaciones porque eso ya no es relevante. No es que lo hayamos incorporado, sino que ya no lo evaluamos; lo paradójico es que esos temas se siguen enseñando porque todavía están en los libros”, dice Jurado.
Y es que incorporar esos cambios ortográfico no es cosa sencilla. En el caso del CEPE, tendrán que pasar algunos años para que se incorporen a sus libros de texto. “Tenemos una serie de libros en los que hay ciertos detalles que corresponden a los antiguos usos y no los vamos a cambiar hasta que haya una nueva edición de libros, que posiblemente sea en unos dos años”, asegura Martha Jurado.
Gramáticos, lingüistas y estudiosos del español, de la UNAM , hablan de las normas y coinciden en señalar que no tienen nada de nuevas, que ya tenían cierta práctica más o menos común; pero al mismo tiempo, son reglas que los estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato se negaban a aprender, especialmente los acentos y sobre todo los acentos irregulares.
“Lo que hace la Academia es retomar la idea de que efectivamente esos acentos no ocasionan problemas con la comunicación”, señala Arturo Hernández, quien es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y estudioso de la gramática.
Por su parte, el doctor Fernando Rodríguez, coordinador del Centro de Lingüística hispánica del Instituto de Investigaciones Filológicas, dice que no hay nada nuevo, simplemente se están sistematizando y estableciendo muchas cuestiones que ya se venían dando desde una elección facultativa.
“Ninguna de las medidas señaladas en la ortografía es un cambio radical y todo apunta hacia normalizar el sistema; si han entrado en la práctica puede ser que en el ámbito editorial, pero no aquí”, asegura el estudioso.
Martha Jurado dice que como profesionales de la enseñanza del español si tienen que estar muy al tanto de los cambios ortográficos, pero confiesa que ella compró el libro y las leyó “pero ya se me olvidaron”.
Asegura que “van a imperar en el papel porque siempre han imperado muchas otras reglas ortográficas, pero de aquí a que las personas las conozcan, operen con ellas y las utilicen de manera adecuada, es una tarea difícil, si no operamos con las reglas que existen desde hace tantos años, ahora estas innovaciones son como una exquisitez de la lengua, decir que en la nueva ortografía de 2010 aquello ya no se usa”.
Reglas sin disposición oficial
Más allá de ese cambio en las evaluaciones del CEPE, hasta el momento en México no hay ningún pronunciamiento de la Secretaría de Educación Pública al respecto, que establezca la incorporación de esos cambios ortográficos. “La nueva ortografía razonada está ahí y aunque los cambios son mínimos, es el momento en que la SEP debería tomar una postura de decir si los adoptamos o no”, asegura Silvia Peña-Alfaro, consultora de lingüística en México.
Arturo Hernández asegura que la SEP tendría que sacar una disposición oficial. “Es así como las cosas de la Academia se han impuesto en los diferentes países, así se ha impuesto el uso de la gramática y la ortografía”.
Y es que en la educación básica deben establecerse los cambios en sus planes de estudio, porque en licenciatura están obviados esos temas.
Para Hernández el problema central es que los adultos se sabían esas reglas de ortografía y son los que se están resistiendo a quitar los acentos, pero también que los planes de estudio de bachillerato y de licenciatura no suelen tener un apartado para ortografía, salvo los cursos de redacción de algunas carreras y que no suelen ser obliagatorios.
A Martha Jurado no le gustan los cambios, considera que al escribir se usa un código y tiene un sentido más allá de poner un acento. Aclara que es de una categoría diferente. “Si estos afanes morfosintáxicos y gramaticales ya no son importantes para la Real Academia pues ya no lo son para nadie. Yo la seguiré usando hasta que ya sea inevitable el cambio”.
Quizás lo único positivo para la doctora Martha Jurado, y que podrían ser cambios ortográficos exitosos, es que a los estudiantes les cuesta mucho trabajo diferenciar entre un adjetivo y un pronombre y diferenciar por qué aquí lleva acento y aquí no. “Ahora, tal vez lo van a adoptar más rápidamente porque nunca han aplicado la regla”.
Y aunque todos coinciden en que las editoriales son las primeras que tomarán medidas al respecto, Martha Jurado no lo cree: “Tengo una colega que trabaja en corrección de estilo y me dijo que hizo toda una corrección con las nuevas normas y al entregarlo aclaró que estaba corregido de acuerdo a las nuevas normas y le dijeron: ‘no, todo pa’ tras, necesitamos lo antiguo porque no es algo oficial en la editorial’; con ello, esperaremos que se generalicen los nuevos usos, pero creo que van a tener que ser parte de una autoridad”.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Nueva antología argentina de poesía china
El sello editorial Gog y Magog, anuncia la salida de Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos, un trabajo del traductor argentino Miguel Ángel Petrecca. La antología incluye poemas de veinte poetas chinos contemporáneos, la mayoría de los cuales son traducidos por primera vez al castellano.
Salvo Luo Fu, un poeta taiwanés nacido en China en 1928, pero que emigró tempranamente a Taiwán, todos los poetas de esta antología nacieron de la década de 1950 ; es decir, posteriormente a la fundación de la República Popular en 1949. Representan al menos a tres generaciones distintas, y se identifican con el renacimiento poético que tuvo lugar entre el final del maoísmo y el comienzo de la reforma económica en la década de 1970, y que sigue hasta la actualidad.
Para mayores datos, ver el sitio de la editorial Gog y Magog aquí
Salvo Luo Fu, un poeta taiwanés nacido en China en 1928, pero que emigró tempranamente a Taiwán, todos los poetas de esta antología nacieron de la década de 1950 ; es decir, posteriormente a la fundación de la República Popular en 1949. Representan al menos a tres generaciones distintas, y se identifican con el renacimiento poético que tuvo lugar entre el final del maoísmo y el comienzo de la reforma económica en la década de 1970, y que sigue hasta la actualidad.
Para mayores datos, ver el sitio de la editorial Gog y Magog aquí
martes, 20 de septiembre de 2011
Atención: aquí hay un verdadero modelo de eso a lo que los traductores, puestos a lidiar con los editores, no estamos acostumbrados
Sebastián Noejovich, coordinador de Opción Libros de Buenos Aires, una iniciativa de la Dirección General de Industrias Creativas y Comercio Exterior del Ministerio de Desarrollo Económico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante los días 15 y 16 de septiembre convocó una Conferencia Editorial 2011, abocada a revisar el estado de situación de la industria editorial. En ese contexto, pero compartiendo la actividad con el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, tuvo lugar una mesa redonda denominada "Luces y sombras del vínculo editor-traductor", en la que participaron Miguel Balaguer (Editorial Bajo la luna), Fabián Lebenglik (Editorial Adriana Hidalgo), Carla Imbrogno (traductora) y Matías Serra Bradford (escritor y traductor), con moderación de Gabriela Adamo.
