Sabido es que Andrés Ehrenhaus es simpatizante de River Plate, uno de los tantos clubes argentinos que giran melancólicamente alrededor de Boca Juniors, el más grande de todos los equipos sudamericanos. Y también es de público conocimiento que Germán Burgos fue, durante unos cuantos años, arquero de River, sin privarse de que, por ejemplo, José Luis Chilavert, a la sazón el arquero de Velez Sarsfield, le hiciera un gol de media cancha que todavía se recuerda. Bien, ahora tanto Ehrenhaus como Burgos coinciden en España, donde viven, desarrollando cada cual sus respectivas actividades: el primero, como traductor de Shakespeare o Dylan Thomas, entre otros; el segundo como entrenador adjunto del Atlético de Madrid (obsérvese, de paso, que si se separase en sílabas, en castellano da "a-tlé-ti-co" y no "at-lé-ti-co"). Y como los de River, tanto jugadores como simpatizantes, se comportan según códigos un tanto sicilianos, he aquí la defensa lingüística de Ehrenhaus, con razones que, pese a las notables diferencias deportivas, recomendamos atender.
“Levántate, puto”
La noticia se produjo el pasado domingo 2 de marzo y fue
de tal magnitud que pronto los teletipos de medio mundo se habían puesto a
teclear hasta echar humo virtual por las narices. En el transcurso de un así
dicho evento deportivo, y gracias a un descomunal despliegue de medios del
canal Cuatro español, que dedicó todo su ingenio tecnológico a descifrar píxel
por píxel las imágenes televisivas, descubrimos que Germán Burgos, segundo
entrenador de una institución esportiva madrileña (en adelante, el Mono
Burgos), le habría espetado a Cristiano Ronaldo, estrella fulgurante de otra
institución esportiva madrileña (en adelante, CR7), esta imprecación de
resonancias bíblicas. ¡Increíble! ¡No puede ser! Pues sí, fue. La foto adjunta
así lo atestigua. CR7, eventualmente, se levantó, aunque el citado medio de
prensa no especifica en qué condiciones de temperatura y presión. Rápidamente,
numerosos órganos de difusión de noticias deportivas e incluso de índole
general se hicieron eco del suceso y fueron repitiendo con ingeniosos retoques
el ominoso titular hasta que, con el debido retraso horario, algunos cotidianos
radicados en Argentina, país de donde es oriundo el Mono, hicieron lo propio,
aunque con una significativa diferencia: allí, es decir, para ellos, el Mono
Burgos habría exclamado “Levantate, puto”.
Pero, ¿qué le dijo exactamente el Mono Burgos a CR7? Se
ha de decir que Burgos procede de la pujante ciudad balnearia de Mar del Plata,
sita en la costa atlántica argentina, y que desarrolló la mayor parte de su
carrera deportiva como arquero de foot-ball (que, por cierto, es el deporte que
pretendía practicar CR7 cuando fue imprecado mientras se revolcaba por el pasto
como un chahuanco herido en el frente del Ebro) en dicho país, cuya variante de
la lengua española incluye particularidades tales como el voseo, de modo que un
individuo de este ámbito lingüístico suele proferir y preferir, sobre todo en
situaciones de extremo compromiso emocional, las formas verbales, por poner
algunos ejemplos, “Andá a la mierda” o “Dejate de romper las bolas de una vez
por todas, forro” a las más normativas y peninsulares “Vete a la mierda” o
“Deja ya de tocar los cojones, cabrón”; la voz “puto”, en cambio, vendría a
querer decir más o menos lo mismo aquí que allá (esté ud. donde esté). Tengamos
en cuenta, sin embargo, que el Mono se trasladaría ya próximo a la edad de 30
años a la así denominada Madre Patria, donde ha permanecido hasta ahora en
perfecta integración con el medio y en ejercicio activo tanto de la práctica
ppd como de la dirección técnica profesional del mencionado deporte. ¿A quién
creerle, por tanto? ¿Al medio local que realizó la pormenorizada investigación
o al medio periférico que coligió un poco a la sanfasón que al Mono la
contingencia le había salido necesariamente en su marplatense natal?
Digamos que, para no ser menos, nosotros también nos
pusimos a hurgar un poquito. No tuvimos que ir muy lejos, dicho sea de paso.
