La intensa labor del traductor literario
–¿Cuál es su valoración sobre este encuentro entre profesionales y estudiantes de traducción?–Mi valoración, que la hago en nombre de la asociación ACE Traductores, es muy positiva. Tenemos la sensación de que desde el punto de vista de los objetivos es la edición más lograda de las tres, por cuanto cada vez nos dirigimos más, como un público claro de estas jornadas, a los estudiantes. Nuestra idea es poner en contacto el mundo profesional y el mundo universitario. Realmente nos interesa poner el énfasis en ponernos en contacto con los estudiantes y que puedan conocer de primera mano cómo es nuestro trabajo y qué posibilidades tiene, y qué posibilidades tienen ellos, y creo que en esta tercera edición lo hemos conseguido.
–¿Cómo ha sido la respuesta de los participantes?
–Ha sido excelente. Los estudiantes han manifestado su satisfacción de mil maneras distintas. Tenemos testimonios en Twitter, en FacebookÉ testimonios de lo que nos dijeron en el congreso. Además me gustaría resaltar que esta tercera edición es la vez que más estudiantes de más universidades han venido. Hemos tenido participantes de seis universidades, además de la Universidad de Alicante, que albergaba el evento. Eso es una satisfacción muy grande. Significa que El ojo de Polisemo tiene poder de convocatoria.
–Y que la temática está siendo atractiva para los estudiantes y profesionales de la traducción, entiendo.–Sí, claro, está siendo atractiva. Lógicamente la traducción literaria nunca es la primera opción de la gran mayoría de los estudiantes, pero incluso dentro de esto, es muy relevante la cantidad de gente que ha venido.
–En un aspecto más general, en lo que respecta a la situación de la traducción en España, ¿cuál es ahora la posición de los traductores profesionales en el mundo literario?–Para nosotros lo más problemático es la situación laboral, seguimos con una reivindicación permanente de varios puntos importantes. En primer lugar, todavía debemos atender a que la Ley de Propiedad Intelectual se cumpla en todos sus extremos, y es que todavía en nuestra relación con los editores hay ciertos aspectos por resolver. En una publicación reciente, El libro blanco de la traducción editorial en España que ha hecho ACE Traductores junto con el Ministerio de Cultura, se recogen los resultados de un estudio sociológico ante el colectivo del traductor, del que se desprende que todavía hay un porcentaje significativo de traductores que trabajan sin contrato, de traductores sin derechos de autor, de traductores que no reciben la información pertinente sobre los derechos de una obra... Y todo esto tiene que ser corregido. La segunda preocupación que tenemos como colectivo es la visibilidad social. Seguimos teniendo la sensación de que no se valora suficientemente la labor que supone dentro del mundo editorial el trabajo del traductor. Es muy frecuente todavía que veamos críticas de prensa en las que se obvia completamente la tarea del traductor, o se resalta únicamente cuando es negativa, cuando alguien tiene algo que criticar o protestar. Pero es muy frecuente también que un crítico ponga un entrecomillado y hable del magnífico estilo del autor, cuando realmente este entrecomillado recoja las palabras de un traductor que ha traducido un texto original y ese estilo del que habla el crítico es del traductor, realmente. Esas cuestiones siguen estando pendientes.
–Comenta por tanto que la relación con los editores tiene muchos temas sin resolver, no hay en estos momentos una relación perfecta.–Sin duda alguna. Hay muchos temas pendientes y en ese sentido cierta tensión, que desde luego no es deseable ni es querida por parte del colectivo. Lo que nosotros querríamos es tener una relación fácil, sólida, con nuestros clientes.
–¿Y con los autores? ¿Hay una relación estrecha o por el contrario es preferible no tener demasiado contacto con ellos?
–Depende de cada traductor. Hay traductores que tienen más tendencia a ponerse en contacto con los autores, y traductores que tienen una sensación de autonomía mayor, y que piensan que solamente tienen que recurrir al autor cuando tienen problemas irresolubles. Es una relación no siempre fácil; hay autores que simplemente no se preocupan de la traducción, y a veces tienen una tendencia a intervenir en un ámbito en el que no pueden entrar porque lo desconocen. Quien conoce la lengua de destino es el traductor, y por lo tanto sabe qué decisiones tiene que tomar, y a veces eso los autores no lo llevan bien. Es un aspecto que fluctúa mucho y depende mucho de los traductores, y de los autores dentro de un mismo traductor. Yo he tenido personalmente relación con varios autores y con algunos ha sido una relación muy superficial que no ha calado nada, y sin embargo con otros una relación muy estrecha y además muy buena.