Se reproduce entonces a continuación el texto leído por Miguel Balaguer (foto: Guido BonFiglio), que, por su inteligencia, elocuencia y sinceridad, se constituye en un verdadero modelo de eso a lo que los traductores, puestos a lidiar con los editores, no estamos acostumbrados. Por lo tanto, vale la pena hacerlo circular, algo que el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires pide encarecidamente a los lectores de este blog.
Luces y sombras del vínculo editor traductor
Pensar en el vínculo entre editor y traductor literario me lleva, casi forzosamente, a pensar en mi infancia. Claro que en mi infancia yo no sabía que terminaría siendo editor. Como dice un amigo que también conduce los destinos de una editorial independiente, la de editor es siempre una vocación tardía, nada tiene que ver con ser corredor de autos, piloto de avión o astronauta, las actividades que solían ser favoritas en los sueños de adultez de los chicos que, como yo, nacimos en los primeros setentas. Decía, entonces, que me lleva a pensar en mi infancia; en mi madre sentada frente al escritorio de la sala de la casa de la calle Entre Ríos, en Rosario; en el sonido rítmico y mecánico de la Olimpia , la máquina de escribir eléctrica que ella usaba; en el atril metálico a la izquierda de su escritorio y en la pila creciente de papeles a la derecha. Me lleva a pensar en la profesión elegida por ella como independencia económica, como actividad rentada que le permitiera solventarse.
Sí, voy a hablar de dinero.
Supongo que es esa imagen de infancia, cercana, familiar, la que ha dejado fijada la actividad del traductor en ese lugar, el de una profesión liberal, que debía servir a quien la practicara para pagar cuentas, mantener una casa o darse algún que otro gusto.
Treinta o treinta y cinco años más tarde, con un título profesional de vocación temprana guardado en el cajón de mi placard, al lado de las medias y los calzoncillos, y con una actividad profesional derivada de la (al decir de mi amigo) tardía o demorada vocación de editor, me cuesta pensar, tan ingenuamente como antes, que alguien que elija la profesión de traductor literario en Argentina sea capaz de mantenerse con el fruto de esta actividad. Podrá decírseme aquí que tampoco puede confiar en mantenerse gracias a los frutos de su trabajo aquél o aquélla que elija para sí la escritura como camino. Y estoy de acuerdo, creo que en más de un punto la actividad de autores y traductores es coincidente. Por mi parte, podría incluso hacerlo extensivo a aquellos que sucumbimos a la tardía vocación de editor literario.
Pero no caigamos en la depresión tan pronto. Supongamos que no está todo perdido, todavía.
En mi opinión, una de las claves de este intrincado asunto de la relación entre editor y traductor está en las definiciones, fundamentalmente en las definiciones de las dos palabras que vienen dando vueltas en este texto con insistencia: vocación y profesión.
Tanto la del editor literario como la del traductor literario (permítanme redundar en este adjetivo e incorporar aquí, una vez más, al escritor o autor completando la tríada) son actividades fuertemente marcadas por la vocación como motor. Motor que más de una vez lleva a perder de vista o a dejar de lado cuestiones tan básicas como que hacer las cosas gratis o por gusto no da de comer. En el caso del editor esto no se presenta como un problema, cuanto mucho, lo lleva a la desaparición por la quiebra. Pero en el caso del traductor el tema de los excesos vocacionales conduce a situaciones un poco más complejas.
Desde hace algún tiempo funciona en Buenos Aires el Club de Traductores Literarios. Es una iniciativa de un grupo de traductores que se reúne una o dos veces por mes para conversar, discutir e intercambiar sobre temas relacionados con la actividad profesional. No son una entidad gremial con personería jurídica ni mucho menos un colegio, es, más bien, un espacio en el que se ha discutido (y se sigue discutiendo) mucho, entre otras cosas, sobre la condición de trabajo del traductor en nuestro medio.
Al no ser una actividad colegiada, la del traductor literario es una profesión que ha sufrido los vaivenes del mercado y, en más de una ocasión, los abusos de la desregulación. Movidos por la pasión por el descubrimiento, por el placer de traducir a algún autor admirado o por infinidad de otras razones, muchos traductores han hecho trabajos por malas tarifas, o directamente gratis. Se volvió normal o corriente que las editoriales establecieran “tarifas standard”, “lo que se paga en el mercado” o que cuatro o cinco editoriales que manejaban el espacio de la traducción en el medio local conformaran la tarifa que era considerada media o de referencia. Los años posteriores a la crisis de 2001, con la recesión, su desnivel cambiario, y su capacidad ociosa se volvieron una oportunidad para compatriotas y foráneos en la conformación de esta tarifa local. Sin embargo, repasando la evolución histórica, este panorama queda hoy algo anacrónico. Hay en este modo de ver las cosas, una pérdida de foco en cuanto al lugar del traductor literario dentro del mercado editorial y, sobre todo, una perdida de foco en cuanto al lugar del editor y los objetivos de una empresa editorial. En mi opinión, pensar que forzar un mal pago por un servicio es un ahorro es un error de cálculo básico. En todo caso, habría que preguntarse qué es lo que se está ahorrando en el supuesto ahorro de costos que implica pagar una mala tarifa de traducción. Tampoco los aburriré preguntando cuánto es lo que se ahorra. Les aseguro que en un libro de venta media es, en proporción, un ahorro minúsculo.
En cambio, en el caso de un libro que alcanzara buenas ventas, el panorama es bien diferente. Hace poco se me ocurrió buscar en el registro del ISBN un libro que había traducido un conocido para una empresa editorial multinacional en 2005 para ver cuántas ediciones llevaba. Anoche mientras escribía estas líneas volví a hacerlo, sólo para actualizar la cifra: 1 primera edición y 14 reimpresiones argentinas. Pero como lo hizo para una editorial multinacional, también cuenta con ediciones en España y México. Mi conocido cobró, en 2005, la tarifa que “se pagaba” en Buenos Aires en ese entonces. Sabemos, por lo tanto, cuánto costó esa traducción para la editorial que la pagó. Sin embargo, aún no terminamos de ponderar cuánto valió.
Acostumbrados como estamos en la tradición editorial argentina al discurso depresionista –me refiero fundamentalmente al discurso de queja habitual entre los editores chicos, independientes o literarios (como gusten llamarlos)– no somos capaces de considerar siquiera la posibilidad de que un libro nos dé, alguna vez, una sorpresa por la positiva.
