viernes, 21 de agosto de 2009

Donde se habla de qué estamos discutiendo


Las más de 390 visualizaciones que tuvo la entrada anterior de este blog, así como los innumerables mails recibidos, sin mencionar las muchas discusiones en Facebook, indican a las claras que la columna de Quintín en el diario Perfil del domingo pasado resultó irritante para mucha gente.

Por un lado, está la tirria que, por muy variadas razones, el columnista viene despertando desde hace tiempo en muchos lectores. Ese disgusto se ve probablemente exacerbado por una irritante manera de presentar los hechos, más propia de un compadrito que de un intelectual. En la ocasión, habla de un mal trabajo editorial, de una mala traducción, de dos poetas a los que juzga buenos y de otros dos a los que considera demasiado conocidos (con lo cual nos deja entrever la posibilidad de que por ello no son necesariamente buenos), etc.
Más allá de si la intención con la que escribe es aviesa o no, habría que decir que, cuanto menos, su manera de argumentar parece forzada y si atendemos a los problemas sintácticos que presenta, bastante ripiosa (cfr. los comentarios de la entrada anterior).

Lo peor, con todo, no es la mojada de oreja ocasional, sino el desprecio. En las palabras de Quintín hay una deliberada falta de consideración por el trabajo ajeno. En su descargo, hay que decir que no es el único. Todos hemos visto el triste espectáculo de las dos o tres líneas con las que muchos comentaristas, que no se han tomado el trabajo de revisar un original, descartan el trabajo de meses, sin medir el terrible daño que pueden estar causándole a la reputación del traductor, único sostén de su fuente de trabajo.

Tal vez Quintin no haya considerado que, en el mejor de los casos, antes de convertirse en texto publicado, la labor de Laura Wittner quizás haya transitado por las manos de al menos un corrector y de un editor, lo cual muchas veces agrega alternativas al resultado del trabajo. El problema en el caso específico de los traductores es que son casi los únicos que dan la cara y casi los únicos que reciben los palos. Por otra parte, si consideramos lo exiguo de la paga y las malas condiciones de trabajo, el único capital con el que cuentan quienes traducen es el que les otorga su prestigio personal. Flaco favor entonces le ha hecho Quintín a Laura Wittner –de quien dice no tener nada en contra– al señalar públicamente lo que él juzga como sus errores de traducción, materia por demás opinable, como la misma Laura ha demostrado en el descargo realizado en este blog.

Entiendo que escribir o traducir un libro, componer o interpretar música, filmar una película, dirigir una obra teatral o pintar un cuadro son todas actividades que, cuando se realizan con honestidad, se llevan a cabo con esfuerzo y ese esfuerzo debe ser tenido en consideración a la hora de emitir juicios honestos. Y si bien las distintas obras mencionadas pueden hablarnos más o menos directamente, provocarnos o no algún tipo de reacción, gustarnos o no, en todos los casos deben merecer nuestro respeto lo cual –claro– no implica que tengamos que estar plenamente de acuerdo con ellas; tampoco su resolución tiene por qué ajustarse a lo que nosotros juzgamos como lo más adecuado. Para plantear este tipo de objeción existen otros foros más pertinentes que la mera columna de opinión. Y la contratapa del suplemento cultural de Perfil es un lugar de opinión. La crítica, según me parece, exige un esfuerzo de otra naturaleza, una argumentación mucho más elaborada y, por supuesto, algún tipo de prueba que vaya más allá de lo que nuestro mero juicio nos hace suponer.

Creo que Quintín –quien tiene todo el derecho del mundo de juzgar, original mediante, otras soluciones para la traducción que tanto deplora– ha confundido los tantos. Como resultado, su columna ha desencadenado tal violencia en los lectores que las reacciones que hemos leído, por momentos desmedidas, terminan enchastrándonos a todos y llevando el debate hacia el lugar donde el columnista parece sentirse más cómodo: la descalificación. No es la idea de este blog y mucho menos la del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Supongo que lo sucedido termina ilustrando en qué tipo de marasmo puede convertirse la cultura cuando se desprecia el objeto de la crítica y se pierde de vista lo que se debate.

Jorge Fondebrider

13 comentarios:

  1. El señor Antín (Eduardo) ha hecho de la provocación un lucrativo modo de vida. Sus negocios prosperan según el número de respuestas que origina publicando textos escritos con el único fin de molestar.

    Responderle, así sea educadamente, en busca de un diálogo, es inútil. Todo alimenta su vanidad, su deseo de protagonismo. Y si para lograrlo tiene que usar a, en este caso, Laura Wittner, no vacilará en hacerlo tanto como lo juzgue útil. Desde luego, Wittner u otros no le importan; son, apenas, una excusa para ganar prestigio como lobo feroz.

    En su respuesta de ayer es obvia la tomadura de pelo que hay detrás de tanta cortesía fingida. Él insiste: la traducción le parece mala. No aporta (ni aportará) ningún motivo técnico, solo su parecer, su opinión, que pretende sea un juicio inapelable.

    Fiel a sus maneras de tergiversar los datos y enredar los argumentos, sostiene que es erróneo traducir booth por cabina. Con ello hace parecer (sí, sí, otra vez: parecer) que ha leído el original. Resulta muy dudoso: apenas conoce inglés, pero también es un haragán. No creo que se haya tomado el trabajo de conseguir el texto en inglés para luego cotejarlo con la traducción.

    Así procede él: lanza cualquier afirmación y espera las reacciones. Por eso, si ha leído el original, sería bueno que reprodujese el párrafo completo donde aparece la palabra booth; de otra forma, quién le ha dicho que la dichosa palabra no es cabin (muy usual en el habla cotidiana para nombrar a esos espacios reservados).

    También se la toma con piel vintage. Como es un provocador y a los provocadores no les interesa si afirman tonterías, ni el mínimo trabajo de buscar en Google ha hecho. Allí hubiese visto que piel vintage está muy bien usado en la traducción de Laura Wittner. (Por cierto, supongo que todos hemos advertido cómo le perdona la vida a Laura poeta, él, redactor de textos a sueldo.)

    Además, hay algo sospecho en su mención de Edhasa. Quién sabe qué anda tramando, pero seguro que no menciona a la editorial como un dato más.

    Me permito reiterar lo sugerido ayer: al señor Antín (Eduardo) no hay que responderle, sino
    dejarlo solo con sus provocaciones. De otra forma, el individuo alcanza su objetivo de
    crecer sobre las espaldas de quienes en verdad trabajan.

    jlh

    ResponderEliminar
  2. Justamente, no creo que Quintín tenga la menor importancia en el debate que ha suscitado, pero sí creo que, al juzgar públicamente una traducción sin justificar debidamente sus objeciones, su actitud es dañina.

    Como dije antes, no es el único columnista que procede de esa manera. Desgraciadamente, se trata de una práctica bastante frecuente en la prensa escrita, por lo que me parece interesante pensar entre todos algún tipo de estrategia para denunciar públicamente este tipo de atropello.

    Insisto: el único capital del que disponen los traductores es su prestigio personal. De ningún modo, se debe permitir que el fruto de su trabajo sea juzgado a la ligera y, mucho menos, condenado, sobre todo cuando los presuntos errores sobre los que se sostiene el juicio adverso sean materia opinable o meras cuestiones de gusto.

    En la traducción de Wittner no hay contransentidos ni errores conceptuales; hay apenas elecciones que, como ella lo ha demostrado, puede justificar. Habrá quien esté más o menos contento con el resultado, pero eso es todo lo que se podría decir.

    Puede que éste intercambio sea un detalle menor para Quintín y un mojón más en su estrategia para ganar notoriedad. Entiendo que hay vidas más interesantes como para perder el tiempo en la suya.

    Para los usuarios de este blog la cuestión tal vez debería ser materia de reflexión y debate. Eso, en todo caso, es lo que importa.

    ResponderEliminar
  3. que sube el siguiente comentario de JULIA BENSEÑOR, quien no pudo enviarlo directamente:


    Quisiera participar de este debate porque creo que podríamos aprovechar la oportunidad para reflexionar sobre la espinosa relación entre críticos y creadores, cualquiera sea la disciplina.

    Pero antes, quiero dejar sentada mi posición sobre el artículo que disparó la discusión y sobre muchos de los comentarios que siguieron. En mi humilde opinión, los mensajes agresivos y descalificadores hablan más del emisor que del receptor. El artículo de Quintín no me aporta nada a mí, como potencial lectora del libro de Thornton; de hecho, no habla del libro, sino que dedica buena parte de la columna a la traductora. Y eso sorprende, porque todos sabemos que rara vez se menciona al traductor. Por esa razón, la sensación que recibí como lectora de la nota es que el verdadero propósito de su autor no fue comentar un libro recién publicado, sino hablar de la traductora. La siguiente pregunta que me hice fue: ¿Por qué? ¿Acaso tuvieron algún problema? Si es así, ¿por qué no lo discuten en privado? Ahora, si el objetivo de Quintìn era hablar del libro de Thornton, entonces creo que erró el blanco: habla más de la traductora que de la traducción y más de Laura que de Sarah Thornton.

    Por otra parte, propongo que el Club no acepte más mensajes anónimos. Sus autores, que sí tienen nombre y apellido, se sienten con el derecho de participar con otras reglas de juego, por fuera de las obligaciones que impone la responsabilidad por las propias palabras y sus efectos. Una vez más, las agresiones verbales hablan más del emisor que del receptor.

    Pero si pudiéramos separar la paja del trigo (tarea difícil cuando las heridas son profundas) y en tren de sacar algo en limpio de todo esto, podríamos verlo como una oportunidad para reflexionar sobre el delicado equilibrio entre el deseo de que nuestros esfuerzos como traductores salgan del anonimato y sean reconocidos y el temor a que nuestro nombre, tan paciente y lentamente construido a lo largo de tantos años, pueda quedar desprestigiado en cuestión de segundos. Así como nuestro trabajo siempre será perfectible, ya que -¡por suerte!- no se ciñe a las prolijas e incuestionables reglas de las matemáticas, y tiene una dosis alta de subjetividad, sería importante que los críticos comprendieran lo que significa que su voz sea tan fuerte y poderosa y que, precisamente por eso, tienen que ser muy responsables frente a los “anónimos” que permitieron con su trabajo que el público que no sabe otros idiomas acceda a los libros y reconocer que su trabajo también está cargado de un alto grado de subjetividad.

    Por último, algunas preguntas: ¿cómo juzgar una traducción? ¿Por el todo o por la suma de sus pequeñas partes?

    ResponderEliminar
  4. Creo que se le está dando demasiada importancia a la nota de Quintín. Una de las cosas positivas de sus notas es que son frescas, cambian de tema en la misma nota, son relativamente "light". Lo que no quiere decir que no sean inteligentes, precisas, interesantes. Yo creo que, en general, lo son. Pero pedirle un estudio concienzudo de la traducción es mucho.

    Me parece muy bueno que haya crítica de traducciones, y Quintín parece haberse sumado a una sana pero poco habitual tarea.

    De hecho, creo que sus comentarios concretos sobre la traducción son acertados, y tiene razón al indicar que no es necesario leer el original. A mí me bastó leer "cositas chocolatosas" o "cabina" o esa frase inentendible.

    Por otro lado, uno no puede juzgar una obra (la traducción) por 9 (ó 6) observaciones concretas, pero, como digo, no le vamos a pedir a un tipo que tiene que entretener a un lector distraído de diario dominical que realice un estudio minucioso de la traducción, y balancee en algo parecido a una tesis doctoral los logros y fracasos de una traducción de un libro largo.

