viernes, 29 de noviembre de 2013

¿De que "español" hablan? (2)

Segunda parte del trabajo publicado ayer,  presentado por Juan Carlos Moreno Cabrera (1956), lingüista español y catedrático de Lingüística General en la Universidad Autónoma de Madrid, durante el I Simposi Internacional sobre Situació i Perspectives del Plurilingüisme a Europa (València 2008).

De la cuna a la cuña.
Brevísima relación del nacionalismo lingüístico español
(Segunda parte)

4. LAS CINCO VOCALES DEL ESPAÑOL
Otro de los tópicos más conocidos y utilizados del nacionalismo lingüístico español es la idea de que el sistema pentavocálico del español (surgido del sistema heptavocálico del castellano antiguo; Penny, 2006: 63) estándar facilita grandemente el aprendizaje y uso de esta lengua, lo cual es una característica que puede explicar parte de su extensión y pujanza. Esta idea procede de Menéndez Pidal y, tal como he mostrado recientemente (Moreno Cabrera, 2008: 79), es aceptada sin reservas por algunos filólogos y académicos en la actualidad. Curiosamente, esta característica la comparte el español con el euskera, compañero de glosas, según la ideología del nacionalismo lingüístico español. Sin embargo, en el caso de esta lengua, no parece que este rasgo haya sido esecialmente importante para su expansión. Al contrario, el euskera ha ido viendo reducido su territorio desde la Edad Media y en la actualidad va recuperando hablantes paulatina-mente, pero no tan rápidamente como ocurrió en el caso del español. Es muy revelador que se mencione este aspecto de las cinco vocales y se omitan otros detalles de la estructura lingüística del español que deberían parecernos mucho más decisivos a la hora de juzgar la presunta facilidad de esta lengua. El español comparte con otras lenguas romances unos paradigmas de conjugación verbal realmente complejos, con diversos subgrupos diferenciados cuyos modelos de conjugación siguen los denominados verbos irregulares. En español se podrían contabilizar, al menos, medio millar de estos verbos irregulares (muchos menos que los verbos irregulares del inglés o del alemán, por ejemplo). Comparada con la facilidad de las cinco vocales, esta característica podría ser considerada como un escollo importante, más que como una ventaja. Por esta razón, esta propiedad morfológica del español como lengua romance es oportunamente silenciada en el discurso del nacionalismo lingüístico español.

5. EL ESPAÑOL COMO LENGUA COMÚN
Llegamos ahora al tópico más importante del nacionalismo lingüístico español. Se trata de que el español es la lengua común de todos los ciudadanos del Estado español, en el sentido de que es la única lengua compartida por todos los ciudadanos de ese estado. Es la idea sobre la que se basa el  Manifiesto por la lengua común presentado en Madrid en junio de 2008, que tanta polvareda levantó. Las concepciones ideológicas que hay detrás de este concepto se pueden ver reflejadas de modo cristalino en las siguientes citas:

“La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional –a pesar de que se le denomine «castellano»–  es por ser la lengua común de todo el territorio nacional, la que conocen todos los españoles , y no por razones políticas impositivas de ningún tipo[…]. El idioma español ha sido aceptado y adoptado en toda España como lengua común de convivencia desde la época medieval...” (Lamela,2008: 129-130; cursivas de JCMC)

En efecto, el español o castellano, como queramos llamarlo, se habla en toda España, incluidas las comunidades bilingües, donde además de ser la lengua oficial del Estado –su aspecto más formal–, es la lengua común de todos los españoles y  la única en la que todos pueden comunicarse y cuyo conocimiento por parte de todos los ciudadanos residentes en las comunidades bilingües les permite, en la actualidad, la posibilidad de competir con grandes ventajas en el área más extensa de las comunidades castellanohablantes, precisamente por ser bilingües.” (Herreras, 2006: 376; cursivas de JCMC)

El carácter excluyente del nacionalismo lingüístico español se ve perfectamente en la expresión del segundo de los pasajes según la cual el español es la única [lengua] en la que todos pueden comunicarse. Es posible que sea verdad que el español es la única lengua en la que todos los ciudadanos españoles se comunican de hecho, dado que la educación de muchos de estos ciudadanos, desde hace siglos, ha dado la espalda al reconocimiento de cualquier realidad lingüística del Estado español distinta de la castellana. Sin embargo es palmariamente falso que el español sea la única lengua en la que se pueden comunicar todos los ciudadanos del Estado español. Esto es así porque todas las lenguas de este Estado español menos una (el euskera) son lenguas romances y, por consiguiente, están estrechamente emparentadas. Esto significa que, mediante la vía de una educación adecuada, todo castellano hablante está capacitado para que pueda entender con poco esfuerzo el gallego, el asturiano, el catalán o valenciano o el aragonés. Sabemos que, al menos desde la Edad Media, los gallegos, los valencianos o los aragoneses, partiendo de sus lenguas propias, han sido capaces de entender a los castellano-hablantes; más aún, han sido capaces de hablar castellano. ¿Por qué, entonces, los castellanohablantes no habrían de ser capaces de al menos entender –voy a dejar de lado el hablar– las demás lenguas romances peninsulares? ¿Es que acaso el castellano es más fácil de entender que otras lenguas romances? ¿Es que acaso los castellanos están menos dotados para entender otras lengua romances que los gallegos, catalanes, valencianos, asturianos y aragoneses? Las únicas respuestas no racistas a estas preguntas sólo pueden ser negativas.