Bastó con referenciarnos en un artículo titulado “Traducir a
Messi”, aparecido en este mismo blog hace un par de añitos, en el cual ¡nosotros
mismos! señalábamos el estupor que nos producía el hecho-ahí de que la prensa
deportiva española se hubiera tomado la molestia de traducir las sencillas
palabras vertidas por el antedicho en rosarino vernáculo con ocasión de la
entrega del Balón de Oro, curioso galardón donde los haya, por cierto. Donde
Leonel Messi (en adelante, La
Pulga ) había dicho, ante los focos y micrófonos del mundo
entero, “X., es un honor jugar con vo, vo también te lo merecés” (nótese la
variante rosarina del voseo, más aspirada que la porteña, por ejemplo), los
ojos y oídos periodísticos españoles habían visto y oído otra cosa, y así lo
consignarían con esmero. En aquella ocasión no sólo nos asombrábamos de ello
sino, igualito que ahora, nos pareció doblemente penoso que los medios
esportivos catalanes, naturalmente afectos a La Pulga y desafectos a CR7,
abrazaran sin chistar la propuesta traductiva centralista, por decirlo de un
modo crudo, y no respetasen la idiosincracia de aquello que se proclama desde
Catalunya como el rasgo identitario par
excellence: la lengua de uno.
Podemos decirle paradójico pero en realidad empieza a
resultar sospechoso que el anticentralismo visceral y rabioso que se manifiesta
en las arengas morales, ya no sólo deportivas, e incluso atrevidamente
sociológicas de estos medios se traduzca (oh) en una política de traducción tan
obsecuente y, sobre todo, ciega a (la legitimidad de) otras Otredades. ¿Será
porque estos medios pertenecen de hecho a grupos cuyos capitales trascienden
las diáfanas fronteras autonómicas? No lo creemos así. En nuestra opinión, la
sordera lingüística selectiva en la Península es síntoma de una neurosis
evangelizadora derivada de la tradición traductológica apostólica romana a la
que no es ajena la sociedad catalana: si el Otro me altera, alteremos al Otro
hasta que ceje en su empeño otrista o se diluya su efecto alterador. Santiago y
cierra España. Cito a Annie Brisset: “La aculturación que resulta de las
prácticas traductoras etnocéntricas va de la mano con la concepción
universalista del sentido que absorbe las diferencias, pues las considera no
significativas. La traducción occidental que encarna esa ‘mala’ relación con la
alteridad tiene ejemplos a lo largo de toda la historia. Su terreno favorito es
la evangelización y, más generalmente, la misión ‘civilizadora’ que acompaña la
colonización de los pueblos –o, en la actualidad, su ‘democratización’ y su
‘conversión’ a la economía liberal […]-. Se trata siempre de transfomar al Otro
(inferiorizado) en análogo del Sí (superior y civilizado)” [en “Rebabelizar el
mundo”, trad. de Patricia Willson, Otra Parte, n. 4, Buenos Aires,
primavera/verano 2004].
Por tanto, en todo el territorio lingüístico español, que
abarca a todas y cada una de sus autonomías, tanto el Mono Burgos como La Pulga deberían haber dicho, de no ser tan díscolos y resistentes a la
paciente y secular evangelización de la Marca España , lo que los sabios medios
periodísticos supieron poner en sus bocas y no la salvajada impronunciable e
imposible de atender sin un paso previo por la ducha descontaminante que, Dios
los asista, torpemente balbucearon. En esta percepción del Otro realmente
ominoso y desconocido (en adelante, El Indio) versus el Otro chabacano y
familiar (el castellano, el catalán), Catalunya no se distingue idiosincráticamente de España, ni se distinguirá hasta que no comprenda que la
condición de sujeto(histórico, en este caso) pasa precisamente por la falta de
identidad consigo mismo. Ser uno es ser cero.
Menos mal que el Mono Burgos no dijo “Levantate, putín”,
lo cual habría tenido, a nuestro entender, consecuencias geopolíticas
inimaginables traducción mediante, con el referéndum de aquella otra península
y todo lo que ello conlleva en ésta tan encima, o “Levantate, guacho de
mierda”, no fuera que los sabios medios locales corrigieran su errata naturae por “gaucho” y lo
acompañaran de una generosa N. del T. sobre el pintorequismo ultramarino. Por
último, en fin, pedimos sinceras disculpas por el uso
mayestático del plural, más ubuístico que versallesco, de por mi verde candela,
candela, candela me quemo aé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario