Nadie lee
Cuando traduje para Victoria (Ocampo) unos versitos, muy sentimentales, de Gide, suprimí algunas repeticiones completamente idiotas. Victoria dijo: "No, no se debe hacer eso, el espíritu de Gide se pierde". Lo que pasa es que una vez que algo aparece en letras de molde, en un libro, ¡ah!, ya es sagrado, no se puede tocar, solamente puede ser como es... Como si lo que escribimos no fuera resultado de vacilaciones, resueltas a veces de cualquier modo. Como decíamos las otras noches de esos imaginarios probables traductores de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, que se esforzaron y no pudieron dar el sabor y la fluidez del original. En el original no hay fluidez ni sabor ni nada; está todo a la vista de cualquiera que estire la mano y lo lea; pero no importa, porque nadie lee.
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