Lo que sigue es un brevísimo fragmento de una entrevista, realizada el 26 de octubre de 1988, entre Javier Marías y Caterina Visani que esta último presentó en su tesis de licenciatura. El trabajo puede consultarse completo aquí .
¿Qué opina sobre la traducción?
La traducción debe limitarse a reproducir, en el mayor grado posible, en la lengua en que se traduce, todo aquello que esté en el original. Pero es también un arte basado en un sistema de compensaciones. Hay momentos en los que uno puedo renunciar a alguna cosas de lo que dice el original, para reintroducirlo dos renglones después. Una libertad de este tipo me parece perfectamente posible y practicable: cuando hay algún impedimento, algo que molesta o que suena mal, o que no es practicable en una lengua, es cuando se puede compensar.
Por ejemplo, si renuncia a un adjetivo en un determinado momento, por alguna razón, dos o cinco líneas después puede probar a incluirlo, si no el mismo adjetivo, al menos el concepto que explicaba, e incorporarlo así a la traducción. Según mi opinión, existe un sistema de compensaciones perfectamente aplicable.
Creo que en cierto sentido el traductor es igual al escritor. Yo he traducido mucho; soy escritor, antes que traductor, y había ya escrito libros antes de traducir, pero de hecho ser traductor me ha influenciado mucho. Hay un momento en la traducción en el que no me parece que exista tanta diferencia entre el trabajo de crear, de escribir y de traducir. En definitiva, parece que el traductor se diferencia del escritor porque tiene delante un texto que debe reproducir, y se supone que este texto no le permite libertad, que lo mantiene esclavo, lo obliga, y que no puede alejarse de él. Esto es verdad hasta un cierto punto. Pero es también cierto que todas y cada una de las palabras de la traducción son escogidas por el traductor. Hay poquísimas frases, en cualquier lengua, que aceptan una traducción obligada, en mayor número quizás, en lenguas como el español y el italiano, esto quizás por su cercanía. Arthur Walley, el famoso traductor del chino al inglés, decía que frases muy simples, como "the cat chases the mouse", tienen casi una traducción obligada.
El traductor escoge siempre entre varias posibilidades, y es el que en definitiva usa una palabra en vez de otra, escoge entre los posibles sinónimos. Para seguir con el ejemplo de Walley, en español podemos traducir: El gato caza al ratón, o bien El gato atrapa al ratón, que quizás es la forma más frecuente. No seria una traducción unívoca, palabra por palabra, y por otra parte no existen traducciones "de palabras" (las traducciones no son diccionarios) pero si de conjuntos de palabras, de conjuntos de frases, de conjuntos de páginas.
Creo por eso que el traductor es como el escritor, digamos que la diferencia es cuantitativa, no cualitativa. Aunque el traductor escoge, como decía Walley: "Cada vez que he traducido he descubierto que los textos hablan por si mismos, pero it was I who did the talking (era yo quien los hacia hablar) era yo quien los formulaba, quien explicaba, no los textos".
El trabajo del traductor exige el mismo tipo de talento que el del escritor. Quizás no sea un talento inventivo, pero es relativamente el mismo en la parte técnica y sobre todo con respecto a la elección. La diferencia es cuantitativa, no cualitativa. Al menos esa es mi experiencia.
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