Partiendo, entonces, de esa respuesta negativa a la última pregunta formulada, podemos deducir fácilmente que, por ejemplo, el gallego puede ser perfectamente una lengua de comunicación entre todos los ciudadanos españoles en el siguiente sentido. Un gallego o valenciano podría hablar en gallego o en valenciano en todo el territorio del Estado español y ser entendido sin dificultad por todos los castellano-hablantes. Esto es perfectamente posible y factible y hasta socialmente razonable y, desde luego, aconsejable.

Por consiguiente, es falsa la idea de que el español sea la única lengua en la que todos los ciudadanos españoles pueden comunicarse. El gallego, el catalán o valenciano, el asturiano o el aragonés, todas lenguas romances, también tienen esa posibilidad, mal que le pese al nacionalismo lingüístico español, que es, aunque las apariencias parezcan indicar lo contrario, claramente excluyente.

Con todo, el nacionalismo lingüístico español insiste en los siguientes puntos: 

–El castellano nunca se ha impuesto y cuando se intentó imponer, ello fue poco operativo pues ya era la lengua común. 

–Toda acción de promoción y afianzamiento del castellano es legítima y necesaria, porque es la lengua común, la lengua nacional. 

–Ninguna acción a favor del castellano es impositiva, ni vulnera derecho alguno.

El siguiente pasaje insiste en la primera de las ideas:

“Lo que sostengo es que los intentos de imponer el castellano, cuando existieron, llegaron tarde, no fueron ni continuados ni sistemáticos, y se vieron obstaculizados por mil avatares. […] La prueba definitiva de la débil imposición del castellano la dan hoy varios millones de hablantes de catalán, gallego y vasco.” (Lozano,2005: 101-102; cursivas de JCMC)

Las ideas anteriores son el haz de un envés muy tenebroso, que incluye ideas como las siguientes: 

–Las demás lenguas de España son menos entendibles que el castellano. 

–Las demás lenguas de España están menos unificadas y están más dialectalizadas que el castellano. Por ello, dificultan la comunicación de forma más o menos notable. 

–Las demás lenguas de España son menos útiles

 –Las demás lenguas de España limitan, empobrecen y aíslan a las personas. 

–No conocer estas lenguas no es un déficit importante. En todo caso, es un lujo caprichoso prescindible aprenderlas y usarlas.

De las que se derivan las siguientes: 

–Las acciones de promoción de las lenguas diferentes del castellano son siempre impositivas y suponen un atropello de los derechos individuales y un ataque directo e intolerable a la lengua común. 

–La promoción de las lenguas diferentes del castellano es ilegítima, innecesaria, excluyente, particularista y pretende socavar la lengua común. 

–La obligación de conocer esas lenguas es intrínsecamente reprobable y constituye un atropello intolerable.

Las siguientes palabras radican en los anteriores supuestos que consideran que la promoción de las lenguas distintas del castellano es impositiva y excluyente:

“Aprender y usar la lengua local, considerarla lengua propia en exclusiva implica negar que a lo largo de los siglos el castellano también ha formado parte de su cultura. Así se cierra la puerta del bilingüismo […] y  se facilita la exclusión de los otros […] los que no hablan la lengua propia.” (Lozano,2005: 167; cursivas de Lozano, negrita de JCMC)

Según otros autores esto pone en peligro al castellano y crea una situación de extrema gravedad:

“Poner las lenguas comunes en situación de castigo y persecución es caminar hacia atrás, es pura regresión. Es un mal para todos. […] Es crear limitaciones regresivas de grave repercusión.[…] El español tiene problemas en España. Es bien conocido. Ante una situación que ha sido creada artificialmente, ha llegado el momento de exigir una solución al problema. Pero nadie se atreve.” (Lamela, 2008: 130-131)

Las dos citas anteriores son de dos libros escritos por una periodista y un arquitecto, que se tienen aquí en cuenta para mostrar el hecho de que la ideología del nacionalismo lingüístico español está implantada en los ámbitos generales de la opinión pública autorizada y de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, podemos encontrar pasajes similares en obras escritas por profesionales de la lingüística. El libro citado de Herreras es un ejemplo paradigmático de cómo ha penetrado este discurso corrosivo del nacionalismo lingüístico español en el ámbito académico moderno. Para mostrarlo voy a citar y comentar algunos párrafos de la conclusión de esta obra:

“Si es cierto que el aprendizaje de la lengua autonómica puede favorecer la integración dentro de la sociedad, no lo es menos que puede ser también un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar del alumno en esa comunidad y, por consiguiente, el éxito social, tanto dentro de esa comunidad como fuera de ella.” (Herreras,2006: 364-365; cursivas de JCMC)

Este razonamiento se aplica a la lengua autonómica pero no a la lengua española. Esta última no parece ser ni haber sido nunca un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar. ¿No lo ha sido durante los siglos en los que los hablantes nativos gallego hablantes, euskaldunes y catalanohablantes han sido escolarizados en español? El nacionalismo español lo tiene muy claro: el español nunca ha sido lengua de discriminación ni de exclusión, ni ha sido un estorbo para el éxito escolar. La razón es clara: es una lengua superior a las demás lenguas con las que ha convivido tanto en el ámbito lingüístico como en el social. Más adelante dice este autor:

“Por todo ello pensamos que imponer, en la actualidad, una enseñanza monolingüe en lengua autonómica en las comunidades bilingües supondría un engaño, además de un retroceso y una contradicción.” (Herreras, 2006: 374; cursivas de JCMC)

Afirmaciones como ésta se desprenden del ideario del nacionalismo lingüístico español que he apuntado en esta sección. La enseñanza monolingüe de una lengua distinta del español es un engaño, un retroceso y una contradicción. Sin embargo, la enseñanza monolingüe en español es sincera (no es un engaño), es un avance (no un retroceso) y es coherente (no es contradictoria). Se podría argumentar que Herreras se refiere sólo al momento actual. Aun concediendo esto, ¿en qué época o período habría que conceptuar la enseñanza monolingüe en español como un engaño, un retroceso y una contradicción? El nacionalismo lingüístico español lo tiene muy claro: nunca. La lengua española siempre ha sido una lengua sincera, progresiva y coherente y las demás lenguas han ido asociadas al engaño, al atraso y a la contradicción. Un último apunte en la misma dirección lo podemos ver en el siguiente pasaje del libro de Herreras:

“Es cierto que imponer una enseñanza monolingüe en lengua autonómica no hará perder a todos los ciudadanos de las comunidades bilingües este instrumento de comunicación tan importante que es el español. Con toda seguridad, los más dotados económicamente podrán suplir esta carencia del sistema de enseñanza en su comunidad de origen, enviando a sus hijos, como ya se hace, a estudiar a otros lugares de España, pero la inmensa mayoría se verá condenada por sus escasos recursos económicos, a un monolingüismo reductor, hipotecando así en gran parte sus posibilidades de futuro.” (Herreras,2006: 377, cursivas de Herreras, negrita de JCMC)

En este pasaje tenemos un compendio en verdad elocuente de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico  español. Primero, el español es un instrumento de comunicación importante, parece que más o mucho más que el gallego, el euskera o el valenciano. He aquí el tópico de que el español es una lengua más comunicativa, más entendible que las otras lenguas de España. No enseñar español o en español es una carencia grave. No enseñar en catalán o valenciano, gallego, asturiano o euskera no parece una carencia tan grave, incluso no parece una carencia en absoluto. El monolingüismo en las lenguas diferentes del castellano es necesariamente reductor, frente al monolingüismo en español, que parece ser ampliador. El monolingüismo en español es una riqueza, frente al monolingüismo en catalán o valenciano, gallego o vasco, que es una hipoteca.

Queda clara la posición del nacionalismo lingüístico español. Todo lo que no sea predominio absoluto y total del castellano sobre las demás lenguas de España es excluyente, limitador, atentatorio contra los derechos individuales, empobrecedor, particularizador y regresivo. Todo lo que sea la promoción de ese dominio del castellano será beneficioso,  progresivo, liberador, enriquecedor, universalizador y protector de los derechos individuales. Creo que hay razones más que suficientes para expresar en estos términos tan radicales la ideología del nacionalismo lingüístico español en sus formas de manifestación actuales: el examen detenido y crítico de muchos de los discursos públicos informados por esta ideología, tanto los especializados como los dirigidos al público en general, no dejan lugar para una caracterización más moderada.

