La historia que se refiere a continuación tiene varios pasos que necesitan cada uno de ellos su correspondiente aclaración.
Desde hace ya varios años los coreanos, a partir de su Instituto de Literatura, están invirtiendo verdaderas fortunas con el objeto de que sus libros circulen por el mundo traducidos a las más diversas lenguas. El objetivo es lograr que su cultura no sea adscripta a la de China o Japón, los dos vecinos gigantes, con los que la mayoría de la gente suele confundirlos.
Han Kang es una autora surcoreana que publicó una novela, editada en la Argentina por la editorial Bajo la luna, como La vegetariana
Posteriormente, ese mismo libro fue traducido en Gran Bretaña por Deborah Smith, una especialista en ficción coreana, quien, además, en
2015, había fundadoTilted Axis Press, una editorial sin fines de lucro, que se
centra en la ficción contemporánea específicamente de Asia. Asimismo, su ensayo sobre la
traducción de libros, Fidelity, será publicado en el Reino Unido por
Peninsula Press.
Por su traducción, Smith recibió, junto a su autora (foto), el Premio Man Booker International en 2016.
Acto seguido, se desató una curiosa polémica en Corea del Sur a propósito de la calidad de la traducción que, según los especialistas de ese país, difería notablemente del original. La polémica fue levantada por el diario británico The Guardian, en un artículo publicado por Claire Armistead (https://www.theguardian.com/books/booksblog/2018/jan/15/lost-in-mistranslation-english-take-on-korean-novel-has-critics-up-in-arms)
Acto seguido, Deborah Smith publicó el siguiente artículo en Los Angeles Review of Books, que se ofrece a continuación en traducción de Silvia Camerotto.
De qué hablamos cuando hablamos de traducción
En
los últimos años, la traducción literaria ha tenido su auge en los Estados
Unidos y, en especial, en el Reino Unido, y este nuevo estado de las cosas se renovó gracia sal
Premio Internacional Man Broker que dio
igual reconocimiento tanto al autor y como al traductor. Cuando premiaron a La
vegetariana, de Han Kang, la traducción literaria también se convirtió en el
centro de atención en Corea del Sur. Por supuesto, no hay consenso, y algunos
críticos surcoreanos se quejaron de esta tendencia a tratar los premios
extranjeros como una especie de referéndum sobre la calidad de la literatura
coreana en su conjunto.
Pero
hay dos cuestiones en juego ante la llegada de La vegetariana a nuestro país y
al extranjero: la política cultural de los premios, y la naturaleza y el estado
de la traducción. La creciente atención y aprecio que recibieron la traducción
y el traductor socavó el mito del acceso al original sin mediación, una
fantasía en la que tanto los lectores de una traducción como los del original tienen
que ver. Lisa y llanamente, la gente piensa que han leído Guerra y Paz, y no
una traducción inglesa de “Guerra y Paz, y que esa cosa que aman, -ya sea un
libro particular o una cultura- es en realidad aquello realmente aclamado.
Todas estas ansiedades surgen de que la traducción es un arte profundamente
extraño y a menudo, contradictorio. También, quizás, el único arte que puede no
ser solo malo, sino incorrecto, y siempre tendrá fallas.
Decir
que mi traducción de La vegetariana es un “libro completamente diferente” del
original coreano es, por supuesto, en un sentido, en todo correcto. Ya que no
existe una traducción en verdad literal –no coinciden las gramáticas, el
vocabulario difiere, incluso la puntuación tiene otro valor- no existe una
traducción que no sea “creativa”. Y mientras muchos de nosotros, traductores, nos
creemos “fieles”, las definiciones de fidelidad difieren. Porque las lenguas
funcionan de modo diferente, mucho en la traducción es una cuestión de lograr
un efecto similar por medios diferentes; no solo la diferencia, el cambio y la
interpretación son normales, sino que son, además, parte integral de la
fidelidad.
Creer
que La vegetariana fue mejorado por la traducción porque el original no tuvo
el mismo nivel de éxito implica un cierto nivel de pensamiento selectivo. Al
fin y al cabo, su parte central obtuvo el Premio Literario Yi Sang, el premio
más prestigioso de Corea del Sur. Más que nada, en realidad, no existe éxito
comparable al otorgado por Man Brooker; el establishement literario coreano
valora más los premios literarios internacionales antes que los nacionales. Según
el resto de los estándares, Chaesikjuuija (el título coreano de La vegetariana)
fue un éxito, con 20.000 copias vendidas (y en su 14º reimpresión) cuando se
publicó mi traducción al inglés, siete años después que el original coreano. En
ese momento, se publicaron traducciones en China, Argentina, Polonia y Vietnam, algo inusual para un libro coreano. Una vez más, el imperialismo cultural
implica que ninguna de esas traducciones no inglesas, por bien recibidas que
sean, podrían catapultar el libro al éxito internacional. Lo más significativo
para mí fue que cada una de ellas surgió, así como mi versión inglesa, de un amor
tan grande de un traductor por un libro como para querer dedicarle su tiempo.
