Pequeñas editoriales ante la crisis: una tabla de salvación
Aunque resulte paradójico, la crisis puede ser un acicate para desarrollar propuestas arriesgadas que
naveguen a contracorriente de los gustos de la mayoría. Esto es lo que ha
debido de pensar José Luis Amores, responsable de la editorial Pálido
Fuego, que desembarca en el mercado editorial en un
momento muy difícil, en el que el sector está sufriendo los efectos de los
recortes, el descenso de ventas y otros males derivados de la coyuntura
económica actual.
“Tenemos a
los grandes grupos editoriales lanzando títulos a diestra y siniestra para el
llamado ‘gran público’. Si echas un vistazo a los diez libros más vendidos en
España en lo que va de año, te dan ganas de llorar. Nuestro nivel general es
pésimo, inadmisible”, afirma Amores que, con obras como Conversaciones con David Foster
Wallace, trata de aportar su pequeño granito de arena
para paliar esta situación.
“Hacer
cualquier cosa cultural ahora es estimulante como nunca antes lo había sido.
Aunque, si te paras a pensar, ningún momento es bueno para apostar por la cultura, pues normalmente la masa es tan
sorda como quien la dirige”. Ante este panorama literario, es lógico que “no
cesen de surgir reacciones en
contra, disidencias de la tontería generalizada, para de
alguna forma contrarrestarla”.
Daniel Moreno,
editor de Capitán
Swing, cuenta en su catálogo con obras de Norman Mailer, William Faulkner o Arthur Conan Doyle, entre otros.
Sostiene que, a pesar del descenso de la venta de títulos y el incremento de
las devoluciones, nada está cambiando estructuralmente en el sector: “el mundo
del libro vive instalado desde hace mucho tiempo en una burbuja que no termina de pinchar y en la que
todos los implicados nada o poco estamos haciendo”.
Rubén Hernández e Irene Antón son los creadores de Errata
Naturae, proyecto “que pretende distanciarse de las
imposiciones más ensordecedoras de la ineludible industria cultural”. Según
Rubén, “la crisis está
afectando al sector de manera brutal”,
con unas pérdidas que se
sitúan entre el 20 y el 30%. “En seis meses, hemos pasado de tener un 7% de
devoluciones a que las cifras se multipliquen por cuatro”.
Cuando Donnatella Ianuzzi fundó la editorial Gallo Nero hace dos años, “ya se estaba
experimentando cierta crisis aunque se confiaba en que de alguna forma los
libros saldrían inmunes”. Pero las previsiones no fueron acertadas y ahora
“estamos asistiendo a una caída en las ventas debida no solo a la actual coyuntura
sino también a una crisis de lectores y al cierre de varias librerías literarias e independientes que representaban nuestro
territorio natural”.
Jan Martí comenzó
la aventura de Blackie
Books en 2009 y
desde entonces se ha convertido en una de las firmas emblemáticas del ‘boom’ de
las ‘microeditoriales’. Considera que la crisis ha afectado mucho al sector,
“pero sobre todo a las editoriales grandes”
y confía en que “servirá de purga a aquéllos
que estaban inflando sus programaciones y publicando más libros de lo necesario
para poder mantener una estructura”.
Imaginación y esfuerzo para contrarrestar la crisis
Pálido
Fuego, Errata Naturae, Blackie Books, Capitán Swing, Gallo Nero y otros sellos
situados fuera del conglomerado de los grandes grupos apuestan por afrontar la
crisis con dosis adicionales de esfuerzo, imaginación y una exigencia común: no bajar la calidad de
ninguna de sus publicaciones tanto en lo referido a la forma (el diseño es una
de sus grandes bazas) como en el contenido.
La
estrategia de José Luis Amores pasa por “apalancar esfuerzo personal en lugar de inversión, reduciendo ésta al
mínimo indispensable. Siendo prudentes con el número de títulos que el lector
interesado puede absorber. Estrechando el margen al máximo. Trabajando más”.
Daniel Moreno confiesa que “ha habido tareas que en el pasado había logrado externalizar y que ahora vuelvo a realizar yo mismo,
mal que me pese, pero con gusto y dignidad, y también haciendo que gente amiga que colaboraba con la editorial se haya
tirado bastante el rollo y esté arrimando el hombro”.
En Errata
Naturae se han restringido gastos que no
afectan a la calidad de los libros, como viajes de promoción, presentaciones,
etc. Jan Martí reconoce que solo les queda “combatir la crisis con imaginación:
siempre estamos reinventándonos,
en busca de algo nuevo, para hacer que los libros que elegimos lleguen a cuanta
más gente mejor”.
Gallo Nero
lucha contra la situación económica manteniendo un nivel muy alto en las publicaciones, arriesgando lo menos
posible y no cediendo a la tentación de traicionar la filosofía editorial “doblegándonos
a cierto tipo de publicación comercial que a largo plazo, a nuestro entender,
sería un suicidio”.
