“El Quijote es uno de los libros más traducidos de nuestra lengua. Pero las diferentes versiones al chino son una historia en sí misma.” Así dice la bajada de la nota publicada el 11 de noviembre pasado en la edición digital de la revista Ñ, con firma de Guillermo Bravo.
El Quijote y Sancho recorren China
La primera traducción del Quijote fue de 1612, siete años
después de que fuera editado en Madrid por Francisco Robles. Desde la primera
publicación de la obra en español, el inglés Thomas Shelton, especialista en
lenguas romances, se sintió atraído por la historia del caballero loco y
publicó The History of the Valorous
and Wittie Knight-Errant, Don Quixote of the Mancha .
Para ese año, el libro era ya un
éxito en España, se perfilaba como un clásico popular y comenzaba a iniciar un
camino que lo llevaría a conquistar Europa en una década. La traducción de
Shelton llamó la atención del francés César Oudin, secretario y traductor
oficial –del español, italiano y portugués– de Enrique IV. Oudin viajó a Madrid
y se hizo de un ejemplar de la obra cuya primera parte publicaría en francés en
1614.
Pero la marcha del Quijote hacia
otros continentes se hizo más larga, especialmente en Asia. Mientras Shelton y
Oudin compartían en sus países las travesías del hidalgo caballero, China
estaba bajo el mando del emperador Wanli, quien sería seguido por el emperador
Tianqi en 1620, y se acercaba al fin de la Dinastía Ming (1368
- 1644), cuando Tianqi diera poder absoluto a Wei Zhongxian, el eunuco más
poderoso que ha visto China y quien impondría un régimen de terror, en medio de
una crisis económica y grandes hambrunas.
Si bien China fue uno de los
primeros países asiáticos en tener una versión del Quijote, debió esperar hasta 1922, cuando apareció la primera
versión aproximativa, convirtiéndose además en el primer libro de la literatura
española traducida al mandarín.
Durante siglos, China fue un
imperio cerrado culturalmente al occidente, más preocupado por mantener su
equilibrio interno y beneficiarse del comercio internacional. A partir de fines
del siglo XVII, con la continua llegada de misioneros europeos, se iniciaron
algunas actividades de traducción en colaboración de letrados nativos.
La primera versión del Quijote en mandarín tradicional llevó el
título de Moxiazhuan, literalmente "Biografía del Caballero Loco" . Fue
publicada en Shanghai y fue traducida desde el inglés por el escritor Lin Shu y
su ayudante Chen Jialin.
Ninguno de los dos sabía español
y sólo Chen entendía inglés. Por lo que diseñaron un modelo de trabajo
conjunto: Chen leía, y traducía en voz alta, y Lin Shu, anotaba reinterpretando
a su manera.
Esta versión puede considerarse
una traducción de una traducción de una traducción: del español al inglés, del
inglés al chino hablado y del mandarín hablado al mandarín antiguo.
El primer error que se le señala
a esta versión –además de su traducción aproximativa– es la supresión del
prefacio, en donde Cervantes da el tono a la obra y anuncia su plan. No
contentos con eso, también se tomaron la libertad de agregar pasajes de su
propia autoría cuando lo creyeron necesario.
El dúo de traductores se encargó
sólo del primer tomo y en China no supieron, por mucho tiempo, que existía una
segunda parte. A esta primera edición, durante los años treinta, le
siguieron varias publicaciones piratas, que fueron de aparición fugaz,
incluyendo la del escritor He Yubo quien se hizo eco de la historia general y
sin leer el libro escribió un Quijote a
su manera. De la historia general, esa versión conserva la locura del Caballero
y el dúo con Sancho, pero las historias que atraviesan son completamente
diferentes.
El libro de He Yubo muestra que
el Quijote ya era popular
en China y que el libro era ya una imagen bien definida: la de un hombre viejo
loco alto y flaco buscando aventuras seguido por un hombre bajo, fiel y
bastante bruto.
Esa popularidad hizo que en 1939,
aunque el país estuviera sumido en la guerra con Japón, se presentara una nueva
versión de la primera parte del traductor Fu Donghua.
Aunque la traducción también fue
hecha del inglés, fue una versión más cuidada y completa, en la que se incluía
el prefacio y las partes eliminadas por Lin Shu, y se restituyeron a la versión
original las adiciones voluntarias de los dos traductores.
Esa versión circuló por muchos
años, pero aún faltaba la segunda parte y tener una traducción desde el
español. El poeta y traductor Dai Wangshu, fue el primero en emprender esta
tarea. El fundador de la
Escuela Modernista de China, comenzó la traducción completa del Quijote hacia 1940. Era mucho mejor
conocedor del francés que del español, pues había estudiado en Lyon. Pero
gracias a sus numerosos viajes por España y su previa experiencia, la tarea
estaba a su altura.
Dai Wangshu ya había traducido
entre otros a Chateaubriand, Remy de Gourmont, Julien Green, Radiguet,
Supervielle, Paul Valéry, Aragón, Eluard y Sartre desde el francés, y a
García Lorca, Ibáñez, Azorín, desde el español, cuando encaró la novela de
Cervantes.
Trabajó durante un año y quienes
tuvieron acceso al manuscrito aseguraron que se trataba de una excelente
versión, en la que se respiraba el estilo conciso y claro del poeta. Sin
embargo, el destino le jugaría una mala pasada. Durante la guerra sino-japonesa
que duró desde julio de 1937 hasta septiembre de 1945, Dai trabajó como editor
en Hong Kong, donde fue encarcelado por los japoneses y el manuscrito con la
traducción se perdió, según parece, para siempre.