–¿Esa relación entre traductores y autores ayuda a encontrar una traducción perfecta, o no existe como tal y en la labor de traducción se tienen que tomar decisiones de interpretación?–No, no necesariamente. El problema de las decisiones es un problema intrínseco al texto, no depende de la voluntad de nadie. Suelo decir muchas veces, se lo digo a mis alumnos, que los traductores no tienen que tomar decisiones salvo que no tengan más remedio. Hay un montón de ocasiones en que los textos ocultan dificultades que no se pueden solventar fácilmente por las diferencias de las dos lenguas y ahí el traductor tiene una tarea que solo puede hacer él, no depende del autor. Y hay otras ocasiones en las que hay ambigüedades, y esto es muy frecuente, de las que el autor no es consciente. Me ha pasado más de una vez, y a mis colegas les pasa lo mismo, que hay que hacer alguna consulta al autor sobre algún punto dudoso, y que el autor se sorprenda porque no era consciente realmente de haber escrito una frase ambigua. Eso es muy frecuente, ya que el proceso de escritura de un autor y el proceso de escritura de un traductor son muy diferentes. El autor tiene una cierta cantidad de tarea que en realidad es inconsciente, es una escritura no tan reflexiva como podríamos pensar. En cambio, el traductor hace una escritura analítica. Tiene que desmenuzar el texto por completo para saber todos los recovecos.
–Durante esa labor de análisis profundo del texto, ¿es conveniente que el traductor conozca también parte de la cultura, el contexto social o el entorno de la novela?–Es imprescindible. El traductor tiene que tener un conocimiento muy profundo de todo lo que es el entorno de la lengua de la que traduce para traducir correctamente. Hay que conocer la historia del país, hay que conocer la literatura del país, hay que saber en qué contexto se desarrolla el texto completo que está traduciendo. A veces eso es parte de la formación del traductor, y a veces es parte de la documentación concreta que hay que hacer para traducir un libro. En los últimos años, y está siendo interesante como desafío profesional, está surgiendo una generación de escritores híbridos, por ejemplo, de hijos de inmigrantes que utilizan una lengua, pero ubican sus textos en una cultura diferente, con lo cual el traductor se encuentra con que es la persona adecuada para traducir ese texto porque es quien conoce esa lengua, pero carece de conocimientos tan profundos como desearía sobre el entorno cultural, y entonces tiene que documentarse.
–En relación a los múltiples géneros literarios, ¿existen géneros que sean imposibles de traducir correctamente? Por ejemplo, ¿cómo se traslada con fidelidad el contenido de la poesía?–Imposibles de traducir hay pocos. La poesía tiene dificultades diferentes a las de la prosa, pero eso no la convierte en imposible. Lo que pasa es que exige del traductor unas capacidades creativas aún mayores que las habituales, porque la poesía, al tener unas implicaciones tan profundas entre fondo y forma, y al ser prácticamente inviable trasladar la forma de la misma manera, tiene que sustituirla de algún modo. En un momento dado, el traductor poético tiene que buscar una música propia para sustituir la música de la lengua original que se pierde, y tiene que buscar imágenes propias de varias figuras que son imposibles de traducir. Hay estupendos traductores de poesía y estupendas traducciones en poesía.
–Una vez terminada la traducción de un libro, ¿cómo se siente el traductor? Entiendo que se puede llegar a convertir en un libro muy próximo a la persona que ha trabajado tanto tiempo con él.–Sin duda alguna uno lo siente como obra propia, como la culminación de un trabajo muy intenso, hay una vinculación muy intensa con una obra que has vivido. Muchas veces hablamos de esa sensación, has pasado ocho meses viviendo en Rusia, en Alemania o Inglaterra, dentro de una obra literaria en la que realmente llegas a compenetrarte mucho. Naturalmente depende del libro, claro. Hay libros que apelan más al traductor, que empatizan más con él, y otros que menos. Hay que tener en cuenta que el traductor, además, es un profesional que traduce todo tipo de libros. No traduce sólo lo que le gusta, o sólo lo que elige, sino que estamos siempre trabajando con todo tipo de volúmenes
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