Para este caso al que me refiero, el de un éxito editorial, deberían tomarse las cosas de otro modo. Sucede que el traductor literario, incluso legalmente, es también autor –autor de obra derivada–, y debería ser tratado como tal. Debería recibir un pago inicial a modo de anticipo (lo que hoy se considera habitualmente una tarifa mínima) que cubriera, aunque sea básicamente, el tiempo dedicado al trabajo de traducción y que, si el libro supera la expectativa de ventas implicada en este anticipo, recibiera un derecho liquidado semestral o anualmente por el periodo de vigencia del contrato. (Otro dato importante: los contratos de compra de derechos de traducción que adquirimos las editoriales tienen un periodo de vigencia que debería ser coincidente con los contratos de los traductores, y deberían renovarse o caducar simultáneamente). Si esto hubiera sido así en el caso de la traducción de mi conocido, si hubiera percibido una regalía equivalente, supongamos, al 2%, habría cobrado en los últimos 5 años $33.000. Unos $500 por mes, sólo de las ediciones argentinas. Tal vez sea pedirle demasiado a una multinacional que sincere sus ediciones en otras plazas, pero si lo hiciera, que por otro lado es lo que correspondería, mi traductor habría obtenido mensualmente el equivalente a la renta por el alquiler de un departamento de dos ambientes.
Llegado este punto, abrumados por los números y por la perorata profesionalista en contra del discurso de la vocación ustedes se preguntarán, con derecho, qué hago yo diciendo todo esto, planteando todos estos números y este discurso si estoy del otro lado del mostrador.
Una primera respuesta podría ser sencilla: como publico poesía, traducciones de autores nuevos, literatura de nicho, en fin, literatura casi a secas, por lo general, mis libros no llegan a estas cifras de ventas. Pero si lo hicieran, y juro que me encantaría que llegaran, no veo por qué tendría que tener problemas en pagar estas regalías.
Por otro lado, para publicar aquello que quiero publicar, existen mecanismos que permiten apalancar los costos regresivos que producen las traducciones en una primera edición. Existen institutos y programas específicos en casi todas las lenguas para apoyar financieramente las traducciones y los montos que otorgan permiten alcanzar una tarifa decente.
Elegí referirme más a las “sombras” del vínculo entre editores y traductores que a las luces. Me parece que abre a una conversación más productiva, y en parte esta es la respuesta que considero más acertada para la pregunta “por qué hablar de esto”, porque creo que el manejo mezquino entre los actores editoriales sólo puede tender a producir más mezquindad y, en definitiva, a restringir el campo de acción de nuestras empresas (que se entienda, me estoy refiriendo a las editoriales literarias independientes que considero pares). El presente de la edición literaria es nebuloso, cuanto menos. Las cifras de ventas son magras y muchas veces, por el mero interés de llevar adelante un proyecto, los “editores vocacionales” (igual que los “traductores vocacionales”) nos vemos tentados a financiarlo a cualquier costo.
Planteo este panorama porque sinceramente creo que la salida a esta situación está por delante y no por detrás, en el crecimiento y no en el falso ahorro. Desde el punto de vista de los editores en la posibilidad de construir, empezando por casa, un mercado más rico, más diverso y más amplio sin esperar que el Estado o el gobierno lo haga por nosotros; buscando disputar el espacio de las multinacionales o en lugar de rapiñar (una vez más, mezquinamente) nuestro propio espacio, el que ya ganamos, y tendiendo a ampliar nuestro conjunto de lectores mejorando la producción, la calidad de los contenidos y los objetos y la comunicación de nuestros libros.
En definitiva, articulando de nuestra parte, con equilibrio y habilidad, una vez más, vocación y profesión.
lunes, 19 de septiembre de 2011
Según Eugene Nida, "a los mejores traductores les sobran todas las teorías"
A pocos días de la muerte de Eugene Nida, el traductor Pollux Hernúñez le rinde homenaje en un artículo publicado en El País, de Madrid, el 10 de septiembre pasado.
Eugene Nida, traductor y lingüista
La traducción ha oscilado siempre entre la literalidad y la interpretación ad sensum, según su sentido. Los textos religiosos casi siempre se han traducido ad uerbum, pues, por definición, la llamada palabra de Dios no puede someterse a interpretación. Tyndale, Dolet, Encinas y muchos otros pagaron con la vida la osadía de traducir los textos bíblicos de manera que se entendieran.
Desde mediados del siglo XX se ha venido produciendo una verdadera revolución, pues no solo no se quema a nadie por traducir la Biblia , sino tampoco por hacerlo de modo que el vulgo pueda entender su discurso (si no sus arcanos). Cientos y hasta miles de millones de habitantes del planeta pueden leer hoy ese libro en su lengua de cada día, aunque ignoren que es gracias al empeño de un hombre del que seguramente nunca han oído hablar: Eugene Nida (Oklahoma, EE UU, 1914), fallecido el 25 de agosto.
Formado en Clásicas, Teología y Lingüística y ordenado sacerdote baptista, pronto se preguntó por qué si el Nuevo Testamento se escribió en koiné, la lengua común griega, su versión en las lenguas contemporáneas se envolvía en un lenguaje rancio, huero y a menudo ininteligible.
A cargo de las traducciones de la Bible Society of America, durante medio siglo formó a traductores nativos de casi doscientas lenguas, sobre todo del Tercer Mundo, para ofrecer traducciones adaptadas a sus culturas.
Entrelazando disciplinas (lingüística, sociosemiótica, antropología, lexicología, teoría de la comunicación), Nida establece el principio de la "equivalencia dinámica (o funcional)", es decir, el equilibrio entre la comprensión del contexto del original y su correlato en la lengua traducida, teniendo siempre en cuenta los parámetros culturales del lector.
Según este principio, la traducción correcta en algunas lenguas africanas de "Ama al Señor con todo tu corazón" sería "Ama al Señor con todo tu hígado", ya que sus hablantes sitúan en este órgano la sede de los sentimientos. Para algunos fundamentalistas esto es anatema y a veces se ha tachado a Nida hasta de hereje.
La pujanza de las teorías de Nida y su intensa labor de campo no solo beneficiaron a lenguas indígenas o minoritarias, algunas de las cuales se alfabetizaron o pudieron forjar ciertas identidades (como el fenómeno de la teología de la liberación), sino que marcaron también la traducción de la Good News Bible (1976), realizada en inglés para lectores no nativos, que ha superado los 200 millones de ejemplares.
Propició la edición de los textos hebreo y griego de ambos Testamentos (publicados por las Sociedades Bíblicas Unidas), inigualables por sus exhaustivas exégesis e imprescindibles hoy para cualquier traductor de la Biblia. Como lo es el diccionario bíblico semántico que diseñó con el mismo fin.
Durante medio siglo visitó 80 países, impartiendo conferencias y seminarios, escribió 40 libros (entre ellos obras señeras como Towards a Science of Translating y, con Taber, The Theory and Practice of Translation) y numerosos artículos, siempre en un estilo claro, simple y conciso. Fundó dos revistas, Practical Anthropology y The Bible Translator, y su labor continúa en el instituto que lleva su nombre en la Bible Society.
Pronto se vio que la idea nidiana de traducción era aplicable a cualquier tipo de textos y se le adaptó de mil maneras. Pero por encima de todo el maremágnum de teorías de la traducción destaca inconfundible y clara la suya.