Otras versiones aseguran que el
manuscrito se perdió en realidad en la Guerra Civil Española, en donde el poeta
participó como combatiente voluntario para los republicanos. Pero poco pudo
saberse del manuscrito, pues Dai murió en Shanghai, poco después de terminada
la guerra sino-japonesa, por una “sobredosis accidental de efedrina”.
El Quijote era ya uno de los libros occidentales más populares en
China y para 1959, se celebró el 350 aniversario de la publicación del Quijote con
una edición de los dos tomos, traducidos igualmente por Fu Donghua,
convirtiéndose en la primera traducción íntegra de la novela publicada en
mandarín.
Poco después de la muerte de “El
Gran Timonel” y a la reorganización y modernización que llevó adelante su
sucesor, Deng Xiaoping, se presentó en 1979 una edición de la editorial de
Literatura del Pueblo.
Se trataba de la mayor editorial
del país y esta edición, surgida al final de la Revolución Cultural
tuvo un gran impacto y es, aún hoy, la versión más leída en China. Su
traductora, Yang Jiang, tardó once años en aprender español tan sólo para poder
acometer la traducción de la obra cervantina. Sin embargo el español que
aprendió Yang estaba teñido de su conocimiento del inglés y el francés, lenguas
que sí manejaba perfectamente.
La traducción se vio plagada de
errores que han sido señalados estos años por algunos hispanistas chinos. Por
ejemplo cuando Cervantes dice “sujeto”, la traductora, incapaz de manejar la
polisemia de esta palabra, piensa en el “subject”
inglés y el “sujet” francés y así lo
traslada al chino, usando el significado “tema”, produciendo en muchos casos
-cuando el autor se refiere a la persona- errores que hacen casi incomprensible
la versión china.
En otras ocasiones “les faux amis” de las lenguas europeas
que ella manejaba, la llevaban a producir entuertos de difícil solución. Por
ejemplo cuando le tocó traducir la palabra “parientes”, ella lo
interpretó como “parents”, que en
francés y en inglés llevan el significado de “padres”, produciendo familias
bien extrañas que se habrán considerado entre los lectores asiáticos como
extravagancias españolas.
A pesar de estas torpezas, la
obra pudo hacerse el lugar que se ha hecho gracias a la pluma ágil de la
traductora.
Dong Yansheng es quien tradujo la
obra de Cervantes a más de 3 millones de caracteres del chino simplificado y
cuya versión es hoy la más aceptada por los hispanistas chinos.
Leyó el Quijote en su
juventud, en la versión de Fu Donghua, y se quedó admirado con la historia del
Caballero de la Triste
Figura , al punto que Cervantes se convirtió en su autor
favorito junto con Dostoievski, quien también fue muy traducido en China.
Dong empezó a estudiar español a
los 17 años por completa casualidad. El había elegido ruso, pero su mejor amigo
se había inscrito en español, por lo que cambió de parecer y decidió compartir
los cursos y las nuevas experiencias de la vida académica con ese compañero que
conocía desde la infancia.
Apenas recibido y después de
haber viajado por España, empezó a trabajar como profesor de español en la Universidad de
Beijing, la más distinguida universidad de China. Pero eran malos tiempos,
comenzaba la
Revolución Cultural de Mao –a quien Dong considera “el
demonio”– y estuvo casi diez años sin trabajar.
Después, volvió a la vida
universitaria, alternada con traducciones varias desde el español, hasta que un
día, a finales de 1993, llegaría la propuesta que modificaría su carrera. “Un
editor se presentó en mi casa y me planteó si estaba dispuesto a sacar una
nueva versión del Quijote. La propuesta me dejó totalmente pasmado, porque
nunca había pensado en eso, suponiendo que se trataba de un cometido arduo que
sólo estarían en condiciones de arremeter los grandes genios.
“Luego de reflexionar un poco, me
dije, con probar, no perderé nada”, recuerda, contando que sólo empezó a
trabajar cuando obtuvo del editor la condición de que le daría el tiempo
necesario para el trabajo. “Fue así como se inició mi martirio. La cosa no se
me ocurrió, sino que sencillamente me ocurrió”, añade.
Se entregó entonces a la lectura
de la versión de Yang Jiang, la más conocida de aquel entonces, confrontándola,
además, con el texto original. Esa experiencia lo armó de valor, ya que estaba
seguro de que “por lo menos no cometería los muchos errores que pululaban por
ahí”, cuenta.
Este traductor quijotesco ha ido
siempre contra la corriente. En un país en el que la familia es un valor
fundamental, ha decidido no casarse. Además, se permite dudar del Partido y
sobre todo maldice contra Mao.
Dong es un experto en las
diferentes versiones del Quijote y en
encontrar desaguisados de los traductores aquí y allá. “Hay traductores
demasiado alegres que justifican su chapucería diciendo que se trata de una
recreación. No se puede negar que se encierra cierta dosis de creatividad en la
traducción, sobre todo la efectuada entre el chino y cualquiera de las lenguas
europeas. Pero se entiende la creatividad en este caso por los ingentes
esfuerzos que haya que hacer por vencer los obstáculos aparentemente
insuperables y de ninguna manera se tiene que utilizar como excusa de la
irresponsabilidad”.
Ahora Dong espera que se haga una
nueva traducción al chino de la obra de Cervantes. “Siempre fui partidario de
que se renueven cada cierto tiempo las traducciones de las obras monumentales
de la literatura universal. ¿Acaso no van renovándose la mentalidad, el
lenguaje y el gusto estético?”.
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