    No creo que Wittner sea particularmente mala traductora. Este tipo de errores se cometen todo el tiempo debido a los bajos estándares de la profesión en Argentina. Creo que es bueno que alguien ponga el ojo en ello.

    Por último (y me disculpo por lo larguero) me parecería ridículo que Wittner pierda el trabajo, o su reputación sea manchada por el comentario de Quintín. Simplemente se pide a editores y traductores que eleven los estándares.

    ResponderEliminar
  5. Fondebrider. Llegúe aquí porque dejaste un mensaje en mi blog en el que decías que "acá te dan para que tengas". Entendí que de ese modo un poco retorcido me invitabas a participar en una discusión. Pero me encuentro con una serie de agresiones que exceden largamente el tema.

    Ahora bien. ¿De dónde proviene tu certidumbre de que tengo "una estrategia para ganar notoriedad"? ¿Me conocés personalmente? ¿Sos adivino? ¿Tenés alguna prueba?

    ¿No te basta con publicar dos notas en cuyos comentarios canallas anónimos me insultan en todos los tonos como para que tengas que agregar tu granito de arena a la lista de descalificaciones personales?

    Ya que decís que no soy importante, y que no vale la pena perder el tiempo con mi vida, ¿cuál es la explicación de que me propongas como candidato a un linchamiento?

    ResponderEliminar
  6. re. Este tipo de errores se cometen todo el tiempo debido a los bajos estándares de la profesión en Argentina.


    otra vez el supuesto de que las instancias citadas son "errores", y no elecciones estéticas y técnicas a la cual la traductora tiene el más absoluto derecho! por eso firma su traducción: ése es su trabajo, eso es lo que ella produjo, y como colega reivindico su creatividad.


    Gabriela Adelstein
    Buenos Aires

    ResponderEliminar
  7. Me permito hacer unas observaciones acerca de lo escrito por José.

    1. Hasta donde me consta, nadie le ha pedido un "estudio concienzudo" al señor Antín (Eduardo). Lo que se le reclama es la ligereza, la carencia de fundamentos técnicos, la mala fe.

    2. Sin duda es muy bueno que haya crítica de traducciones; empero, aquí cabe decir lo mismo que el señor Antín (Eduardo) le dijo a Daniel Link: no hablés de cine porque de cine no sabés.

    3. Las obligaciones contactuales del señor Antín (Eduardo) con Perfil no lo excusan de amapararse en un diario para ganar prestigio como iconoclasta mediante descalificaciones del trabajo ajeno.

    4. El señor Antín (Eduardo) no sostiene que sea innecesario el original para juzgar una traducción. Él dice que "no hace falta el original para saber que la "cabina" de Wittner viene de "boooth".

    Puesto en otros términos: este crítico a la violeta lee una palabra en español y ello le basta para saber ¡cuál es el vocablo inglés usado en el original!

    ¿En base a qué puede aseverar que Thorton ha escrito booth? Hay otra palabra de uso frecuente para nombrar el mismo mueble: cabin. ¿Cómo sabe él que no fue la usada por Thorton?

    5. En efecto, sería ridículo que la traductora experimentase dificultades profesionales a resultas de los dichos del "crítico". Ojalá, para la estabilidad laboral de Wittner, que usted y yo no estemos cometiendo un error de apreciación.

    Esta misma discusión es prueba de la forma en que Antín (Eduardo) manipula los datos. Poco a poco va consiguiendo lo que busca: una pelea y, si es posible, un escándalo.

    Yo me retiro.

    jlh

    ResponderEliminar
  8. Busco traductor del portugués al inglés. Para biografía de 700 páginas.