6. CONCLUSIÓN
A lo largo de las páginas anteriores, he pasado revista a cuatro de los principales tópicos del nacionalismo lingüístico español tal como se formulan en la actualidad. He intentado mostrar, de modo breve, que ninguno de esos cuatro tópicos tiene una base lingüística real, sino que se fundamentan en determinadas manipulaciones interesadas de diversos aspectos empíricamente verificables. Estas manipulaciones, algunas de las cuales he intentado hacer evidentes en este artículo, ponen de manifiesto una ideología profunda-mente nacionalista de carácter excluyente y retrógrado. Siglos de imposición del castellano en todo el territorio del Estado español han propiciado que esta lengua sea la más usada en la actualidad. Este es un hecho objetivo que no se puede negar. Ahora bien, la ideología del nacionalismo lingüístico español lo aprovecha para asignar a la lengua castellana una serie de bondades que, en realidad, se derivan de una convergencia de circunstancias socio históricas contingentes y no de ninguna supuesta superioridad de esa lengua sobre las demás lenguas del Estado español. Esa supuesta superioridad se utiliza para presentar la lengua castellana como fácilmente asimilable y con un alto valor comunicativo (para explicar su supuesta expansión natural), como especialmente progresiva (permite el progreso y el avance social), como especialmente moderna y útil en la sociedad actual (permite la comunicación en todos los ámbitos de la sociedad moderna), como lengua de entendimiento y concordia (permite el entendimiento entre todos y evita los malos entendidos) o como lengua global (permite la comunicación con otros países más allá del Atlántico). Pero esta ideología tiene un reverso extremadamente oscuro, ya que esa caracterización del castellano es inseparable de una concepción de las demás lenguas que va justamente en sentido opuesto. Esas otras lenguas de España son menos fáciles de asimilar y tienen un bajo valor comunicativo (se explica así su ámbito local), son regresivas (no permiten el progreso y el avance social, sino que nos sumen en el localismo y el retroceso cultural), están anticuadas y son poco útiles en la sociedad actual (no permiten la comunicación eficiente en todos los ámbitos de la sociedad moderna), son lenguas de incomprensión y discordia (impiden el entendimiento entre todos y producen malos entendidos) y son lenguas estrictamente locales (no permiten ir  más allá de un pequeño territorio). Las inquietudes, desazones y desvelos, que hemos visto reflejados en las citas que he ido aportando a lo largo de este artículo, ponen de manifiesto este lado oscuro de una ideología que, lejos de luchar en favor de la promoción de las lenguas que se han visto limitadas y reducidas por la imposición contingente del castellano, intenta justificar y contribuir al mantenimiento de esa situación de desequilibrio mediante las supuestas esencias lingüísticas de esa lengua tan privilegiada. La alabanza de la lengua propia, en este caso, sigue sirviendo de coartada para la justificación de un etnocidio lingüístico que, por fortuna, en muchos casos todavía no se ha podido llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Que, contra lo que se suele afirmar, este tipo de nacionalismo lingüístico español existe, creo que se puede deducir fácilmente del contenido de muchos discursos de personalidades e instituciones representantes de instancias culturales de gran relevancia en el  Estado español actual (Moreno Cabrera, 2008). En este breve trabajo me he limitado a esbozar algunas pistas para su correcta caracterización y valoración.

7. BIBLIOGRAFÍA
BINOTTI, L. (1995): La teoría del “Castellano Primitivo”. Nacionalismo y reflexión lingüística en el Renacimiento español.Münster: Nodus Publicationen.
HERRERAS , J. C. (2006):  Lenguas y normalización en España. Madrid: Gredos
LAMELA, A.(2008):  El idioma español y su futuro. Madrid: Espasa.
LOZANO, I. (2005):  Lenguas en guerra . Madrid: Espasa.
MORENO CABRERA, J. C. (2008): El Nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva. Barcelona: Península.
NIETO VIGUERA , J. A. (2007): Glosas Emilianenses. Cuna de la Lengua Castellana . León: Edilesa.
PENNY, R. (2004): Variación y cambio en español. Madrid: Gredos. 
– –(2006): Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel.

VV.AA.(1999): Agenda para el año 2000. La lengua castellana y la escritura. La Rioja: Edición y Diseño D&B.

2 comentarios:

  1. Estimado Jorge:
    Qué alegría me dio encontrar estos post. Hace años que brego por nuestra identidad lingüistica de todas las formas posibles -a veces en vano-. Los disfruté mucho por el nivel y el estilo. Muy interesante el blog en general que encontré casi por casualidad. Cualquier cosa que necesites, per piacere, al menos no te olvides que manejo el neerlandés -que no es tan común-. Soy beêdigd vertaalster - traductora jurada, al menos en Nederland, o sea, los Países Bajos.
    Congratulaciones por la existencia de este blog!!!
    Y lo mejor para uds. para el 2014 !! Ana Sebastián

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  2. Estimada Ana:
    Me viene muy bien este contacto con vos. Te pido que me escribas al mail del Club (fijate en "contacto"), para seguir la conversación "por línea privada". Y lo mejor para vos en el 2014.

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