Algo
más sucedió en el transcurso de esos siete años: Corea del Sur criminalizó la
violación marital. Entonces no es tan difícil entender por qué un libro que
expone esta violencia estructural pudo haber sido recibido de otro modo por el
establishment literario (mayormente masculino) antes que por muchas mujeres
coreanas que no lo consideraron ‘extremista y estrafalario’ de ningún modo.
Quizás el enfoque abrumador sobre la estética del La vegetariana es una
manera de evitar hablar sobre su política.
Han Kang
ha sido elogiada altamente por cosas que no tienen nada que ver con el
traductor, como las ‘potentes imágenes’ (The Guardian),’(brillante) estructura
tripartita’ y ‘climax demoledor, fantasmagórico, aunque emocionalmente
verdadero’ (Publishers Weekly). La estructura, el argumento, temas,
caracterización, etcétera, son todos obra de la autora. Los traductores, en su
mayoría, se ocupan de la lengua: estilo, tono, ritmo. Y los lectores coreanos
de Han Kang siempre han destacado su estilo ‘poético’. Una nota del 2011 la
presenta como aquella que obtuvo notoriedad ‘por su lirismo y estructura
detallada’; un artículo del 2017 del Kyunghyang Shinmun sostiene que la ficción
en Han ‘parece poesía’, lo que es apropiado para la prosa de alguien que es
poeta édito, y menciona también su ‘estilo delicado y sensual’. Es cierto que
este lirismo es menos marcado en La vegetariana que en Actos humanos y
especialmente en su último trabajo, El libro blanco, que es casi una serie de
poemas en prosa, pero aun está allí –un sutil estilo poético que es sobrio y
discreto. Por cierto, no era mi intención producir un estilo pretencioso y
florido en inglés (aunque las novelas tienden a no ser monocordes, tienen
momentos de mayor o menor intensidad), y tampoco creo que ocurriera
inconscientemente. Lectores y críticos describieron el estilo de la traducción
como ‘sutil’ (Independent), ‘preciso y discreto’ (Irish Times), y ‘discreto
hasta la médula’ (New Statesman). Ellos se refieren a su poesía también, sin
implicar que estos pudieran ser mutuamente excluyentes- el autor Deborah Levy
lo llamó ‘poético pero realista’.
Aun
así, algunos creen que mi traducción ‘sobre poetizó’ un original que era sobrio
y discreto antes que poético. Como traductores, somos por lo general nuestros
críticos más duros; creo que hay mucho qué criticar en mi traducción. Lo que me
preocupa es cuando el deseo de demostrar una idea en particular sobre una
traducción alienta a una visión engañosa sobre el original –en este caso, pasando
por alto la poesía que yo y muchos otros ven en la escritura de Han. El estilo
literario no es tan solo una marca de identidad, como una huella digital –también
tiene una función y un sentido. La función es la parte más sencilla:la prosa
fría y discreta de La vegetariana sirve para contrarrestar la violencia
febril, para evitar que parezca sensacionalista y excesiva, un recordatorio de
los horrores más oscuros de la vida cotidiana. El sentido es más complejo
porque dependerá del contexto: ¿qué estilos usan los contemporáneos del autor?
¿Cuál es la corriente dominante? ¿Qué es lo que se elogia: ser etiquetado como
‘moderno’, ‘original’, ‘experimental’, o incluso, solo ‘literario’? Traducir
del coreano al inglés implica pasar de una lengua más adaptable a la
ambigüedad, la repetición y la prosa simple, a otra que favorece la precisión,
la concisión y el lirismo.
Esto
es una generalización grosera y un fenómeno observable al mismo tiempo. Porque
el estilo individual de cada autor se distingue por el grado en que diverge de
este término medio, y porque el sentido del estilo es, por lo tanto,
inseparable del lenguaje, y su traducción parece imposible. Lo que podemos
hacer, al menos, es reconocer que el ‘polo’ de lo que se registra como, por
ejemplo, repetición o prosa poética se establece en diferentes puntos en las
lenguas de origen y de destino –y también que si las convenciones de la lengua
de origen se transfieren tal como están, es probable que se confundan con la idiosincrasia
del autor, o peor aun, con una mala escritura. La calidad es otra cosa a la que
los traductores pueden elegir ser fiel; muchos creen que deberíamos, cuando sea
posible, resistir la domesticación, y Kitchen Table Translation, editado por
Madhu Kaza, es una lectura obligada sobre la política generativa de la
‘traducción errática y desobediente’.
Con La vegetariana tomé conciencia de que si me alejaba demasiado de las
convenciones literarias de la lengua inglesa disminuiría y me desviaría de la
fuerza de la escritura como un todo, que tiene un considerable poder disruptivo
en sí misma.