José Luis
Amores reconoce que su editorial nace con el objetivo de evitar la soledad
producida cuando “conoces literatura con la que no puedes hablar con casi
nadie”. “Nuestra pretensión es poner a disposición del lector en español obras
maestras que, por una u otra razón, han ido quedando relegadas por el
torbellino de la novedad y del exceso de publicaciones en nuestro idioma”.
Sus libros
están dirigidos a aquellos lectores que los quieran “para algo más que sostener
una toalla en días de viento. A quienes sólo leen los libros que se ponen de
moda, no se les puede denominar lectores”. Su aspiración es “ofrecer obras que,
a la vez que hacen sentir al lector que pertenece a una comunidad especial de personas preocupadas por las cuestiones
prioritarias y vitales de este mundo en que vivimos, también le entretengan y
le hagan pasar buenos ratos. Y a buen precio”.
Moreno
afirma que el contexto donde se ha producido el ‘boom’ de estas
‘microeditoriales’ responde al proceso de fuerte concentración sufrido
por el campo editorial en las últimas tres décadas: “grupos como Planeta,
Random, etc. han perdido un poco el rumbo, la visibilidad y la difusión de cada
una de ellas”. Al igual que los de Pálido Fuego, sus lectores se hallan entre
aquellos “que no recurran a la lectura como puro entretenimiento (con todos mis respetos); que tenga contradicciones en la lectura, que se cuestionen cosas o
se encuentre con problemáticas o
incomodidades que no se pueden solventar pasando la siguiente página o con un
desenlace”.
Sobre el futuro inmediato, piensa que el panorama es “muy
feo; el año que viene no hay subvenciones (en algunos casos necesarias, en
otros no hacen más que reproducir lo peor de nuestra cultura pública), y eso
afectara muchísimo a las editoriales más pequeñas que hacen un gran esfuerzo
por llegar a las minorías".
Y el año próximo, ¿qué?
Aunque
Rubén Henández sostiene que 2013 va a
ser un año durísimo, no han eliminado ninguna de sus líneas
editoriales y van a mantener el núcleo duro del proyecto, que responde a un
deseo de dispersión y multiplicidad en el que alternan ensayos de corte académico con otros de carácter
más ‘pop’. Libros dirigidos a un nuevo tipo de lector que salta sin prejuicios
de la alta a la baja cultura, que “puede ver una película de Pere Portabella y
después una de zombies”.
Gallo Nero
publica como mucho doce títulos al año
y detrás de cada uno hay una profunda reflexión “que hace que nada sea casual:
la cubierta, los textos que lo acompañan, todo esto es un guiño al lector y una
forma de editar que para nosotros es la única posible”. En su catálogo, que se
alimenta de traducciones de
obras del siglo XX de autores europeos y norteamericanos, se encuentra “lo
menos conocido de autores muy conocidos y es posible que esta definición se
ajuste a nuestra línea editorial”.
Donnatella
cree que “la mayor caída de ventas se ha dado en cierto tipo de publicación que
confiaba en la compra de impulso y se concentraba en las grandes superficies.
Es decir, la compra ocasional de lectores ocasionales”. “En el caso de las
independientes son carreras de fondo,
ganamos lectores que a lo mejor no son muchos pero son para toda la vida,
siempre y cuando no bajemos nuestra calidad y no traicionemos nuestra
filosofía”.
“Con otras
editoriales independientes compartimos cierto gusto por el rescate pero sobre todo la gran tarea de pensar en los libros,
no producimos en cadena. Nos interesan los trajes a medida e imagino que de alguna forma nos
gusta pensar que cada uno de nuestros títulos es único y lleva nuestro sello”.
La entrega total al proyecto, otro de los elementos en común con el resto de
editoriales, “se traduce en jornadas interminables de
trabajo que paradójicamente nos hacen felices”.
Jan Martí
cree que en el plazo de unos años han logrado “crear cierta confianza y fidelidad en nuestros seguidores, y eso es impagable: por un lado, cuentas con
una comunidad creciente de lectores, y por otro en todo momento la
necesidad de no ‘fallarles’, y eso hace que no puedas acomodarte nunca y
siempre quieras sorprender”.
La independencia es el vínculo que les une con otras
editoriales 'outsider': “cada uno hace lo que quiere, y lo explica como
quiere”. “No sabemos a quién nos dirigimos, y esa es la gracia. Desde el
principio tuvimos claro que nos dirigiríamos a aquellos que compartieran con
nosotros gustos muy distintos, el sentido del humor, y cierta actitud ante la
vida”.
Es
sintomático que en un momento como el actual se hayan atrevido a crear la Biblioteca Blackie Books, en la que tienen cabida “nuevas
ediciones de nuestros 'clásicos', pero también lanzaremos algunas novedades que
se adecúen más a esta colección. Nos gusta que las colecciones se hagan solas,
libro a libro. Es algo intuitivo, y funciona”.
Sobre el
futuro inmediato, Jan no tiene ni idea de lo que pasará. “Lo que tenemos claro
es que todo lo que ganemos lo reinvertiremos para poder publicar y compartir
nuevos libros, inventar nuevos proyectos, poder dar a conocer a nuevos autores
brillantes y muchas cosas más. Moriremos creando. Y en todo caso, nuestro legado será
inmortal”.
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