Marietta Gargatagli publicó la siguiente noticia en El Trujamán –la sección diaria del Centro Virtual Cervantes dedicada a la traducción– el 20 de febrero de 2002. Tal vez por su objeto, valga la pena recordarla, volviéndola a publicar en este blog
Datos para una biografía: José Salas Subirat
Los traductores nunca tienen biografía. José Salas Subirat, primer traductor de Ulises al castellano, es un ejemplo de las fantasías del anonimato. Una primera versión sobre su vida, oída en Barcelona, indicaba que pertenecía a la ilustre diáspora catalana en Venezuela. Con el Ulises traducido bajo el brazo y atravesando los bosques tropicales habría llegado hasta Buenos Aires para depositar sobre el escritorio de un atónito Santiago Rueda los miles de folios de su versión castellana de Joyce. Una segunda versión cambiaba un solo detalle: Salas pertenecía a la ilustre colonia catalana del Río de la Plata y nunca había estado en Venezuela. La tercera versión, conocida gracias a William D. Ilgen, de la Universidad de Carolina del Norte, Jordi Arbonés, traductor catalán, y José Isaacson, escritor argentino, revela lo más parecido a la verdad.
José Salas Subirats nació en Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal, el 23 de noviembre de 1890. Murió en esa ciudad, el 29 de mayo de 1975. Como Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammett, trabajaba para La Continental, aunque en su caso era una compañía de seguros.
Escribió poemas (Las hélices del humo, 1942); obras de ficción (La ruta del miraje, 1924; Pasos en las sombras, 1926; Señalero, 1944); ensayos (Marinetti: un ensayo para los fósiles del futurismo, 1926 y 1928; Carta abierta sobre el existencialismo, 1954); textos que ahora llamaríamos de autoayuda (La lucha por el éxito, 1953; El secreto de la concentración, 1953) y libros sobre seguros porque era la actividad a la que se dedicaba.
Entre un viajero tropical y un sólido vendedor de seguros hay un abismo. También entre la excelente versión de Ulises y títulos como La lógica del seguro de vida, reeditado varias veces y considerado un clásico en la materia. Indagar ese abismo parece una tarea prometedora. El prólogo de Salas Subirats, que acompañaba aquella vieja edición de Joyce (Rueda, 1945), es muestra suficiente de su genio y de nuestro asombro.
Hola Jorge. Felicitaciones por este nuevo blog.
ResponderEliminarNo sé si te llegó mi respuesta (cambié de e-mail. El nuevo es: alejomndz@yahoo.com.ar)
Un gran abrazo
Alejandro Mendez
Gracias, Alejandro, y sí, me llegó.
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