lunes, 22 de agosto de 2011

Más sobre la traducción del Manifiesto Comunista



Segunda parte del artículo que David Paradela López  publicó en El Trujamán, el 28 de julio pasado, aparecido es este blog el 28 de julio pasado.








"Un mundo que ganar":
la traducción del Manifiesto Comunista (II)

En 1866, tras su paso por las barricadas, José Mesa y Leompart (Alhucemas, 1831) consideró conveniente salir de España para París, de donde sólo regresó en 1868 tras el derrocamiento de Isabel II. Fue uno de los introductores de los ideales marxistas en la Península y de él llegó a decir Engels que «es incontestablemente el hombre más considerable de los nuestros en España, tanto por el carácter, cuanto por el talento, y es asimismo, y verdaderamente, uno de los mejores de la Internacional entera». Fue, además, el primer traductor al castellano del Manifiesto Comunista.

Allá por 1872, José Mesa dirigía La Emancipación, publicación oficial de la federación madrileña de la Internacional, donde el 2 de noviembre apareció su versión del manifiesto bajo el título de Manifiesto Comunista de 1848. Precedido de un prólogo de sus autores. Según los datos del historiador Bert Andréas, antes de la Gran Guerra se reeditó en cinco ocasiones (1886, dos veces, 1888, 1904 y 1906). Las tesis del manifiesto, en efecto, se difundían a gran velocidad: entre 1872 y la Revolución de Octubre de 1917, hubo 70 ediciones en ruso, 55 en alemán, 34 en inglés, 26 en francés, 11 en italiano, 11 en polaco, 10 en holandés/flamenco, 9 en húngaro, 8 en checo, 7 en búlgaro, 7 en yidis, 6 en finlandés, 6 en danés, 5 en sueco, 5 en ucraniano, 4 en georgiano, 4 en rumano, 4 en serbio, 3 en croata, 3 en japonés, 2 en armenio, 2 en noruego, 1 en chino, 1 en eslovaco, 1 en esloveno, 1 en esperanto, 1 en portugués, 1 en ladino y 1 en tártaro.

Más allá de «desviaciones» bakuninistas y demás heterodoxias, era imposible que todas las versiones fueran iguales porque no todas partían del mismo original. En el caso de la española, conocemos bastante bien las vías de transmisión y sabemos, sin sombra de duda, que se trató de una traducción de una traducción de una traducción. El original de don José no fue el texto alemán, sino una versión francesa, vertida del inglés y revisada con arreglo a otra traducción francesa: «En 1872 [el Manifiesto] fue traducido al inglés —escriben Marx y Engels en el prólogo a la edición inglesa de 1888—, más exactamente en Nueva York. […]  Basándose en esta versión inglesa, también se confeccionó una versión francesa en Le Socialiste de Nueva York». Puntualicemos: la versión publicada en Nueva York (en 1871, no 1872) no era nueva, sino la de la enigmática Helen Macfarlane. De ella parte la versión francesa aparecida, ahora sí, en 1872, en Le Socialiste. Engels, antes de remitir a don José el original francés, lo retocó cotejándolo con otra versión francesa, de Friedrich Adolph Sorge. (Lo que no sabemos es por qué no se decantó simplemente por la versión de Sorge como original. Otro misterio para la historia de la transmisión textual). Lo dicho hasta aquí augura una buena ensalada, a la que se sumaría la supresión, por parte de Mesa, de las tres páginas sobre «El socialismo alemán o “verdadero”» (debida a su interés «puramente local», según se señala en nota) y algún añadido de carácter menor.

Aunque a don José le ha dado la espalda hasta Wikipedia, sabemos que volvió a traducir a Marx (en 1891 puso en castellano Miseria de la filosofía) y que falleció en Francia el 22 de enero de 1904. En el último siglo, multitud de traductores han repetido su tarea: el polígrafo Juan Bergua, Paula Brines, María Cóndor, Elisa Dapia, Francisco Leiva, León Mames, Pedro Ribas, Wenceslao Roces, más todos los que se deja el ISBN y aquéllos cuyo nombre se oculta bajo lemas colectivos.

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