Este gran teórico escribía: "A los mejores traductores les sobran todas las teorías". Para él la traducción no era teoría, sino oficio, artesanía. Solía contar que, cuando su equipo estaba traduciendo la Biblia en Japón, le preguntaron: "¿Y si ahora se entiende, qué harán los predicadores?".
Se va un gran pensador de la traducción, pero también un hombre generosísimo, bondadoso, sencillo, cortés, que cultivaba rosas en su jardín y amistades por donde iba. Hablaba español, que aprendió en México, y otra media docena de lenguas. Murió con 96 años en su casa de Madrid, horas antes de recibir las pruebas de su último libro.
domingo, 18 de septiembre de 2011
Tradición filológica y estudios culturales
En el Nº 5 de Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación, de 2003 (que publica la Facultad de Traducción e Interpretación de Soria; Universidad de Valladolid) , Carlos González-Espresati ofrece una interesante reseña a un volumen sobre traducción medieval de T. Martínez Romero y R. Recio (eds), que editó Castelló de la Plana , Creighton College - Universitat Jaume I, 2001. Por su mucha y valiosa información, se reproduce a continuación.
Essays on medieval translation in the Iberian Peninsula
El libro Essays on medieval translation in the Iberian Peninsula, fruto de la colaboración entre las Universidades de Creighton (U.S.A.) y Jaume I (España), constituye una nueva e interesante aproximación a las peculiaridades de las traducciones medievales, a sus condicionamientos sociales y lingüísticos. Todos y cada uno de los estudios que componen este libro de colaboración remiten, necesariamente, a la tradición filológica y a la historia de la cultura entre corrientes lingüísticas, religiosas, literarias y jurídico-diplomáticas europeas, en una época especialmente sensible al intercambio y al mestizaje cultural en todo el ámbito mediterráneo. Y ello hasta el punto de permitir una convergencia de miradas sobre la realidad que, al poco, había de denominarse Renacimiento. Lo más relevante de esta serie de trabajos no es, sin duda, la peripecia de cada traductor en su papel general de mediador cultural, sino el poso intercultural que el trabajo de los traductores e intérpretes configura en la creación de un nuevo marco cultural común, más rico en su hibridación que las miradas fragmentarias de las pequeñas y feudalizantes comunidades europeas de la época. Dicho esto, pasemos a comentar brevemente algo sobre el contenido de cada uno de los brillantes estudios aquí presentados.
Carlos Alvar investiga en “Una veintena de traductores del siglo XV: prolegómenos a un repertorio.”, aspectos relativos a las obras traducidas: traductores, copistas, mecenazgos y la relación de estas claves en la actividad traductora de la Castilla del XV. Se describe aquí un complejo mundo de actores relacionados con el mundo de la traducción en todas sus vertientes, culturales y también mercantiles, espirituales pero también materiales.
Gemma Avanozas compara los diferentes manuscritos del “Valerio Máximo”, ilustrativo texto sobre temas del mundo antiguo, en su artículo titulado “Antoni Canals, Simón de Hesdin, Nicolas de Gonesse, Juan Alfonso de Zamora y Hugo de Urriés: “lecturas e interpretaciones de un clásico (Valerio Máximo) y de sus comentaristas” . El estudio otorga una mayor fidelidad a la versión de Antoni Canals (en catalán), más objetiva aunque descuidada, que a las traducciones de J.A. de Zamora y H. de Hurriés. Se trata, por consiguiente, de un estudio interpretativo sobre la calidad de diversas traducciones, de un trabajo que, a la vista de la moderna teoría de la traducción y de la traductología, hay que denominar como de “crítica de la traducción”. Este tipo de estudios implica, como es sabido, un conocimiento profundo de los códigos y las culturas consideradas, pero también, y esto es lo más problemático, del canon o los cánones culturales y traductológicos imperantes en la época. En otras palabras, exige del crítico contemporáneo una fina empatía con la obra de traductores que elaboraron sus traducciones en una época no vivida por los críticos, y de ahí su carácter doblemente cultural: filológico, por lo que tiene de crítica textual, y traductor, por lo que presenta de mediación entre códigos, culturas y versiones de diversas consciencias metalingüísticas (la de los propios autores de las versiones consideradas).
Tobias Brandenberger plantea una reflexión sobre los efectos de la traducción como sistema de control social al mostrar que la traducción del “Livre des trois vertus” al portugués cambia el público destinatario, excluyendo a las mujeres de sectores menos privilegiados, e incluyendo al varón como receptor. Su trabajo lleva por título:”Una traducción bajomedieval y su público: notas acerca del Espelho de Cristina”. En consonancia con el estudio anterior, la traducción no sólo puede ser contemplada desde la perspectiva de la sensibilidad individual de los traductores, sino también desde el punto de vista de la realidad social y la ideología. La manipulación de las traducciones que puede resultar escandalosa en nuestros días a la luz del concepto de “fidelidad” o “equivalencia”, es, por contra, algo perfectamente esperable en sociedades como las bajomedievales, donde la idea de originalidad es perfectamente secundaria y donde el concepto la autoría se diluye a menudo en una consideración social de la obra mucho más difusa y, por supuesto, más anónima. Se da entonces la notable paradoja de que el traductor, con la manipulación ideológica de los textos, debería adquirir un grado de autoría que, no obstante, sabe no le van a reconocer, mientras que el autor, cuyo carácter modélico no se discute, se ve seriamente amenazado por la intervención ideológica del traductor en lo relativo al condicionamiento de los posibles lectores u oyentes de la obra.
Lluís Cifuentes centra su estudio en el análisis de textos medievales quirúrgicos traducidos fruto de la demanda de vernaculización de los saberes a finales del siglo XIII. Su artículo “Las traducciones catalanas y castellanas de la Chirugia Magna de Lanfranco de Milán: un ejemplo de intercomunicación cultural y científica a finales de la Edad Media ”, tras establecer el posible origen de las traducciones, fecha las tres castellanas en el siglo XV y expone papel de mediador de la cultura catalano-aragonesa entre Italia y Castilla. Es este un trabajo de gran interés para esbozar cuáles podían ser los vectores de transmisión del conocimiento técnico (no menos culto, por cierto, que otros aspectos del saber considerados cultos) en la Península Ibérica en un periodo crítico de la expansión de la medicina y la cirugía. Además, resulta muy ilustrativo del proceder habitual de la información entre grupos culturales minoritarios alejados, pero interesados en un mismo meollo de problemas de índole humanista. Resulta muy revelador tener que admitir, hoy como ayer, que los traductores técnicos son auténticos modelizadores, como mínimo, del léxico técnico que vehicula el conocimiento. Y lo más importante, es que al día de hoy, cualquier experto en estandarización del léxico técnico internacional, estaría básicamente de acuerdo con este papel preponderante de los traductores.
En el estudio “Traducció literária i traducció cultural” Stefano Maria Cignolani, a través de la obra de diversos autores, trata el proceso de latinización de las lenguas vernáculas en que estas se dotan de una mayor riqueza de estructuras y de contenidos latinos para obtener un estatus de lengua culta, lo cual implica un posicionamiento ideológico frente al latín.