La
razón de ser de cada traducción es el lector que no podría acceder al original
de otro modo. Y Daniel Hahn, nominado para el MBI 2016 y jurado en 2017, así lo
explica, los jurados ‘no comparan el original y la traducción y evalúan el
proceso (las decisiones, las ingenuidades, los deslices…) de pasar de una
lengua a otra’, sino que tratan de evaluar el trabajo terminado en inglés en
sus propios términos’. Esta es un modo de evaluar la calidad de la traducción;
no es el único. La traducción literaria puede tanto resistir como perpetuar el
imperialismo cultural; como traductores es necesario ser conscientes de
nuestros propios perjuicios, y de la pluralidad de enfoques propugnados por
aquellos cuyos perjuicios y objetivos son distintos a los nuestros.
Ganar
un premio no hace de mi enfoque sobre la traducción el mejor o el único, y
también hay una política, en el sentido de que habrá sido moldeada en gran
parte por vivir y trabajar en el Reino Unido, donde el ansiado éxito (para
algunos) es terminante.
En
parte porque la evaluación de traducciones literarias en Corea del Sur implica,
por lo general, una comparación; algunos no comprendieron por qué esos
‘errores’ que Hahn menciona no invalidaron mi traducción para el elogio y los
premios. Todos los traductores se preocupan en profundidad por la precisión;
todos los traductores cometen errores, porque somos humanos. Como principiante,
ser bombardeada con artículos y correos con listas de errores me dejó preocupada.
¿Era real que había traicionado la obra de Han Kang por negligencia o arrogancia?
No conscientemente, porque la amo hasta la reverencia y creo que su obra es objetivamente
genial, ¿o fuepor atreverme a traducirla de un idioma que aun no dominaba? Han
pasado cuatro años desde que traduje La vegetariana, siete desde que comencé a
estudiar coreano, y comprendo ahora lo que entonces no sabía: que aprender un
idioma no es el camino hacia el ‘dominio’, y que nada te enseña a traducir como
el hacerlo. Estoy feliz de haber presentado la obra de una escritora brillante
a una audiencia internacional, de una manera lo suficientemente fiel para una
recepción cualitativa, si no cuantitativa a su vez. Algunas personas me dicen
que debo estar orgullosa, pero para ser honesta estoy feliz de sentirme
conflictuada: esta actitud es más útil para aquellos en posición de privilegio,
alentándonos a actuar con responsabilidad y generosidad hacia los textos,
autores, y otros traductores.
Sin
embargo, si al menos me hubiera me hubiera acercado a esa perfección imposible,
¿habría obligado a los críticos a involucrase más con el libro en sí? ¿Lo
harían ahora que Han y yo hemos tenido tiempo de corregir el texto para futuras
publicaciones? Tal vez sí, tal vez no, dado que mucho de lo que fue catalogado
como ‘error’ no era otra cosa que una diferencia. Han misma se ha tomado el
tiempo para explicar que los traductores consultan tanto a sus editores como al
mismo autor, y que ella leyó mi traducción y la amó sobre todo por capturar el
tono de su propia escritura, pero eso no impidió que algunas personas hablen
sobre ella.
Las
traducciones deben ser criticadas, absolutamente; con interés, el compromiso
crítico forma parte de una cultura de la traducción floreciente. Pero sin tener
en cuenta cómo las normas de traducción varían entre países y contextos, y cómo
esto puede afectar el enfoque individual, es difícil avanzar sobre la
diferencia en lugar de solo remarcarla.
A esta altura, lo que un determinado crítico declara como admisible no
nos dice mucho más allá de las preferencias personales. Además, es difícil, y
con certeza, engañoso, evaluar el efecto retraduciendo al idioma original, o
comparando con una traducción literal imaginaria; al fin y al cabo, ambos
métodos alternativos implican tanta subjetividad como una traducción
considerada liebre o creativa.
Espero
que todos sigamos hablando de la traducción, porque siempre hay algo más para
decir, especialmente lo placentero que es, y porque necesitamos enfocarnos si
queremos hacer que esté a la altura de su potencial, para romper las
hegemonías, trabajar sobre la diferencia sin borrarla, y desafiar el mito del
genio solitario –para dar lugar a nuevos encuentros a voces y perspectivas que
de otro modo podrían ser silenciados o vituperadas, y obras de arte, sin las
que nuestras vidas se verían disminuidas.
Como
traductores, debemos aprovechar estos logros, que tienen un impacto directo en
nuestra habilidad para exigir un salario digno, en lugar de ser intimidados. Es
esta combinación de salarios bajos justificados por el abandono de la
creatividad y la insistencia en la ‘humildad’ que significa que, con
frecuencia, se hable de la traducción como una profesión
feminizada. La humildad no es igual a auto-modestia; no es arrogancia estar orgullosos
de nuestro trabajo.
No
existe mejor manera de traducir, pero hay algunas propuestas con respecto a la
traducción que, si son aceptadas en términos generales, pueden lograr charlas
más constructivas: el cambio no es traición; los editores existen, por lo
general con opiniones arraigadas; elogiar una traducción no es devaluar el
original. En conclusión, ninguna traducción es definitiva. Es solo un modo de
‘Fracasar otra vez. Fracasar mejor.’ Creo que fracasé bien.