    ResponderEliminar
  9. «No vas a encontrar un buen crítico de arte en St. Louis. Para ser un buen crítico tienes que ser capaz de ganarte un enemigo por semana, y aun así nunca quedarte sin amigos. En EEUU eso pasa solo en Los Ángeles y Nueva York. De otro modo, tendrás que mudarte todo el tiempo.»
    Peter Schjeldahl
    Quintín se ha ganado esta semana como enemigo a todo un club y alrededores, sin pretender ni por asomo ser eso que menta Schjeldahl. Por fin notaron que la reacción a su nota ha sido totalmente desmedida. A mi modo de ver a quien más han perjudicado es a Laura Wittner, a quien han hecho parecer una pobrecilla necesitada de un ejército de defensores, dan ganas de arrimarle un pañuelo. Flaco favor le ha hecho el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.

    ResponderEliminar
  10. Muy representativa la imagen del papel en llamas que ilustra al texto. También puede aplicarse como representación de la pira en que merece consumirse todo lo que emana semejante polemista (porque crítico es un término al que no se acerca ni con la indulgencia de la microscopía). Noto, eso sí, cierto alejamiento de vuestras palabras sobre la vileza machista que encubre la denostación de la dama. Acaso frialdad, o distanciamiento intelectual que puede dar sospecha de un gesto aristocrático y despectivo hacia su condición de género. Pero son detalles, trivialidades que no hacen a la cuestión de fondo. He de anotar que, en líneas generales, los comentarios reslatan particularidades del sujeto expresadas en unos cuantos posts que publiqué en mi blog. Es un caso paradigmático, ofrecido al universo de los comunes más para el humor (o el insulto como ejercicio práctico de la oralidad adolescente) que para un debate en cierto marco intelectual. Hay fallas en el emisor que producen decrepitud en las respuestas que produce, algo contagioso y pútrido. Algo tan escatológico como decir te amo a la mujer soñada en un ataque furibundo de alitosis. Correspondería el análisis desde el saber antropológico, tal vez como la posible deriva de una rama que contemple la mutación humana por decrecimiento de la actividad cerebral por falta de aplicación de la lectura comprensiva.
    No hago leña del arbusto caído, advierto, sino que estiro las piernas en el sillón de mi conciencias, frente a la chimenea del pasado, y veo cómo se consumen esos palotes elementales que ensuciaran el papel, tan lanzados al descuido desde una dimensión asociada a la del oficio poco prestigioso del piquetero-difamador profesional.

    ResponderEliminar
  11. Hace unos años, Laura Wittner tradujo los poemas de "Notes from New York" por Charles Tomlinson en español. Tomlinson -- que había traducido poemas de Vallejo y de Machado, y cuyos poemas habían sido traducidos también por Octavio Paz -- escribió a Wittner:

    "Your translations are most remarkable -- faithful, yet with a voice of their own, accurate but never merely word-for-word. I am most grateful for such concentration and verbal gusto. Thank you mil veces."

    Más sobre Tomlinson: http://www3.sympatico.ca/sylvia.paul/CharlesTomlinson_about.htm

    ResponderEliminar
  12. Tenés razón, Gabriela, no son errores sino elecciones infelices o descuidos. Ese es el punto.

    Lo que se necesita es más gente atenta a estos temas (traducciones, ediciones), etc. No menos. La reacción de los "traductores" parece decir, al contrario: "o nos dicen que es muy bueno lo que hacemos, o mejor ignórennos".

    Si hubiera más críticos de traducciones, el comentario de Quintín sería uno entre muchos (y el de Quintín sería tomado como lo que fue, un comentario al pasar, y no se lo tomaría como una autoridad, sino como un "dilettante").

    Por último, si hubiera repercusiones graves para la estabilidad laboral de la traductora por una simple nota de un comentarista de diario dominical, el responsable sería el empleador de la traductora y no el comentarista. Si decide una contratación en base a tan poca evidencia y opinión (y no en un largo curriculum) debería ser criticado. Lo que indica que se necesita más crítica de editoriales (y editores). He dicho.

    ResponderEliminar
  13. Uf. Un corrector a la 1 de la mañana es difícil de agitar. Es halitosis, con h inicial. Antes que alguien saque la katana de la perfección.

    ResponderEliminar