Germán Colón Domènech, en el artículo “Traduir y traducció en catalán, con una ojeada a los romances vecinos” comenta la expansión del término “traduir” del Humanismo italiano a otras culturas europeas, en las que coaparece con los términos en ellas existentes, como en el caso del catalán: “traslladar, romançar” versus “traduir” (documentada por vez primera en 1472).
Tanto el estudio de S.M. Cignolani como el de Germà Colón implican un cambio profundo en la consideración de las lenguas naturales de nuestro ámbito cultural hispánico. El hecho de ser sensibles en grado sumo a la introducción de latinismos supone, a su vez, un alto grado de admiración por la cultura clásica, como corresponde a este periodo latinizante, pero, al mismo tiempo, el hecho de someter a la lengua materna a tal proceso implica que se desea fervientemente hacer de esta un instrumento dignificado y potente para la comunicación culta. La admisión del término derivado de traducere, en sustitución de los patrimoniales traslladar o romançar, implica aceptar, en la práctica, una dignificación de los códigos maternos, que tienden a situarse, poco a poco, en una situación menos vicaria respecto al latín de lo que la historia impone.
Dominique de Courcelles explica los matices de subversión en la obra la “Vita Christi” a través de la exégesis de las palabras de Cristo hecha por Sor Isabel de Villena que, autolegitimando su voz, particularmente crítica, justifica su interpretación del Verbo Divino, a través de la sangre (consagración del poder de la mujer, aunque de la de sangre noble), frente a la consagración de la hostia-carne (de potestad masculina). Su trabajo lleva el título el de “Traduire et citer les Évangelies en Catalogne à la fin du XV siècle: quelques enjeux de la traduction et de la citacion dans la Vita Christi de Sor Isabel de Villena”.
El objeto del estudio de Francisco Crosas es poner de manifiesto la importancia de identificar el testimonio del texto original para especular con seguridad sobre las técnicas de traducción empleadas en los textos medievales. “A propósito de una traducción castellana cuatrocentista: las vidas y costumbres de los viejos filósofos”, trata de identificar la fuente latina de tres manuscritos castellanos del siglo XV, enumera algunos problemas que han impedido su adscripción definitiva al manuscrito BNF lat. 6069c, aunque señala su parentesco.
Albert Hauf compara el nivel de originalidad de la versión de la Vita Christi de Fray Hernando de Talavera en relación con la versión de Francesc de Eiximenis y el nivel de empatía que se desprende de la obra de estos dos ilustres traductores. El cotejo de los textos señala sus afinidades y divergencias ideológicas a través de los cortes, cambios, incisos y añadiduras en forma de glosas, así como en las adiciones y recortes de mayor envergadura. La investigación “Fray Hernando de Talavera, O.S.H., y las traducciones castellanas de la Vita Christi de Francesc Eiximeis, O.F.M” pretende incidir en la importancia del análisis de las traducciones para atisbar el desarrollo ideológico de la sociedad castellana del XV. Responde, por consiguiente, al concepto clásico de la filología como estudio intertextual que lleve con fundamentos sólidos a la interpretación de las culturas.
El artículo de Tomàs Martínez Romero, titulado “Sobre la intencionalitat del Valeri Màxim d’Antoni Canals” hace hincapié, en la idea de que la traducción de Canals es novedosa no por su carencia de didactismo, sino porque es una traducción que se pretende íntegra y no, en modo alguno, una selección interesada de informaciones. La traducción de Canals es muy fiel y sus incorrecciones se deben más a los errores del manuscrito desde el que fue vertido, que a la impericia del traductor. Interesa a Tomàs Martínez qué procedimientos toma prestados Antoni Canals de la versión que sirve de base a la suya, a fin de evidenciar los mecanismos traductivos del siglo XIV. También es pretensión del autor combatir la idea de que el Valerio es únicamente fruto del ambiente clasicista de aquel tiempo.
La tesis principal del trabajo “Experimenti lirici tra traduzione e imitazione: Francisco de Medina traduce Sannazaro”, cuya autoría corresponde a Inés Ravasini, es que para Medina no se trata de acoger un código poético y aclimatarlo a la propia tradición, sino de enriquecer la propia tradición con una reelaboración que convierte el acto de la elaborar una traducción en un acto creativo. Lo que se dilucida aquí es el ámbito de libertad del traductor para ser un auténtico “autor” respecto al texto original, lo cual entronca a la perfección con las modernas teorías sobre los traductores como mediadores y creadores culturales a un tiempo. Se ventila, en el fondo, la antigua (y estéril) discusión sobre la oposición entre la “traducción literal” y la traducción libre”.
Rosana Recio en su artículo “Petrarca traductor: los cambios de traducción peninsular en el siglo XV a través de la historia de Válter y Griselda”, analiza la actitud de Petrarca con respecto al acto de la traducción, que interpreta como un acto de libertad y belleza, en oposición a los trasvases ajustados al original. Rosana Recio comenta el éxito de la difusión de esta traducción y las diferencias con que se presenta en Aragón y en Castilla.
Nicolás Roser Nebot investiga la figura del trujamán, intérprete y traductor en las negociaciones políticas y económicas de la Baja Edad Media en el Mediterráneo y en Europa. También investiga qué clase de traducciones llevaba a cabo, cómo, y qué tipo de consecuencias jurídicas vinculantes se derivaban de su trabajo. El artículo lleva por título “Trujamán: intérprete comunitario y traductor para fines específicos en la Baja Edad Media”. Es este uno de los trabajos que más nos acercan al trabajo cotidiano de los intérpretes de la época y tiene,por consiguiente, un meritorio valor desde el punto histórico-descriptivo y, por supuesto, pragmático.
En el estudio titulado “De nuevo sobre la traducción medieval castellana de Vegecio , Epitoma de rei militaris”, Peter Russell explica la buena acogida de la traducción de Fray Alonso de San Cristóbal, del “Epitoma rei militaris” entre militares y frailes. Se trata de una versión poco cuidada pero ilustrativa de las reglas de la guerra y de la sociedad del mundo romano, que, a pesar de su popularidad no se imprimió en España hasta 1764. Curt Wittlin en la investigación llamada “Tipología de los errores cometidos por traductores medievales” propone incorporar en notas los errores de las traducciones para facilitar el contraste de la traducción con el original, y avisa de que una acumulación excesiva de pequeños errores puede variar el original en demasía. Analiza de qué modo los traductores medievales realizaban su trabajo atendiendo sobre todo al contexto general. Wittlin, por último, establece una distinción entre errores de carácter interno (debidos al traductor); y los errores externos (debidos al manuscrito). El estudio de Wittlin es interesante porque, en realidad, vincula sin decirlo el trabajo del crítico moderno de las traducciones con el análisis textual, por un lado, y con el análisis de errores, por otra parte. Lo cual implica que la traducción, se considere desde donde se considerere, no puede dejar de ser un ejercicio intelectual complejo que también de sus estudiosos exige un alto grado de interdisciplinaridad, en este caso concreto entre la lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, la traducción misma y la lingüística textual.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Carlos María Domínguez sobre la traducción que Jorge Luis Borges hizo de William Faulkner
El escritor argentino Carlos María Domínguez (foto), hace ya muchos años radicado en el Uruguay, publicó en el diario El País, de Montevideo, del viernes 7 de diciembre de 2007, el siguiente artículo a propósito de la traducción de Jorge Luis Borges de Las palmeras salvajes, de William Faulkner.
De las novelas de William Faulkner (foto), ninguna como Las Palmeras Salvajes derivó en escenas tan equívocas y ambiguas. Dos historias intercaladas, de cinco capítulos cada una y lectura independiente, dieron a la crítica la oportunidad de liberar un torrente de interpretaciones. Pero a ellas se sumaron dos secuelas rioplatenses marcadas por una tensión criolla. Cuando el mundo hispanoamericano conocía a Faulkner por la traducción que hiciera el cubano Lino Novás Calvo de Santuario y algunos cuentos, Jorge Luis Borges tradujo en 1940 Las Palmeras Salvajes para editorial Sudamericana. Lo distinguía como un hombre de genio -"El ímpetu alucinatorio de Faulkner suele no ser indigno de Shakespeare"- y le reprochaba considerar "que a este laberíntico mundo corresponde una técnica literaria no menos laberíntica", naturalmente, ajena a su poética.
Muchos años más tarde, en Confesiones de un lector, luego de comentar varios ripios en las traducciones de libros de Faulkner, Juan Carlos Onetti escribió: "Y para terminar por ahora, recuerdo que en la traducción firmada por Borges de Palmeras Salvajes, en la parte llamada El viejo, se dice al final que el penado alto, luego de escuchar las peripecias que el Mississippi le impuso a su compañero de prisión (ver nota), resumió su opinión en una sola palabra: mujeres.
Muchas veces, cuando me cuentan alguno de esos pequeños disturbios aldeanos provocados por una dulce señora o señorita, me he limitado a comentar la anécdota o chisme repitiendo: 'Mujeres, dijo el penado alto.
Pero hoy, al documentarme muy severamente para escribir este artículo, descubro que la totalidad del comentario del penado alto fue:
–Women shit.
Con perdón de Borges".
La citada traducción, que acaba de regresar a las librerías en una edición de Sudamericana, durante años probó la omisión de Borges, junto a otras expurgaciones del texto original. Donde Borges, por ejemplo, tradujo estas palabras de McCord (periodista de Chicago, amigo de Wilbourne): "Si me toca la desgracia de tener un hijo…", Faulkner escribió: "If I am ever unlucky enough to have a son, I`m going to take him to a nice clean whore-house myself on his tenth birthday" (Si me toca la desgracia de tener un hijo, yo mismo lo voy a llevar a una limpia y bonita casa de putas cuando cumpla diez años).
Una tardía afirmación de Borges vino a sumar nuevas intrigas. En su "Autobiografía", refirió a propósito de su madre: "Hizo también algunas de las traducciones de Melville, Virginia Woolf y Faulkner que se me atribuyen". La confesión es genérica y corre un manto sobre la autoría del trabajo que lleva la firma de Borges. Conocido el pudor victoriano de la madre y el que asumía, al menos públicamente, el hijo, pesó sobre ambos la versión de una censura deliberada.
La académica argentina Patricia Willson, sin embargo, afirma que Borges no tradujo Las Palmeras Salvajes de la edición norteamericana de Random House, sino de la que en 1939 dio a conocer la editorial inglesa Chatto & Windus, donde los puntos suspensivos, en los dos casos aludidos, ya ocupaban el sitio de las omisiones. Un puritanismo de primera cepa habría sido responsable de las expurgaciones. Diría uno, "con perdón de Onetti".
Como no se trata de la Sagrada Biblia, es posible recordar lo que decía al respecto William Faulkner en el momento de lidiar, ya no con Borges, su madre, o los caballeros de Chatto & Windus, sino con la propia Random House, a quienes les entregó el manuscrito en junio de 1938 con el título "If I Forget Thee, Jerusalem" (Si te llego a olvidar, Jerusalem). Lo tomó del Salmo 137:1-9, elocuente de la fidelidad de los judíos cautivos en Babilonia: "Si yo te olvido, oh Jerusalén/ olvídese de sí mi diestra…", y de su odio a los babilonios: "Dichoso el que tomará tus pequeñuelos/ y los estrellará contra la peña!".
A la editorial el título no le gustó –temían que despertase sentimientos antisemitas y eso influyese en las ventas–, y tampoco ciertas palabras de calibre grueso. Molesto con los reproches pero con la expectativa de llegar a un acuerdo, le escribió al encargado de asuntos económicos de Random House, Bob Haas, proponiéndole que sustituyeran las palabras obscenas por puntos suspensivos: "Esto debería ser ya un blanqueo suficiente, ¿no te parece? La gente sólo se conmueve por lo que ve, no por lo que piensa o lo que oye, y puede que identifiquen esas palabras o que no, y en ninguno de los dos casos va a pasar nada grave. Pero estas palabras son exactamente las que utilizan mis personajes y no otras, y hay unas cuantas personas que espero que leerán el libro, entre las cuales la preservación de mi integridad como fiel (aunque no siempre diestro) retratista de hombres y mujeres vivos es lo bastante estimada para que yo desee no traicionarla, ni siquiera en nimiedades". Les ofreció una solución: "¿Por qué no me dejas cambiarte el título por las palabras a las que pones objeción? ¿Qué te parece si haces lo que te parezca oportuno con las palabras y dejas el título como está?" Le explicó también su afán por defenderlo: "Se inventó sólo como título para el capítulo en que muere Charlotte y Wilbourne dice: `Entre la pena y la nada, elijo la pena` y que es el tema de todo el libro, siendo el relato del presidiario sólo un contrapunto para agudizarlo…".
El enroque de la editorial fue, finalmente, cambiar el título por Las Palmeras Salvajes y dejar en el texto las palabras obscenas que, luego, conocerían su eliminación.
LA PENA Y LA NADA
La conclusión de Wilbourne en el final de los capítulos identificados como Palmeras salvajes estuvo en la cabeza de Faulkner desde el inicio. Al menos en setiembre de 1937, durante una crisis alcohólica en un hotel de New York, le dijo a su amada Meta Rebner, entonces casada con un músico y poco dispuesta a corresponderle: "uno de mis personajes ha dicho: entre la pena y la nada, preferiré la pena". El manuscrito tenía poco más de una veintena de páginas, estaba centrado en el médico que atendió la hemorragia de Charlotte en la playa y en su horror a la pasión trágica de la pareja que pedía su auxilio. Luego, todo conoció la fortuna de complicarse.
"Aquello era una historia: la historia de Charlotte Rittenmeyer y Harry Wilbourne, que lo sacrificaron todo por el amor y después perdieron eso –diría Faulkner en una entrevista–. Yo no sabía que iban a ser dos historias separadas sino después de haber empezado el libro. Cuando llegué al final de lo que ahora es la primera sección de Las palmeras salvajes, comprendí súbitamente que faltaba algo, que la historia necesitaba énfasis, algo que la levantara como el contrapunto en la música. Así que me puse a escribir El viejo hasta que Palmeras salvajes volvió a ganar intensidad. Entonces interrumpí El viejo en lo que ahora es su primera parte y reanudé la composición de Palmeras salvajes hasta que empezó a decaer nuevamente. Entonces volví a darle intensidad con otra parte de su antítesis, que es la historia de un hombre que conquistó su amor y pasó el resto del libro huyendo de él, hasta el grado de volver voluntariamente a la cárcel en que estaría a salvo. Son dos historias sólo por casualidad, tal vez por necesidad. La historia es la de Charlotte y Wilbourne."
Por si faltaran paradojas, muchos críticos valoraron más la historia del penado que la de Charlotte y Wilbourne, y aun hoy, cuando se recuerda el título, la inundación del Mississippi vuelve a la memoria del lector con mayor fuerza.
La superficie dura de las palmas agitadas contra el viento una noche de tormenta, parece haber sido inicial, junto a la frase final de Wilbourne, que justificó el primer título. Del Salmo, Faulkner sólo recogía la nostalgia y el afán de los judíos por mantenerse fieles a su dolor. Como le escribió a Meta Rebner más tarde, sólo el dolor mantiene su coherencia porque permanece y es imposible agotarlo. Lo volvió a escribir en otra de sus novelas, Una fábula, en 1950: "…si ellos sufrían no era por la humillación sino simplemente a causa del dolor, cuya única alternativa era la nada y, entre el dolor y la nada, sólo los cobardes eligen la nada".
LAS PALMERAS SALVAJES, de William Faulkner, en traducción de Jorge Luis Borges. Sudamericana/De Bolsillo, 2006. Buenos Aires. Distribuye Sudamericana. 296 págs.
NOTA: Onetti confunde aquí a los dos penados. El que tuvo la aventura en el Mississippi es el alto.
De las novelas de William Faulkner (foto), ninguna como Las Palmeras Salvajes derivó en escenas tan equívocas y ambiguas. Dos historias intercaladas, de cinco capítulos cada una y lectura independiente, dieron a la crítica la oportunidad de liberar un torrente de interpretaciones. Pero a ellas se sumaron dos secuelas rioplatenses marcadas por una tensión criolla. Cuando el mundo hispanoamericano conocía a Faulkner por la traducción que hiciera el cubano Lino Novás Calvo de Santuario y algunos cuentos, Jorge Luis Borges tradujo en 1940 Las Palmeras Salvajes para editorial Sudamericana. Lo distinguía como un hombre de genio -"El ímpetu alucinatorio de Faulkner suele no ser indigno de Shakespeare"- y le reprochaba considerar "que a este laberíntico mundo corresponde una técnica literaria no menos laberíntica", naturalmente, ajena a su poética.
Muchos años más tarde, en Confesiones de un lector, luego de comentar varios ripios en las traducciones de libros de Faulkner, Juan Carlos Onetti escribió: "Y para terminar por ahora, recuerdo que en la traducción firmada por Borges de Palmeras Salvajes, en la parte llamada El viejo, se dice al final que el penado alto, luego de escuchar las peripecias que el Mississippi le impuso a su compañero de prisión (ver nota), resumió su opinión en una sola palabra: mujeres.
Muchas veces, cuando me cuentan alguno de esos pequeños disturbios aldeanos provocados por una dulce señora o señorita, me he limitado a comentar la anécdota o chisme repitiendo: 'Mujeres, dijo el penado alto.
Pero hoy, al documentarme muy severamente para escribir este artículo, descubro que la totalidad del comentario del penado alto fue:
–Women shit.
Con perdón de Borges".
La citada traducción, que acaba de regresar a las librerías en una edición de Sudamericana, durante años probó la omisión de Borges, junto a otras expurgaciones del texto original. Donde Borges, por ejemplo, tradujo estas palabras de McCord (periodista de Chicago, amigo de Wilbourne): "Si me toca la desgracia de tener un hijo…", Faulkner escribió: "If I am ever unlucky enough to have a son, I`m going to take him to a nice clean whore-house myself on his tenth birthday" (Si me toca la desgracia de tener un hijo, yo mismo lo voy a llevar a una limpia y bonita casa de putas cuando cumpla diez años).
Una tardía afirmación de Borges vino a sumar nuevas intrigas. En su "Autobiografía", refirió a propósito de su madre: "Hizo también algunas de las traducciones de Melville, Virginia Woolf y Faulkner que se me atribuyen". La confesión es genérica y corre un manto sobre la autoría del trabajo que lleva la firma de Borges. Conocido el pudor victoriano de la madre y el que asumía, al menos públicamente, el hijo, pesó sobre ambos la versión de una censura deliberada.
La académica argentina Patricia Willson, sin embargo, afirma que Borges no tradujo Las Palmeras Salvajes de la edición norteamericana de Random House, sino de la que en 1939 dio a conocer la editorial inglesa Chatto & Windus, donde los puntos suspensivos, en los dos casos aludidos, ya ocupaban el sitio de las omisiones. Un puritanismo de primera cepa habría sido responsable de las expurgaciones. Diría uno, "con perdón de Onetti".
Como no se trata de la Sagrada Biblia, es posible recordar lo que decía al respecto William Faulkner en el momento de lidiar, ya no con Borges, su madre, o los caballeros de Chatto & Windus, sino con la propia Random House, a quienes les entregó el manuscrito en junio de 1938 con el título "If I Forget Thee, Jerusalem" (Si te llego a olvidar, Jerusalem). Lo tomó del Salmo 137:1-9, elocuente de la fidelidad de los judíos cautivos en Babilonia: "Si yo te olvido, oh Jerusalén/ olvídese de sí mi diestra…", y de su odio a los babilonios: "Dichoso el que tomará tus pequeñuelos/ y los estrellará contra la peña!".
A la editorial el título no le gustó –temían que despertase sentimientos antisemitas y eso influyese en las ventas–, y tampoco ciertas palabras de calibre grueso. Molesto con los reproches pero con la expectativa de llegar a un acuerdo, le escribió al encargado de asuntos económicos de Random House, Bob Haas, proponiéndole que sustituyeran las palabras obscenas por puntos suspensivos: "Esto debería ser ya un blanqueo suficiente, ¿no te parece? La gente sólo se conmueve por lo que ve, no por lo que piensa o lo que oye, y puede que identifiquen esas palabras o que no, y en ninguno de los dos casos va a pasar nada grave. Pero estas palabras son exactamente las que utilizan mis personajes y no otras, y hay unas cuantas personas que espero que leerán el libro, entre las cuales la preservación de mi integridad como fiel (aunque no siempre diestro) retratista de hombres y mujeres vivos es lo bastante estimada para que yo desee no traicionarla, ni siquiera en nimiedades". Les ofreció una solución: "¿Por qué no me dejas cambiarte el título por las palabras a las que pones objeción? ¿Qué te parece si haces lo que te parezca oportuno con las palabras y dejas el título como está?" Le explicó también su afán por defenderlo: "Se inventó sólo como título para el capítulo en que muere Charlotte y Wilbourne dice: `Entre la pena y la nada, elijo la pena` y que es el tema de todo el libro, siendo el relato del presidiario sólo un contrapunto para agudizarlo…".
El enroque de la editorial fue, finalmente, cambiar el título por Las Palmeras Salvajes y dejar en el texto las palabras obscenas que, luego, conocerían su eliminación.
LA PENA Y LA NADA
La conclusión de Wilbourne en el final de los capítulos identificados como Palmeras salvajes estuvo en la cabeza de Faulkner desde el inicio. Al menos en setiembre de 1937, durante una crisis alcohólica en un hotel de New York, le dijo a su amada Meta Rebner, entonces casada con un músico y poco dispuesta a corresponderle: "uno de mis personajes ha dicho: entre la pena y la nada, preferiré la pena". El manuscrito tenía poco más de una veintena de páginas, estaba centrado en el médico que atendió la hemorragia de Charlotte en la playa y en su horror a la pasión trágica de la pareja que pedía su auxilio. Luego, todo conoció la fortuna de complicarse.
"Aquello era una historia: la historia de Charlotte Rittenmeyer y Harry Wilbourne, que lo sacrificaron todo por el amor y después perdieron eso –diría Faulkner en una entrevista–. Yo no sabía que iban a ser dos historias separadas sino después de haber empezado el libro. Cuando llegué al final de lo que ahora es la primera sección de Las palmeras salvajes, comprendí súbitamente que faltaba algo, que la historia necesitaba énfasis, algo que la levantara como el contrapunto en la música. Así que me puse a escribir El viejo hasta que Palmeras salvajes volvió a ganar intensidad. Entonces interrumpí El viejo en lo que ahora es su primera parte y reanudé la composición de Palmeras salvajes hasta que empezó a decaer nuevamente. Entonces volví a darle intensidad con otra parte de su antítesis, que es la historia de un hombre que conquistó su amor y pasó el resto del libro huyendo de él, hasta el grado de volver voluntariamente a la cárcel en que estaría a salvo. Son dos historias sólo por casualidad, tal vez por necesidad. La historia es la de Charlotte y Wilbourne."
Por si faltaran paradojas, muchos críticos valoraron más la historia del penado que la de Charlotte y Wilbourne, y aun hoy, cuando se recuerda el título, la inundación del Mississippi vuelve a la memoria del lector con mayor fuerza.
La superficie dura de las palmas agitadas contra el viento una noche de tormenta, parece haber sido inicial, junto a la frase final de Wilbourne, que justificó el primer título. Del Salmo, Faulkner sólo recogía la nostalgia y el afán de los judíos por mantenerse fieles a su dolor. Como le escribió a Meta Rebner más tarde, sólo el dolor mantiene su coherencia porque permanece y es imposible agotarlo. Lo volvió a escribir en otra de sus novelas, Una fábula, en 1950: "…si ellos sufrían no era por la humillación sino simplemente a causa del dolor, cuya única alternativa era la nada y, entre el dolor y la nada, sólo los cobardes eligen la nada".
LAS PALMERAS SALVAJES, de William Faulkner, en traducción de Jorge Luis Borges. Sudamericana/De Bolsillo, 2006. Buenos Aires. Distribuye Sudamericana. 296 págs.
NOTA: Onetti confunde aquí a los dos penados. El que tuvo la aventura en el Mississippi es el alto.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Juan Luis Cebrián, en directo desde el Instituto Cervantes, de España
El 6 de septiembre pasado Cervantes TV.es subió una entrevista en la que, según se apunta, el periodista, escritor y académico Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) –director-fundador del diario El País, de España, que dirigió desde 1976 hasta noviembre de 1988– habla sobre la comunidad de hispanohablantes en el mundo, el potencial que supone que el español sea «una de las lenguas de la globalización», y la enorme riqueza que representa y que no debe ser desperdiciada. Asimismo da su opinión sobre el spanglish como fenómeno cultural, y, sobre su discurso de ingreso en la Real Academia Española, en 1997, razona por qué giró en torno a la figura de Jovellanos.
Quien desee verlo puede hacerlo aquí
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jueves, 15 de septiembre de 2011
El SPET anuncia su próxima actividad
Dicen Martina Fernández Polcuch y Uwe Schoor, actuales coordinadores del SPET:
Nos es grato anunciar que el miércoles 28 de septiembre a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas, Carlos Pellegrini 1515, Jorge Fondebrider va a hablar sobre "La traducción de poesía irlandesa".
Jorge Fondebrider es poeta, traductor y periodista cultural. Entre 1986 y 1992 fue secretario de redacción de Diario de Poesía. De 2002 a 2006 fue coordinador de eventos y publicaciones del Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA. Junto con Julia Benseñor fundó el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, donde organiza encuentros con traductores, autores y editores. Es autor de cuatro libros de poesía y editor y antólogo de varias obras de otros poetas argentinos. De sus numerosas traducciones del inglés y del francés mencionamos a modo de ejemplo las de Claire Keegan, Patricia Highsmith, Paul Virilio y Guillaume Apollinaire. Además publicó las antologías Poesía irlandesa contemporánea (en colaboración con Gerardo Gambolini) y de Poesía francesa contemporánea, ambas publicadas en ediciones bilingües por la editorial Libros de Tierra Firme.
Nos es grato anunciar que el miércoles 28 de septiembre a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas, Carlos Pellegrini 1515, Jorge Fondebrider va a hablar sobre "La traducción de poesía irlandesa".
Jorge Fondebrider es poeta, traductor y periodista cultural. Entre 1986 y 1992 fue secretario de redacción de Diario de Poesía. De 2002 a 2006 fue coordinador de eventos y publicaciones del Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA. Junto con Julia Benseñor fundó el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, donde organiza encuentros con traductores, autores y editores. Es autor de cuatro libros de poesía y editor y antólogo de varias obras de otros poetas argentinos. De sus numerosas traducciones del inglés y del francés mencionamos a modo de ejemplo las de Claire Keegan, Patricia Highsmith, Paul Virilio y Guillaume Apollinaire. Además publicó las antologías Poesía irlandesa contemporánea (en colaboración con Gerardo Gambolini) y de Poesía francesa contemporánea, ambas publicadas en ediciones bilingües por la editorial Libros de Tierra Firme.